miércoles, 29 de diciembre de 2021

CHRISTIAN GONZÁLEZ (1958 - 2021) - IN MEMORIAM

 

CHRISTIAN GONZÁLEZ: IN MEMORIAM 

1-El reciente fallecimiento de Christian González (1958 – 2021) me llevó a desempolvar la videocasetera y el VHS de Imperio de malditos (1992), su tercera película, delirio sadomasoquista de esos años noventa donde la permisividad en el cine mexicano ya era completa. Aquí va un texto como tributo.

POSTER ORIGINAL 

El güero (Humberto Zurita), criminal a sueldo, recuerda el momento de su primera comunión cuando su padre (Guillermo García Cantú) fue asesinado, pero que, antes de morir, le dijo que iba a quedarse solo, por lo que “tenía que echarle muchos huevos”. Luego, mata a quemarropa a un guardaespaldas, a un gordo que se regodeaba con un chichifo oriental, y finalmente, colocando su pistola como órgano sexual en su boca, mata a éste, disparándole. La acción pasa a una reunión sindical en la Central de Abastos, donde el líder Rutilo Morán (Salvador Sánchez, excelente) recibe un tributo en voz de su rival y acreedor Luis (Leonardo Daniel) al cual reclama, en voz baja, que le pague lo que le debe. Pronto, se conoce a la ex mujer de Morán, Marina (Isaura Espinosa), que practica la magia negra y es madre de un hijo adolescente quien es víctima de una bomba enviada para matar a Morán. El joven queda destrozado y su padre ordena al médico que lo atiende que proceda a matarlo. Por tal motivo, contrata a el Güero para que se convierta en su protector y guardaespaldas. De esta manera inicia una relación simbiótica que pasará por diversas etapas, sobre todo cuando se involucre Fabiola (Dobrina Cristeva), amante de Morán, con el Güero.

 Humberto Zurita
Salvador Sánchez 

         La primera relación entre Morán y su nuevo empleado se lleva a cabo en un cabaret donde hay strippers masculinos. Le cuenta su historia, cómo alcanzó su lugar en el mundo, la propiedad de burdeles y bodegas en mercados, además de dejar muy clara su condición humilde que siempre permanece a pesar de tener riquezas. Su amante fue importada de Hong Kong y pagó por ella 25000 dólares. Luego, de manera casi ritual, le expresa que “para ser alguien en la vida, hay que tener huevos, sin compasión”. El protector se convierte en hijo sustituto, y el líder en padre putativo, aunque primero, habrá algunas traiciones, luego otros hechos que irán normando el afecto entre ambos hombres. Fabiola se mete con el Güero quien termina sodomizándola para someterla. El Güero pacta con Luis que sea él quien reciba el adeudo de Morán, además de un porcentaje de utilidades. Fabiola irá ajustando las circunstancias a su alrededor, aunque terminará como otra víctima de su ambición.

 Desollar a la víctima

         Un aspecto interesante es la mezcla de atmósferas: dentro de la terrible realidad violenta, se irá alternando las fantasías de la magia negra practicada por Marina. En dos momentos, cuando Güero ha sido baleado, casi al borde de la muerte, Marina lo salva: extrae una serpiente sangrante de su abdomen, aparte de conjurar al espectro del padre del criminal. Su presencia, en espíritu, reafirma la existencia de Güero, lo que le permite permanecer y continuar contra cualquier ataque. Además de ser un pequeño manual de perversiones y tremendismos, la cinta viene a constatar, subrayar y enfatizar todo ese mundo de corrupción y falsedad que nos rodea. Al final de cuentas, hay que beber las cenizas del líder muerto para perpetuarlo.

 Disfrutar a la víctima

2-En el año 2009, debido a que había conseguido los videohomes de Ritmo, traición y muerte (1991) y su secuela de 2001, unos de los títulos más vendidos en dicho formato, publiqué el siguiente texto en uno de mis blogs.

 Videohome

         Christian González (Tuxpan, Veracruz, 1958) fue alumno de escuela de cine, participante en concurso de cine experimental (Thanatos), fallidísimo autor de cinta intelectualoide y aburrida (Polvo de luz con Camacho y la Jones), pero además perpetrador de otra cinta censurable e interesante (Imperio de malditos). Luego se refugió en el género infinito y desorganizado de los videohomes donde ha filmado un cine "de culto", creado una red de seguidores, para no dejar de aparecer repentinamente en la pantalla grande (24 cuadros de terror, uno de los pocos estrenos interesantes del año pasado). Su obra mayor, vendedora de muchísimas copias, es Ritmo, traición y muerte cuyo título alterno es La cumbia asesina (1991) donde Sebastián Ligarde es un agente policiaco sociópata que se enamora de una vendedora de zapatería, Eva Garbo, quien además ama a un jefe de malvivientes, o sea Jorge Luke, para desatar pasiones, escenas de extrema violencia, desnudos integrales. Se conocen, y las escenas importantes, y sus desenlaces, suceden en un pinchísimo salón de baile donde se interpreta precisamente "La cumbia asesina". Diez años más tarde filmó la secuela, donde el agente Ligarde está encerrado en una clínica psiquiátrica a la cual llega la esposa cachonda y disoluta (Alexa Castillo) de un hombre que practica la religión protestante por lo que no tiene relaciones sexuales con ella (aparte de ser homosexual de closet). La mujer conoce, además, al mismo jefe de malvivientes Luke quien ahora es chofer de combi, aparte de un investigador privado, Roberto Sosa. Con todos tiene sexo, incluyendo a su sirvienta de mediana edad. Urde una trama donde sus amantes se desharán de su marido y ellos mismos se destruirán para que ella siga adelante conociendo otros hombres. Hay una escena donde la mujer se baja la pantaleta, se pone a orinar y luego exprime la prenda, mientras ríe ya que está borracha. Este mal gusto que, además, trata de impactar a sus espectadores, hace que las películas tengan un sentido cercano al John Waters de los inicios, con toda proporción guardada. Desconozco Cumbia cachonda, siguiente secuela, porque no la he podido conseguir, pero hasta aquí les he dado un ejemplo del "culto" que producen los videohomes con sus realizadores que poseen cierta inteligencia. Hay otros patéticos que simplemente son pésimas relecturas del cine de narcotraficantes o de rancheros delincuentes. Los que se dedican a las perversiones sexuales llegan a los peores absurdos, pero lo que más divierte son los elencos constituidos por malísimos actores, tontas vedettes, y alguna que otra excepción... 

