viernes, 7 de mayo de 2021

LA COMEDIA AMABLE

 

LOS NOVIOS DE MIS HIJAS
1964. Dir. Alfredo B. Crevenna.

         Doña Paz (Amparo Rivelles), viuda con cuatro hijas: Lupe (Maricruz Olivier), la mayor que se siente fea y permanece en casa ayudando a su madre, María (Julissa) quien es diseñadora en una casa de modas para novias, pero desea ser actriz de cine, Rosa (Blanca Sánchez) quien trabaja en una agencia de viajes, y la menor, Kay (Patricia Conde), alocada y extrovertida, que estudia psicología, vive de su pensión, además de tener la protección de su ahijado Lorenzo (Julio Alemán). Paz tiene como encomienda personal que sus hijas se casen, pero con muchachos trabajadores, decentes, católicos, y si no es así, prefiere que se queden con ella. A lo largo de la película, Lupe, quien se considera fea y solterona, será cortejada por un cadete militar (Alfonso Mejía); Rosa tendrá que decidir entre ser azafata o aceptar el noviazgo con un compañero de trabajo, Jorge (Rodolfo de Anda), quien también es artista plástico; María desistirá de sus afanes cinematográficos al casi ser embaucada y seducida por un fotógrafo, del cual la salva Pedro (Héctor Godoy), un obrero calificado, amigo de Lorenzo, y éste declarará su amor por Kay, cubriendo así las expectativas de Paz en cuanto a las cualidades que deberían tener sus posibles yernos. Un argumento muy simple, de Mario García Camberos (quien aparte de ser guionista de cintas de charros y pueblo, también fue gerente de producción en muchos títulos), cuyos conflictos son leves, posee la gracia de Quinceañera (1958), por reparto y atmósfera, que es su antecedente más directo, también realizado por Alfredo B. Crevenna, aunque ahora con sus personajes femeninos, mayores en edad. También, pertenece a ese cine mexicano que todavía se filmaba en estudio, con mayor cuidado en su factura, en un blanco y negro brillante. Por otro lado, la adaptación de Josefina Vicens, excelente pero parca escritora (autora de dos novelas cumbre de la literatura mexicana), ofrece sarcasmo desde los personajes, crítica de lo cotidiano, pero siempre con sutileza sin caer en la vulgaridad.

 Todo es amable, afable y armonioso...

         Las jóvenes de Los novios de mis hijas han dejado atrás la “edad de las ilusiones”. Sus preocupaciones, exceptuando a Lupe, residen en sus metas y ambiciones personales. El melodrama aparecerá debido a los problemas sentimentales que se suscitarán por sus posibles galanes. Desde un principio quedan establecidas la rectitud y la moralidad de la madre de estas jóvenes que no permite que nada se salga de carril: la más rebelde es María, quien posará para unas fotografías con poca ropa porque le han dicho que son necesarias para su carrera cinematográfica: sin embargo, no pondrá en juego a su sexualidad. Lupe, Rosa y Kay jamás llegarían a tanto, por lo que la película se convierte en lección para el potencial público juvenil al cual estaba dirigida la película: novias que jamás entregarían su virginidad; jóvenes galanes que resistirían sus instintos porque las muchachas eran decentes. Eran los tiempos de los cantantes populares (entre ellos, Julissa) que habían entrado al cine para tornarse en guías morales: si acaso se apartaban del camino correcto, lo enderezaban antes del término de sus cintas como Enrique Guzmán en Mi vida es una canción (Miguel M. Delgado, 1963) o Angélica María y César Costa en El cielo y la tierra (Alfonso Corona Blake, 1962). Igualmente era la evolución del melodrama nacional, género por excelencia en las cinematografías latinas, porque reflejaban los complejos procesos cotidianos y existenciales de sus personajes (cuyos antecedentes estaban en las novelas por entregas, radionovelas y luego, telenovelas). En este caso, Paz, quien vive contenta al lado de sus hijas, tiene conciencia de que en algún momento las cosas cambiarán y deberá enfrentarlas. Al ser una comedia amable, la trama permitirá que todo alcance un equilibrio notable y satisfactorio.

