sábado, 15 de enero de 2022

ILUSTRE CENTENARIO

TODO POR NADA… Y LOS ALMADA
Roberto Villarreal Sepúlveda.

La reciente celebración (7 de enero de 2022) del centenario de Mario Almada, actor intuitivo, protagonista de cientos de películas y videohomes, fenómeno popular de los años sesenta y setenta para continuar por siempre, hasta poco antes de su muerte, me lleva a rendirle tributo. Todo por nada pertenece a los momentos de cambio de la industria nacional y es una de las películas más icónicas y representativas de los Almada, además de su presentación oficial en el cine...

         Cuando se estrenó Todo por nada resultó ser una sorpresa por el inmediato éxito de público. La película permaneció en las salas por varias semanas, repitiéndose el éxito a niveles nacionales y en los mercados internacionales que todavía tenía el cine mexicano. Lo que nos entusiasmó a quienes la vimos en su primera corrida, era que tenía un tono distinto al cine “de caballitos” que había proliferado dentro de la evolución del género de comedia y drama rancheros desde mitad de los años cincuenta hasta ese casi final de la década siguiente. Era una atmósfera más cosmopolita que la acercaba al estilo que el cine europeo había establecido en su imitación del llamado western norteamericano y que por esos años alcanzaría su pináculo con las cintas de Sergio Leone, sobre todo El bueno, el malo y el feo, junto con otros dos títulos previos que conformaron la trilogía de este director con Clint Eastwood. Aparte de un reparto con actores populares dentro del cine nacional (Eric del Castillo, Narciso Busquets, Pedro Armendáriz Jr. o Sergio Bustamante, entre otros), Todo por nada tenía como protagonistas estelares a dos actores incipientes que también habían sido productores y guionistas: Mario y Fernando Almada, quienes también interpretaban los papeles de hermanos en la ficción (el guion está firmado por el seudónimo Ferma Otero, que en realidad es la unión de las primeras letras de sus nombres junto con el apellido materno). Ambas estrellas tuvieron el suficiente carisma para impactar a un público mayoritario y, a partir de esta película, tornarse en íconos del cine nacional.


         Fernando Almada había convencido a su hermano Mario, luego del cierre de su prestigioso club nocturno El Señorial (que había sido propiedad de su padre), situado en la zona rosa de la capital, que invirtieran en el cine. Mario estaba por regresarse a su natal Sonora (donde había nacido en Huatabampo, en 1922) para volver a empezar como agricultor, su anterior actividad. Así surgió Nido de águilas (1963) que marcó el debut de Fernando como actor. Dos años más tarde fue Los jinetes de la bruja (1965), donde un accidente impidió que el actor Bruno Rey pudiera participar por lo que le pidieron a Mario Almada que interpretara ese papel. Sin mayor experiencia, pero con entusiasmo, fue el inicio de una carrera prodigiosa y prolífica (algo menos de 400 títulos) que se alargaría hasta su muerte en 2016. Fernando Almada, por su parte, nacido en 1929 y menos rudo de facciones que Mario, había tenido más actividad como actor de cine. Había intervenido, luego de Nido de águilas, en varias cintas del director Alberto Mariscal (1926 – 2010) quien vendría a ser el realizador de Todo por nada, la película cumbre de sus producciones y el lanzamiento oficial a la fama. Mario Almada se ganó la Diosa de Plata como actor revelación.