 Christian González: In memoriam



 

lunes, 27 de diciembre de 2021

2022: ANIVERSARIOS DEL CINE MEXICANO (5)

HACE 50 AÑOS…

         En 1972 se filmaron 90 películas con una gran intervención por parte de recursos estatales. El echeverrismo había traído consigo la inclusión de nuevos directores y la renovación de los estudios Churubusco. Así como hubo grandes éxitos (El castillo de la pureza) se tuvieron inmensos fracasos (Aquellos años) que, por desgracia, serían comunes en el futuro. No obstante, la producción privada se mantuvo cultivando los viejos y conocidos géneros. Ante algunas propuestas novedosas, distintas para el cine nacional hasta entonces, continuaban los ofrecimientos de un cine popular que alcanzaba éxitos de taquilla, sobre todo entre la población todavía fiel a temas e ídolos. Ahora, la mejor manera de efectuar un recuento, es separar a las películas acorde con la calidad de sus directores: nuevos o viejos.

         El entonces, nuevo cine mexicano, ofreció títulos como El castillo de la pureza (Arturo Ripstein) quien así retornaba al cine industrial, ofreciendo una de sus mejores películas. La trama, basada en hechos reales, de un hombre que secuestró a su familia por años dentro de una casona del centro de la Ciudad de México, reflejaba la hipocresía, el florecimiento del instinto, la rebeldía, que no podían detenerse para explotar en el tiempo. Fe, esperanza y caridad (Bojórquez, Alcoriza, Fons) mostraba, con ironía y comentario social, la aplicación de las virtudes teologales ante una mujer que se libera mientras busca la atención de un santo, un hombre que es víctima de sus propias ambiciones y la tragedia que se desata ante la falsa misericordia de la clase acomodada. El rincón de las vírgenes (Alberto Isaac) sobrevalorada adaptación de cuentos de Rulfo para hablar acerca de los falsos santones y su explotación de la ignorancia. Cuando quiero llorar no lloro (Mauricio Walerstein), adaptación de una novela ya clásica del venezolano Miguel Otero Silva, resulta esquemática, pero no puede negarse su fuerza, al narrar la historia de tres niños nacidos el mismo día, llamados todos Victorino, cada uno perteneciente a diferente clase social, sus abusos y consecuencias. El principio (Gonzalo Martínez) presenta una saga familiar a través de los recuerdos de un joven que ha retornado de Europa: desde el porfiriato hasta los tiempos de Francisco Villa, se narran injusticias, vejaciones y crímenes que dieron lugar al movimiento revolucionario. El profeta Mimí (José Estrada) entra de lleno al ámbito urbano y popular, a través de un caso criminal, donde un hombre, afectado por un trauma infantil, mata a prostitutas. El Señor de Osanto (Jaime Humberto Hermosillo) es la adaptación de una obra de Stevenson adaptada a los tiempos de la Intervención Francesa e ilustra los afanes de estos nuevos realizadores por temas épicos. Una rivalidad fraterna llevaba a la destrucción de una dinastía familiar: un reparto equivocado y una narración plena de defectos hizo que la cinta no llegara a un público masivo, lo mismo que Aquellos años (Felipe Cazals), narración solemne acerca de los tiempos de Juárez y Maximiliano que, debido a un guion plano y verborréico de Carlos Fuentes, aparte de su larga duración (140 minutos), fue uno de los grandes fracasos de su tiempo.

         Los viejos directores seguían repitiéndose en temas y géneros que se habían cultivado desde siempre. Sin embargo, ahora por el color y los bajos presupuestos, la factura técnica carecía de calidad. Entre ellos: Gilberto Martínez Solares, repitió la trama de “Yo bailé con don Porfirio” (1942) en Las hijas de don Laureano, comedia de confusiones debidas a un hombre infiel que tenía hijas idénticas. Joselito Rodríguez filmó otro episodio de su saga sobre “Huracán Ramírez” en Huracán Ramírez y la monjita negra, ahora implicando cuestiones de religión en una trama sin pies ni cabeza, para lucimiento de sus propios hijos. Alfredo B. Crevenna filmó dos cintas de luchadores: Santo contra la magia negra donde Sasha Montenegro buscaba la manera de convertir a la gente en zombi para su beneficio, Las bestias del terror donde Santo unía fuerzas con Blue Demon para evitar que un científico convirtiera a bellas mujeres en monstruos, aparte de un melodrama de ocultismo, La mujer del diablo, donde una virginal doncella se entregaba a un tipo entregado a las artes infernales sin que lograra su redención. René Cardona filmó una divertida comedia ranchera Entre monjas anda el diablo para el lucimiento del ya muy popular, y recientemente fallecido, Vicente Fernández, alternándolo con la popular Angélica María donde pleitos, rivalidades, búsqueda de donativos para un asilo, hacían que el amor triunfara sobre la vocación de una improbable novicia. Emilio Gómez Muriel se fue hasta Argentina para filmar un melodrama erótico y de crimen Basuras humanas donde la tentadora Isela Vega seducía al dueño de un restaurant carretero, así como al dueño de una gasolinería adyacente (Jorge Rivero) casado con una paralítica. Isela incitaba al potente Rivero para que mataran a los otros y quedarse con todo, para llegar a final irónico.

