domingo, 30 de diciembre de 2018

ANIVERSARIIOS MEXICANOS (5)





1969: un año de erotismo y picardía…



En 1969 la producción del cine mexicano llegó a 88 títulos y se distingue por los temas eróticos que se tocaron gracias a que la censura se había relajado en cuanto a desnudos y ciertas palabrotas. Tanto en melodramas como comedias, cine de acción y aventuras, se recurrió a la audacia. En general, se dio lugar a que se filmaran algunas películas con mayores intenciones expresivas, permitiéndose además el debut de algunos nuevos realizadores.
Ofelia Medina, Francisco del Villar e Isela Vega

         Hace cincuenta años Isela Vega se convirtió en el objeto sexual por excelencia gracias a Las pirañas aman en cuaresma de Francisco del Villar, donde era madre de una joven Ofelia Medina que caían en los brazos del mismo hombre, un sinvergüenza Julio Alemán, que las disfrutaba sin imaginar que eran la versión humana de viudas negras… o las pirañas del título. Distribuida por Columbia Pictures, la cinta mereció estreno en el exquisito, entonces, Cinema Río 70, haciendo que los jóvenes nos volcáramos a ver los desnudos de la terrenal Isela, como sucedió con La hora desnuda (José Díaz Morales), La buscona (Emilio Gómez Muriel) y El sabor de la venganza (Alberto Mariscal)
Jorge Rivero y Ofelia Medina, amantes imposibles

         Por su lado, Ofelia Medina pasó de ser la joven y mimada Patsy mi amor (Michel 1968) a prostituta, también desnuda, tanto en Las figuras de arena (Gavaldón), donde afirmaba la masculinidad de Valentín Trujillo, como en Paraíso (Alcoriza), donde la redención posible con el fortachón Jorge Rivero se cancelaba por la muerte inesperada de éste. Este tipo de melodrama audaz hizo que el incesto fuera una posibilidad en Los años vacíos (Sergio Véjar), con Elsa Aguirre que no desea saber si su amante Joaquín Cordero era también su hermano, así como el lesbianismo en Las bestias jóvenes (José Ma. Fernández Unsaín) donde la reprimida Jacqueline Andere besaba a su amada Alma Delia Fuentes antes de suicidarse y La amante perfecta (Abel Salazar).
Mauricio Garcés se hace pasar como homosexual
para acostarse con sus clientas como Zulma Faiad.

         La comedia picaresca tenía a Mauricio Garcés como su estrella principal y apareció en cuatro títulos dirigidos por su realizador de cabecera René Cardona Jr.: Modisto de señoras (su grandísimo taquillazo que aquí se exhibió hasta en el refinado Cinema del Valle sin quejas de la casta divina), Departamento de soltero, Fray don Juan y Espérame en Siberia, vida mía. Todavía alcanzó a filmar una quinta película, Tápame contigo, pero bajo las órdenes del guatemalteco productor e improvisado director Manuel Zeceña Diéguez.

Una pareja atractiva y sensual:
Manuel López Ochoa y Lucha Villa

La mejor película mexicana de 1969

Sin embargo, la gran comedia picaresca del año fue El quelite que permitió el debut en el largometraje al director Jorge Fons quien se volvería importantísimo nombre en el futuro. Basada en un vodevil teatral, la versión cinematográfica adquirió gran dignidad con el simpático Manuel López Ochoa como el macho que se vuelve impotente al escuchar la canción del título: eso lo aprovecha Tin Tan quien es su rival por el amor de Lucha Villa para cantársela antes de la consumación carnal. Una cinta deliciosa.


         El melodrama por antonomasia se vio ilustrado por las versiones de radionovelas o telenovelas exitosas: Cruz de amor (Federico Curiel), La mentira (Emilio Gómez Muriel), Rubí (Carlos Enrique Taboada), Fallaste corazón (José María Fernández Unsaín), Anita de Montemar (Manuel Zeceña Diéguez). 


         Los directores o estrellas de antaño filmaron producciones que alcanzaron buena respuesta del público. Roberto Gavaldón filmó una nueva versión de La vida inútil de Pito Pérez con López Tarso en el rol principal quien no logró opacar la actuación genial de Tin Tan en la versión dirigida por Bustillo Oro en los años cincuenta. Cantinflas hizo su cinta anual: Un quijote sin mancha (Miguel M. Delgado). Libertad Lamarque, tan vigente como nunca a sus 60 años, participó en un controvertido melodrama: Rosas blancas para mi hermana negra (Abel Salazar) que aprovechó el tema muy actual por esos tiempos de los transplantes de corazón en una trama donde una chica blanca se salvaba por la muerte de una joven negra. Rogelio A. González filmó La sangre enemiga, sobre una sabrosa novela tremendista de Luis Spota, con Meche Carreño como voluptuosa esposa de un jorobado David Reynoso, padre del fortachón retrasado mental Juan Miranda con el cual ella se acostaba luego de verlo bañándose desnudo y, por tal motivo,  el marido la mataba quemándola. Ismael Rodríguez realizó un melodrama populachero Faltas a la moral donde quiso sustituir fallidamente a Pedro Infante por ¡Alberto Vázquez!


