domingo, 30 de septiembre de 2018

SEIS PELÍCULAS OCTOGENARIAS


SEIS PELÍCULAS MEXICANAS DE 1938
(Algunos apuntes)
Roberto Villarreal Sepúlveda.

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Toda imagen del pasado que no se reconozca en el presente, como una preocupación propia, corre el riesgo de desaparecer de manera irreparable.

Walter Benjamin.

Leo frases de Walter Benjamin que me mueven a escribir sobre varias películas mexicanas de 1938 que se encuentran en el olvido (como tantas otras), pero que tuve la suerte de rescatar en alguna de sus, ya ahora improbables, proyecciones por la televisión de finales de siglo XX. Sus imágenes corren el riesgo de desaparecer (como tantas otras) porque no fueron distinguidas en su momento, se perdieron entre la abundancia de títulos que fueron sumándose con el devenir de los años, o simplemente, porque sus creadores nunca tuvieron conciencia de que toda imagen, toda película, se convierte inmediatamente en documento de época: el vestuario, el automóvil, la canción, el paisaje original, las personas. Es importante “reconocerlas en el presente” aunque sea para dejar constancia. ¿Dónde se encontrarán ahora? ¿A quiénes les preocuparán?

Nada de lo que haya acontecido se ha de dar para la historia por perdido.
Walter Benjamin.

En esta ocasión parto de un año al azar por la convención que practicamos de movernos por quinquenios, decenios, aniversarios de plata, oro o diamante, siglos. A nivel conceptual, nada de lo que existe con referencia, está perdido. A nivel material, por desgracia, no tiene remedio. Hay toda una producción fílmica nacional (e internacional, claro) que se ha vuelto polvo físicamente, por desgracia, o metafóricamente, al no encontrarse al alcance de la mano, más bien, de la vista. La cinematografía mexicana silente, apenas tiene imágenes documentales pero poquísimas de la ficción realizada. Hay artículos y notas periodísticas, así como algunas investigaciones, que nos dan noticia y nos informan de contenidos y protagonistas: varias imágenes fijas pero no con la alternativa del movimiento: su principal objetivo y razón de ser. Una cinta de 1938, dirigida por Alejandro Galindo, se encuentra prácticamente desaparecida: Mientras México duerme.

El cronista que hace la relación de los acontecimientos, sin distinguir entre ellos los grandes y los pequeños, responde con ello a la verdad de que nada de lo que tuvo lugar alguna vez debe darse por perdido para la historia.
Walter Benjamin.

1938 nos dio La tía de las muchachas (Bustillo Oro), El capitán aventurero (Arcady Boytler), La casa del ogro (Fernando de Fuentes), entre otros títulos. La mayoría de ellos, perdidos en el tiempo, aunque fue un año cuando la incipiente industria nacional del cine se iba consolidando, con el debut de 18 realizadores, aunque la mayoría no tendrían carreras trascendentes. Entre ellos se encuentran Jaime L. Contreras (quien sería asistente de director, guionista, fotógrafo de foto-fijas, pero solamente tendría una aventura como realizador) y Alfredo del Diestro (este último, importante y prolífico actor, pero director de un único título). Acorde con la frase, la idea de este artículo es efectuar una relación de lo que fueron pequeños esfuerzos, algunos con mayor envergadura, otros muy fallidos, pero finalmente, documentos y testimonios de un tiempo definido: hace ochenta años.

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En 1938 se filmaron 58 películas en México. Gracias al éxito de Allá en el Rancho Grande (De Fuentes, 1936) varios empresarios se dieron cuenta que el cine podría ser negocio. Debido a ello, se fundaron muchas compañías que serían efímeras y debutaron muchos realizadores porque todavía no existían restricciones sindicales que posteriormente dañarían al desarrollo del cine nacional. 


Las cintas que se mencionarán fueron filmadas en este orden cronológico:

Pescadores de perlas (Guillermo Calles) enero

Nobleza ranchera (Alfredo del Diestro) febrero

Dos cadetes (René Cardona) febrero

Los millones de Chaflán (Rolando Aguilar) marzo

Sangre en las montañas (Jaime L. Contreras) octubre

Una luz en mi camino (José Bohr) diciembre

donde se tratan diversas temáticas: melodrama ranchero, melodrama tropical, comedia que parte del rancho para llegar a la urbe, y el caso del cine de ciudad.