         Todavía queda una generación intermedia de la cual solamente habré de mencionar a Rubén Galindo por su populachera Lágrimas de mi barrio donde introdujo al feo y cacarizo Cornelio Reyna en el cine. Trama populachera con viudo que no logra conquistar a sus deseadas por motivos ajenos a él. Fue un taquillazo. Por su parte Francisco del Villar siguió con sus tramas tremendistas, una en donde Isela Vega era el objeto erótico, motivo de sus buenas entradas en taquilla, El festín de la loba donde la muerte de su madre, hace que una mujer dé rienda suelta a sus instintos sexuales metiéndose con un cura, su medio hermano y con otra mujer, en afán de disfrutar todo aquello que no ha podido. El monasterio de los buitres es una mala adaptación de un texto dramático de Vicente Leñero que se convierte en manual de pequeñas perversiones monásticas, valga la redundancia. 

2022: ANIVERSARIOS DEL CINE MEXICANO (4)

HACE 60 AÑOS...

         En 1962 se filmaron 81 películas en México. Ante la falta de jóvenes directores, el cine nacional buscó a los ídolos juveniles (y al nuevo ritmo de moda: el twist) para darle otro tipo de entretenimiento a un público potencial, que rindió frutos, porque niños y adolescentes nos volcamos a ver a Enrique Guzmán y César Costa a las salas de cine. El terror siguió siendo uno de los géneros socorridos y, de manera general, la comedia tanto urbana como ranchera. El melodrama se hacía presente en todos ellos, con pocas películas en que reinara de manera absoluta.

         Ante un panorama aparentemente desolador, porque en realidad el cine mexicano todavía tenía público fiel y diversos mercados internacionales, se filmaron tres verdaderas joyas que pueden considerarse como las mejores películas de su año: El ángel exterminador de Luis Buñuel, Tiburoneros de Luis Alcoriza y Días de otoño de Roberto Gavaldón: todas se sienten contemporáneas, importantes en sus discursos. Otros intentos prestigiosos (La risa de la ciudad, Paloma herida, Furia en El Edén, Los signos del zodíaco) todavía poseen su valor testimonial, aunque hayan perdido vigencia. Y, como siempre sucede, se filmaron cintas que resultan ahora delirantes, ¡a pesar de sí mismas!

         El ángel exterminador es una alegoría crítica sobre la alta sociedad, su hipocresía y vacuidad. El maestro Buñuel habla sobre la falta de entendimiento para encontrar salidas a una situación. La película nos muestra a un grupo de ricos burgueses que llegan a la “animalidad” por encontrarse encerrados, sin saber el motivo, en el salón de una gran mansión. De aspecto inmaculado, el tiempo que pasa les va mostrando sucios y en su dimensión natural y humana. Con pobre producción y actores acostumbrados a producciones comunes y académicas, la cinta, de todas maneras, es sobresaliente.

 Enrique Rambal, Enrique García Álvarez, Augusto Benedico, 
Silvia Pinal y Patricia Morán en "El ángel exterminador"

         Días de otoño es un melodrama sublime. La humillación que sufre una ingenua y bien intencionada pueblerina al ser engañada por un hombre casado en la ciudad, abandonada en la iglesia donde iba a ocurrir su matrimonio, hace que inicie todo un proceso de simulación ante sus compañeros de trabajo. Luisa (Pina Pellicer en uno de los roles más significativos del cine mexicano) crea una realidad aparte, ficticia, guardando todas las apariencias: deviene esposa, madre, viuda, hasta que se da cuenta de que siempre quedará la esperanza de felicidad como solución.

 Ignacio López Tarso y Pina Pellicer en "Días de otoño"

         Tiburoneros es una exaltación de la amistad y de las relaciones humanas sin conflicto. Aurelio (Julio Aldama en su mejor actuación) vive en la costa, como cazador de tiburones, para mantener a su familia que vive en la ciudad. A pesar de que en su existencia provinciana no deja de haber violencia ni pleitos ni pasiones extremas, jamás podrá compararse con la realidad urbana. Aurelio decide regresar con su familia para valorar aquello que le da sentido a su vida: se da cuenta de que no es así.

 Julio Aldama en "Tiburoneros"

         En los demás casos, podremos hablar de géneros, comenzando por el cine de ídolos juveniles que era dirigido por viejos que solamente ilustraban tramas ñoñas que, en realidad, no importaban. En 1962 aparecen A ritmo de twist (Benito Alazraki) que incluye intervenciones musicales de Alberto Vázquez, Los Hooligans, María Eugenia Rubio, Lisa Rosell, Los Crazy Boys, entre otros, donde la mínima trama es acerca de empresas rivales en la confección de trajes de baño. Twist, locura de juventud (Miguel M. Delgado), aparte de tener una trama bochornosa y ridícula, empata a Rosita Arenas, diez años mayor que Enrique Guzmán, como su interés amoroso. Guzmán interpreta “Cuando vuelva a tu lado” en ritmo moderno para complacer a posibles públicos adultos. Buenos días, Acapulco (Agustín P. Delgado) es una comedia de Viruta y Capulina con los usuales plagios al estilo Roberto Gómez Bolaños de muchos chistes visuales del cine mudo norteamericano, aparte de las imbecilidades de la patética pareja, que introduce a Paco Cañedo, Fabricio y Mayté Gaos, como atractivos para los públicos juveniles. El cielo y la tierra (Alfonso Corona Blake) es un melodrama de problemas familiares donde una monja, Libertad Lamarque, venía a cimentar sus estructuras endebles. La añeja estrella fue muy inteligente al unir su crédito con el popular César Costa y la resurgente Angélica María. Mi vida es una canción (Miguel M. Delgado) fue filmada en ¡doce días!... y se nota. Enrique Guzmán canta con la joven Angélica María, quien lo ama en silencio, en un programa matutino de radio. Inicia una carrera discreta como cantante para apoyar a sus padres y cae en las garras de la vedette Begoña Palacios. De nuevo, canciones viejas con ritmos modernos o en tono de balada. Por otra parte, Una joven de 16 años (Gilberto Martínez Solares) adaptaba una comedia argentina (“Los martes, orquídeas”) para hablar de una jovencita romántica, interpretada por Patricia Conde, que anhelaba el gran amor de su vida, por lo que su padre orquestaba toda una intriga alrededor, sin imaginar las consecuencias.…

