lunes, 26 de diciembre de 2016

ANIVERSARIOS MEXICANOS 2


EL CINE EN MÉXICO: 1942, 1947, 1957


1942: COMIENZA LA ÉPOCA DE ORO
            DEL CINE MEXICANO

Hace 75 años, con la entrada de Estados Unidos en el conflicto bélico, se asentaron las bases para que México fuera el principal productor cinematográfico de América Latina: España estaba cercano a los enemigos de Norteamérica y Argentina también simpatizaba con Alemania.


Fue el año en que debutaron futuras personalidades que se tornarían icónicas en el universo estelar mexicano: María Félix en El peñón de las ánimas (Miguel Zacarías), María Elena Marqués en Dos corazones y un tango (Mario del Río) y Pedro Infante, en un rol pequeño y sin bigote, en La feria de las flores (José Benavides Jr.). La primera filmaría otra cinta, bastante desechable, que la mostraría por única ocasión en traje de baño (María Eugenia, Felipe Gregorio Castillo), Marqués aparecería en una cinta a colores (ya desvanecidos de las copias existentes), Así se quiere en Jalisco (Fernando de Fuentes) y el ídolo de las multitudes haría otras dos menores: La razón de la culpa (Juan J. Ortega) y Jesusita en Chihuahua (René Cardona).


En la dirección también se tuvieron a nuevos nombres pero serían efímeros con respecto a dos trascendentales: Ismael Rodríguez ¡Qué lindo es Michoacán!) y Joaquín Pardavé (El baisano Jalil).


Los prestigiosos Emilio Fernández (Soy puro mexicano) y Julio Bracho (Historia de un gran amor; La virgen que forjó una patria) filmaron sus siguientes películas. El segundo importó a su primo Ramón Novarro, quien había sido estrella importante durante el cine silente e inicial sonoro de Hollywood, para interpretar a Juan Diego en su tercera cinta.


Otros buenos realizadores filmarían cintas muy agradables: Juan Bustillo Oro (El ángel negro), Gilberto Martínez Solares (Las cinco noches de Adán y Yo bailé con don Porfirio). El Cantinflas todavía rescatable, fiel a sus orígenes, apareció en dos cintas del año (Los tres mosqueteros y El mago). Falleció ahogado el cómico Carlos López Chaflán, a los 54 años de edad, terminando así con una carrera que lo mantenía en el gusto del público.


Se creó el Banco Cinematográfico que por muchas décadas sería la fuente de capitalización para productores recurrentes, aunque también daría lugar a malversaciones o fraudes que, con los años, darían al traste con la calidad del cine nacional.



1947: HACE 70 AÑOS.

         Se filmaron 57 películas. De entre ellas, se destacan las que anunciaban el próximo apogeo del cine de cabaret con rumberas. María Antonieta Pons fue La sin ventura (Tito Davison), Ángel o demonio (Víctor Urruchúa) y La bien pagada (Alberto Gout). Este cine de pecado estaría también representado por Señora Tentación y Pecadora (José Díaz Morales) o Cortesana (Alberto Gout), entre otras.

         Ismael Rodríguez produjo la cinta más icónica y significativa en la carrera de Pedro Infante (Nosotros los pobres). Emilio Fernández filmó una de sus cintas más importantes (Río Escondido) que el investigador Francisco Peredo ha descubierto los orígenes del argumento en José Revueltas. Roberto Gavaldón realizó una de las películas más eróticas y puntuales de María Félix (La diosa arrodillada).


         Gilberto Martínez Solares ofreció una comedia bastante agradable, sin pretensiones con Arturo de Córdova y Esther Fernández (Extraña cita). Humberto Gómez Landero filmó las últimas cintas con Tin Tan en su primera etapa dentro del cine nacional (El niño perdido y Músico, poeta y loco). Juan Orol nos dio dos de sus más grandes delirios fílmicos (Gángsters contra charros) y El reino de los gángsters). Juan Bustillo Oro volvió a filmar dos de sus grandes éxitos anteriores con la pareja cómica de Manolín y Schillinsky (Dos de la vida airada y Fíjate qué suave).


