viernes, 22 de julio de 2016

CRUEL DESTINO...


BELLEZA DESTROZADA: MONTGOMERY CLIFT




La belleza, como el dolor, hace sufrir
Thomas Mann



        Uno de los rostros masculinos más hermosos del cine norteamericano perteneció a Montgomery Clift (1920 – 1966). Ese fue el atractivo principal para llamar la atención y luego demostrar que esencialmente era un buen actor y no una simple cara bonita más. Este 23 de julio se cumple el cincuentenario de su fallecimiento y es importante recordarlo ya que paulatinamente se están perdiendo diversas personalidades en la memoria colectiva. Así como las grandes presencias del cine silente se tornaron polvo ante el advenimiento del sonoro, ya estamos en el borde del precipicio ante el imperio digital. De nada sirve que sus películas sean más fáciles de conseguir: a la mayoría de quienes pertenecen a las nuevas generaciones no les importa. Solamente existe el tiempo presente (algo que es muy cierto) pero éste se prefiere a revivir las experiencias del pasado (al menos del lejano) y estar siempre a la expectativa de lo que vendrá.





        Montgomery Clift nació en Omaha, Nebraska, cuatro años antes que Marlon Brando le siguiera en el mismo punto geográfico del mundo. Es curiosa la coincidencia: dos actores talentosos, simbólicos para cierta era del cine norteamericano (de donde se tornaron universales), comparten lugar de origen. Cada uno en su estilo cimbró al cine con su presencia, su actitud y su atractivo físico (Clift era esbelto, velludo; Brando, musculoso, lampiño). Nació dentro de una familia con medios decorosos: su madre, diletante, lo llevó junto con sus hermanos a Europa. Fue por esos rumbos donde descubrió al teatro y surgieron los deseos por participar. Aparte era un niño con rasgos delicados y perfectos por lo que inició esa carrera pública como modelo.




        En el teatro tuvo grandes ventajas: actuar al lado de la pareja de los Lunts, leyendas de la escena, o con Fredric March, entre otros. Aparte participó en obras de Wilder o Hellman. Hasta hizo teatro musical en una comedia de Cole Porter. La oportunidad de viajar a Hollywood le llegó temprano pero desistió. Pensó que era importante madurar y adquirir mayor experiencia. Era uno de los galanes jóvenes, talentosos del Broadway dorado en los años cuarenta. En 1946 aceptó la oferta de la MGM para ir a la Meca del cine. Era un contrato de seis meses, algo que Clift deseaba para no sentirse esclavizado y tener la libertad de retornar a su deseada escena.




        La primera oportunidad llegó bajo las órdenes del legendario Howard Hawks en Río rojo (Red River, 1948), cinta del oeste donde aparecía como hijo adoptivo de Tom Dunson (John Wayne), en la época salvaje de asentamientos de tierra y lucha contra los indios. Cuando Dunson lo encuentra solitario, desde niño, luego que su familia ha sido muerta, lo toma bajo su cuidado. Con el paso de los años ambos hombres se enfrentarán con la toma de decisiones en una travesía extrema de traslado de ganado. La cinta impacta por sus personajes, pero la presencia del debutante Clift no pasó desapercibida. Sin embargo, la siguiente cinta del joven actor La búsqueda (The Search, 1948, Fred Zinneman) donde interpreta a un soldado en la Alemania destrozada que ayuda a un niño a localizar a su madre, se estrenó antes. Ambas películas fueron la revelación de un actor sensible y carismático.




        La heredera (The Heiress, 1949, William Wyler) fue el tercer gran éxito consecutivo. Como Morris Townsend, un vividor joven y atractivo, conquista a la fea y desangelada Catherine Sloper (Olivia de Havilland, quien ganó su segundo premio Óscar como mejor actriz), hija de un médico acaudalado. El padre, consciente de la falta de gracia de Catherine, los confronta. Ella lo odia por revelarle su desamor y Morris aparenta ser humillado al acusársele de interesado. Cuando Catherine le pide que escapen juntos aunque sea desheredada, Morris la abandona para volver años más tarde e intentar reconquistarla. La cinta es apasionante. Uno acepta la ilusión de Catherine quien jamás imaginó tener a un pretendiente con ese aspecto físico; a Morris no se le detesta cuando se torna aparente villano. Se encuentra el subtexto de una compra venta: Catherine está dispuesta a dejarse aplastar por momentos de felicidad; Morris se torna en objeto sexual que sabe valorarse. Al padre de Catherine le interesa la felicidad de su hija, sin importarle que ella aspira a  cierto fuego en su apagada existencia. Clift se torna en símbolo del deseo.



        Posteriormente Montgomery filma Sucedió en Berlín (The Big Lift, 1950, George Seaton), una historia acerca de dos militares en el Berlín destruido de posguerra que llevan alimentos y requerimientos a la población cuando los rusos bloquean ciertas entradas en el sector. Conocen a sendas mujeres que les dan diversas perspectivas de vida. La cinta volvió a llevar a Monty (como se le apodó) a la Europa devastada con otro tema edificante aunque sin gran éxito. Al año siguiente tuvo una de sus grandes oportunidades: Ambiciones que matan (A Place in the Sun, 1951, George Stevens) interpretando a George Eastman, un hombre pobre que llega a la ciudad para obtener el trabajo en la fábrica de un rico tío lejano que lo trata como a cualquiera diciéndole que deberá empezar desde abajo. Ahí conoce a la obrera Alice (Shelley Winters) con la cual tiene relaciones sexuales y la embaraza. George conoce a la millonaria Ángela (Elizabeth Taylor) de la cual se enamora y es correspondido. Decide deshacerse de Alice, pero cuando planea asesinarla ahogándola en un lago, desiste. Sin embargo, la misma Alice hace que el bote donde van se tambalee, pierde pisada, cae al agua y muere. A pesar de su testimonio donde confiesa sus planes iniciales y el subsiguiente accidente, es condenado a muerte. Hay una secuencia bellísima donde George y Ángela se declaran su amor: un gran acercamiento a sus rostros, con edición alterna entre ellos, ha quedado como ejemplo de la buena narración fílmica. Ahí conoció a Taylor quien se tornó en su gran amiga.