A bailar el twist, que es el ritmo de moda ("Despeinada")

         Al estrenarse Los novios de mis hijas, se continuaba la tradición de la ya mencionada Quinceañera, aparte de Chicas casaderas (1959, Crevenna), Una joven de dieciséis años (1962, Martínez Solares) o Dile que la quiero (1963, Fernando Cortés) , por mencionar unos títulos que definen la tendencia del cine mexicano en cuanto al melodrama o la comedia para jóvenes, dejando fuera a Los jóvenes (1960, Luis Alcoriza) ya que mostraba el lado oscuro de sus personajes, aunque de manera inteligente y audaz que no se comparaba con las representaciones vulgares y extremas de la serie de producciones donde el sexo y las drogas eran elementos perpetuos y condenatorios para los adolescentes (Mundo, demonio y carne o Estos años violentos, como mínimos ejemplos). Alfredo B. Crevenna (1914 – 1996) es uno de los maestros incomprendidos del melodrama nacional: su etapa que va desde los años cuarenta hasta Los novios de mis hijas lo confirma como artesano que sabía narrar. En una entrevista me comentó que su gran orgullo era que los productores nunca perdían dinero cuando le encomendaban sus películas. De ahí que fuera muy prolífico, aunque sacrificara la calidad, otrora notable y deslumbrante que puede apreciarse en sus cintas con Libertad Lamarque, Marga López o Irasema Dilián. Algo de eso está presente en la buena factura y la fluidez del relato en Los novios de mis hijas.

Las mujeres unidas por el amor...

Nota complementaria: cuatro años más tarde, Rosas Priego produciría la secuela de "Los novios de mis hijas" llamada "Los problemas de mamá", solamente con Amparo Rivelles  repitiendo su rol como doña Paz. El elenco que sustituyó a las hijas y los novios originales no tenía ni la gracia ni la espontaneidad de esta película (si acaso el simpático Joaquín Cordero en lugar del más terrenal Julio Alemán). Fue dirigida por el mismo Crevenna, pero la factura es horrenda, el ritmo decae y los colores hacen que todo desmerezca: en cuatro años había ocurrido una notoria decadencia en técnica y calidad en el cine nacional. No superó ni en taquilla a la película que hoy les he comentado... 

 

          

 

miércoles, 5 de mayo de 2021

SATYAJIT RAY: 100 AÑOS

LA MUJER SOLITARIA
(Charulata)
1964. Dir. Satyajit Ray.

        

         A finales del siglo XIX, en Calcuta, Charulata (Madhabi Mukherjee) es la joven esposa del acaudalado editor Bhupati (Shailen Mukherjee) quien se sumerge tanto en la publicación de un periódico que descuida la atención a su solitaria mujer. Amal (Soumitra Chatterjee), primo de Bhupati, recién graduado en letras, llega a vivir con el matrimonio mientras decide qué hacer con su vida. Bhupati aprovecha su presencia para pedirle que haga compañía a Charulata quien siempre ha tenido inquietudes literarias. Las conversaciones entre ellos despiertan emociones que estaban dormidas en la mujer, al sentirse apreciada y en comunión con sus anhelos personales. Amal publica un ensayo que había escrito gracias al incentivo de su prima y que estaba dedicado a ella. Charulata, sintiéndose traicionada, decide escribir una narración que también se publica. Así, ella puede confesar indirectamente su atracción hacia Amal, quien se sorprende. Una estafa que sufre Bhupati por su administrador, hermano de Charulata, hace que se sienta herido porque nunca imaginaba la traición a la confianza, ni la falta de humanidad. Amal, al escucharlo, decide partir de casa. La tristeza de Charulata abre los ojos de su marido quien también pretende abandonarla. Un final ambiguo indica que podría haber una reconciliación o, tal vez, la separación.

