domingo, 28 de febrero de 2016

CINCUENTA AÑOS DE LA PELÍCULA CINCUENTA DE HITCHCOCK


CORTINA RASGADA
(Torn Curtain)
1966. Dir. Alfred Hitchcock.

 


            El profesor Michael Armstrong (Paul Newman) viaja en un barco noruego hacia Estocolmo a un congreso de física. Lo acompaña su asistente y novia, la Dra. Sarah Sherman (Julie Andrews). Ya en tierra, la mujer se entera que Michael hará otro viaje y le pide a ella que se regrese a Estados Unidos. No hace caso y lo sigue hasta Alemania Oriental donde se impacta al saber que va a desertar de Estados Unidos para ir a vivir tras la Cortina de Hierro ya que el gobierno le ha impedido continuar con sus investigaciones sobre armamento antimisil.  En realidad, Armstrong está fingiendo esta situación para arrancarle un secreto a un viejo científico en la Universidad de Leipzig por lo que la mujer decide seguir adelante con su juego. Luego de embaucarlo para que le confiese una fórmula, es descubierto y ambos deben escapar hacia Suecia, luego de varias peripecias.



            Esta cinta cincuentenaria (filmada a finales de 1965; estrenada hasta 1967 en Monterrey) marcó también el título número cincuenta en la filmografía del gordo mago del suspenso. El guión original de Brian Moore no le gustaba tanto al realizador. Lo envió a diversos escritores para que le dieran opinión (entre ellos, los populares italianos Age y Scarpelli, guionistas de El bueno, el malo y el feo o Casanova 70 o Seducida y abandonada entre muchos otros títulos), que le indicaron la falta de humor. Sin embargo, Hitchcock tuvo que iniciar rodaje. Siempre estuvo de acuerdo con Paul Newman quien demostró gran interés por su rol (le envió un memorándum indicando 14 diversos puntos, a los cuales Hitchcock respondió con sarcasmo) pero tenía dudas con Julie Andrews, oscareada por Mary Poppins y recién salida del rodaje de La novicia rebelde, aunque finalmente la cinta funcionó.
 
 

            Dentro del estereotipo que era común en el cine norteamericano de antaño, al principio resulta poco creíble que Paul Newman sea científico y profesor universitario, como pasaba en El premio (1963, Mark Robson) donde era un joven escritor laureado con el premio Nobel de literatura. Lo que viene a salvarlo es cuando inicia la intriga: hay una secuencia del asesinato de un agente enemigo que lo perseguía. Está filmada sin fondo musical y la forma en que se resuelve es tan elaborada que uno termina por aceptarla. Newman estaba en el imaginario colectivo como aventurero seductor y cínico: de hecho Hitchcock aprovecha el pretexto de una caída para quitarle la camisa mientras se le pone un vendaje por sus costillas lastimadas y así ganarse al público admirador del magnetismo que poseía este actor en dicha edad (40 años). Lo que resulta contrastante es mostrar a Julie Andrews en cama con Newman donde han hecho el amor y se disponen a continuar, después que ella se había distinguido por papeles blancos donde cantaba (algo que aquí no hace). No olvidemos a las rubias frías de Hitchcock, pero este era un caso extremo.

 

            En su momento fue un fracaso crítico pero no así de taquilla (el eterno divorcio entre lo exquisito y lo popular) y vista ahora, resulta ser un resumen de la filmografía previa de su realizador. La película tiene elementos de espionaje como sucedió en Corresponsal extranjero (1940) o Saboteador (1942); hay una pareja que finge desprecio amoroso para esconder un secreto como en Tuyo es mi corazón (1946); aparece una secuencia en el campo que es variante de Intriga internacional (1959); hasta hay un momento en un teatro como pasaba en En manos del destino (1956). Además, ese buen resultado con el público es ahora más notorio con el paso del tiempo. La cinta está filmada sobre todo dentro de la Universal, y se nota, pero son esos toques y esa manera de narrar con sus formas fotográficas, que la equiparan a lo mejor de su producción. Fue la primera película donde ya no tuvo a sus colaboradores de cabecera: el musicalizador Bernard Herrmann se enojó cuando Hitchcock no aceptó la partitura propuesta por solicitud de la Universal, el fotógrafo Robert Burks pasó a otros proyectos y el editor George Tomasini murió repentinamente luego de Marnie.