         Todo por nada narra la historia de una venganza. Mientras los hermanos Mario y Fernando se encuentran lejos del rancho donde viven sus padres y sus hermanos menores, una quinceañera y un niño, llegan el bandido Alberto (Narciso Busquets) junto con su banda de criminales, Johnny (Sergio Bustamante), Pedro (Pedro Armendáriz Jr.) y Bruno (Bruno Rey), que venían huyendo luego de haber asesinado al justiciero Lucero (Jorge Russek). Matan a toda la familia, pero antes Johnny viola a la jovencita. Pedro, por su parte, primero aterroriza y luego acaba con el pequeño quien deja un retrato hablado del violador. Al llegar los hermanos y encontrar la masacre, deciden ir en busca de los asesinos. Su largo trecho para alcanzarlos tiene una parada, donde Mario mata a Johnny. Luego, un enfrentamiento donde quedan sin sus caballos que los obliga a continuar, a pie, por desierto y mar, además de un enfrentamiento con indios, hasta que llegan a la casa de un anciano (Chano Urueta) y su nieta (Irma Lozano). Ahí se recuperan, se enteran del lugar donde los asesinos tienen como jefe al cacique Mendoza (Eric del Castillo) cuya ambición es lo que ha propiciado el desorden del pueblo y las muertes arbitrarias de muchos hombres. En un encuentro final todos mueren, hasta Mario, siendo Fernando el único que sobrevive y retorna, ya solitario, a su rancho.


         La cinta no tiene gran originalidad. Es una trama donde la muerte del ser querido mueve a sus deudos a buscar alguna retribución. En cierto momento de la película se discute la ambigüedad de la situación: la fina distancia entre justicia y venganza. Los hermanos han sido hombres de bien toda su vida, acorde con las enseñanzas familiares, que han aprendido disciplinas orientales en busca de una paz interior (tienen a un colaborador japonés que ha enseñado karate a Fernando). La rabia que les produce el descubrimiento de la infamia cometida por los criminales (ya que habían pagado con muerte la buena atención de sus huéspedes) hace que inicien su búsqueda. El primer encuentro ocurre en una cantina donde Johnny molesta a la mesera (Penélope) y al solicitarle que la deje en paz, comienza la violencia. Aunque Mario logra ajusticiar a Johnnie dándole latigazos y finalmente ahogándolo con el mismo instrumento, los otros tres tipos escapan. Un segundo encuentro hace que los criminales puedan matar a los caballos de los hermanos, dejándolos sin más alternativa que cruzar el desierto, con el impulso interno que los mueve, a pesar del cansancio y la deshidratación. No obstante, llegan al mar. Y ahí es donde tienen su enfrentamiento con indios nativos que los atacan y a los cuales logran derrotar, matándolos. Aquí es donde Fernando se desespera y le expresa a su hermano que se han convertido en asesinos, igual que aquellos a quienes persiguen. Mario le da una bofetada porque no es lo mismo defenderse que matar por placer.


         La llegada de los hermanos al rancho del anciano, al cual se ha visto previamente enfrentar las amenazas de los criminales que quieren que les deje su propiedad, por órdenes del cacique que es su patrón (con el consecuente incendio de su cosecha), hace que revivan los recuerdos de su nieta, viuda por ese mismo sujeto, deseosa de abandonar el lugar, a lo cual se niega su abuelo. En una plática con Mario, es donde surge la dialéctica entre venganza y justicia. Ella es la que le hace ver que, al final de cuentas, es dar “todo por nada”, ya que las cosas siguen igual, pero han ocurrido pérdidas inútiles, como fue la muerte de su esposo. Nada de esto hará claudicar a los hermanos quienes, acompañados por el anciano, llegan al pueblo para desafiar a los asesinos y, de paso, acabar con el cacique perpetrador de la corrupción del lugar. Ante la reiteración de la nieta, quien llega de pronto y observa la desolación que le rodea, de que al final de cuentas fue todo por nada, su abuelo le corrige que se ganó la libertad del pueblo que podrá volver a tener paz.