         El terror tuvo torpes pero delirantes ejemplos: Santo vs. Las mujeres vampiro (Alfonso Corona Blake) adquirió la calidad de culto ante su triunfo internacional, cuando en realidad es otra cinta de luchadores con bellas mujeres que poseen gusto por la sangre y siguen los cánones del género. El beso de ultratumba (Carlos Toussaint) es una cinta que inicia con tono urbano donde un tipo ambicioso (Sergio Jurado) se casa con una chica (Ana Bertha Lepe) que piensa acaudalada, para encontrarse con una realidad opuesta: la lleva a su casa de campo, desolada, con la intención de asesinarla para cobrar un seguro. Ahí es donde entra el tono sobrenatural. El rostro infernal y su secuela La huella macabra (ambas de Alfredo B. Crevenna) narran las peripecias del conde Brankovan (Eric del Castillo en la primera; Guillermo Murray en la secuela) quien utiliza máscaras para cuidar su aspecto horrible de 500 años de existencia, y quien debe de licuar y beber cerebros para mantenerse vivo. Su pasión por la vedette Vicky (Rosa Carmina) hace que muera electrocutado, para revivir en la secuela donde le acompaña un personaje insólito: un niño vampiro (Humberto Dupeyrón). Todas las torpezas se perdonan ante tantas situaciones fantásticas. El vampiro sangriento (Miguel Morayta) viene a ser el antecedente de La invasión de los vampiros, filmada un año antes por el mismo director, donde se trata al personaje del Conde Frankenhausen (Carlos Agosti) en su intento por vampirizar a su esposa Eugenia (la bella Erna Martha Bauman). Todo lo que sigue se había tratado en la cinta filmada previamente…

         El melodrama puro puede encontrarse en La edad de la inocencia (Tito Davison) donde la titiritera Marga López sufría un golpe de ansiedad ante la presencia de la papelerita Lupita Vidal que le recordaba a su hija, muerta años atrás. La risa de la ciudad (Gilberto Gazcón) servía para que, a través de un grupo de cirqueros ambulantes, se tratara el problema de los paracaidistas en terrenos privados, dejando constancia de que todo se debía a la falta de educación. Buena narración, encuadres correctos y la presencia del atractivo y capaz Joaquín Cordero le daban correcta dimensión. Los signos del Zodiaco (Sergio Véjar) permitió el debut de su director en el cine industrial (ya había filmado una cinta independiente el año anterior) adaptando una obra teatral exitosa once años atrás, donde se hablaba de una realidad social sin solución, encerrada metafóricamente en sí misma, siendo culpables sus mismos protagonistas, pero cayó en el melodrama rampante y exagerado, a pesar de su buen reparto y sus buenas intenciones.

         La comedia tuvo dos delicias fílmicas gracias al recientemente centenario Eulalio González “Piporro”. Tanto Ruletero a toda marcha (Rafael Baledón) como El rey del tomate (Miguel M. Delgado) consolidaron su gracia y la popularidad que había ido consiguiendo con el paso de los años: ambos títulos fueron muy taquilleros. El primero, acerca de un pueblerino norteño que llegaba a triunfar a la capital como taxista dando lugar a muchos abusos, experiencias y situaciones cómicas y amorosas; el segundo lo mostraba como empresario tomatero, con tía bruja, enamorado de una chica de sociedad para vivir casi un cuento de hadas. Pilotos de la muerte (Chano Urueta) reunió a Resortes con Tin Tan, y utilizó como pretexto “twistero” al cantante Dino, así como a los Teen Tops. La presencia en México de los “Hell’s Drivers” de los cuales se presentan algunas secuencias, hace que se vea a los protagonistas, entre otros oficios, piloteando carros de carreras: sus objetos amorosos son Tere y Lorena Velázquez.


domingo, 26 de diciembre de 2021

2022: ANIVERSARIOS DEL CINE MEXICANO (3)

 

HACE 70 AÑOS…

Ninón Sevilla en "Aventura en Río"

         Se filmaron 101 películas mexicanas contra menos de 50 españolas y argentinas. Todavía México poseía mercados internacionales gracias al cultivo de melodramas interesantes, cintas folklóricas y comedias ligeras. Sin embargo, ya iban cambiando los gustos del público. En este año el cine cabaretil ya no tuvo el éxito de antaño. Toda la producción se consideraba igual, y solamente se destacaba a una cinta como la gran excepción del cine de “aliento” (El rebozo de Soledad) que no alcanzó a brillar internacionalmente.