         El cine del oeste a la mexicana tuvo como logrados ejemplos a El tunco Maclovio (Alberto Mariscal), Juan el desalmado (Miguel Morayta) o Su precio… unos dólares (Raúl de Anda Jr.), pero la obra de culto, como variante filosófica y pretenciosa (para nuestros ojos actuales) fue El topo (Alejandro Jodorowsky).


         Otras variedades que deben mencionarse son la cinta en episodios Siempre hay una primera vez (Estrada, Murray, Walerstein) donde se narraban las pérdidas de la virginidad de tres muchachas correspondientes respectivamente a sendas clases sociales. Eulalio González Piporro escribió, produjo y dirigió su ópera prima El pocho. Alfonso Arau debutó como director con El águila descalza, comedia desparpajada y satírica basada en una historieta.

         Y así estaban las cosas, en general, del cine mexicano hace cincuenta años aunque se han omitido pocos casos… Muchas de ellas todavía se exhiben y el mejor homenaje siempre será volver a verlas...
        



        




sábado, 29 de diciembre de 2018

ANIVERSARIOS MEXICANOS (4)


1959: Las películas que serán sexagenarias…




         El primer año del sexenio de López Mateos se filmaron 116 películas. Ya por tradición se menciona a Macario como la gran película del año luego que tuvo mucho éxito y hasta fue nominada al Óscar como cinta extranjera, primera vez que esto sucedía. Aquí pudimos verla en el Cine Juárez donde fue estrenada y que, en esos tiempos de su apertura, solamente exhibía ciertas cintas nacionales porque estaba dedicado exclusivamente al cine extranjero. No hay mucho que contar sobre una película que todavía se exhibe mucho, basada en un cuento de Traven, bajo la dirección de Roberto Gavaldón. Hermosa fotografía de Gabriel Figueroa en un cuento alegórico sobre las veleidades de la muerte y la fragilidad humana.




         Las otras películas de ese año filmadas para aprovechar el prestigio de sus realizadores fueron Los ambiciosos que vino a ser una de las cintas menores de Luis Buñuel, aunque con reparto de lujo al tener a María Félix, al bello y malogrado Gerard Philipe (quien moriría ese mismo año), además de Jean Servais y Domingo Soler. La cinta narra una situación política que sucede en una ficticia nación centroamericana que se encuentra bajo una dictadura con las diversas intrigas que intentan derrocarla entre tramas de pasiones prohibidas; Sonatas fue una coproducción con España filmada en dos partes y sendos países. Dirigida por Juan Antonio Bardem, también tuvo a María Félix en el episodio mexicano y a Aurora Bautista en el español, donde se narran las aventuras del Marqués de Bradomín (Francisco Rabal, luego de su magnífico Nazarín) contra los conservadores, primero en su país del cual escapa para llegar a México.




         Sin embargo, dentro del cine comercial, con menores intenciones de aliento o búsqueda de premios (como ocurre ahora en muchos casos) se filmaron películas del oeste a la mexicana, melodramas tremendos, cintas con cómicos y comedias rancheras. Entre los títulos destacados del año tenemos varios que ya son antológicos.


La mejor película mexicana
del año 1959, a pesar de su
director, lo que comprueba que
guion y elencos, en ocasiones,
son suficientes si son íntegros y redondos.



1-    El toro negro – Benito Alazraki (guion de Luis Alcoriza)

2-   El esqueleto de la Sra. Morales – Rogelio A. González.

3-   Cada quien su vida – Julio Bracho

4-   Puños de roca – Rafael Baledón

5-   Amor en la sombra – Tito Davison

6-   Chicas casaderas – Alfredo B. Crevenna

7-    Ellas también son rebeldes – Alejandro Galindo

8-  La llorona – René Cardona

9-   Vivo o muerto – Gilberto Martínez Solares

10.Remolino – Gilberto Gazcón



y dentro de las series de los Estudios América (varias películas con tres episodios promedio en cada una, que se estrenaban por separado en las salas)




         1 – Serie Nostradamus – Federico Curiel

2 – Serie Aventuras de la pandilla – Julio Porter

3 – Sere Chucho el Roto – Manuel Muñoz




Aparte, Alfredo B. Crevenna dirigió las versiones fílmicas de dos telenovelas exitosas: Senda prohibida que fue la pionera de la televisión mexicana y Gutierritos que se volvió lo que ahora se conoce como “viral” sobre todo con la forma en que María Teresa Rivas (por televisión) expresaba peyorativamente el apellido de su marido.




Por otro lado, las cintas en que se mostraban las perversiones y los excesos de la juventud, aunque de manera morbosa, sin los fines de regaño y precaución que expresaba Alejandro Galindo en sus películas, llegaron a su fin con Estos años violentos de José Díaz Morales y Peligros de juventud de Benito Alazraki, triste adaptación de una intensa obra teatral de Héctor Mendoza.