En conjunto las cintas muestran la tendencia de producción que imperaba por esos años. Aunque se habla del nacimiento de la industria con Allá en el Rancho Grande (De Fuentes, 1936), en realidad sería hasta inicios de los años cuarenta cuando se puede hablar de una consolidación. Las películas surgían por la iniciativa de algún improvisado productor que buscaba socios, además de vender previamente los derechos de exhibición. Si se le acababa el capital a media filmación, empeñaba sus derechos y quedaba sujeto a la suerte del posible éxito. Por tal motivo surgieron muchas compañías efímeras y solamente fueron quedando y creciendo aquellos esfuerzos de productores en serio, aquellos que iban a dedicarse a vivir de este negocio (Raphael J. Sevilla, Jesús Grovas, Felipe Mier, Raúl de Anda, entre pocos). Como consecuencia, también se improvisaban a directores que, en su mayoría, tuvieron debut y despedida, como se comentó antes. Y a su vez, se involucraba a actores y actrices incipientes de una sola película: solamente aquellos que atrapaban el interés del público, de forma natural, volvían y fueron creciendo en fama.

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Guillermo Calles (1893 – 1958) nació en Chihuahua y era de ascendencia tarahumara por lo que su tipo físico hizo que le apodaran “El Indio” y estereotiparlo en roles indígenas en sus apariciones fílmicas. Emigrado a Hollywood, comenzó ahí su carrera dirigiendo cintas cortas. En 1921, apoyado por otro realizador pionero, Miguel Contreras Torres, filmó su primer largometraje en México (De raza azteca). Luego de otra vuelta a Hollywood, retornó en 1926 para filmar El indio yaqui y tener una carrera regular. En 1928 filmó Sol de gloria, melodrama con ambiente tropical que volvería a filmar en 1938 bajo el título de Pescadores de perlas. Luego de otra película, Calles no volvería a dirigir y aparecería solamente como actor en roles pequeños como indígena, curandero, campesino o personaje siniestro).


Con pobre factura y corta duración que apenas sobrepasa una hora, Pescadores de perlas es un melodrama que ocurre en alguna playa donde el mulato Ignacio (Víctor Manuel Mendoza, con 25 años, en su cuarta película) rescata a la joven Rosa (Victoria Blanco) quien ha sobrevivido al naufragio del barco que la llevaba de Panamá hacia Estados Unidos, bajo el mando de su padre, el capitán de la nave. El muchacho lleva a la joven hacia su casa donde vive con su madre Juana (Sara García), pero sus patrones, los dueños de una pescadora de perlas, Ernesto (Carlos Villatoro) y Gustavo (Efrén Buchelli) le llaman para enterarse de la historia de la chica a la cual protegen. Durante una pesca de perlas, Ernesto baja a cortar unas ostras pero es casi atacado por un tiburón y está a punto de ahogarse. Mientras esto sucede, Ignacio se da cuenta que el capataz Tiburcio (Ángel T. Sala) se ha robado unas perlas. Cuando Gustavo descubre los robos de Tiburcio, éste lo mata y echa la culpa a Ignacio quien huye y es dado por muerto al pensarse que lo han devorado los caimanes. Quien se ha dado cuenta de todo es la esposa de Tiburcio, Sofía (Virginia García). Muere Juana y Rosa descubre un documento que indica que Ignacio es hermano bastardo de Ernesto. Ignacio es capturado y va a ser fusilado pero la ejecución se detiene cuando Sofía confiesa la verdad sobre Tiburcio, quien ayudado por Simón (Alfonso Bedoya), su hermano, escapa pero en alta mar ambos son atacados por tiburones. Ignacio muere, porque había sido herido en un enfrentamiento previo contra Tiburcio, sin saber que su madre había fallecido.
Víctor Manuel Mendoza a los 25 años
Efrén Buchelli, Carlos Villatoro y Angel T. Sala
Sara García como mulata
Victoria Blanco
Carlos Villatoro al ser rescatado del mar
Esta desconocida película que ni siquiera fue estrenada en la capital presenta muchas curiosidades. Producida por Producciones Alcázar, a través de Virgilio Calderón, (hermano mayor de José U. Calderón cuya carrera dentro del cine comenzara con un circuito de salas de cine en la frontera con Estados Unidos bajo el nombre de Cines Alcázar y sería padre de los productores Pedro, Guillermo y José Luis), en una rara incursión como productor quien agradece a la Secretaría de la Defensa Nacional su apoyo para las escenas de persecución y del posible fusilamiento del personaje de Ignacio. Virgilio Calderón había producido dos cintas en 1937: Don Juan Tenorio (René Cardona) y La cuna vacía (Miguel Zacarías); en 1938, aparte de la que estamos analizando, participaría en Canto a mi tierra (José Bohr). Estas películas, junto con La zandunga (1937, Fernando de Fuentes) fueron los primeros pasos de los Calderón dentro de la producción fílmica.

