martes, 24 de marzo de 2020

CAER TAN BAJO...


EL CALLEJÓN DE LAS ALMAS PERDIDAS
(Nightmare Alley)
1947. Dir. Edmund Goulding.
         En el Cine Club de la UDEM, a principios de los años ochenta, pude exhibir una excelente copia de esta película, en 16mm, que tenía el distribuidor David de la Fuente. Por la calidad de la misma, se notaba que no era un título que se exhibiera con frecuencia. Fue todo un descubrimiento: no la conocía y entrar a ese mundo pleno de engaños, falsos mentalistas, fenómenos de ferias o perversas psicólogas mostraba otra cara del cine negro que aquí en Monterrey todavía no se convertía en frase de cinéfilos. Con el paso de los años ha adquirido mayor valor. Hace poco salió la noticia de que el hiperinflado (tanto en prestigio como físico) Guillermo del Toro va a filmar otra versión. Antes de que la destroce y de que se convierta en la referencia para la generación del siglo XXI, quiero compartir alguna información sobre la original, la clásica.
Stan (Tyrone Power) trabaja como anunciador del espectáculo que Madame Zeena (Joan Blondell) ofrece como mentalista en una feria itinerante y quien está casada con el borracho Pete (Ian Keith). Cuando éste muere, Stan ocupa su lugar y aprende el código por medio del cual se comunicaba con Zeena para “adivinar” las respuestas de las preguntas del público. Quien le apoya es Molly (Colleen Gray), ayudante del hombre fuerte en otro espectáculo donde ella es la dama que transmite electricidad. Cuando ambos son descubiertos luego de haber estado juntos, deciden casarse e irse de la feria. Stan empieza a triunfar como mentalista en centros nocturnos hasta que cierta noche logra impresionar a una psicóloga, Lilith (Helen Walker), al descubrir que le hacía una pregunta falsa para denunciarlo. Gracias a ella, logra escuchar las confidencias de una viuda millonaria a la cual impresiona hablándole de su hija fallecida. Luego, atrapa en sus redes a otro millonario que lo tachaba inicialmente como farsante al hacerle creer que le materializará a su novia fallecida hace 35 años. Molly se hace pasar por ella pero, al último minuto, se arrepiente y descubre el engaño. Stan y ella deben escapar. Molly retorna a la vida de feria mientras Stan va cayendo en lo más bajo debido al alcoholismo en el cual cae. Finalmente, serán reunidos sugiriendo que habrá alguna redención.
Colleen Gray y Tyrone Power
         ¿Cómo puede un hombre caer tan bajo? se pregunta Stan al inicio de la cinta al fascinarse gracias al horrendo espectáculo del “fenómeno” de la feria que corta las cabezas de gallinas con sus dientes para beberse la sangre. Le comentan que se toma a cualquier borracho, se le paga con una botella diaria, para obligarle a efectuar el acto. Stan está convencido de que jamás llegaría hasta esa indignidad. El personaje se muestra como alguien ambicioso, sin escrúpulos para lograr lo que desea. Seduce a Zeena para tenerla bajo su control sensual. Ella, por su parte, es una veterana estrella del falso mentalismo, con todos los trucos, y el código perfeccionado con el tiempo por su marido Pete al cual engaña, pero cuida y trata de evitarle que tome en demasía. No obstante, Zeena lee las cartas del Tarot y cree en sus designios: así logra predecir el final de Pete que sobreviene cierta noche cuando Stan compra una botella de alcohol de contrabando. Al ver llegar a Pete, la esconde en un baúl, pero ahí se da cuenta de que si lo emborracha, él podrá atrapar la oportunidad para sustituirlo. Abre el baúl y toma la botella de alcohol sin darse cuenta que era otra que contenía letal metanol utilizado por Zeena, Pete muere y Stan alcanza su objetivo, aunque desconcertado porque en sus planes no estaba deshacerse del hombre. De esta manera se establece a Stan como personaje oscuro, contrastante en cuanto a su falta de límites para alcanzar sus fines pero sin la intención criminal. 
Joan Blondell y Tyrone Power
         Zeena, por su parte, establece la relación entre el fraude y el misterio. Su falsedad como mentalista es sobrepasada por los aciertos de sus cartas. No será la médium del espectáculo pero terminará siendo la pitonisa del futuro. La trama admite los presagios del destino. Molly es la sensatez. Aunque participa en el engañoso acto de su esposo, lo toma como un juego que proporciona diversión y permite ganar dinero. Sin embargo, en el momento en que empieza a tomar otro matiz que involucra la espiritualidad, el sentido religioso, empieza a dudar y hasta desea abandonar a Stan. Nunca se define bien la relación entre ella y el hombre fuerte de la feria, Bruno (Mike Mazurki), pero puede tomarse como benefactor porque nunca se menciona parentesco.
Tyrone Power y Helen Walker