 Stella Inda y Pedro Armendáriz en "El rebozo de Soledad"

         No obstante, el tiempo es el mejor juez: al revisar la producción de 1952 nos encontramos verdaderas joyas de los géneros establecidos y, en algunos casos, varias de las mejores cintas de sus realizadores, revalorados con el paso de los años como excelentes artesanos, y en muchas ocasiones, realmente inspirados para narrar una historia y darle sentido, significado y trasfondo. Testimonios en imágenes de toda una época (sería el año final del alemanismo e inicio de otra etapa con Ruiz Cortinez): metáforas indirectas de realidades que se vivían. Veamos ejemplos.

 Arturo de Córdova y Delia Garcés en la mejor película de 1952: 
"Él" de Luis Buñuel

         La gran película del año es Él donde Luis Buñuel adapta, junto con Luis Alcoriza, la novela corta de Mercedes Pinto (publicada en 1926), donde una mujer narra el infierno vivido al lado de un marido paranoico al cual simplemente nombra como él. La cinta le da cuerpo e identidad como Francisco (Arturo de Córdova), católico, fetichista, celoso, enfermo mental. Al casarse con Gloria (la argentina Delia Garcés), su estado alcanza extremos insólitos, crueles, desgarradores. Es el retrato de un esquizofrénico paranoide que, según se cuenta, era utilizada para ilustrar el caso clínico en escuelas de psiquiatría (dicen que hasta Lacan la ponía como ejemplo). Para Buñuel era una de sus cintas favoritas (“Quizá es la película donde más he puesto yo. Hay algo de mí en el protagonista”) y técnicamente es impecable en cuanto a fotografía, ritmo, edición. El propio Arturo de Córdova, tan igual a sí mismo (como toda estrella prestigiosa del cine mexicano –y universal, finalmente- que se respete) se siente distinto y sus poses, la voz engolada, las utiliza para apoyarle en su actuación: se le nota prepotente para luego cambiar a la vulnerabilidad, la imagen de niño desamparado.  “Él” pertenece a un grupo de películas insólitas en el cine mexicano de ciertos tiempos. Producto neto y sugerente de los años cincuenta.

 Pedro Armendáriz y Katy Jurado en "El bruto"

Buñuel también filmaría en ese año otras dos importantes películas: El bruto, donde habla acerca de la diferencia de clases, la explotación de los ricos terratenientes contra la población miserable, bajo la ironía de una infidelidad de la esposa del acaudalado con el macho deseable (Pedro Armendáriz, sin bigote) que le sirve como verdugo. Aparte, filmaría una coproducción con Estados Unidos, sobre el clásico de Daniel Defoe Robinson Crusoe, en colores y locaciones tropicales.

 Laura Hidalgo, Miroslava y Consuelo Frank 
en "Las tres perfectas casadas" de Roberto Gavaldón

         Roberto Gavaldón, otro de los grandes nombres del cine mexicano, ofreció, aparte de la mencionada El rebozo de Soledad que es una diatriba contra la insensibilidad producida por la explotación de la medicina como medio de lucro, en lugar de buscar el bien común, Las tres perfectas casadas, melodrama ejemplar acerca del matrimonio contra la indiferencia e infidelidad. Por otro lado, Acuérdate de vivir muestra otra variación sobre el mismo tema: la solterona Yolanda sublima el amor por un hombre casado atendiendo a sus hijos. Las tres películas están filmadas con el cuidado técnico que distinguía a su realizador. Aparte, le apoyaron en los guiones tanto José Revueltas como Mauricio Magdaleno.

 Columba Domínguez, Rosita Quintana y Andrea Palma 
en "Mujeres que trabajan" de Julio Bracho

         Julio Bracho filmó tres melodramas intensos, como era su gusto y tendencia: Rostros olvidados, La cobarde y Mujeres que trabajan. Los tres presentan retratos femeninos acosados por sus circunstancias amorosas: En el primero, una cantante retorna para reencontrarse con el hombre que fue su amante y dio lugar al nacimiento de una hija que no reconoce entre las tres que tiene. El segundo se muestra a una niña de origen desconocido quien, al crecer, se convierte en objeto del deseo de un hombre maduro y sus dos sobrinos. Finalmente, Mujeres que trabajan es el más redondo y sólido al presentar a personajes que desean sobresalir del mundo de hombres que les rodean y limitan: no es un discurso feminista, pero sí es emancipativo hasta cierto punto. Bracho prefería introducirse en los aspectos psicológicos de sus heroínas.

María Elena Marqués y Arturo de Córdova 
en "Cuando levanta la niebla"

         Emilio Fernández se dedicó a escudriñar la mente de un psicópata, Pablo (Arturo de Córdova), quien mataba a un compañero suyo en la clínica donde estaba internado, tomando su identidad, presentándose ante un tío acaudalado y la hermana menor (María Elena Marqués) que no lo recordaba. La muchacha se horroriza al enamorarse de quien creía su propio hermano. Todo esto ocurre en Cuando levanta la niebla, cinta que tuvo cierto éxito luego de varios fracasos comerciales de quien fuera realizador importantísimo en la década anterior.

 Carlos Valadez, excelente compositor y bailarín, 
de efímera presencia en el cine nacional

         Alejandro Galindo se dedicó a un cine urbano en las cuatro películas que filmó en ese año. Tanto Los dineros del diablo como Por el mismo camino eran cintas con tema policiaco: En la primera, un humilde trabajador (Roberto Cañedo) era llevado por la ambición y la necesidad a caer en la delincuencia, enamorarse de una rumbera (Amalia Aguilar), a su vez amante de un hampón (Víctor Parra, genial). La otra mostraba a un delincuente criminal (Carlos Navarro) en su intento por huir a la frontera, aunque conocía a una desahuciada joven (Celia D’Alarcón) de la cual se enamoraba y era el motivo de su caída. Sucedió en Acapulco es un divertimento sin mayor trascendencia. Su gran película del año es la subestimada El último round nueva incursión en el mundo del boxeo, pero a la altura de los años cincuenta: ahora el protagonista no era personaje de barrio, humilde, sino un cantante y bailarín (Carlos Valadez, usualmente villano en cintas de arrabal, en su debut y despedida estelar, en la que también sería extrañamente, su última película) que mostraba cualidades para usar los puños. Luego de varias desgracias, podía reintegrarse a la sociedad: ya no era comentario social ni radiografía del “jodido”, sino muestra de una etapa que se sentía próspera.