El charro Gil y sus Caporales,
de donde se formarían Los Panchos
Por otro lado, como pescadores que matan el tiempo cantando y tocando la guitarra, aparecen El Charro Gil y sus Caporales, trío conformado por Felipe Bojalil Gil, junto con Carlos Álvarez de la Cadena y Jesús “Chucho” Navarro. Posteriormente, este último se uniría con Alfredo “el güero” Gil (quien sustituiría a Carlos Álvarez en Los caporales) y con Hernando Avilés, para formar el trío Los Panchos que tendrían alcance internacional. La localización geográfica de la cinta se vuelve inexacta: en México, los cultivos de perlas se encuentran en Baja California pero el barco que utilizan los pescadores lleva el nombre de Zihuatanejo (donde fueron filmadas secuencias en exteriores) donde no son comunes, aunque era de esperarse la posibilidad de que fuera una comunidad veracruzana o guerrerense por la predominancia de negros y mulatos cuyos asentamientos mayores son en estas playas tropicales en lugar de las bajacalifornianas.
El personaje de Rosa llega a la playa en ropa de dormir por lo que Ignacio se acomide en darle una manta de palmas. Luego la vemos en ropa de ciudad, moderna y cómoda, que cambia con toda facilidad de escena a escena sin que nos expliquemos su procedencia ya que el pueblo se encuentra alejado de una capital (no olvidemos que es 1938). Es interpretado por Victoria Blanco, actriz de origen peruano quien llegaría a filmar 14 películas entre 1933 y 1939 para desaparecer por completo del cine mexicano, caso que ocurrió con muchas otras presencias femeninas que no lograron destacar (Carmen Guerrero, Gaby Sorel, Marta Ruel o Lupita Gallardo, entre otras). 
La cinta es un melodrama torpe, mal filmado, con fotografía de un incipiente Víctor Herrera quien apenas llevaba cinco años en el cine y llegaría a ser otro de los maestros de la composición de imagen y el dominio de la luz. La anécdota es esquemática y presenta al héroe sacrificable, sobre todo porque era mulato (a pesar de ser el único atractivo de toda la película), contra la villanía abusiva. El galán triunfador sería el personaje rico y con la posición adecuada para desposar a la muchacha rubia, guapa y también de clase conforme. Una variante del Rancho Grande colocada en ambiente tropical, aunque sus orígenes se remontaban al cine silente que conocemos por referencias con cuentos morales. Aquí no podíamos tener una excepción.

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Alfredo del Diestro (1877 – 1951) fue un actor chileno que recorrió América Latina gracias a su empleo dentro de compañías teatrales famosas. En 1919 dirigió el primer largometraje colombiano basado en la María de Jorge Isaac. Posteriormente se integró al cine de Hollywood donde participó en diversas películas hasta la transición al sonido. En 1931 llegó a México para entrar a los incipientes primeros pasos del cine sonoro y apareció en dos de las seis producciones de 1932: Revolución (Contreras Torres) y Una vida por otra (Auer), pero al año siguiente logró dos de sus interpretaciones ya clásicas en El compadre Mendoza y El prisionero 13 (ambas de Fernando de Fuentes). Continuó su carrera frente a la cámara hasta que en 1938 pudo filmar la que sería su única cinta como realizador: Nobleza ranchera basada en La parcela del escritor jalisciense José López Portillo y Rojas. La misma novela había dado lugar a una versión en el cine silente, filmada en 1921 por Ernesto Vollrath.

Los compadres Miguel (Alfredo del Diestro) y Pedro (Ricardo Mutio) rivalizan por un pequeño pedazo de tierra que se encuentra en el límite de sus propiedades. La hija de Miguel, Ramona (Carmen Hermosillo) está enamorada del hijo de Pedro, Gonzalo (Ramón Armengod) pero esta disputa es un obstáculo para sus amores. Cuando se involucra la parte legal, Miguel queda como dueño del terreno, pero luego, una artimaña hace que Pedro sea declarado el posesionario. No obstante, triunfa la razón y la amistad al desistir Pedro. La pareja juvenil podrá casarse.