Por supuesto que se filmaron cintas con Viruta y Capulina cuyo gran valor en estos tiempos son los elencos femeninos y los números musicales con artistas invitados. Tin Tan se encontraba en el inicio de su decadencia pero la gracia es innegable en El pandillero, La casa del terror (junto con Lon Chaney Jr.) y Variedades de medianoche.

        

ANIVERSARIOS MEXICANOS (3)


1949: un año prodigioso del cine nacional...


         Al iniciar el tercer año del presidente Miguel Alemán, la modernidad iniciada en el sexenio previo se implementó y fue la época en que se consolidó la clase media. El cine mexicano apoyó la realidad circundante con películas que hablaban del progreso y los electrodomésticos ya comunes en los hogares. En 1949 se promulgó una ley cinematográfica que, por desgracia, no tendría mayor trascendencia. Al devaluarse el peso hacia casi el doble de su valor, la economía sufrió pérdida en el valor adquisitivo pero ventajas para la inversión privada y extranjera en el país. El cine tuvo que abaratarse y, por consecuencia, se incrementó la producción: por primera vez en su historia se sobrepasó el centenar de títulos. Fue un año en que los grandes cineastas renombrados pudieron realizar algunas de sus mejores películas. Para este recuento, homenaje a las que serán septuagenarias, optaré por destacar alguna de esas cintas por director, aclarando que no hubo ningún debutante en este oficio. Además, me salgo un poco de los lugares comunes que ya han creado una serie de convenciones tradicionales.
La mejor película del
cine mexicano en 1949
1-     Juan Bustillo Oro. Vino el remolino y nos alevantó. La trama hace honor al título de la película. Una familia capitalina conformada por padre, madre, tres hijos y una hija sufre la separación por los avatares de la Revolución Mexicana. El destino los lleva por rumbos distintos de los cuales el espectador es testigo sin que ellos, alguna vez cruzándose al azar, puedan reconocerse. Así pasan casi 30 años (desde los tiempos previos a la caída de Porfirio Díaz hasta la inauguración del Monumento a la Revolución. El director Bustillo Oro había pensado esta trama desde los tiempos en que colaboró con Mauricio Magdaleno en El compadre Mendoza pero siempre hubo algo que lo detuvo. En 1949 como productor y con el apoyo de Fernando de Fuentes y Gonzalo Elvira, utilizando un reparto de actores secundarios, logró por fin realizar esta trama maestra que sigue repitiéndose hasta nuestros días: las familias separadas por las estupideces de Trump, los muertos en las guerras del Medio Oriente, los migrantes que ahora son universales. Una cinta estrujante y admirable.
2-     Roberto Gavaldón. La casa chica. Un argumento de José Revueltas que nos habla de la amante, la mujer que está en segundo plano por el hombre cuyas circunstancias lo llevan a la infidelidad institucionalizada. La diferencia estriba en que aquí los amantes son profesionales, conscientes de sus situaciones, a quienes la pasión amorosa surgida en otra época de sus vidas se ve obstaculizada por el paso de los años y las convenciones sociales. La trama recuerda a La usurpadora (Stahl, 1932) basada en una novela de Fanny Hurst, popularísima en su tiempo donde queda claro que el verdadero amor permanece vivo contra toda barrera.
3-     Alberto Gout. Aventurera. La trama básica del cine de cabaret y perdición que fue proliferando desde 1945 hasta alcanzar su esplendor en este año y el siguiente: la joven que queda desamparada por algún motivo y cae en la prostitución contra su voluntad. En este caso, su proxeneta resulta ser su futura suegra y la venganza termina siendo justiciera. Por otro lado, una película donde, como en el caso de Nosotros (Rivero, 1944), se quebrantan (de otra manera) los códigos morales: la heroína luego de haber pecado y alcanzado su desquite, alcanza a redimirse junto con un marido que seguramente la protegerá.
4-     Fernando A. Rivero. Perdida. Otra continuación de la trama mencionada, aunque en este caso, hay la variación de una violación, otro abuso sexual para caer en la venta a una proxeneta de quien era una inocente muchacha enamorada. Y ahora un posible suegro había sido su amante.
5-     Alejandro Galindo. Cuatro contra el mundo. El cine mexicano vivió una etapa productiva en cuanto al género denominado negro que fue tan significativo para la industria de Hollywood y bautizado como film noir por la crítica francesa de posguerra. Aquí hay un ejemplo que sucede principalmente en interiores donde cada uno de los integrantes de una banda de ladrones y su cómplice, una mujer caída en desgracia, representan a personajes negativos de nuestra sociedad aunque, como siempre, el amor permite, al menos, la redención personal aunque no la existencia. 
6-     Miguel Morayta. La venenosa. Pasiones en un circo donde el personaje femenino está condenada a que la vida “envenene” a sus amores, con un final ambiguo y delirante.
7-     Gilberto Martínez Solares. El rey del barrio. La cinta cumbre y esencial para entender al personaje fáunico, desparpajado, irreverente de Tin Tan, bajo el mando del realizador que mejor lo entendió. Una delicia.
8-     Emilio Gómez Muriel. Las puertas del presidio. Melodrama tremendista que se basa en un clásico del folletín y que sucede dentro de prisión donde el héroe se topará con otros personajes que le narran sus desgracias producidas por lo negro del destino. El director logra una buena película mientras llegaban sus obras maestras futuras (Anillo de compromiso, Carne de presidio, Eugenia Grandet).
9-     Tito Davison. Doña Diabla. En esta variación del cine de prostitución, la protagonista también cae contra su voluntad en el comercio sexual pero se torna poderosa y vengativa. María Félix con un vestuario de lujo y una edad donde lucía su gran belleza (35 años) muestra lo que era una verdadera estrella de cine.
10- Emilio Fernández. La malquerida. La adaptación al cine mexicano de una tragedia de Jacinto Benavente nos muestra otras imágenes de la pasión amorosa: Raimunda (Dolores del Río) acaricia las prendas de vestir de su hombre y con eso, transmite todo su deseo.
Hay muchos otros títulos magníficos que destacan a este año como uno de los más estimables en la historia del cine nacional: Ventarrón, El sol sale para todos, Ángeles de arrabal, Felipe de Jesús, Guardian: el perro salvador, Cuando los hijos pecan, Hipócrita… El cine mexicano era exitoso, buscaba a su público y éste lo apreciaba. Hace setenta años.