         Libertad Lamarque consolidó su fama internacional y melodramática con Soledad (Miguel Zacarías). Se tiene entre los títulos del año dos casos curiosos: Una aventura en la noche (Rolando Aguilar) y Barrio de pasiones (Adolfo Fernández Bustamante). Pedro Armendáriz participó en tres cintas apasionantes: Juan Charrasqueado (Ernesto Cortázar), Albur de amor (Alfonso Patiño Gómez) y La casa colorada (Miguel Morayta). Cantinflas filmó A volar joven.


         En ese año fallecieron el actor Luis G. Barreiro (1886 – 1947) quien se hiciera muy famoso por las cintas de Fernando de Fuentes (El prisionero 13, El compadre Mendoza) entre muchas otras, así como Salvador Toscano (1872 – 1947), documentalista y exhibidor pionero en nuestro país, cuyas cintas fueron recopiladas y preservadas por su hija Carmen Toscano (Memorias de un mexicano).


1957: HACE 60 AÑOS.

         Se filmaron 104 películas nacionales. Se inauguraron los Estudios América donde comenzaron a filmarse “series” o sea películas en partes de 30 minutos que al unirse se conformaban como largometrajes. Fue una triquiñuela del STIC, que solamente podía filmar cortos y noticieros, donde, sin faltar a una orden presidencial, disfrazaba como cinta en “episodios” (aparecía un entretítulo durante cada parte de la película) a películas comunes y corrientes. No obstante, a la distancia, fue una forma indirecta para permitir el debut de nuevos realizadores, fuente de trabajo para actores secundarios, y ahora, con el paso del tiempo, documentos de época, temáticas, estrellas.


         En 1957 falleció Pedro Infante en un accidente aéreo. Apenas cumpliría cuarenta años de edad, en la flor de la vida y en un momento muy interesante de su carrera (aparte de que se encontraba en su mejor momento físico). Otros desaparecidos fueron el subestimado e interesante realizador Adolfo Fernández Bustamante, el actor Eduardo Vivas, el escritor Antonio Mediz Bolio, y un nombre destacado porque alternó su carrera entre México y Hollywood, villano excelso, muy feo físicamente, llamado Alfonso Bedoya, apodado “El indio”. Bedoya puede ser visto tanto en Canaima y La perla como en El tesoro de la Sierra Madre y Horizontes de grandeza, entre muchos títulos.


         Fue el año de El vampiro y El ataúd del vampiro, dos cintas icónicas dentro del cine de terror mexicano dirigidas por Fernando Méndez. Flor de mayo, melodrama en coproducción norteamericana dirigido por Roberto Gavaldón con María Félix, Pedro Armendáriz y Jack Palance. El mismo realizador filmó su interesante trilogía sobre el personaje de Heraclio Bernal.


         Gilberto Gazcón, único debutante del año como director, ofreció El boxeador, melodrama que en su momento llamó la atención por su narración en retroceso y cierta sorpresa argumental. Emilio Gómez Muriel filmó El caso de una adolescente, Alfonso Corona Blake ofreció dos melodramas de épocas distintas: La torre de marfil y Cabaret trágico.

         En lo que parece ser un año flojo, se tienen muchos títulos que ahora, con el tiempo, pueden revalorizarse tanto por nostalgia como por cualidades que apenas los años han contextualizado: Viaje a la luna, Manos arriba, La mafia del crimen, Sucedió en México, Maratón de baile. Y entre las cintas muy discutibles moralmente, pero con el toque de sus audaces productores Calderón, están Manicomio, Siete pecados o La rebelión de los adolescentes, que sirven para advertir sobre las consecuencias de comportamientos indebidos (aunque las cintas se regodean con los mismos).

         Habrá mucho para celebrar con estas cintas
sexagenarias.                                                                                                                                                                                                                              










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