         Esto es lo que le da una dimensión moral a la película, como toda cinta que cumpla con las convenciones del género, ya que finalmente, partiendo de una rabia interna y personal, se alcanza un bien común. Se ha cumplido con la exterminación del ser salvaje (no debe olvidarse que se está hablando de tierras todavía salvajes, como lo demuestra la presencia de nativos o la falta de leyes establecidas). Los personajes protagónicos son personas esencialmente rectas que actúan de acuerdo con las motivaciones alejadas de su voluntad y que han afectado su vida íntima y eliminado a los seres queridos. Cuando ambos hermanos llegan exhaustos al rancho del anciano, ante su natural temor, le expresan que son “personas de bien”. Esto viene a cancelar la desesperación que Fernando ha sentido al faltar, según él, a sus principios morales. Y entre los asesinos, hay uno que no interviene en la violencia, Bruno, que será quien en la secuencia final les alertará sobre su banda pertrechada en el casino del pueblo, como una manera de redención y de conciencia. Por otro lado, está la tierra, el desierto, el mar. Uno de los aspectos que aparecen en el género pero, que en este tipo de copia mexicana, da lugar a una deslocalización geográfica. No se sabe si se está en frontera o en suelo mexicano. Los nombres de personajes y pueblo (Mina Vieja) son en español, y la distancia que existe entre el lugar donde los asesinos eliminan al justiciero, hasta el rancho de la familia que será victimizada, para después pasar a Mina Vieja por el desierto, no permite saber, a ciencia cierta, cuál es la ubicación, pero, en realidad, no será importante.

         Todo por nada dio lugar al inicio formal de Alberto Mariscal como director. Aunque ya llevaba muchos años como actor (desde 1947) o asistente de dirección, y casi una veintena de películas bajo su responsabilidad, esta fue la película que llamó la atención de la crítica, además de ser su primer taquillazo inesperado. Dentro de la trama de esta película hay subtramas que se repiten (o se repetirán) en el futuro. Con experiencia en el ya mencionado “cine de caballitos” (Los dos condenados, Pistoleros de la frontera) tenía claro el ritmo que debía impartirse a este tipo de narraciones, que recuerda su edición en la coproducción con Perú Bromas, S.A. (1966). En El silencioso (1966) aparecía una mujer que insinuaba su atracción hacia el vaquero que llegaba a su rancho ante la ausencia de su marido, de la misma manera que, en esta cinta, la nieta del anciano que protege a los hermanos muestra su afecto hacia Fernando. El personaje de Mendoza, el cacique, muestra afecto y admiración hacia su hermano Nachito (Ignacio Magaloni) en el cual deposita todas sus esperanzas, sin que se sugiera alguna relación malsana entre ellos, como ejemplo opuesto de la calidad moral de Mario y Fernando. La audacia mayor será un breve desnudo de la joven quinceañera cuando es violada por Johnny, mientras que en El tunco Maclovio (1969) ya será más abierto y sensual el desnudo femenino. Y desde la primera secuencia, Mariscal aplica la gran convención del género, acorde con las versiones italianas, al insistir en los acercamientos a rostros y las miradas insolentes o provocadoras.


         Los hermanos Almada seguirían adelante, juntos o separados, en una carrera que sería significativa. Dentro de tramas semejantes o derivadas de Todo por nada, a lo largo de los años setenta. Mario Almada estaría en las audaces La india o La viuda negra (que consideraba una “mancha negra” en su carrera) dentro de producciones estatales, pero también en el cine de ilegales que se puso de moda. Y en los años ochenta, junto con Fernando, estarían en la serie de cintas filmadas en Monterrey dentro del tema de narcotráfico. Fernando fue buen cantante que grabó varios discos y en sus presentaciones personales, era acompañado por Mario como segunda voz. Junto con Antonio Aguilar y su familia, ambos hicieron giras tanto nacionales como en Estados Unidos. Su figura icónica hizo que Mario apareciera en la serie de televisión “El pantera” o brevemente en El infierno (Luis Estrada, 2010), entre la infinidad de videohomes filmados a diestra y siniestra desde principios de los años noventa. Fernando fue menos prolífico y siguió en la producción cuando ya se retiró de la actuación. Mario siguió hasta casi sus últimos días de vida. Su fuerza personal y magnetismo ante el público dio lugar a dos Diosas de Plata, además de recibir el Ariel de Oro por trayectoria.