viernes, 28 de diciembre de 2018

ANIVERSARIOS MEXICANOS (2)



1944: 75 aniversario de películas notables...

La mejor película mexicana 
del año 1944
Luego del auge ocurrido en 1943 con 70 películas producidas dentro del cine mexicano, hecho provocado por la Guerra Mundial y el apoyo decidido de Estados Unidos a nuestro país para evitar propagandas del Eje y castigar a los países aliados con el fascismo, se filmaron cuatro películas más, número insólito en lo que iba hasta el momento de la industria cinematográfica. 1944 tuvo la gracia del debut de Roberto Gavaldón con la cinta que fuera la más destacada del año por periodistas, críticos y público, La barraca, extraordinaria recreación de tierras valencianas, sobre una novela de Blasco Ibáñez, que de alguna manera reflejaba el estatus español del momento. Otros debuts fueron los del alemán Alfredo B. Crevenna (Adán, Eva y el diablo), paráfrasis de una obra teatral de Von Kleist adaptada a México, e inicio de la carrera de un prolífico director que nos daría entrañables melodramas en el futuro. El escritor Eduardo Ugarte propició el debut estelar de “Los Kíkaros”, pareja cómica triunfante en el teatro de revista (Bésame mucho). Humberto Gómez Landero, colaborador de Bustillo Oro inició con un melodrama (La mujer que engañamos) para que el mismo año ofreciera una exitosa comedia con Pardavé (El gran Makakikus). Adolfo Fernández Bustamante, poeta y periodista que luego sería líder sindical también comenzó con un drama (Más allá del amor). El español Antonio Momplet nos brindó a una María Félix en doble papel como rubia y morena que provocaba la caída emocional y existencial de un médico, basándose en un relato de Zweig (Amok).
En el caso del cine prestigioso, bien filmado y con un sentido exacto del romanticismo trágico, se encuentran Crepúsculo de Julio Bracho, melodrama del México moderno, con departamentos de lujo, caballos en las aceras de las colonias ricas y primitivas del entonces Distrito Federal, temáticas de psiquiatría y psicología. Emilio Fernández, con su equipo usual, nos dio una hermosa cinta de perdición y redención en Las abandonadas para luego irse al Guanajuato del siglo XIX con una historia del imposible amor con Bugambilia. Gilberto Martínez Solares filmó una comedia extravagante llamada Un beso en la noche para pasar a dos adaptaciones literarias de gran pretensión: La trepadora basada en Gallegos y El jagüey de las ruinas sobre una novela ganadora del premio Lanz Duret de la escritora Sara García Iglesias. Fernando A. Rivero filmó una de las más bellas historias de amor en el cine mexicano en Nosotros donde la relación entre Ricardo Montalbán y Emilia Guiú sugería el placer carnal libre, audaz para su tiempo; para mi gusto, fue la mejor película de su año. El propio Montalbán apareció en La hora de la verdad de Norman Foster, apasionada incursión en la vida amorosa de los toreros a través de personajes femeninos que presentan desde la abnegación hasta la locura, y que considero la segunda mejor película de 1944. Juan Orol filmó una de sus más representativas películas con Los misterios del hampa.
1944: año de contrastes y consolidación de la llamada Época de oro del cine mexicano. A disfrutarlo y a ver las películas…

LAS MEJORES PELÍCULAS DE 1944

1-    Nosotros 
2-   La hora de la verdad
3-   La barraca
4-   Las abandonadas
5-   Crepúsculo
6-    Bugambilia
7-    Me he de comer esa tuna
8-   Cuando quiere un mexicano (a pesar del charro)
9-   Un beso en la noche
10- El museo del crimen




jueves, 27 de diciembre de 2018

ANIVERSARIOS MEXICANOS (1)


