domingo, 15 de mayo de 2016

UNA MUJER SIN DESTINO


UNA MUJER SIN HORIZONTE
(This Property is Condemned)
1966. Dir. Sydney Pollack.



        Inspirada por la obra en un acto Esta propiedad está condenada de Tennessee Williams, con guion escrito por Francis Ford Coppola, Fred Coe y Edith Sommer (todos personajes respetables del Hollywood de antaño), vino a ser el segundo largometraje dirigido por Sydney Pollack (1934 – 2008) quien había debutado el año anterior con el melodrama Con la vida en un hilo (The Slender Thread), aunque ya tenía experiencia como actor y director a través de la televisión.

 
 

        Una mujer sin horizonte narra una historia de amor imposible. La bella y joven Alva (Natalie Wood) conoce al empleado de ferrocarriles Owen (Robert Redford) cuando llega al pueblo de Dodson, en Mississippi, para coordinar el despido de varios trabajadores. Son los tiempos difíciles de la Gran Depresión Económica. Alva es hija de la egocéntrica y oportunista Hazel (Kate Reid) quien la utiliza para sacar provecho de los hombres, ya que la mira como la única salida para salir adelante. Owen renta un cuarto en la casa de huéspedes de Hazel; Alva se siente atraída por el hombre y comienza a insinuársele ante su principal rechazo. Luego de un pleito con los trabajadores despedidos, Alva lo lleva a casa y se entrega a él, con la promesa de que la esperará en su casa de Nueva Orleans. Sin embargo, la madre de Alva la chantajea sentimentalmente pidiéndole que se entregue a un vejete que la quiere hacer su amante. Alva queda desconcertada y más aún cuando Owen se entera y la repudia. Por la noche, en un bar, Alva le pide al amante de su madre, J.J. (Charles Bronson, a punto de tornarse estrella) que la despose y se vayan juntos. Lo hacen, pero Alva toma el dinero del hombre y escapa hacia Nueva Orleans. Reencuentra a Owen e inician su romance, sin que le entere de su estatus civil. Por una postal que Alva envía a su hermana menor, Hazel se entera y llega de improviso al departamento donde vive la pareja. Le revela a Owen que está casada. Alva sale desesperada hacia la noche y la lluvia.

 
 

        Lo que acaba de resumirse se ha narrado por la hermanita de Alva, Willie (Mary Badham), quien viste con las ropas elegantes de Alva, ya raídas, y juega sobre los rieles del tren en el casi abandonado Dodson. La encuentra el jovencito Tom (Jon Provost) al cual comienza a contar su historia. Ahora vive sola, escondida en su vieja casa que ahora es “propiedad condenada”, buscando comida donde la encuentra, luego que su madre se fue sin preocuparse por ella; Alva murió de pulmonía. Y aquí es donde queda perfecta la cualidad de ser una historia inspirada sobre la obra corta de Williams donde la dramaturgia narra solamente el encuentro entre los dos jovencitos y durante la representación Willie cuenta su historia a Tom. Lo que se narra en la obra teatral no es exactamente lo que los guionistas crearon para la película. Se cuenta que el propio Tennessee Williams quedó muy a disgusto con el resultado final pero debe tomarse en cuenta que era una producción de Hollywood que necesitaba explotar a sus estrellas y llegar a un público general.

 


        Y de hecho, vuelta a ver cincuenta años después, el espectador encuentra una cinta romántica y audaz para su tiempo, bastante coherente y con atractivos suficientes para mantener la nostalgia. No en balde está Coppola entre los guionistas. Uno nota que la propiedad condenada es la misma Alva, símbolo de lo que será la ruina posterior en el pueblo, sin posibilidades de salvar nada, ni a ella misma, y cuyo destino estaba sellado para el fracaso. Alva es una mujer que vive en un mundo artificial ya que su realidad no es satisfactoria. Busca a los hombres para pasar un rato divertido y se siente atrapada en su entorno y utilizada por su madre. Owen viene a ser un respiro: un hombre demasiado serio, cuyo trabajo es tristemente cruel, que ha debido apartarse de todo sentimentalismo. El encuentro entre ambos seres rompe sus rutinas y sus expectativas, pero… la propiedad está condenada como sus destinos.

 
 

        Los personajes secundarios también tienen peso importante: Willie (Mary Badham fue la Scout de Matar un ruiseñor y no volvería a filmar, sino hasta años más tarde en una cinta para la televisión), la hermana menor, es una preadolescente que sufre las circunstancias de su edad y juega, además de ser observadora, sin tener idea del futuro. Al encontrarla en el inicio de la cinta, con las ropas y la bisutería de Alva, expresa que será como ella. Viene a ser como el eco de un pasado y la presencia constante de un momento de dicho lugar, aunque quizás sea un fantasma que plasma la conciencia  de la derrota. Hazel (Kate Reid era una presencia poderosa), por su parte, es la madre utilitaria y convenenciera: Alva será su boleto hacia la tranquilidad futura. Sabe que su hija es una belleza que atrae a los hombres y busca tornarla en la amante de algún tipo con medios que la pueda mantener (ella incluida). Abandonada por su esposo, tiene un amante que la satisface, pero con la conciencia de que éste gusta de Alva.