         Basada en una novela de Rabindranath Tagore (1861 – 1941), Nastanirh, que se traduce como “El hogar roto” o “El nido destruido”, y que fuera escrita a principios del siglo veinte, con fuerte carga autobiográfica (en la vida real, una cuñada de Tagore se suicidó, quizás por el amor imposible hacia el hombre), tenemos la película que su realizador Satyajit Ray (1921 – 1992) siempre consideró como la mejor y más lograda de sus muchas, brillantes y profundas, obras fílmicas.  Ray, nacido en Calcuta, tuvo la ventaja de una educación liberal y cosmopolita. Inicialmente economista, luego artista y diseñador gráfico, se interesó por el cine desde finales de los años cuarenta. Tuvo la ventaja de conocer a Eisenstein y su actor Nikolai Cherkasov (intérprete de Ivan el terrible), así como a Jean Renoir, cuando el maestro francés fue a la India para filmar El río (1951), además de iniciar sociedades de cine. Su primera película fue Pather Panchali (1955), primera parte de una trilogía denominada “El mundo de Apu” donde seguiría al personaje desde pequeño hasta adulto, describiendo su vida bajo las circunstancias naturales de una India desconocida y particular. La trilogía ganó premios en los principales festivales del mundo y distinguió al realizador y sus películas, como las más inventivas, incisivas y representativas de una cinematografía tan prolífica como insustancial y ligera. Satyajit Ray hizo para el cine indio lo que Kurosawa logró para el cine japonés en la década de los años cincuenta. Y su carrera se mantuvo en esa línea de calidad.

 El maestro Satyajit Ray (1921 - 1992)

         Charulata es una mujer joven comparada con su marido. Vive solitaria, bordando, cuidando el hogar, y como entretenimiento, mira por las ventanas de su recámara a través de unos binoculares de ópera para darse cuenta de la vida que transcurre fuera de su mundo y que le es ajena. Charulata es una esposa fiel, amorosa y cálida para su marido. Su acompañante usual es su cuñada Manda, esposa de su hermano Umapada quien es el administrador del periódico de Bhupati. Sin embargo, sus conversaciones no dejan de ser hogareñas y jamás alcanzan un diálogo intelectual. Este vacío lo llenará Amal con su llegada, sus inocentes alicientes para que Charulata se exprese y crezca como persona. El realizador nos muestra una tarde cualquiera en el jardín donde Charulata se columpia mientras Amal escribe. El lirismo de la secuencia evoca lo que sería el ambiente creativo de la época. Sin embargo, lo más importante es el proceso interno que va sufriendo Charulata. El enamoramiento hacia Amal surge de la atención, de lo que comparten en conjunto. Cuando le pide que escriba un ensayo, y le da un cuaderno para que lo haga, Charulata siente que es algo exclusivo para ella. Al publicarse, considera que ha sido una traición, pero la ventaja es que su reacción la lleva a otra etapa en su pensamiento y en su expresión: escribe un relato, lo publica y es admirada.

         Dentro del discurso de la película, Ray subraya el aspecto político. Bhupati es liberal y admira a Inglaterra, de la cual India es colonia. Desea la derrota parlamentaria de los Tories y lo celebra cuando se hace realidad. Su periódico tiene título en inglés (“The Sentinel”) y es bilingüe, de contenido netamente económico y sociopolítico. El mundo que describe la película es el de la sociedad india acaudalada, sometida y convencional que seguía sus propias tradiciones, pero adoptaba las tendencias británicas. El destino de Amal lo dicta Bhupati: un viaje a Inglaterra para especializarse y un matrimonio de conveniencia para estabilizarse. Igualmente, Bhupati es tan poderoso económicamente, que la estafa no le produce una caída de fortuna y simplemente decide continuar con su periódico.

         Satyajit Ray tiene que seguir las normas del cine indio de su tiempo: no hay escenas íntimas, ni tampoco besos, y lo más audaz es un abrazo que Charulata da a Amal cuando se entera de que partirá. De hecho, la mujer permanece fiel en su cuerpo, aunque no en su corazón. Cuando Bhupati se entera del amor que su esposa tiene por su primo, no es con palabras, sino con lágrimas. Charulata, de espaldas, no sabe que la mira, pero percibe su presencia. Al darse cuenta de que el hombre se va, lo sigue y le extiende la mano. En este momento, el director congela las imágenes: el nido se ha destruido. A través de fotofijas muestra miradas, una mano que se extiende, otra que le responde, pero que no toca, y deja a la imaginación el posible final de reencuentro o total desencuentro. Es la delicadeza de tono, la congruencia de personajes y sociedad, la descripción de costumbres, lo que sirve para definir la grandeza de su director, del cual conmemoramos su centenario y disfrutamos de su inmortalidad gracias a sus películas.