1919: CIEN AÑOS



         A partir de 1916, cuando se filmó el primer largometraje de ficción en la capital (La luz) y otro en Yucatán (1810 ¡o los libertadores!), se empezó a ver al cine como experimento pero más bien se quería que fuera negocio. Solamente en 1917 se filmaron 14 largometrajes para luego bajar a 5 en 1918 y volver a subir a 12 en 1919, aunque no todas se estrenarían y, por lo tanto, se perderían como la mayoría de las producciones silentes. En 1918 el gran éxito fue Santa, pero en 1919 se filmó, aunque se estrenó hasta el 11 de diciembre, ya a final de año, El automóvil gris, producida y dirigida por Enrique Rosas con el apoyo de Joaquín Coss y Juan Canals de Homs, directores artísticos y actores en la trama. La película fue en realidad una serie en 12 episodios que luego, hacia 1933 sería sonorizada de manera muy primitiva, dejándola en casi dos horas de duración, pero permitiendo su preservación, quedando como documento de época y escaso ejemplo de lo que fue nuestro cine mudo.

         La cinta narra los robos y asesinatos perpetrados por la famosa banda que utilizaba dicho auto como vehículo de transportación y escape. Al ser capturados algunos de sus integrantes, se les mandó fusilar y este hecho fue filmado para luego ser integrado a esta película incrementando por lo tanto su valor documental. La famosa banda fue mencionada en Las abandonadas (Emilio Fernández, 1944) al hacer que el General interpretado por Pedro Armendáriz fuera uno de los cabecillas (ya que según rumores, el candidato presidencial Pablo González fue el jefe y cerebro de los delincuentes en la banda real). La película fue taquillera pero su realizador moriría prematuramente en 1920 (a los 45 años de edad), dejando una dinastía que se haría productiva y legendaria en el cine sonoro (Producciones Rosas Priego), quedando como uno de los padres del cine mexicano.

         Las otras películas de 1919 fueron también estrenadas hasta el siguiente año pero varias de ellas producidas, extrañamente, por la Defensa Nacional para alabar los valores del país, no salieron a la luz pública. Destacaron La llaga dirigida por Luis G. Peredo con la intención de repetir el éxito de Santa ya que estaba basada en otra novela de Federico Gamboa y la interpretaba también Elena Sánchez Valenzuela. Una película exitosa fue Viaje redondo (José Manuel Ramos) que narraba las peripecias de un ranchero en la gran capital para dar paso a lo que será un género exitosísimo en el cine sonoro, o sea la comedia ranchera. En esta película debutaron dos cómicos del teatro frívolo Leopoldo (Cuatezón) Beristáin quien solamente filmaría otras cuatro películas en el cine sonoro, pero también alguien que sería icónico hasta su muerte, o sea, Joaquín Pardavé. También hay que mencionar que se filmó La banda del automóvil (Ernesto Vollrath) para explotar el tema, aunque no tenía nada que ver con la realidad que posteriormente emularía la producción de Rosas. 

         En 1919 comenzaron algunas acciones incipientes de censura promovidas por el propio presidente Carranza en cuanto a las imágenes denigrantes que las producciones norteamericanas mostraban de México. Igualmente se empezó a regular la exhibición estableciendo impuestos a las salas cinematográficas. La producción nacional era escasa pero el cinematógrafo ya había prendido a muchos espectadores con el exceso de cine extranjero. Ya habían comentarios y críticas entre quienes veían otra expresión artística a lo que inició como un juguete científico propio de finales del siglo XIX. Ahora nos inundan títulos y hay más películas que tiempo disponible para disfrutarlas.

domingo, 4 de noviembre de 2018

CUATRO VECES QUINCEAÑERA


QUINCEAÑERA
1958. Dir. Alfredo B. Crevenna.



            En el sexenio de Ruiz Cortines (1952 – 1958) sucedió un hecho que se esperaba: el agotamiento del cine de rumberas. El melodrama sufrió un giro que se centraría, con mayor insistencia, en la familia con sus tribulaciones, más aún cuando en el verano de 1956 llegó Rebelde sin causa (Nicholas Ray, 1955) a las pantallas nacionales, que daría lugar a un cambio en la actitud y mentalidad de la juventud, o sea de los hijos de esas familias. Hasta ese momento, los jóvenes del cine mexicano se mostraban como seres recién salidos de la niñez, inofensivos, con sus pasiones normales, como los “mamboleros”  o rivales amorosos de Una calle entre tú y yo (Roberto Rodríguez, 1952), [salvo la honrosa excepción y cruel realidad que se atrevió a presentar Buñuel en Los olvidados, aunque dentro de la clase social baja, y en el sexenio previo]. Como extremo estaban los que llegaban, en algunos casos, a la relación sexual fuera de matrimonio (Y mañana serán mujeres, Galindo, 1954) o los usuales delincuentes debido a las malas compañías (Padre nuestro, Gómez Muriel, 1953).