Ricardo Mutio y Alfredo del Diestro
Ramón Armengod y Carmen Hermosillo
El triunfo del amor
sobre las rivalidades familiares
La cinta no tuvo éxito porque ya el público se estaba cansando de la repetición con argumentos que copiaban a la exitosa Allá en el Rancho Grande, que hizo que 1937 proliferara con veinte títulos semejantes, algo que se repitió en 1938, con todo y aumento de producción. Entre las curiosidades que pueden destacarse se encuentran las presencias de Ricardo Mutio como uno de los compadres que había intervenido en el cine silente con Cuauhtémoc (De la Bandera, 1918) así como Paco Martínez, actor que en 1934 había aparecido como el padre prior en El fantasma del convento (De Fuentes, 1934) y 15 años después de esta película haría el rol del antojadizo y senil padre de Andrés Soler en la extraordinaria El bruto (Buñuel, 1952). Carmen Hermosillo inició su carrera como actriz en 1935 (Celos, Arcady Boytler) y luego de 15 películas se despediría del cine en 1946 (La insaciable, Juan J. Ortega).

Carmen Hermosillo
Carmen Hermosillo y la efímera 
Catalina Reyes
No podía faltar la escena folklórica
Nobleza ranchera inicia situándonos en Guadalajara a través de imágenes urbanas para luego pasar al Lago de Chapala, a las haciendas y a los ingenios para indicar que don Pedro es dueño de uno de ellos. Curiosamente, ahí trabaja un técnico norteamericano (Clifford Carr, el padre de Marga López en Los tres García) para indicar la necesidad del conocimiento extranjero para modernizar los trabajos. Aunque sucede en rancho, la época ha sido contemporizada para la trama, pero la sencillez de usos y costumbres permanece. La historia de Montescos y Capuletos regionales no termina en tragedia sino en el entendimiento.

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René Cardona (1905 – 1988), cubano de nacimiento, se inició como actor en Hollywood al participar en la primera película “hispana” (Sombras habaneras, 1929). En 1932 llegó a México con una compañía teatral y tuvo la oportunidad de entrar al primitivo cine sonoro en Mano a mano (Arcady Boytler) y Sobre las olas (Miguel Zacarías que sería su cuñado al casarse con su hermana Julieta, teniendo un gran respaldo y conformando así otra dinastía fílmica en la futura industria nacional). Cardona se inició como director en 1937 con su versión fílmica de Don Juan Tenorio, que tendría gran éxito al recrear en la pantalla la que era una obra de teatro ya tradicional en los escenarios.


El joven Carlos (Julián Soler) va a entrar al seminario para darle gusto a su religiosa tía Dolores (Sara García), pero el aventurero tío Federico (Fernando Soler), quien acababa de llegar de París (debido a problemas económicos), donde llevaba una vida licenciosa, le presenta a Rosita (Ma. Fernanda Ibáñez), hija de su amiga Catalina (Aurora Walker) de la cual se enamora Carlos y por tal motivo decide cambiar al seminario por el colegio militar, sin avisarle a Dolores. En este lugar, Carlos es sujeto a novatada pero encuentra a quien se vuelve su mejor amigo, Luis (Álvaro González). Ambos rivalizarán por culpa de la cantante Mina (Eva de la Fuente) pero su amistad se reforzará al salvar Carlos a Luis cuando el amante despechado de Mina, Arturo (Carlos López Moctezuma), intenta matarlo. Al final Dolores se entera de la verdad al ver a Carlos uniformado quien se quedará con Rosita. Federico, por su parte, se casará con Catalina, contra los planes que tenía Dolores de que desposara a su fea amiga Luz (Conchita Gentil Arcos). Dolores coquetea con un militar del colegio.

La cinta es una comedia urbana y moderna cuyo discurso se debate entre la espiritualidad anhelada por la familia burguesa y religiosa convencional (ante el deseo de que el sobrino sea sacerdote), contra las realidades del mundo: la carnalidad placentera (simbolizada por el tío Federico), la terrenalidad de la vocación militar (encarnada por el joven Luis), la tentación (representada por una coqueta vedette). La cinta muestra a Federico en Francia, siempre rodeado de dos o tres muchachas, asistiendo a los cabarets nocturnos (mostrados por stock shots que no compaginan entre escenografía y el falso París) o besándose con la sirvienta en la casa de Dolores ya que no puede ver una falda sin desear conquistarla. Como contraste, su hermana es una solterona virgen y vieja, dedicada a Dios.



