domingo, 22 de enero de 2017

UN PRODUCTOR AUDAZ


GREGORIO WALERSTEIN Y EL CINE:
HISTORIA DE UNA PASIÓN
Francisco Peredo Castro
UNAM – Primera edición, 2015
476 pp. $400



         Luego de que el Fondo de Cultura Económica publicara en 2013 Gregorio Walerstein, hombre de cine por Eugenia Meyer, dos años más tarde apareció Gregorio Walerstein y el cine: Historia de una pasión de Francisco Peredo. El primer volumen tuvo mayor contenido autobiográfico y anecdótico, considerando que la autora era hija del personaje mencionado. El siguiente viene a ser un libro riguroso, centrado más que nada en la obra del inquieto, audaz e implacable productor del cine mexicano que cumple con el interés de su autor, importante historiador, en ofrecer un marco sociopolítico a la obra cinematográfica y, por ende, una descripción indirecta de las tendencias y objetivos personales de Walerstein (1913- 2002).


         En una industria irregular que fue conformándose por  intentos aislados y limitados de películas nacionales desde la segunda mitad de la década de los dieces hasta seguir con mayor intensidad en la desconocida década siguiente para que el sonido cambiara por completo la influencia del cine entre los espectadores y, como resultado, la búsqueda de temas y tramas que pudieran interesar a una sociedad semianalfabeta latinoamericana, el cine mexicano se consolidó durante los años treinta. De ahí que se fundaran compañías que tendrían continuidad, esplendor (y luego la decadencia, claro): Grovas, Producciones Raúl de Anda, Hispano-Continental Films, España Sono Films, entre otros.

Elvia Salcedo y Jesús Martínez "Palillo"
en "Lo que el viento trajo" (Benavides, 1941)

         Walerstein inició su compañía Filmex en 1941 con una cinta que fracasaría en taquilla (Lo que el viento trajo de José Benavides, donde la estrella era el cómico Palillo quien nunca alcanzaría en cine su triunfo en las carpas teatrales), pero lo que llama la atención es que a pesar de su inicio, el joven de 28 años se arriesgó a filmar cinco películas en ese año, sin saber cuáles serían los resultados económicos. Entre ellas, sus éxitos fueron Alejandra y El conde de Montecristo para que posteriormente viniera un grandísimo taquillazo (El baisano Jalil, actuada y dirigida por quien sería su estrella exclusiva, Joaquín Pardavé).


         El libro, riquísimo en detalles alrededor de cada película, va narrando su sistema estelar (María Félix, Arturo de Córdova, Pardavé), el descubrimiento de nuevos ídolos con el paso del tiempo (Hilda Aguirre, Jorge Rivero, Vicente Fernández), la realización de coproducciones para recuperar sus inversiones en otros países (España, Argentina, Venezuela), el apoyo a su propio hijo Mauricio para la creación de Cinematográfica Marte y la producción de Los caifanes como inicio de una serie de cintas que permitirían el ingreso de nuevos realizadores para el hasta entonces hermético cine mexicano.

Dr. Francisco Peredo Castro

         Francisco Peredo nos ha ofrecido libros magníficos y esenciales para la historiografía del cine mexicano: la llamada Época de Oro que fue producto de las circunstancias socioeconómicas derivadas de la Segunda Guerra Mundial entre los países de habla hispana (Cine y propaganda para Latinoamérica); la filmobiografía de Alejandro Galindo, representante del mejor cine popular nacional (Alejandro Galindo, un alma rebelde en el cine mexicano). O ha coordinado otras obras que van desde la extraordinaria  reproducción facsimilar de crónicas de José María Sánchez García que ofrecen luz sobre la producción fílmica de los años dieces y veintes (Historia del cine mexicano (1896 – 1929) o la compilación de ensayos por diversos especialistas (Fernando Mino, Raúl Miranda, entre otros) sobre el trabajo fílmico del escritor José Revueltas (José Revueltas: obra cinematográfica 1943 – 1976) donde el Dr. Peredo descubrió su autoría del argumento original (sin crédito) de Río Escondido de Emilio Fernández (1947).


         Gregorio Walerstein y el cine: Historia de una pasión ofrece otra perspectiva sobre lo que fuera la aventura de producir cine en México. La investigación erudita y la visión en conjunto de una obra total permite conocer las motivaciones y las intenciones de quien fuera llamado el zar del cine mexicano, además de las condiciones y limitaciones alrededor del mismo (cuestiones de censura, problemas de recuperación económica, la situación de la exhibición, las políticas sindicales, las relaciones internacionales, los objetivos de las estrellas). Ya no es posible en estos tiempos mantener la crítica tradicional que, en su momento, negaba las cualidades de la mayoría de las películas mexicanas. Los villanos de la trama eran los productores cinematográficos sin considerar el aspecto de negocio que, en cualquier cinematografía, propiciaron diversos tipos de películas.



         En el caso de Gregorio Walerstein se nota su audacia y continuidad productora. Más de 300 películas entre las cuales destaca el producto llamado comercial (¿que no toda película es comercial?) y otro con aspiraciones “artísticas” (desde su inicio con la ostentosa producción de El conde de Montecristo, el apoyo a nuevos realizadores como Rogelio A. González y Luis Alcoriza además de los debutantes por Cinematográfica Marte, el riesgo de producciones con alcances distintos como Un extraño en la escalera, Los hermanos Del Hierro o Amor y sexo). El libro ofrece una justificación absoluta de su título: productor apasionado, persistente, visionario. Walerstein tuvo al historiador que se merecía para colocarlo en su punto justo.

Nota- Agradezco al Dr. Peredo Castro por su amabilidad al obsequiarme y hacerme llegar el ejemplar del libro.