            Cortina rasgada fue filmada durante la llamada Guerra Fría entre los países socialistas y los Estados Unidos. Era buen pretexto para mostrar la falta de escrúpulos de quienes eran considerados enemigos y amenaza para la paz mundial por medio de un cuento de espionaje con sus dosis de crueldad, al presentar a un personaje que atravesaba la Cortina de Hierro. Hitchcock aprovechó, paradójicamente, la presencia de dos personalidades laterales del cine norteamericano, pero ¡de ascendencia rusa!: la bailarina Tamara Toumanova quien había hecho un papel estelar en Días de gloria (1944, Jacques Tourneur) donde había debutado Gregory Peck, además de otros papeles pequeños; aparte Lila Kedrova quien había ganado el Óscar como actriz secundaria por Zorba el griego (1964, Michael Cacoyannis). Una buena experiencia que vale la pena repetir por su cincuentenario.

Tamara Toumanova
Lila Kedrova



Como en todas sus películas, Hitchcock
aparece en el lobby del hotel al cual
llegan los protagonistas en Suecia,
cuidando a un bebé.

           

 

domingo, 21 de febrero de 2016

EL ARTE ES ILUSORIO


BLOW UP
(Deseo en una mañana de verano)
1966. Dir. Michelangelo Antonioni.


            Al mismo tiempo que se ve a un grupo de mimos que viaja ruidosamente en un automóvil por las calles londinenses, alternamos la visión de Thomas (David Hemmings) quien es un importante fotógrafo. Lo conocemos al salir, temprano por la mañana, de un albergue, vestido con ropa sucia y sin afeitar, con una bolsa de estraza. Camina unas cuadras y aborda un Rolls Royce convertible para dirigirse a su estudio, sacando una cámara de la bolsa. En su trayecto se topa con los mimos, que ahora andan caminando, pidiendo dinero a la población. En el estudio lo espera una modelo (Verushka) con la cual lleva a cabo una apasionada sesión fotográfica. Luego pasa a otra toma de fotos con unas modelos, pero se desespera y las deja. Visita a un vecino, pintor (John Castle) que tiene problemas de creación y otros maritales con su mujer (Sarah Miles). Luego va a una tienda de antigüedades que desea adquirir pero al no encontrar a la dueña, pasa a un parque cercano para tomar fotografías.


            Ahí encuentra a una pareja que se mueve amorosamente por el lugar, los sigue, la mujer abraza al hombre, y todo lo va fotografiando Thomas hasta que ella se da cuenta de su presencia al cual se dirige para exigirle que le entregue el rollo de la cámara. Thomas se niega y la mujer se va. El fotógrafo pasa entonces a un restaurante donde se encuentra con su agente Ron (Peter Bowles) al cual muestra su portafolio de imágenes con miserias humanas cuando se da cuenta, por un ventanal, que un hombre se acerca a su automóvil, intentando abrir la cajuela. Thomas sale y el tipo se aleja. Más tarde, al llegar a su casa, aparece la mujer del parque quien vuelve a pedirle las fotos del parque. Thomas le entrega un rollo distinto y luego tiene un escarceo amoroso con la mujer quien se va. Intrigado, revela las fotos y empieza a estudiarlas. Nota algunos detalles que lo llevan a ampliarlas y hasta a retomarlas para lograr mayores dimensiones. Entonces descubre que hay una pistola que apunta al hombre mientras abraza a la mujer.


            En ese momento llegan dos jovencitas que deseaban que Thomas les hiciera una sesión fotográfica y quienes se desnudan para seducirlo y tener relaciones sexuales. Al terminar, Thomas se dirige hacia su estudio y encuentra que se han robado todo: rollo y fotografías sin dejar huella alguna de su descubrimiento. Busca a sus vecinos para contarles la situación pero los encuentra haciendo el amor. Sale de casa para ir a casa de su agente, pero en el camino ve a la mujer del parque que se mete por un callejón. La sigue, entra a un espacio con jóvenes que escuchan a un grupo musical (The Yardbirds), pero no logra encontrarla. Thomas va al parque donde encuentra el cuerpo del hombre que acompañaba a la mujer de las fotografías. Más tarde va hacia la casa de Ron pero tiene una fiesta donde todos los asistentes están drogándose. El mismo agente no está en condiciones para escucharlo y Thomas mismo queda dormido. Por la mañana, va al parque. Ya no está el cuerpo. Llegan los mimos del prólogo que entran a una cancha de tenis donde representan un imaginario juego. De pronto, la inexistente pelota sale de la cancha y la mima jugadora le pide a Thomas que se la devuelva. El hombre recoge el objeto imaginario y lo lanza para que se retome el juego, ahora con sonido de raquetas y golpeteos. Thomas se queda mirando. De pronto desaparece de la pantalla.