            La rebeldía llegada del extranjero propició que empezara a proliferar el cine juvenil, con mensaje moralista, al estilo de Juventud desenfrenada (Díaz Morales, 1956), Las cosas prohibidas (Díaz Morales, 1958) o La edad de la tentación (Galindo, 1958), entre otras. Y dentro de este subgénero, debían estar los melodramas familiares donde los padres eran culpables de dicha rebeldía al no atender a sus hijos. Ya fuera por la riqueza que daba lugar a infidelidades o actividades sociales, por fanatismos religiosos o drásticas prohibiciones, por la falta de diálogo sobre todo en cuestiones sexuales. Y sería por la identificación o la fantasía, pero estas películas tuvieron mucho éxito y seguirían filmándose hasta los primeros años sesenta cuando ocurriría otra división exitosa del género al iniciarse las cintas con ídolos de la canción juvenil transformados en estrellas de cine.


            El rechazo crítico al cine nacional había sido general desde los primeros años del cine sonoro. Fue al iniciar la década de los sesenta, cuando se conformó un grupo de jóvenes intelectuales que alimentaban su pensamiento y conocimiento gracias a la lectura de publicaciones francesas, británicas o norteamericanas, o debían su bagaje crítico a las experiencias en el extranjero, las quejas contra lo que se consideraba el estancamiento del cine mexicano se volvió extremo. El acercamiento al cine europeo que se había transformado y deslumbraba a todo espectador que podía disfrutarlo, ya fuera por la Nueva Ola Francesa, los realizadores italianos, los jóvenes rebeldes británicos, aparte de los nuevos directores surgidos de la televisión norteamericana para pasar al cine de Hollywood, era motivo suficiente para que se pidiera un cine nacional más universal, cercano a la realidad, menos “moralista”.


            La creación de la revista Nuevo Cine en abril de 1961, permitió que esos jóvenes intelectuales tuvieran un medio para expresar sus inquietudes y buscar desde esa tribuna el entendimiento de productores y autoridades para lograr un cambio. Uno de los artículos en el primer número de dicha revista fue Moral sexual y moraleja en el cine mexicano, por Salvador Elizondo, quien se volvería escritor de fama y prestigio en las letras mexicanas, el cual, además, paradójicamente era hijo del productor del cual había heredado el nombre, creador de muchas cintas que formaban parte de esa industria que motivaba sus inconformidades.


            En su artículo menciona lo siguiente: El cine mexicano, salvo algunas bellas excepciones, ha sido desde sus orígenes, y con un irritante recrudecimiento en los últimos años, un cine de moraleja, y lo que es peor, un cine de moraleja condenatoria. […] Cuando la moral condena está generalizando, está haciendo moraleja, es, en ese momento, inefectiva. Posteriormente categoriza al cine nacional en películas de prostitución profesional, de prostitución conyugal, con contenido erótico y, en caso muy particular, el cine de Luis Buñuel. Lo que Elizondo considera el cine de prostitución conyugal lo define como películas que pretenden salvaguardar los “valores” del matrimonio convencional y que han encontrado una amplia acogida entre la clase media, que se siente plenamente identificada con sus personajes ficticios. Elizondo iba contra toda una tradición de la sociedad mexicana. Las películas eran taquilleras: Los hijos del divorcio (De la Serna, 1957) o Mis padres se divorcian (Soler, 1957), por mencionar unas cuantas.



            Más adelante, Elizondo prosigue mencionando a la película Quinceañera (Alfredo B. Crevenna, 1958) como “museo de los horrores donde se trata uno de los momentos más abominables en la vida de las mujeres mexicanas: el baile de quince años”. Esta película se había estrenado en el verano de 1960 causando sensación y tornándose en uno de los grandes éxitos taquilleros de ese año, a nivel nacional. Le habían antecedido dos cintas de Emilio Gómez Muriel ¿Con quién andan nuestras hijas? (1955) y El caso de una adolescente (1957) entre otros melodramas (que son los que menciona Elizondo en su escrito), donde se trataban otros temas de muchachas jóvenes atrapadas por sus pasiones pero que eran salvadas a tiempo, de un negro destino, por su familia.


            Pues Quinceañera cumplió el mes pasado sesenta años de haber sido filmada y sigue siendo exhibida para beneplácito de viejos espectadores y descubrimiento de quienes, jóvenes, gustan del cine mexicano. El argumento de Jorge Durán Chávez y Edmundo Báez volvió a tener otra vida en 1987 al ser adaptada para la época, y con cambios, para telenovela, también exitosísima, lanzando al estrellato a la cantante Thalía y consolidando a Adela Noriega, pero esa es otra historia. Centrémonos en la película.


            ¿A qué se debió el gran éxito de la película? No olvidemos el contexto en que fue filmada. Todavía se consideraba la tradición familiar por excelencia: era la “debutante en sociedad” para las clases altas: cuando sus hijas ya habían terminado la secundaria, ya estaban listas para iniciar un noviazgo con algún joven que era buen “partido” por apellido o riquezas, o continuar sus estudios. En el caso de la clase media o baja, era la celebración de que la niña ahora era “señorita” y entraba a otra fase de vida porque ya podría casarse y tener hijos, o como alternativa los estudios en institutos comerciales, y las más ambiciosas, una carrera universitaria. Er una tradición que venía desde los antiguos indígenas y que se realizaba en la mayoría de América Latina. Las cosas no han cambiado, si acaso es la forma en que se realiza, menos conservadora y más como fiesta juvenil, tomando en cuenta que el contexto y el mundo sí han evolucionado. Por lo tanto, lo narrado en Quinceañera era tema sensible para los espectadores del cine mexicano que, todavía en esos años, podía verse en salas importantes de estreno, con campañas publicitarias importantes: Genaro Saúl Reyes me regaló una copia de la “invitación” que se entregaba al posible público para asistir a los "quince años" de la exhibición.