         El personaje de Lilith es el más perverso. Stan descubre que en sus sesiones, la mayoría de sus clientes son personas ricas, procede a grabar, en discos, las confesiones y secretos que le revelan. Así logra establecer una alianza pérfida entre ambos que será más grave para Stan al confiarle una fuerte cantidad en efectivo, que le fue entregada por el millonario para la creación de un tabernáculo: ella se encargará de cambiar los billetes con denominaciones menores. Lilith, ya desde el nombre recuerda a la figura demoniaca de la tradición judía, es quien toma el rol de mujer dominante, aparentemente fiel y sincera, que en realidad es una serpiente oculta, para que la cinta quede redonda dentro del género negro. El callejón de las almas perdidas es un caso extremo y diferente del cine de pasiones prohibidas, crimen y castigo, hasta cierto punto. Bastante oscura, con un final feliz obligado por el código de producción entonces existente, pero que en realidad permanece ambiguo, la película es una variante en su clase al mezclar espiritualidad y bajos instintos. 
Del éxito...
...a la caída...
         Los presagios del destino: la frase con la que inicia el personaje de Stan recae en él como juego del destino. Quien jamás caería tan bajo como lo expresaba originalmente viene a ser el cobro por su falta de escrúpulos y engaños. Stan llega al grado de ser la víctima del dueño de la feria al aprovecharse de su alcoholismo. Él será el fenómeno de sus espectáculos, bebiendo la sangre de gallinas, para tener su botella cotidiana. Así como en Fenómenos (Freaks, Browning, 1932), la ambiciosa y bella Cleopatra desposaba al enano Hans para quitarle su dinero y engañarle terminando transformada en la mujer gallina, toda deforme, como pago a su perversión, ahora el destino vuelve a reírse.
         Basada en una novela, ya clásica, de William Lindsay Gresham (1), la trama tuvo que pasar por muchos ajustes para llegar a la pantalla: Molly era abusada sexualmente por su padre y la novia que el millonario lloraba había muerto luego de practicarse un aborto, como un par de ejemplos en los cambios, además de que Stan terminaba como el fenómeno inicialmente despreciado. Un buen guionista (Jules Furthman, colaborador de Howard Hawks y Josef Von Sternberg, entre muchos otros) logró superarlo. La fotografía, excelente, en blanco y negro, de Lee Garmes, permite la atmósfera adecuada al ambiente siniestro y mal intencionado. No obstante, lo mejor es su director y su reparto.
Edmund Goulding
(1891 - 1959)
         Edmund Goulding, británico, director desde el cine silente, fue maestro del melodrama: Amor que peca (The Trespasser, 1929), Cenizas del ayer (That Certain Woman, 1937), Amarga victoria (Dark Victory, 1939), La gran mentira (The Great Lie, 1941) o El filo de la navaja (The razor’s Edge, 1946) son algunos de los títulos más famosos y populares del realizador. El callejón de las almas perdidas lo acercó al género negro con su toque de melodrama. La cualidad mayor de Goulding era que sabía filmar, su dominio visual era tal que intuía perfectamente cuál sería una toma efectiva, al grado de que al unir los fragmentos alcanzaba un ritmo impecable, sin baches, por lo que el público no tenía tiempo para perder la atención por el equilibrado manejo de los elementos básicos de sus escenas. Gran ejemplo es la primera toma donde aparece Zena inmóvil, como estatua, como figura base y símbolo para que se cumpla el destino: luego de unos segundos, se mueve.  En su biografía (2), se hace notar cómo era cuidadoso para mostrar las entradas y salidas de sus personajes dejando clara su dirección para cerrar secuencias (no aparecían ni desaparecían imprevistamente de los encuadres).
         El elenco designado para esta película es perfecto: Tyrone Power era la estrella principal y había exigido que Goulding fuera el director (acababan de trabajar juntos en El filo de la navaja). Aparte de su excelente presencia, Power era muy buen actor y como Stan nos lleva hacia su éxito y declinación de manera convincente.  Joan Blondell siempre fue actriz característica, aunque en ocasiones llevó algunos estelares, casi siempre en comedias. Su época de mayor actividad fílmica ocurrió durante los años treinta Bajo contrato con la Warner Bros. Tanto Colleen Gray como Helen Walker fueron actrices de reparto: la primera como bella ingenua y la segunda, gracias a sus rasgos afilados, más adecuada como villana.
         El callejón de las almas perdidas es otro de los casos insólitos del Hollywood de los años cuarenta. La mezcla de perversión y espiritualidad también le ofrecen un nicho especial dentro del Film Noir o género negro. Pertenece a las grandes producciones de Fox, bajo el mando de Darryl F. Zanuck, gracias al cual se pudieron tratar tópicos como la discriminación racial, el antisemitismo, la posibilidad del romance interracial, la locura o integrar el estilo semidocumental al género criminal.

Notas:

(1)             Lindsay Gresham, William, El callejón de las almas perdidas, Sajalín Editores, 2011.

(2)            Kennedy, Matthew, Edmund Goulding’s Dark Victory, The University of Wisconsin Press, 2004.

(3)            Hay una copia muy buena en YouTube pero sin subtítulos en castellano.