Una de las grandes curiosidades de la cinta es la presentación de modernas mansiones que se encontraban alejadas de la “ciudad”. Uno puede pensar que serían los entonces pueblos aledaños al Distrito Federal (Chimalistac, Tlalpan) porque mientras Federico lleva a Carlos a su destino, encuentran en la carretera a las mujeres que se tornarán en un futuro en sus parejas. Por otro lado, la película es dedicada por su productor Jorge López Portillo (tío de quien sería presidente de la república en los años setenta) al glorioso Colegio Militar del cual la cinta es una loa suprema y un letrero inicial agradece a su director las facilidades prestadas para la realización de la cinta, por lo cual estamos ante un documento de época en la locación original.
El debutante Carlos López Moctezuma
Hay otras curiosidades: en las secuencias de fiestas que aparecen en la película, se escuchan popurríes de populares canciones norteamericanas. En otra de ellas que ocurre al aire libre, por la noche, se nota el vaho que sale de las bocas de las mujeres, escotadas, tal vez por la filmación en pleno invierno (era febrero) de algo que ocurría en un ficticio verano. Luis canta una canción de doble sentido a la tía Dolores y una amiga solterona, dedicada a San Simón que las mujeres no comprenden porque creen espiritual:
La cosa salió de pronto
La cosa salió detrás
y todos con la cabeza
llevando están el compás…
Otro aspecto destacable resulta ser el reparto: fue la última película de la hija de Sara García en la vida real, o sea María Fernanda Ibáñez, quien moriría en 1940 por una enfermedad mortal. Por otro lado, fue el debut de Carlos López Moctezuma quien, a sus 28 años (había nacido en noviembre de 1909) establecía su estereotipo de villano que, solamente por excepción, dejaría de interpretar en algunos títulos, pero seguiría vigente hasta su muerte en 1980. Más interesante resulta la presencia del efímero galán Álvaro González que tenía una personalidad atractiva, ejemplificando lo que se dijo al principio de las carreras finitas del cine nacional por esos tiempos: González fue asistente de fotografía, solamente aparecería en otras dos películas, para permanecer detrás de cámaras el resto de su vida. Un caso aparte y representativo es el de la cantante Eva de la Fuente, en su única participación fílmica, desconocida por completo.


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Rolando Aguilar (1903 – 1984) nacido en México, pasó varios años de su niñez y juventud en Estados Unidos donde realizó sus primeros pasos dentro del cine, aprendiendo los diversos oficios del mismo que le sirvieron cuando retornó a nuestro país para ingresar a la incipiente industria en 1936. Tiene en su haber varias grandes curiosidades en su irregular filmografía: debe destacarse que dirigió a la legendaria Esperanza Iris en una de sus dos únicas películas (Noches de gloria, 1937) y a la tiple Celia Montalván en su única cinta mexicana (Club verde, 1944). Estuvo bajo contrato de Producciones Raúl de Anda con el cual filmó películas de mucho interés como Una aventura en la noche, El cuarto mandamiento, El vengador, entre otras. Uno de sus grandes éxitos fue Los millones de Chaflán (1938).





El ranchero Prisciliano Ordóñez (Carlos López “Chaflán”) vive en Vallecillo, Tamaulipas, donde sus tierras son codiciadas por compañías petroleras: en Nueva York, State Promoting Co. y en el mismo México por Golden Drum Oil. Su esposa Remedios (Emma Roldán) tiene aires de grandeza. Su hija Rosita (Carmelita Bohr) es cortejada por el joven Antonio (Pedro Armendáriz). A la hacienda llegan los compradores de ambas compañías: Alberto (Carlos López Moctezuma) y Esteban (Manuel Buendía). Luego de varias discusiones donde se involucra el peluquero Rómulo (Joaquín Pardavé), compadre del ranchero, éste decide vender e irse a vivir a la capital. Ahí, Chaflán vivirá los problemas de la vida moderna de la urbe, será asediado por vendedores, el astuto Alberto intentará estafarlo y perderá su dinero, pero gracias a su compadre que había invertido en una peluquería no todo resulta negativo. Además, al no encontrar petróleo, la compañía le devuelve su rancho. Por otro lado, inaugura la escuela del pueblo, financiada desde el principio con su fortuna anteriormente adquirida.
El maravilloso cómico Carlos López "Chaflán"
La familia en el rancho
La familia en la gran ciudad
La película es significativa porque fue producida precisamente durante el tiempo de la expropiación petrolera. No es gratuito que Chaflán expresara, al enterarse los motivos de que le solicitaran la venta de su propiedad: “ya quieren hacer agujeros como en el rancho de los Pérez, las pobres vacas murieron apestadas por el puritito chapopote…”. Finalmente, todo será pretexto para sacar a los rancheros de su medio ambiente y confrontarlos con la capital. La maldad urbana contra la pureza del campo para seguir hablando indirectamente de las bondades del rancho.