 


        La película posee un estilo narrativo muy común en el cine de los años sesenta: una fotografía cuidada, en color, de James Wong Howe, que utiliza varias panorámicas y tomas aéreas, además de aprovechar los acercamientos hacia los rostros de tanto Wood y Redford para enfatizar su belleza (aunque Redford fotografiaba mejor en planos medios ya que tenía un pésimo cutis, algo que se demostró al envejecer prematuramente: está a punto de los ochenta años). La producción fue del prestigioso John Houseman (a quien le debemos, por ejemplo, Cautivos del mal, Sed de vivir o Cartas de una desconocida nada menos) que se nota correcta en su reproducción de época. Uno nota que es 1932 porque Owen y Alva asisten al cine donde exhiben La cita (One Way Passage, Tay Garnett, 1932) además de los autos, las modas y los objetos.



        Y finalmente, principalmente, está la hermosa Natalie Wood (1938 – 1981) que había debutado desde niña, se había consolidado como jovencita en Rebelde sin causa (1955, Nicholas Ray)



para luego estelarizar diversas cintas exitosas para alcanzar su pináculo en los años sesenta comenzando con Esplendor en la hierba (Splendor in the Grass, 1960),
 


Amor sin barreras (West Side Story, 1961),



Gypsy (1962),



Desliz de una noche (Love with the Proper Stranger, 1963),

Intimidades de una adolescente (Inside Daisy Clover, 1965,


donde actuó por primera vez con Redford), entre otras. A Natalie Wood se le consideraba una actriz mecánica, de técnica fría y reacciones estudiadas, pero nadie podría negar su belleza y la forma en que conmovía con sus interpretaciones. En esta película encaja perfectamente como la desgraciada Alva y muestra su espléndido cuerpo semidesnudo hasta llegar a un grito final, desesperado, ante la negrura de su destino.

sábado, 7 de mayo de 2016

LA LOCURA DE LA GUERRA


REY POR INCONVENIENCIA
(Le roi de coeur)
1966. Dir. Philippe De Broca.

 
 
        Es 1918 y la Primera Guerra Mundial está llegando a su fin. Los alemanes que han invadido un pequeño pueblo lo han minado con bombas que estallarán cuando la figura que sale del reloj a medianoche haga sonar una campana. El barbero del lugar se entera y envía un mensaje a los aliados británicos que están cerca. Es descubierto y lo matan antes que pueda indicar la forma de la explosión. El general McBibenbrook (Adolfo Celi) envía al simple y bonachón soldado Plumpick (el genial y extraordinario Alan Bates en su mejor momento de joven madurez), experto en palomas mensajeras, para que desactive la bomba. Al llegar al lugar, es descubierto por unos soldados alemanes y el hombre corre hacia el manicomio donde han quedado los internos. Al presentarse uno de ellos como el Duque de Tréboles (Jean-Claude Brialy), el soldado contesta que es el Rey de Corazones, ante el cual todos se inclinan.

Alan Bates y Jean-Claude Brialy

        Ya evacuado el lugar, los internos pasan al pueblo y comienzan a utilizar ropas y casas de los habitantes. Además, se ha dejado atrás a un pequeño circo donde hay osos, leones y elefantes. Mientras Plumpick busca las bombas, los locos festejan, realizan una ceremonia de coronación, ligan al soldado con una bella chica, Coquelicot (Geneviéve Bujold). Los británicos han recibido un mensaje incompleto de Plumpick y los alemanes esperan el estallido del pueblo. A último momento, Plumpick puede evitar las explosiones. Los militares británicos y alemanes regresan y se enfrentan, aniquilándose unos a otros. Plumpick había sido secuestrado por sus “súbditos” por lo que logra sobrevivir. La gente del pueblo retorna y los locos vuelven al manicomio. Al ser condecorado e informado de una nueva misión, Plumpick se desnuda y llama a la puerta del asilo donde es aceptado, como demente, para seguir viviendo entre los suyos.