            Quinceañera inicia con la graduación de la secundaria de tres amigas que van a dejar el colegio donde estuvieron internadas: cada una perteneciente a distinta clase social: Beatriz (Martha Mijares) es de familia acaudalada, muy seria, formal, admiradora de su padre; Leonor (Tere Velázquez) es clase media, coqueta, a la moda dentro de sus posibilidades; María Antonia (Maricruz Olivier) es pobre e inteligente por lo que pudo estudiar en ese colegio gracias a una beca, sin embargo es consciente de su situación de vida. Casualmente, las tres han nacido en la misma fecha y ya se acercan sus quince años. Como todas las muchachas que llegan a la edad de las ilusiones, sueñan con su baile. Leonor invita a todas las compañeras a la capilla del colegio donde se celebrará la misa de acción de gracias de las tres.


            Beatriz extraña la presencia de su padre que se encuentra, según su madre, en viaje de negocios. Más adelante nos enteraremos de que en realidad están separados y en proceso de divorcio porque el hombre está infatuado con una rubia. La madre no quiere que Beatriz lo sepa sino hasta después de la fiesta para no arruinarle el momento a su hija. Leonor tiene una madre con ínfulas sociales que siempre está haciendo referencia de su familia aristocrática de San Luis Potosí y fuerza a su marido, cajero de banco, a conseguir el dinero para pagar salón caro, música, banquete, vestido. María Antonia, a la cual no le gusta que le sigan llamando Toña, sueña con la celebración aunque está consciente de que su familia no puede costearla, aunque sus padres están dispuestos al sacrificio. En los tres casos son hijas únicas por lo que la relevancia de festejar los quince años es medular y prioritaria.

            Cada una de las muchachas tiene su interés romántico: a Beatriz la corteja Federico, abogado y empleado en la oficina de su padre, por lo que cumple los requisitos sociales: atractivo, de posición. Leonor tiene como pretendiente a Pancho, estudiante de ingeniería eléctrica que trabaja en un taller pero quien es rechazado por la madre (“lo importante en la mujer es casarse bien”) ya que lo considera un “mequetrefe pobretón”. A María Antonia le gusta Sergio, primo de Beatriz, quien también la busca, pero provoca desconfianza y malestar en la muchacha, a pesar de que el estudiante de medicina tiene buenas intenciones hacia la inteligente compañera de su prima.


            Debe intervenir el factor melodramático del destino que se interpone en la felicidad de las muchachas: el caso más extremo es el de la pobre María Antonia ya que el dinero conseguido por horas extras de trabajo del padre, el remiendo de ropa ajena por la madre, además del empeño de algunas prendas, se lo roban a hija y madre mientras ven aparadores para la compra del ajuar de la quinceañera. Por su lado, el padre de Leonor roba los cinco mil pesos faltantes para el pago del salón ante la negativa del banco para anticiparle su gratificación anual y la policía llega a detenerlo luego de la misa de su hija. Beatriz se entera del engaño de sus padres, se encierra en su cuarto y hasta decide tirarse por una ventana, algo que no ocurre porque en ese momento su padre ha vuelto, al comprender que su amante simplemente estaba interesada en su dinero.

            Finalmente, las tres chicas tienen su fiesta: Beatriz con su padre vuelto al hogar. Leonor con sus padres porque Pancho pagó, con sus ahorros, el dinero robado que le dio la libertad al ladrón por necesidad. María Antonia recibe el regalo de sus vecinos y amigos al llegar a su casa y encontrar un festejo donde hay comida, marimba, el vestido que le ha regalado Beatriz, así como Sergio quien arriba para bailar con ella. Las últimas secuencias son de las tres bailando el vals Emperador de Strauss, tradicional para estas fiestas, en su tiempo (y que según se cuenta, fue introducido en los tiempos de Maximiliano y Carlota).

            Luego de esta larga descripción argumental, uno puede notar los elementos sentimentales de la trama, propios de folletín, de radionovela, que encuentran eco en el espectador. El chantaje emocional se antepone desde el momento en que nos enteramos de las tribulaciones que esperan a las protagonistas, aunque ellas no las conozcan todavía. Un guion bien elaborado a partir de un plan argumental que consideró todas las variables necesarias para hipnotizar a su público, no especializado, no fanático, no discriminador: simplemente el que deseaba verse transportado a una realidad ficticia que, sin embargo, estaba cercana a la suya propia: una tradición, la falta de dinero, los ricos inconsecuentes, la madre altanera, el joven admirable. La base del melodrama puro y original, alejado de ese “museo de los horrores” expresado como pose intelectual y rebelde.