            Blow Up fue la primera cinta en inglés del maestro Michelangelo Antonioni (1912 – 2007) luego de haber alcanzado premios y fama por festivales del mundo. Su cine, dirigido hacia los circuitos denominados “de arte”, tenían gran aceptación en muchos países. Gracias a ello, el productor Carlo Ponti le ofreció un contrato por tres películas que serían distribuidas por la poderosa MGM. Antonioni había leído el cuento Las babas del diablo de Julio Cortázar, incluido en el libro Las armas secretas (1959) y se interesó por lo que significaba el mecanismo de la fotografía y no en la trama final (un fotógrafo captaba – y evitaba – la seducción de que era víctima un jovencito por una mujer mayor por lo que se ufanaba de su victoria. Más tarde, al revelar las fotos, se daba cuenta que el muchachito seguía atrapado en ellas). Inspirado en este relato, Antonioni quiso hablar de la ilusión y la realidad en nuestras vidas, además de aprovechar los comentarios sobre la vigencia londinense al ser, por ese tiempo, líder en la música juvenil y la moda, (entre otras ventajas económicas), por lo que escribió su guion final al lado de su colaborador constante Tonino Guerra (1920 – 2012) con el cual había escrito sus cuadrilogía sobre la incomunicación (La aventura, La noche, El eclipse y El desierto rojo), con la traducción al inglés del dramaturgo Edward Bond (1934) quien así iniciaba una distinguida, aunque limitada, carrera de guionista al lado de realizadores de la talla de Tony Richardson, Nicolas Roeg, Volker Schlöendorff o Franklin Schaffner.




            Blow Up es una cinta que se anticipó a nuestros tiempos. Un comentario sobre esta película es que parte de su temática es la incertidumbre que crea la tecnología. El artista piensa que ha captado la verdad a través de su cámara pero al desaparecer todo indicio de sus registros, nada es comprobable. Si lo extrapolamos a nuestros tiempos con la hegemonía de la imagen, la realidad virtual y el Photoshop, podemos establecer a Antonioni (y por ende, a Cortázar) como gran visionario (en su cuento, Cortázar escribe:Entre las muchas maneras de combatir la nada, una de las mejores es sacar fotografías, actividad que debería enseñarse tempranamente a los niños pues exige disciplina, educación estética, buen ojo y dedos seguros”: en nuestros días todo mundo toma fotos con el celular, el Ipad, la propia computadora). Esta película nos habla de un crimen que queda en el misterio: la idea inicial del fotógrafo es que logró evitarlo al pensar que llegó en el momento apropiado, sobre todo al descubrir la pistola entre arbustos, apuntando al hombre. Luego, al encontrar el cuerpo (que posteriormente desaparecerá) todo cae por tierra. Entonces, al involucrarse en el imaginario juego de tenis donde participa devolviendo una pelota que no existe, Thomas comienza a dudar de la realidad, de la verdad. La última escena lo desaparece antes de la palabra Fin para que el espectador reflexione: el arte, como la vida misma, es ilusorio. En la secuencia donde Thomas visita a su vecino pintor, le ofrece comprarle un cuadro. Mira uno de ellos que tiene elementos puntillistas. Más tarde, cuando amplifica la fotografía donde descubre a la pistola se tiene una semejanza: mientras más se hace grande una imagen, menos definida se vuelve (algo semejante a las fotos pixeleadas de nuestros tiempos actuales que producen confusión).