Un reparto de ensueño: Pierre Brasseur, Julien Guiomar,
Micheline Presle, Jean-Claude Brialy,
Michel Serrault y Françoise Christophe

        Una hermosa película que habla sobre la demencia de la guerra donde la locura cotidiana es más amable y placentera, convivencial e inocente. El tono de la película es fársico y el realizador De Broca se divierte satirizando y burlándose de los militares: en algún momento, entra un soldado disparatado y ridículo con bigotito al despacho del coronel von Krack (Daniel Boulanger, guionista de la película) quien lo despide con desprecio por su nombre “capitán Adolf Hitler”. Los locos adquieren la personalidad que desean cuando se encuentran libres en el pueblo: uno de ellos se torna en barbero (Michel Serrault), otro se vuelve el General Geranio (Pierre Brasseur), una mujer se convierte en la madama del pueblo (Micheline Presle) y está el monseñor Margarita (Julien Guiomar).

El rey y su reina (Geneviéve Bujold)

        Una comedia muy simple acerca de la estupidez de la guerra. En realidad la locura se encuentra en lo cotidiano; y la paz, la bondad de los hombres, entre quienes son considerados dementes pero que disfrutan de su inocencia. Por supuesto que es una parábola dulcificada y la cinta cae en un realismo que podría considerarse mágico: los animales del circo ofrecen una atmósfera exótica y las consecuencias de una existencia como la que se vive en este día maravilloso serían terribles con el paso del tiempo (¿la alimentación?, ¿los servicios?) si todo se tomara en serio. Plumpick viene a ser la serenidad, la inteligencia, la parsimonia y la razón que deviene heroica. Los locos se encuentran aislados de la realidad del mundo y viven felices dentro del suyo. En una época donde la guerra de Vietnam era el tema principal, esta película vino a ser una suave, e inútil, cachetada para entrar en razón.

Madama por un día (Micheline Presle)
 
        Dirigida por Philippe de Broca (1933 – 2004), quien había sido asistente de director de Truffaut en Los cuatrocientos golpes (1959) y de Chabrol en El bello Sergio (1958), Los primos (1959) yLeda (1960) para debutar exitosamente dentro del conjunto de realizadores que conformaron la Nueva Ola Francesa con la cinta El juego del amor (1960) que lo llevarían a filmar casi una cuarentena de títulos, y vendría a ser el realizador de comedias inteligentes, principalmente. Con Belmondo filmó varias cintas de divertidas aventuras (Cartouche, El hombre de Río, Las tribulaciones de un chino en China). Tuvo muchas colaboraciones con Daniel Boulanger (1922 – 2014) como guionista.

Desnudarse para ser considerado demente

        Rey por inconveniencia se exhibió tardíamente en Monterrey al entrar los años setenta y pasó en el Cine Juárez, todavía en su época de esplendor (que iría entrando en triste decadencia). En Francia tuvo un éxito moderado pero en Estados Unidos se tornó cinta de culto al ser exhibida en campus universitarios y en funciones de medianoche, llegando a exhibirse por mucho tiempo bajo esta modalidad. Tal vez se debió a las implicaciones contra la guerra en los momentos de rebeldía juvenil y protestas por la conflagración injusta, cruel y genocida en Vietnam. Ahora es cincuentenaria y uno la vuelve a ver con todo el afán que en esos años de juventud despertaba nuestra inmensa curiosidad que buscaba saciar su hambre del buen cine internacional. Sigue siendo espléndida e inagotable. La última frase la expresa Jean-Claude Brialy dentro de su loco personaje: “Los mejores viajes se realizan a través de una ventana”… 

El admirado y subestimado Philippe de Broca (1933 - 2004)
 
 
 
Aquí está el avance de la película.
Está completa en YouTube con subtítulos en inglés

domingo, 1 de mayo de 2016

EL AMOR POR LOS LIBROS


FAHRENHEIT 451
1966. Dir. Francois Truffaut.

 


        Fue una novela escrita por Ray Bradbury en 1951 que hablaba de la mala influencia de la televisión y cómo evitaba el discernimiento y la conversación. El medio electrónico apenas llevaba un lustro de comercialización y el autor no imaginaba lo que pasaría seis décadas después cuando estamos inundados de pantallas por todos lados desde el teléfono celular hasta el cuadrángulo enorme sobre alguna de las paredes en casa, sin mencionar la enajenación, en ciertos casos, y la proliferación de opciones de programación que nos brinda la televisión. De hecho, es curioso cuando se revisa esta película, ver la pantalla delgada y enorme a la cual Linda, la esposa del protagonista, dedica prácticamente todo su tiempo mirando.