Entre las curiosidades de la película están las imágenes de la ciudad. Los rancheros llegan al edificio Art Decó del Hotel Ambassador donde Prisciliano se marea al viajar en elevador, no sabe contestar el teléfono. Ya en su casa organiza una fiesta de disfraces. Tiene mayordomo con uniforme al cual Prisciliano confunde con un general. Va a jugar al golf con el ridículo traje estilo “inglés”. Alberto lo estafa haciéndolo invertir en un negocio llamado “la ubre mecánica” donde explota a un pobre ingeniero “experto en lactomecánica”. Con este papel Carlos López Moctezuma aparecía en su segundo rol como villano. Por otro lado, el personaje de Pardavé, todavía en el rancho, pregunta a uno de los emisarios de las petroleras si todavía hay tranvías “de mulitas” en la capital, a lo cual le responden que no, que ahora son eléctricos. También pregunta si todavía están construyendo el Teatro Nacional (Bellas Artes), a lo que le dicen que ya se ha inaugurado (1934). Y entre los vendedores están nada menos que Arturo Manrique “Panseco”, Jorge Treviño y Jorge Marrón, quien sería conocido más adelante como el Dr. I.Q. por la radio, luego la televisión.
Jorge Marrón
Jorge Treviño y Arturo Manrique
En el rancho aparece el niño Pepe del Río (derecha)
quien sería actor secundario ya adolescente y adulto
En la fiesta de disfraces a la cual llaman “Noche de fantasía”, Prisciliano y Remedios aparecen vestidos como personajes del siglo XVIII y tienen una orquesta completa, dirigida por Gonzalo Curiel, que interpreta su canción “Calla” en ritmo de big apple (según lo anuncia Joaquín Pardavé) que es una mezcla de swing con tap. Es un número muy elaborado, con la coreografía de Edmundo Santos quien ya se había ocupado con las alumnas de la Escuela de Danza de la Secretaría de Educación Pública en otro número en la cinta previa de Aguilar (Noches de gloria). Ahí, aparece de pronto, junto a Chaflán, la actriz debutante Gloria Marín (Gloria Méndez Ramos), regordeta, con 19 años encima. Más tarde, la vemos como Olivia, manicurista en la peluquería de Rómulo y como su objeto amoroso. Luego, en una escena de cabaret, canta una canción que describe precisamente al personaje de Chaflán.
Noche de fantasía
El debut de Gloria Marín
La película fue fotografiada por Gabriel Figueroa, quien logró captar las atmósferas de la vida en ese año, tanto en la vida diurna como nocturna del cabaret, y el argumento original fue de Alejandro Galindo quien apenas había debutado como director el año previo (Almas rebeldes). El asistente de director era el capitalino Miguel M. Delgado, quien filmaría su primera cinta hasta 1941 con Cantinflas (El gendarme desconocido) para convertirse en su director de cabecera.
Un joven Pedro Armendáriz
Carmelita Bohr
Joaquín Pardavé


7
Jaime L. Contreras (1900 - ?), nacido en Oaxaca fue otro realizador que tuvo su debut y despedida como realizador con el melodrama ranchero Sangre en las montañas. Antes, había estado en Hollywood, como tantos otros pioneros del cine nacional, y se había iniciado como asistente de fotógrafo, actor efímero, argumentista, y posteriormente a esta cinta, que fue un fracaso total, se tornó en asistente de director para más de doscientas películas, entre ellas, algunas producciones norteamericanas como El tesoro de la Sierra Madre. Siguió trabajando en este oficio hasta mitad de los años setenta.