            El personaje de Thomas es muy interesante y redondo: un hombre joven que ha alcanzado una posición económica desahogada que lo ha llevado a una existencia superficial donde una sesión fotográfica adquiere el valor de una relación sexual (la secuencia de tomas de fotos con su modelo lo hace tomar posiciones sugestivas y al terminar, yace al lado de la mujer como si hubieran terminado de hacer el amor); donde tiene el dinero suficiente para desear la compra de una tienda de antigüedades en la cual encuentra una hélice de avioneta que adquiere por consumismo; donde la posesión de un objeto no tiene mayor relevancia que captar la atención momentánea (en el antro juvenil, uno de los miembros del grupo musical destroza su guitarra cuando ésta falla. La avienta al aire y cae en manos de Thomas quien no la suelta y debe huir de la multitud que la anhela. Al salir a la calle, libre de la gente, simplemente la tira al suelo). Y por otro lado, está el mundo artificial placentero: la droga que prolifera en el ámbito social. Así, Antonioni retrata las características de una era: dinero, música, sexo y drogas.


Y quiero reproducir, como homenaje a nuestras deliciosas experiencias del pasado, algunas de las palabras que escribió el crítico Roberto Escamilla Molina, en el suplemento cultural del periódico El Porvenir al ser estrenada en Monterrey: “…nos permitimos insistir que el protagonista no es un hippie ni mucho menos. Recórtesele el cabello y póngasele corbata y saco, y tendremos un joven y próspero hombre de negocios. Tan floreciente que posee un Rolls con teléfono privado. Es tan convencional como cualquier otro patrón que le grita a sus empleadas. Y ahí radica el eje del conflicto central del film. Es tan moderno, que se abstiene de participar. Denunciar el crimen es tomar conciencia de las cosas… La secuencia final tampoco es gratuita. Los enharinados (mimos) no son ficción. El problema consiste otra vez en aceptar una situación. Cuando el protagonista recoge y lanza nuevamente la imaginaria pelota, se oyen sus golpes en las supuestas raquetas. Antes de finalizar la película, él mismo desaparece. ¿O se participa? ¿O se aísla? El famoso compromiso…”



            Blow Up ganó el premio en Cannes, fue seleccionada entre las mejores películas de su año y la única cinta que recaudaría muchísimo dinero entre las realizadas por Antonioni. Aquí, a México, nos llegó en 1968, luego de haber estado en la reseña de cine. Otra de las maravillosas aportaciones que el cine mundial, hace cincuenta años, legó a la humanidad en su afán por comprender al ser humano y el mundo que lo rodeaba.





 

             

miércoles, 17 de febrero de 2016

POEMA EN IMÁGENES


PERSONA
1966. Dir. Ingmar Bergman.

 
 



        Ingmar Bergman (1918 – 2007) es uno de los directores más prestigiosos y afamados en la historia del cine. Sus películas fueron principalmente dramas que querían investigar el interior del ser, sus motivaciones para existir, sus dudas ante la fe, su sexualidad, su sentido de fidelidad, entre muchos otros temas que dieron lugar a serias y largas disertaciones filosóficas y variadas interpretaciones. Al haber sido hijo de un pastor luterano, sus años iniciales estuvieron rodeados de preguntas teológicas y filosóficas que iban hacia la comprensión del espíritu humano. Luego de iniciar su carrera en el teatro en 1941, entró al cine como guionista y en 1945 filmó su primera cinta (Crisis) para seguir realizando cine hasta que en 1953 empieza a ser considerado por la crítica francesa (Un verano con Mónica).

 
Una mirada audaz a la juventud libre
donde se muestra sexo y desnudez


En 1955 filma una comedia que será insólita para su carrera posterior al alejarse del drama metafísico o de los personajes torturados (Sonrisas de una noche de verano)

El maestro Bergman tenía sentido del humor


 para adquirir un sello particular y llevar a cabo sus temáticas favoritas a partir del año siguiente (El séptimo sello, 1956; Fresas salvajes, 1957; El manantial de la doncella, 1959).

 
La muerte trata a la existencia como un juego de ajedrez,
como el acecho en la vejez o en una comunidad medieval
 
En 1961 inicia su trilogía sobre las dudas de la existencia de Dios y la falta de comunicación entre éste y el ser humano (A través de un espejo oscuro, 1961; Luz de invierno, 1962; El silencio, 1963).

Una mujer piensa en Dios como una araña, un sacerdote
sufre por problemas de fe, unas hermanas se debaten entre
las alternativas de sexo y muerte en la trilogía más
famosa de Bergman
En 1966, hace cincuenta años, luego de una estancia en el hospital donde escribe el guion, filma una de sus tantas obras maestras: Persona.