            Hay un trío de secuencias oníricas donde las muchachas sueñan con la fiesta que tendrán: Beatriz es muy formal, bailando perfectamente con su padre para luego pasar a los brazos de Federico. Leonor, por su parte, coqueta al fin y al cabo, sueña que hay varios chambelanes para luego terminar con Pancho. María Antonia se imagina sola, con su vestido cotidiano, escuchando el vals: de pronto aparece Sergio, ella sonríe y por arte de magia porta el vestido de gala e inician el baile; en una vuelta de la danza, el joven desaparece y ella retorna a la soledad inicial con su vestido discreto.


            Algo que debe destacarse y admirarse son las frases intercaladas en los diálogos: la madre de María Antonia, ante la queja de la muchacha le expresa: Perdónanos por ser tan pobres, hija. La tía solterona de Leonor le confiesa a ésta cuando dice que ha cortado con su novio: Yo también como tú, tuve un Pancho, lo rechacé por consejo de ella, mi madre me cuidó de todo mal, pero de todo bien, también… María Antonia, decepcionada ante el robo a su madre, le dice a Sergio, su rico pretendiente: No hay nada bueno en la vida y hoy la vida me lo acaba de demostrar. Adriana, la amante del padre de Beatriz es clara con sus intenciones cuando comenta con una amiga: Para mujeres como tú y yo, el amor no existe, sólo el negocio y no hay mejor negocio que el matrimonio, acompañado del divorcio, naturalmente. La madre de Beatriz le responde al marido quien piensa cubrir su ausencia con regalos: Todo pretendes arreglarlo con tu dinero ¿no te das cuenta que precisamente es lo que nos ha separado?


            Al haber sido filmada en algunas locaciones, se tienen imágenes de un Distrito Federal menos congestionado, con la expansión natural que devino en el monstruo que ahora se padece. María Antonia vive en la Unidad Habitacional Santa Fe que en 1952 fue iniciada con la idea de tornarse en una ciudad aledaña al centro citadino, alentada por el IMSS. No se especifica dónde vive Beatriz pero puede pensarse que sea por el Pedregal o San Jerónimo, espacios residenciales por esos tiempos. Hay unas imágenes por donde camina Maricruz Olivier al salir de casa de Leonor que debe ser alguna de las colonias clasemedieras de entonces como la Narvarte, Del Valle o Nápoles. Luego está el Restaurante Chantilly, que debió estar por el centro. Al inicio, aparece el anuncio de Princeton Institute como el colegio donde estudiaron las muchachas. No se identifica el banco donde trabaja el padre de Leonor pero muestran las características de otros tiempos cuando no eran necesarias las grandes vidrieras de protección y todo se realizaba a través de gigantescas máquinas calculadoras. Igualmente, hay una secuencia filmada en el Lago de Chapultepec. Esto forma parte del valor documental de la película.


            Vista ahora a sesenta años de su filmación con la perspectiva del tiempo y con la variación del espacio en que se encontraba confinada la película, se nota que el interés no disminuye: la atracción sensiblera del melodrama permanece y se puede sufrir o reír con los personajes. Aunque la tradición del quince años persiste (y hasta da lugar a exposiciones espectaculares promoviendo ventas), ya no es tan rígida ni obligatoria como en otros años: se han permutado viajes o regalos en lugar de la realización de fiesta.


            Alfredo B. Crevenna, el director de Quinceañera, seguiría adelante con estos melodramas familiares, basándose en telenovelas o explotando las fórmulas exitosas. Por tal motivo, en 1959 filmaría Gutierritos, Chicas casaderas y Senda prohibida. Al año siguiente, la esplendorosa Teresa y Azahares rojos, película denostada por su actor estelar Francisco Rabal. En 1961, aunque situada en tiempos de hacendados feudales, el melodrama Sol en llamas. Volvería de lleno al género con otra joya que puede equipararse en intención de moralidad con la cinta que estamos tratando y que marcaría, por desgracia, su decadencia en cuanto al dominio técnico, limpio y cuidadoso de su narración fílmica: Los novios de mis hijas (1964).


El tema se trató en otras películas: José Estrada, al narrar las tribulaciones del mesero Hermodio (Héctor Suárez) en Para servir a usted (1970), lo mostraba dando un servicio en un quince años. El mismo realizador mostró otra fiesta de quinceañera en un edificio de departamentos en la extraordinaria La pachanga (1981) donde la alternaba con un velorio. Curiosamente, un año después de la filmación de Quinceañera se realizó la coproducción entre Cuba y México, Cuba baila (Julio García Espinosa, 1959), filmada un año después de Quinceañera donde una madre quería celebrar los quince años de su hija ante la imposibilidad económica de su marido, empleado público: fue la primera cinta luego de la revolución castrista que quiso criticar los anhelos de la pequeña burguesía, donde la madre no queda conforme a pesar de los sacrificios realizados. Esta trama recuerda a los hechos que ocurrían al personaje de Leonor en la película que he comentado. Ningún crítico chistó ni se molestó, quizás porque era una visión “revolucionaria”.