 Niní Marshall y Antonio Aguilar en "Amor de locura"
del debutante director Rafael Baledón

         En 1952 debutaron tres nuevos directores: Rafael Baledón, actor que tendría una nutrida filmografía en este puesto, al dirigir Amor de locura, graciosa paráfrasis de la pasión que enloqueció a Juana debido al amor hacia Fernando. Niní Marshall resultaba sublime ante un Óscar Pulido fenomenal, quien del presente, como potencial asesino de su amante esposa, se enteraba de su pasado. Rafael Portillo filmó una comedia artesanal acerca del amor entre un ser del otro mundo y una rica humana en El fantasma se enamora. Y el escritor, periodista y versátil Luis Spota, debutó con un guion propio Nadie muere dos veces, cinta de intriga policiaca acerca de un hombre que suplantaba a otro en el afecto de su esposa, supuestamente asesina, para que todo se complicara y luego resolviera de la manera más fortuita.

 Ninón Sevilla y Luis Aldás en la delirante "Aventura en Río"

         Alberto Gout filmó un melodrama delirante, única cinta del año para Ninón Sevilla quien así se despedía del género que la convirtió en reina desde 1946: Aventura en Río. Alicia, la esposa de un médico mexicano sufría un accidente en Río de Janeiro que la dejaba amnésica. Una confusión de identidades hacía que la policía pensara que el cadáver de otra mujer era Alicia, quien a su vez, era rescatada por un hampón que la metía a trabajar a un cabaret como Nelly, la hacía su amante y la mujer se tornaba en apasionada defensora de su hombre, al grado de llegar a la saña contra quien se interpusiera en su camino. Claro que Alicia recuperaría su memoria y se reintegraría a su vida familiar, sin que el moralismo de la época ni la justicia del melodrama, la condenaran por haber disfrutado de las mieles de la infidelidad y del crimen. Caso semejante a su inmortal Aventurera (1949) donde la protagonista se redimía de su pecado carnal por haber sido víctima. La cinta tiene varios números musicales de antología (“Moreno, moreninho, meu amor”).

 Marga López, Julio Villarreal y Andrea Palma 
en "Eugenia Grandet"

         Emilio Gómez Muriel filmó cinco películas, pero deben de destacarse dos de ellas: Eugenia Grandet, correcta adaptación de la novela de Balzac al medio rural de las primeras décadas del siglo veinte para mostrar el retrato del avaro miserable (Julio Villarreal, en una de sus mejores interpretaciones) que condenaba a su hija (Marga López) a la soltería y el dolor. Un divorcio es la adaptación de otra novela, ahora de Paul Bourget, escritor católico, que narraba la crisis existencial (y religiosa) de una mujer (nuevamente Marga López), divorciada, casada en segundas nupcias con un ateo, cuyos conflictos de madre se interponían con su situación marital.

         Y quedan otros títulos destacables de los cuales podremos ir platicando en el transcurso del año en que se tornarán septuagenarios: René Cardona y la cinta que introduce a El Enmascarado de Plata; Rogelio A. González con Un rincón cerca del cielo; Gilberto Martínez Solares con Me traes de un ala; Carlos Toussaint con Marejada; Adolfo Fernández Bustamante y la deliciosa Cuarto de hotel; Alfredo B. Crevenna y la última película de Leticia Palma para el cine, en Apasionada; Ismael Rodríguez con Del rancho a la televisión, Pepe el Toro, o la ingeniosa Dos tipos de cuidado: Roberto Rodríguez con la juvenil Una calle entre tú y yo, hasta llegar al infinito de delirios fílmicos nacionales como Canción de cuna, del padre del cine mexicano, Fernando de Fuentes.

sábado, 25 de diciembre de 2021

2022: ANIVERSARIOS DEL CINE MEXICANO (2)

HACE 80 AÑOS…

Emilio Tuero y Marina Tamayo (esposos en la vida real) 
en "El ángel negro" de Juan Bustillo Oro.

         En 1942, México produjo 47 películas y contaba con el apoyo del presidente Manuel Ávila Camacho. Se fundó el Banco Cinematográfico y se creó Grovas S.A., productora y distribuidora que financiaría 20 películas con sus directores asociados. Fue el inicio del auge fílmico nacional: varias compañías se fundaron desde 1941 para consolidarse en los años siguientes y a ellas se deben los títulos más significativos que se tornarán octogenarios en este 2022, y es cuando debutó María Félix, entonces con 28 años, en El peñón de las ánimas (Miguel Zacarías), lo mismo que María Victoria en el cine (ya con tiempo en carpas y teatros) en Canto a las Américas (Ramón Pereda), lo que desmiente la leyenda de que nació en 1933, porque entonces tendría nueve años de edad, algo que la película no muestra: María Victoria tendría, cuando menos, unos 15 o 16 años, lo que la convierte en actual nonagenaria. También debutó Pedro Infante con un papelito en La feria de las flores (José Benavides Jr.) y luego aparecería ¡con voz doblada! en La razón de la culpa (Juan J. Ortega), pero habría de esperar cinco años para el gran estrellato con Nosotros los pobres (Ismael Rodríguez, 1947).