 
Montag "lee" el periódico que viene sin textos
Montag lee "David Copperfield" para iniciar un proceso humanizante


        En un futuro distópico y tiempo indefinido, Montag (Oskar Werner) es un bombero cuya misión es quemar libros. Estos han sido prohibidos porque incitan a la imaginación, a la inquietud y a la infelicidad. La gente denuncia a quienes los poseen para que estos bomberos asistan a destruirlos. Cierto día Montag conoce a su vecina Clarisse (Julie Christie) en el monorriel que lo lleva a su suburbio. Ella le pregunta si no ha leído alguno de los libros que ha incautado despertando la curiosidad del hombre. Montag toma un libro primero y luego va coleccionando otros. A partir de ese momento se siente intranquilo en su trabajo. Su esposa Linda (Julie Christie, en doble papel) lo descubre leyendo por las noches y lo reporta. Clarisse también ha sido despedida de su trabajo y su casa ha sido clausurada. Cuando los bomberos van a casa de Montag, éste desvía el fuego hacia sus compañeros. Junto con Clarisse escapan hacia los bosques donde se ha conformado una cofradía de personas donde cada una se ha tornado en la versión viviente y memorizada de algún título clásico para preservar su existencia y pasarle de generación en generación.


Montag con su vecina Clarisse


        Fue la primera película de Francois Truffaut (1932 – 1984) en el idioma inglés y a color. La filmó tanto en los Estudios Pinewood y locaciones reales en Inglaterra como en una población de Francia donde el monorriel era un medio de transporte reciente y futurista. Tuvo problemas con su actor Werner (quien había sido el Jules en su aclamada Jules et Jim) en el enfoque del personaje y se desesperaba porque no entendía muy bien el inglés. En su momento estableció un rechazo hacia esta cinta: el tiempo, sabio juez, le ha dado otros matices. Al lado de la visión de Bradbury, la visualización de Truffaut (junto con su coguionista Jean Louis Richard) hacen que esta cincuentenaria producción sea una de las más coherentes y conmovedoras películas de ciencia-ficción.


Montag con su esposa Linda
Una sala futurista filmada en 1966 que parece contemporánea


        Antes que todo, se nota el amor por los libros del finado realizador, objetos omnipresentes en sus películas ( por ejemplo: Antoine Doinel lee una novela de Balzac en Besos robados; luego lo hace en Domicilio conyugal, ya que era el alter ego de Truffaut, entre otros). Es casual junto con la revisión de esta cinta en este año conmemorativo que el primer libro que incauta uno de los bomberos en la cinta es el cervantino Don Quijote. El primer libro que lee Montag es David Copperfield. Uno de los libros que roba en la casa de una mujer que tenía prácticamente una biblioteca es Kaspar Hauser. Y es esta mujer, precisamente, quien se para en medio de sus libros tirados sobre el suelo ya remojados con líquido inflamable, la que prende ella misma el cerillo que los consumirá junto con ella: razón de vivir, ¿para qué sirve la existencia sin ellos? Para quienes amamos a los libros resulta ser la secuencia más cruel (ver quemarse a ediciones espléndidas) y conmovedora (dar la vida por los libros).


Morir con sus libros: ¿para qué sirve vivir sin ellos?
El primer libro de la película es "Don Quijote"

        Y la sociedad enajenada de estos tiempos terribles vive mecánicamente. No conversa. Mira la televisión a solas o en conjunto. Por la televisión se dan consejos, se muestran lecciones de autodefensa o cómo se rapa a jovencitos que traen el cabello largo, pero sobre todo, se le dice a la gente que es perfecta y fantástica, haciéndola creer que se dirigen directamente a cada espectador. Montag toma conciencia de todo ello al conmoverse por la narración de sociedades humanizadas donde había pasiones y emociones. Un día lee el fragmento de una novela a su esposa con tres amigas haciendo llorar a una de ellas pero causando la ira de Linda quien, convencida de hacer lo correcto, va a denunciar a su marido.


Las "personas-libro" que preservan el conocimiento en la memoria


        La cinta termina con una secuencia poética en el bosque donde Montag conoce a las “personas-libro”. Cada una ha asumido el nombre del libro que preservan en su memoria. Un hombre le dice al ex bombero que es El príncipe de Maquiavelo (“y como puede darse cuenta no puede juzgar a un libro por su portada”). Un par de gemelos se presentan como Orgullo y prejuicio de Jane Austen, pero uno es el volumen primero y el otro, el segundo. Montag muestra un ejemplar de Cuentos de Edgar Allan Poe al líder de esta cofradía quien le comenta que deberán quemarlo porque los libros deberán estar dentro de uno. Linda le muestra a un anciano que se encuentra agónico y es Weir de Hermiston de Robert Louis Stevenson, pero está transmitiéndole a su nieto el texto que expresa que su personaje no tenía miedo a morir y se fue cuando llegó la nieve invernal. Eso mismo sucede. Finalmente todos se pasean mientras repiten sus propios textos creando una biblioteca oral infinita.

El maravilloso genio Truffaut
durante la filmación de esta cinta ya cincuentenaria