La acción inicia durante el festejo del cumpleaños de don Lorenzo (Jesús Serrano) al cual le agradecen sus bondades como antes lo hiciera su padre don Lázaro (Paco Martínez). Sin embargo, el hacendado confiesa que él no fue hijo del antiguo dueño del lugar, pero que luego contará lo que aconteció. El peón Antonio (Ernesto Finance) toma la palabra y expresa que él lo hará. Se retrocede en el tiempo y nos enteramos de que el peón José Juan (Víctor Manuel Mendoza) quiere desposar a Ma. de la Luz (Margarita Cortés), por lo que pide el permiso al patrón quien se lo concede y dice que lo harán cuando regrese su hijo Fernando (Antonio Díaz) de la capital, donde lleva diez años. Así sucede, pero el díscolo y prepotente joven coquetea con Ma. de la Luz y luego empieza a abusar de las mujeres, por lo que su padre decide enviarlo de vuelta a la capital. Ma. de la Luz tiene a su hijo Lorenzo quien es ahijado de don Lázaro. Pasan diez años y retorna Fernando al enterarse de un accidente que tuvo su padre. Éste pide al peón Antonio que aleje a José Juan de su casa bajo cualquier pretexto. Fernando llega a casa de Ma. de la Luz e intenta abusar de ella. El pequeño Lázaro (Chuchito de la Mora) intenta defenderla pero Fernando lo golpea y cae inconsciente. Llega el mejor amigo de José Juan, Andrés (Antonio Badú), por lo cual Fernando se distrae, Ma. de la Luz corre hacia él, pero Fernando dispara con una pistola, matando a la mujer y dejando malherido al amigo. En ese momento entra José Juan al cual Fernando dispara y lo hiere, pero éste va hacia el malvado y lo ahorca, matándolo. José Juan levanta el cuerpo de su mujer para ponerlo sobre la cama. Despierta su hijo y juntos llevan al malherido Andrés en busca de ayuda pero es en vano porque muere. José Juan sube a Lorenzo a un árbol para salvarlo de los lobos, pero más tarde, cae muerto. La acción vuelve al presente donde Antonio comenta que al día siguiente hallaron al niño y don Lázaro lo adoptó. En ese momento, hay un número musical y un bailazo con el cual termina la película.
Los peones piden permiso al patrón
La pareja enamorada
La familia antes de la desgracia
El villano siendo ahorcado
por el marido enojado
Son notorias las razones por las cuales Sangre en las montañas no mereció estreno en la propia capital. El ritmo es irregular y la producción bastante pobre (la compañía productora fue Siglo XX bajo el amparo de Alberto Monroy, quien no volvería a filmar otra película, luego de haber sido distribuidor, principalmente, en los primeros años del cine sonoro). La duración de apenas 70 minutos ampara a una corta anécdota y seis números musicales: Lupita Palomera canta un bolero tropical que desentona con el ambiente pueblerino, durante la fiesta de bodas, lo mismo que un cuarteto prácticamente operático. Antonio Badú (1914 – 1993, había debutado unos meses antes en Padre Mercader de otro debutante efímero llamado Luis Améndolla, también producción de Siglo XX) canta luego que nace el hijo de sus amigos. Al inicio de la película, para el festejo del patrón, canta un dueto de mellizas llamadas Cuatitas Herrera (María Antonia y María Esther Herrera) originarias de Nuevo Laredo, Tamaulipas, quienes tendrían una carrera estelar al menos hasta bien entrados los años cuarenta, apareciendo en otras películas. El “bailazo” final es interpretado por Carmen Molina con dos bailarines, tal como lo repetiría tres años después en La gallina clueca (De Fuentes). El personaje más interesante resulta ser el cínico hijo del patrón: Tony Díaz (aquí anunciado como Antonio, quien había debutado el año anterior) sería otro de los villanos sofisticados del cine nacional: sin ser el galán natural, tenía el suficiente atractivo para seducir a sus víctimas.
Cuatitas Herrera
Lupita Palomera
El seductor Tony Díaz
Antonio Badú en su segunda película
Carmen Molina con bailarines
La cinta es abiertamente otro remedo del “Rancho Grande” con patrón bueno e hijo malvado que desea abusar de la novia (ahora esposa) del peón, invocando, sin decirlo, al derecho de pernada. Fernando, enojado ante una previa intervención de Andrés que evitaba la violación de una de las mujeres de la hacienda, le echa en cara que todo lo que hay en ese lugar le pertenece. La gran diferencia consiste en la narración y producción. Una anécdota muy sencilla se alarga por los números musicales. Como en tantas películas del cine nacional, su interés siempre será transversal: personalidades, cantantes, compositores, en fin, los elementos que resultan valiosos por sí mismos y no por el conjunto de ellos.

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José Bohr
Joaquín Busquets
Joaquín Busquets (1875 – 1942) y José Bohr (1901 – 1994) fueron actor y productor, el primero; y director el segundo, de Una luz en mi camino (1938), melodrama filmado para beneficio de Busquets, actor pionero del cine sonoro, quien se había quedado ciego, y era productor de la cinta. Bohr, nacido en Alemania, pero de ascendencia chilena fue productor y realizador de documentales, noticieros y películas durante la etapa silente en su país. En 1933 llega a México y se suma a la incipiente producción nacional para llegar a filmar 14 películas en seis años. A Bohr se le deben verdaderos delirios fílmicos que vienen a darle la categoría parcial de un Juan Orol intelectualizado. Entre sus cintas musicales (¿Quién mató a Eva?, 1934) o dramáticas (Luponini de Chicago, 1935 o Marihuana, el monstruo verde, 1936) está presente un aire informal, divertido, con improvisación y alegría de vivir o filmar. Hay que pensar que colaboró con esta cinta para apoyar a Busquets.