 Pedro Armendáriz entre sus secuaces, contra espías del Eje 
en "Soy puro mexicano" de Emilio Fernández

         Emilio Fernández filmó su segunda película: Soy puro mexicano, que reiteró su nacionalismo y vino a ser una denuncia contra el eje enemigo (Alemania, Italia y Japón) al narrar una historia de espías en suelo mexicano que eran derrotados por un representante del machismo extremo (Pedro Armendáriz), junto con sus secuaces. Ismael Rodríguez debutó como realizador, a los 25 años, con ¡Qué lindo es Michoacán!, drama de amores y rivalidades entre una rica terrateniente y un ranchero que tiene adeudos con ella. Julio Bracho creó dos grandes producciones: Historia de un gran amor y La virgen que forjó una patria: la primera, basada en una novela del siglo XIX donde se mostraba el amor que iba más allá de la muerte; la segunda, una compilación de historia patria centrada en la aparición de la Virgen de Guadalupe y su influencia sobre la fe del pueblo.

 Isabela Corona en "El ángel negro"
El debut de María Félix en el cine, gracias a Miguel Zacarías

         Juan Bustillo Oro nos otorgó una historia de intriga e incesto mental en El ángel negro, con muchos ecos de la “Rebeca” de Hitchcock, al presentar a una joven y débil mujer (Marina Tamayo) que se deposaba con un viudo rico (Emilio Tuero), y era víctima de los celos y las envidias de un ama de llaves tenebrosa (Isabela Corona) que prácticamente ocupaba su lugar maternal, aunque siempre deseando el lecho conyugal: la cinta larga, con producción exquisita, fue un acercamiento gótico al cine nacional. Gilberto Martínez Solares ofreció dos comedias deliciosas: Las cinco noches de Adán, musical panamericano donde un millonario reunía a cinco hijos naturales nacidos de sendas relaciones internacionales para que se provocara un malentendido incestuoso (tema más recurrente de época), aunque todo se solucionaba bien y Mapy Cortés podía bailar la conga, ritmo muy de moda por estos años; y la otra fue Yo bailé con don Porfirio que ocurre a finales del siglo 19, sin que el personaje del título sea el venerable General Porfirio Díaz, sino un astrólogo. Una trama de confusión de identidades ante un par de hermanas gemelas, donde uno de los galanes era el muy atractivo Emilio Tuero.


         Otro debut, pero ahora como director, fue el de Joaquín Pardavé, para Filmex, con El baisano Jalil, donde se narra el amorío que surge entre una joven mexicana, de familia rica venida a menos, con el hijo (otra vez Tuero) de un acaudalado comerciante libanés, Jalil (el propio director). Todas las intrigas de los nuevos pobres para ingresar a las filas de los nuevos ricos se van desarrollando con mucha gracia y, cuando se requiere, con gran dramatismo. Aunque se adaptó una comedia argentina con personaje “gringo”, el argumentista Adolfo Fernández Bustamante junto con Pardavé, decidieron darle la nacionalidad libanesa, al considerar que había toda una colonia de esa etnia en el país que había llegado desde finales del siglo XIX, siendo ahora propietarios de grandes almacenes, según datos históricos. La cinta fue un grandísimo éxito de taquilla que daría lugar años más tarde a El barchante Neguib.

Mapy Cortés en "Yo bailé con don Porfirio"




viernes, 24 de diciembre de 2021

2022: ANIVERSARIOS DEL CINE MEXICANO (1)

CINE MEXICANO: HACE 100 AÑOS…

Imagen de una filmación

         Como se ha expresado en otras ocasiones, el cine mexicano silente desapareció con escasísimas excepciones. La década de los años veinte no fue prolífica en producciones mexicanas. Al terminar la Primera Guerra Mundial, Hollywood se impuso contra otras cinematografías. El cine nacional solamente tuvo dos años intensos: en 1921 se filmaron 22 largometrajes, cayendo a 13 en 1922, entre ficción y documentales, para no volver a alcanzar esa cifra hasta entrada la década siguiente.

 Miguel Contreras Torres, a la derecha
en "El sueño del caporal"

         Dentro de lo que se puede comentar, todo basado en referencias de revistas y fotografías conservadas, es que el intenso y terco Miguel Contreras Torres continuó con su carrera fílmica, iniciada el año previo con El caporal. Ahora en 1922, filmaría una secuela (El sueño del caporal) y la que sería la primera cinta sobre los mexicanos que iban a Estados Unidos para ganar dinero: El hombre sin patria donde narraba la vida desobligada de un joven capitalino cuyo padre elimina sus privilegios por lo que se ve forzado a irse del país, hacer varios trabajos hasta terminar como bracero, para retornar cual hijo pródigo. El propio director fue el protagonista. Le acompañaba Carmen Bonifant quien sería luego cronista de espectáculos y crítica de cine.

 Fotograma de  "Fanny o el robo de los 20 millones"

         Una cinta “espectacular” fue Fanny o el robo de los veinte millones, de Manuel Sánchez Valtierra, en la que se contaban los ardides de una espía internacional (María Cozzi) y su socio, para conseguir los planos de un tesoro, encontrarlo y llevarlo hacia una potencia extranjera. En ella apareció Manuel Arvide, actor que tendría carrera importante, pero secundaria, en el cine sonoro.