Persona, que en latín quiere decir “máscara”, ha dado lugar a sinfín de interpretaciones que siempre quedarán como alternativas o posibilidades de significación. La actriz Elizabeth Vogler (Liv Ullmann) se queda callada repentinamente durante una representación de Electra. Su doctora (Margaretha Krook) solicita a la enfermera Alma (Bibi Andersson) que la cuide. La mujer no muestra enfermedad física ni mental. La doctora la envía con Alma hacia su casa de veraneo para buscar cierta mejoría. Ante el silencio de la actriz, a la enfermera no le queda más remedio que hablar incesantemente.



Cierta noche, luego de beber un poco, Le confiesa una aventura que tuvo al lado de una amiga cuando sedujeron a un par de jovencitos. Alma quedó embarazada y abortó. Pocos días después, al llevar una carta que Elizabeth envía a la doctora, y que estaba sin cerrar, Alma se da cuenta que la mujer la ha estado estudiando. Enojada, le reclama, y luego le empieza a contar su propia versión de la vida de la actriz quien, enojada al quedar embarazada, deseó la muerte del hijo. No lo logró, pero le causaba repulsión. Ambas mujeres deciden abandonar el lugar, cada una por su lado.

 

Narrada de esta manera anecdótica se puede pensar que es un melodrama femenino de pasión y venganza. Sin embargo, la película inicia con la imagen de un arco de luz que se utilizaba antiguamente en los proyectores de cine para iluminar al celuloide y producir el reflejo sobre la pantalla. Vemos cómo va pasando una película por las guías del proyector y de pronto hay imágenes fugaces: el dibujo de una niña, una caricatura, una pequeña secuencia de cine mudo, un pene erecto, una araña y luego la palma de una mano que está siendo clavada a una cruz. Se hilvanan rostros de ancianos en un hospital donde se encuentra un jovencito recostado que lee a Lermontov (Un héroe de nuestro tiempo) quien de pronto se encuentra frente a una imagen a la cual quiere tocar con su mano y que son los rostros de las dos mujeres que conoceremos a continuación.

 
Una famosa foto del ghetto de Varsovia
 

Durante la relación de los hechos que he consignado anteriormente, Bergman utiliza comentarios sutiles acerca del horror de la guerra y de la violencia. Elizabeth se aterra ante la imagen en televisión de un monje budista que se ha auto inmolado en fuego. Posteriormente, encontrará dentro de un libro el retrato de gente amenazada por las armas de los nazis, entre todos un niño con las manos en alto, durante la evacuación del ghetto de Varsovia. Por su lado, Alma soñará que una noche llega el marido de Elizabeth quien la confunde con su esposa, ante la mirada y aprobación de ella, para besarla y acariciarla. En otro momento, luego que Alma se entera del contenido de la carta, permite que un pedazo de vidrio permanezca en el camino de la descalza Elizabeth para que, en ese preciso instante, se simule la rotura de la película de celuloide y la imagen se torne borrosa. Luego se retomará cuando todo se ha roto entre las mujeres, Alma realice su venganza contando su versión de la triste vida de la otra mujer callada, pero repitiéndose la escena: primero con la cámara fija sobre Elizabeth quien escucha y luego sobre Alma quien habla.



La cinta tiene dos imágenes que se tornaron icónicas del cine bergmaniano (y a su vez de la producción sesentera mundial del siglo XX): Elizabeth abraza y pasa su mano sobre el cabello de Alma antes que ambas vean al frente, como en un espejo. En otra, la mitad de cada rostro se funde en uno solo. Al final de la película el niño vuelve a aparecer anhelando tocar ese rostro mutado y luego viene el final del celuloide, otra imagen donde el director y su camarógrafo están filmando: Bergman quiso recordar al espectador que todo era una película, difícil, plena de significados y emociones, pero una película al fin y al cabo.