Lo mismo hicieron infinidad de estrellas del cine nacional que aparecen fugazmente en secuencias de una celebración y de un concierto en Bellas Artes. La trama base inicia en un pueblo donde la sirvienta María (Consuelo Frank) sufre acoso por su patrón y es despedida de su trabajo por la esposa del hombre, haciendo que la muchacha se torne en la comidilla del lugar. Gracias al niño Narciso (Narciso Busquets), le da trabajo el director del conservatorio local, donde trabaja su padre, el compositor Joaquín, quien se enamora de María. Cuando ella acapara la atención del apuesto Daniel (Pedro Armendáriz), hijo del hombre poderoso del pueblo, recién llegado de vacaciones al lugar, provoca el enojo de las jóvenes casaderas por lo que la muchacha decide irse a la capital. Ahí la sigue Joaquín con su niño. Viven en la miseria hasta que se enteran de que habrá un concierto en Bellas Artes con la música de Joaquín gracias a María quien ha triunfado como cantante. No obstante, Daniel anuncia su matrimonio con María ante la desilusión del ciego, ahora famoso, compositor.


La película tiene la presencia de la mayoría de las “estrellas” que entonces filmaban en el cine nacional. En todos los casos son fugaces apariciones mientras llegan o se encuentran en Bellas Artes, o en otros momentos de una celebración en el famoso cabaret El Patio. Algunas actúan en breves papeles: Esther Fernández, Susana Cora o Elena D’Orgaz; El Chicote o Luis Aldás y Luis G. Barreiro, pero en realidad no se alcanzan a distinguir significativamente. El elenco principal tiene a Virginia Fábregas y Miguel Arenas como el matrimonio dueño del conservatorio de música. Emma Roldán y Agustín Isunza, como el marido coscolino, conforman a la pareja que despide a María, y su hija la interpreta Carmelita, una actriz efímera que sería esposa de Pedro Armendáriz. Manolo Fábregas, con apenas 19 años, es un pretendiente ingenuo de María. Consuelo Frank y Pedro Armendáriz ya se habían colocado en el reconocimiento del público y permanecerían largo tiempo en pantalla, con el consabido estrellato de Armendáriz. En los créditos, que aparecen en las hojas de un gran libro, el niño Narciso Busquets es quien ocupa el primer y único lugar antes del título. Ya había aparecido en varias películas previamente pero siempre en roles pequeños, sin crédito en ocasiones, demostrando su naturalidad como actor. Más adelante tendría otras oportunidades de lucimiento (Distinto amanecer, El espectro de la novia, La barraca).




La trama, escrita por Duquesa Olga, en realidad Eva Limiñana quien era la esposa del director Bohr, nos enfrenta a la urbe con el pueblo, para no salirse del tono usual por esos tiempos del cine nacional. Ahora, el pueblo viene a ser el lugar de maledicencia pleno de personajes cursis, mal pensados, y la capital, al revés de Los millones de Chaflán, el lugar de triunfo, redención y resignación. Una gran curiosidad es la presentación del Palacio de Bellas Artes como espacio para revistas musicales con cuerpos de bailarines, una pareja de flamenco y una cantante de música popular. Luego están las imágenes del interior del flamante cabaret El Patio que había sido inaugurado apenas en octubre del mismo año y duraría por largos años como un centro nocturno donde se presentarían grandes espectáculos y cantantes.

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Este breve recuento de seis películas mexicanas refleja las tendencias de las producciones nacionales en 1938. Si bien las más exhibidas son Dos cadetes y  Los millones de Chaflán, las otras comprueban las intenciones de los productores por explotar los temas de moda. No obstante, también confirman la permanencia de los realizadores que tenían mayor cuidado y sensibilidad narrativa. No es gratuito que Cardona y Aguilar hayan podido continuar en este oficio, como también sucedió con verdaderos apasionados, autores inteligentes, a los cuales el tiempo ha permitido otorgarles un lugar destacado: Juan Bustillo Oro, Alberto Gout, Alejandro Galindo o Gilberto Martínez Solares, por mencionar a unos cuantos.



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Sin embargo, más importante era dejar constancia de estos seis títulos con algunas precisiones derivadas de su visión. Levantar el velo que los cubre irremediablemente. Eran los tiempos previos a la consolidación de una industria con todos sus intereses y objetivos. Habría toda una serie de factores que darían lugar a las características, ideas, creencias, que serían fuerte influencia para los espectadores de un tiempo. Hace ochenta años.

El velo deja ver sólo una parte de lo tangible. Pero en todo caso, no proporciona certeza alguna de lo que queda oculto. El desafío es dejarlo donde está o quitarlo con el riesgo de que descubramos algo enteramente distinto de lo deseado… 

J. G. Merquior


Nota: la baja calidad de las fotografías se debe a que fueron tomadas directamente de los vídeos.