María Cozzi, intérprete de
"Fanny o el robo de los 20 millones"

CINE MEXICANO: HACE 90 AÑOS…

         En marzo de 1932 se estrenó Santa (Antonio Moreno, 1931), primera película mexicana con sonido sincronizado dentro del mismo celuloide e inicio de lo que devendría gran industria en unos cuantos años más. Y la producción nacional consistió solamente de 6 largometrajes que dieron oportunidad al inicio de sus carreras fílmicas a Fernando de Fuentes, Arcady Boytler y Miguel Zacarías, así como el paso dentro del cine sonoro a Miguel Contreras Torres, ya mencionado en el silente. Los otros realizadores, extranjeros, caminarían efímeros pasos dentro de la filmografía nacional. Estas primeras películas, elementales, dan idea de los géneros que se desarrollarían más adelante con mucho éxito, emblemáticos de nuestra industria. De ellas, solamente se conservan cinco. Revisemos a cada una.

 Una escena frívola de "Águilas frente al sol"
El final feliz de "Águilas frente al sol"
El debutante Joaquín Pardavé (en el cine sonoro), a la izquierda,
al lado de Hilda Moreno y Joaquín Busquets.

         Águilas frente al sol fue la segunda y última cinta de Antonio Moreno en México, quien partiría a Hollywood para seguir una larga carrera como actor (con algunas intervenciones en España y Cuba), para participar ya mayor, en la clásica El monstruo de la laguna negra (Jack Arnold, 1954). La cinta narra una trama de aventuras internacionales donde una joven (Hilda Moreno) es vendida a un chino (Joaquín Pardavé, en su debut fílmico dentro del cine sonoro) y enviada a Shangái para que cante y baile en su cabaret. El joven Richardson (Jorge Lewis) será quien se encargue de salvarla. La cinta, muy al estilo Hollywood, tiene imágenes de aviones y persecuciones. Igual que Santa, se ha preservado, pero no se exhibe regularmente, por desgracia.

 Dos fotogramas de "Revolución (La sombra de Pancho Villa)"

         Revolución (La sombra de Pancho Villa) fue la primera cinta sonora mexicana de Miguel Contreras Torres quien ya había realizado otros largometrajes con sonido en Hollywood y España. También fue el inicio del género revolucionario que más adelante ofrecería obras maestras. Aquí, un joven ranchero era encarcelado por el cacique del pueblo quien violaba a su hermana. Al escapar de la cárcel, el joven se tornaba revolucionario para luchar contra la gente abusiva y casarse con el amor de su vida.

 Anuncio publicitario de "Una vida por otra"
Sofía Álvarez y Nancy Torres en "Una vida por otra"

         Una vida por otra fue la tercera producción de la Compañía Nacional Productora de Películas, misma responsable de Santa y Águilas frente al sol. La película es un melodrama de cárcel y juicio, con revelación final sorprendente. Una chica (Nancy Torres) se hace pasar como asesina de un tipo para conseguir el dinero que necesita su madre enferma, quien finalmente muere. Un abogado la defiende y se comprueba su inocencia, pero la culpable era ¡la propia esposa del abogado! Dirigida por un joven húngaro que había sido asistente en Hollywood, John H. Auer, sería su única cinta mexicana: tendría una larga y prolífica carrera en la Meca del cine, sobre todo en los estudios Republic, que se especializaba en cintas con bajos presupuestos y repartos con estrellas secundarias, de las que nunca alcanzaron otras cimas. Muchas de sus cintas pueden encontrarse en YouTube.

Adolfo Girón como Juventino Rosas; a su lado, Joaquín Coss.

         Sobre las olas permitió el debut de Miguel Zacarías quien sería importante productor y director dentro de la industria al dirigir la primera cinta de María Félix y el mayor éxito de Libertad Lamarque, luego de su fallido debut bajo el mando de Luis Buñuel en Gran Casino (1946), entre muchos otros hitos y fallas. Se narra una versión romántica de la vida atribulada del compositor Juventino Rosas, su decepción amorosa, su dignidad impoluta, ya que no se hace mención de ningún defecto o vicio. Es una cinta que todavía se exhibe con cierta frecuencia, en los canales de señal abierta de televisión, aparte de haber sido editada en DVD, como Santa.

 Miguel Ángel Ferriz y Carmen Guerrero en "Mano a mano"

         Mano a mano es un mediometraje de cincuenta minutos que se exhibía, en ocasiones, por televisión. Fue el debut de Arcady Boytler, ruso emigrado a México quien daría, al año siguiente, una de las cintas más delirantes en la historia del cine mexicano (La mujer del puerto). En este caso, la trama se refiere al intento de estafa que quiere realizar un joven (René Cardona) quien se hace pasar por muerto. Un malentendido pone en jaque al romance entre un amigo y la hermana del falso difunto, hasta que todo se soluciona. Cardona ya había actuado en cintas sonoras habladas en español, producidas en Hollywood para públicos latinos ya que todavía no se utilizaban subtítulos, y después y aparte, porque la analfabetización era rampante. Sería director de muchísimas películas, además de cuñado de Miguel Zacarías, creando una dinastía significativa para la industria nacional del cine.

 Anuncio publicitario de "El anónimo", primera película, perdida para siempre del maestro Fernando de Fuentes
Julio Villarreal y Gloria Iturbe en "El anónimo"

         La sexta y última cinta nacional de 1932 fue El anónimo, debut de Fernando de Fuentes quien sería el primer gran director de nuestro cine, creador de géneros, hombre de ideas y reflexión que utilizó al cine para discutir ideas y buscar la participación del público. Las referencias hablan de un melodrama de posible adulterio: una mujer (Gloria Iturbe), casada con un médico (Carlos Orellana) y la presencia de un amigo (Julio Villarreal). El anónimo del título seguramente se refiere a un chantaje. Esta cinta se perdió: no quedaron copias ni negativos, por desgracia. Todas estas cintas llegarán a su nonagésimo aniversario durante el año que estaremos estrenando, con el deseo imperioso de que ya se extinga el maldito coronavirus.