Calificada como poema en imágenes, Persona dio lugar a múltiples interpretaciones. Puede ser el entrecruzamiento de personalidades (Elizabeth se vuelve más fuerte y dominante ante la vulnerabilidad de Alma), la acción vampírica de la actriz sobre la enfermera para someterla a su voluntad (hay una escena donde Elizabeth bebe la sangre del brazo que se ha cortado Alma), el complemento entre mujeres aparentemente diversas pero semejantes (Elizabeth deseaba el aborto: Alma lo tuvo), las pasiones se desatan (sensualidad, ira, dolor). Durante la cinta se ha tenido la dualidad del silencio ante la palabra y finalmente las personas se han mezclado, las máscaras, las almas. Pero todo es una película. Ingmar Bergman realizó la más experimental de sus cintas y propició la extrañeza o la reflexión, el rechazo o la aceptación. Nada más complejo que el ser humano. Otra cinta que forma parte de la maravillosa producción del año 1966.


Bibi Andersson, mitad izquierda, y Liv Ullmann, mitad derecha,
llegan a la simbiosis perfecta en una de las cintas
más emocionantes e intrigantes en la historia del cine
 

sábado, 13 de febrero de 2016

EL DESENCANTO


EL OTRO SEÑOR HAMILTON
(Seconds)
1966. Dir. John Frankenheimer.

 


         A cincuenta años de su estreno (aquí a Monterrey nos llegó hasta 1967 al Cine Juárez), El otro Sr. Hamilton ha pasado la prueba del tiempo. Octavo largometraje del realizador John Frankenheimer (1930 – 2002) quien había salido de los teleteatros en vivo de los años cincuenta, para convertirse en interesante joven cineasta con propuestas diferentes: un lenguaje más atractivo que mezclaba la experiencia en la pantalla chica con la tecnología más práctica de las nuevas cámaras y películas de cine.

John Frankenheimer


         Los jóvenes salvajes (1961) producida y actuada por Burt Lancaster le permitió una continuidad con temas prestigiosos
 


y el apoyo del rudo actor que seguiría contratándolo para filmar sus películas: La celda olvidada (1962), Siete días de mayo (1964)

 


y El tren (1964, donde sustituyó a Arthur Penn, cuya forma de filmar no le gustó al productor Lancaster) aunque antes, la MGM le había dado la oportunidad de filmar un melodrama pasional A cada cual su propio infierno (1962)
 


 y una emocionante cinta de suspenso psicológico El embajador del miedo (1962). Todavía, como antecedente ya olvidado se encuentra su ópera prima El joven extraño (1957)



producción independiente que le debe mucho a la actividad de pantalla chica que entonces estaba en su apogeo.

 


         El otro Sr. Hamilton resultó ser su primera producción, basada en una novela de David Ely que mezclaba intriga con algo de ciencia ficción al narrar cómo el ejecutivo bancario Arthur Hamilton (John Randolph) se sometía al tratamiento que le proponía una extraña y oscura organización donde los clientes se sometían a una cirugía plástica y de renovación general para cambiar su físico, adquirir otra identidad y nueva vida.

John Randolph como Arthur Hamilton
 
El rígido y conformista Sr. Hamilton no era feliz: ya su esposa no le satisfacía y su hija se encontraba casada y lejos de casa. Se dedicaba solamente al trabajo, pensando que algo le faltaba a su existencia o que había perdido la oportunidad para conseguir otras metas. Cierto día recibe la llamada de un amigo que había fallecido, aparentemente, tiempo atrás.


Le daba los datos para llegar a la organización, algo que el hombre aceptaba. Se le haría pasar como muerto en un accidental incendio donde se colocaría a alguien semejante en físico y características en su lugar.

El Sr. Hamilton es intervenido y despierta como Antiochus Wilson (Rock Hudson) al cual trasladan a Malibú, en California, y le “asignan” la profesión de pintor (una de las aficiones que Hamilton tuvo parcialmente en alguna etapa de su vida previa).

 
No obstante, pasa el tiempo y Wilson no es feliz. Conoce a una mujer, Nora (Salome Jens), que intenta acostumbrarlo a su nueva realidad.

Rock Hudson como Antiochus "Tony" Wilson
 
Cierta noche, en una reunión para conocer a sus vecinos, Wilson se emborracha y comienza a hablar de más, recordar su pasado, a lo que sus invitados, todos ellos también clientes rejuvenecidos de la organización, intentan calmarlo.

 
Nora resulta ser una empleada cuyo interés romántico era simplemente mercantil. Wilson regresa a su antigua mansión, se da cuenta que su mujer lo recuerda sin mucho dolor y que ya ha ido borrando sus huellas.


Decide entonces, ir a la organización y solicitar una reasignación para volver a empezar. En realidad se ha tornado en problema y lo que se decide es eliminarlo y utilizarlo como víctima para que otra persona pueda adquirir una nueva identidad.

 
         En esos años sesenta, Hollywood comenzaba a permitirse ciertas libertades que con el tiempo se harían mayores. Este final trágico sería impensable anteriormente y mucho menos con el personaje interpretado por la estrella de una producción importante. Rock Hudson había cumplido cuarenta años y estaba en el inicio del cambio: atrás quedaban los melodramas románticos de los años cincuenta o las comedias amables de la primera mitad de los sesentas. En esta cinta se arriesgaba a interpretar un papel dramático y demostraba que tenía cualidades para realizarlo.


Rock Hudson y la efímera estrella Salome Jens,
quien seguiría su carrera pero sin papeles estelares
 
Si el Sr. Hamilton era serio y coherente con su edad, el Sr. Wilson permanecía melancólico e inconforme con su nueva identidad. La mujer que conocía le introducía a la sensibilidad de moda: la libertad que el movimiento hippie estaba contagiando a la sociedad y el hombre se veía forzado a aceptarla aunque sin estar plenamente convencido. Luego de dicha experiencia venía el alcohol y la reminiscencia: el peligro de revelar su secreto (por más increíble que pudiera parecerle a otras personas) aunque, coincidentemente, quienes estaban a su lado conocían su circunstancia.


         La cinta viene a ser un discurso sobre el desencanto en nuestras existencias. Desencanto que se traduce en la incapacidad por aceptar el paso del tiempo o en la conciencia de que ya no se podrá realizar algún sueño de etapas anteriores. Desencanto que se aprecia ante la indiferencia que producen otras personas en nosotros o ante la realidad de que si se alcanza casualmente otro nivel laboral o intelectual, las cosas a nuestro alrededor seguirán siendo idénticas.

 
En esta cinta se habla de un cambio físico que transforma a la persona por completo, sin que sea notorio para los demás: Hamilton es alto como Wilson, pero tiene cuerpo imperfecto. Wilson es atlético. Hamilton es banquero que, alguna vez soñó con pintar. Wilson es pintor falsamente publicitado con trayectoria y fama. A pesar de las ventajas de dichas transformaciones, la mente permanece: atavismos y costumbres.


         La película, en blanco y negro que permite claroscuros, contrastes y mayor sentido emocional, cae en el cine audaz de la década: cuando Nora lleva a Wilson a un rito simbólico que involucra la “pisada” de uvas para fabricar vino, los asistentes comienzan a desnudarse para entrar a la barrica que contiene la fruta. Wilson se angustia al ver que Nora lo deja para integrarse con los demás. Lo que ocurre en su entorno le es desconocido y brutal. Es obligado a entrar, le quitan la ropa y es el breve instante en que Hamilton se torna en Wilson para disfrutar de la libertad y el roce de otros cuerpos. Es un momento efímero que posteriormente, bajo la influencia del alcohol y la llegada del pasado emocional, lo lleven a extremo inconveniente. La cinta muestra desnudos integrales femeninos, en pocos instantes, que se tornaría más común en los años siguientes.

 
         La cinta ha sido homenajeada o adaptada con el paso de los años en otras producciones que hablan acerca de identidades conmutadas (Sutura, 1993, McGehee y Siegel; Días extraños, 1995, Bigelow, entre otras). La más reciente ha sido In/mortal (2015) del inventivo y visual realizador Tarsem Singh donde un millonario (Ben Kingsley) se sometía a un cambio de mente con un cuerpo, aparentemente creado genéticamente, del cual luego se enteraría que en realidad se debía al asesinato de alguien (Ryan Reynolds) para que ocupara su lugar: a diferencia de la cinta original, entraba el cuestionamiento moral y la solución adecuada para satisfacer a todo público.

Es la gran cualidad, y diferencia, de El otro Señor Hamilton ya que es el propio hombre quien sufre la transformación y viene a pagar con su mismo cuerpo la insatisfacción de su propia existencia cuando se da cuenta, demasiado tarde, que era la misma causa del desencanto.