        Dos años más tarde se estrenan tres películas que filmó al hilo: Mi secreto me condena (I Confess, 1953, Alfred Hitchcock) donde interpreta a un sacerdote que es sospechoso de un crimen sin poder declarar la verdad ya que el verdadero asesino le ha confesado bajo secreto su homicidio. Indiscreción de una esposa (Indiscretion of an American Wife, 1953, Vittorio de Sica) donde interpreta al amante italiano de una norteamericana cuya relación ya no puede continuar. Y finalmente De aquí a la eternidad (From Here to Eternity, 1953, Fred Zinneman) donde alcanzó otro de sus puntos altos. Basada en una popular novela, audaz para su tiempo, se narraban varias situaciones entre los miembros de una compañía militar: el joven Prewitt, o sea Monty, quien había sido campeón de boxeo y al ser trasladado se espera que sea su representante. El joven se niega debido a una mala experiencia, y comienza a ser insultado y despreciado por sus colegas. Esto, entre otros personajes. La cinta muestra a Clift con toda su vulnerabilidad. El joven oficial toca la corneta y el actor aprendió a hacerlo en la vida real. Prewitt se enamora de una prostituta y, a pesar de todo, desea hacerla su mujer. Todo se detiene ante el ataque a Pearl Harbor. Clift ofreció una de sus mejores actuaciones.



Es terriblemente triste eso de que
el talento dure más que la belleza
Oscar Wilde



        En 1956 comienza a filmar El árbol de la vida (Raintree Country, 1957, Edward Dmytryk) basada en otra novela exitosa acerca del romance entre un joven profesor/poeta norteño que se enamora de la joven sureña equivocada, justo antes de la Guerra Civil. Durante la filmación de la cinta, Monty sufre un accidente automovilístico, debido a su alcoholismo, que le deja media cara paralizada, además de ciertas cicatrices. A pesar del tratamiento médico, Monty ya no quedará igual. Volverá a la filmación que había quedado trunca y ahora la película es un objeto morboso: ¿en cuáles secuencias aparece el Montgomery de antes?, ¿en cuáles el de después? Son claramente notorias. El bello rostro de Montgomery Clift es cosa del pasado: ahora tiene diferencias notables y ya no es el Adonis que todavía habría durado varios años antes de que el mismo tiempo se la hubiera quitado naturalmente. Fue una terrible jugarreta del Destino. Uno de sus profesores comentó que a partir de ahí Monty inició lo que sería un largo suicidio.




        Cuando pensaba que ya no volvería a filmar, Montgomery Clift continuará siendo requerido para filmar otras ocho películas entre 1958 hasta el año de su muerte. Ya había entrado a cierta madurez (38 años de edad) y ahora era el galán mayor, pero sin el atractivo inicial de su hermoso rostro, endurecido por la rigidez, las cicatrices, los labios marcados. Las películas que filma son, en el orden cronológico:



Corazones sin destino (Lonelyhearts, 1958, Vincent J. Donehue)
Los dioses vencidos (The Young Lions, 1958, Edward Dmytryk)

De repente en el verano (Suddenly Last Summer, 1959, Joseph L. Mankiewicz)

Río salvaje (Wild River, 1960, Elia Kazan)

Los inadaptados (The Misfits, 1961, John Huston)

Juicio en Nuremberg (Judgment at Nuremberg, 1961, Stanley Kramer)

Pasiones secretas (Freud), 1962, John Huston)

El desertor (L’espion, 1966, Raoul Levy)




        Entre ellas, todas destacan por la presencia de Monty y son cintas en proceso permanente de revaloración. Las cintas de Huston presentan dos aspectos radicales: el vaquero sumiso y el gran profesional de la psicología. La cinta de Mankiewicz es una inquietante traducción fílmica, espléndidamente visual, de una pieza corta perversa y extrema de Tennessee Williams. La cinta de Donehue es otro traspaso a la escena de una novela de Nathanael West acerca de los excesos indirectos de los medios impresos. La cinta de Kazan habla de tradición contra progreso: una imagen sobre la Norteamerica que iba quedando atrás. La cinta de Dmytryk era otra versión de novela popular que trataba el tema del antisemitismo propiciado por la guerra, tal como era explicado en los crímenes terribles sacados a la luz en el juicio de Nuremberg, acorde con la cinta de Kramer. Al final he dejado la cinta de Levy: bastante accidentada, realizada más como tributo al actor por los jóvenes franceses, donde Monty interpreta a un médico norteamericano presionado por la CIA para que apoye en la deserción de un científico ruso desde la Alemania del Este. La cinta es elemental y carece de cualidades que encontramos en otras películas. No obstante, fue su testamento, y simplemente por eso hay que considerarla. Monty murió dos meses después de terminarla.





        Montgomery Clift falleció de un ataque cardíaco hace cincuenta años. Tenía 45 años. Su sirviente le encontró desnudo y solitario en su cama. Este ha sido un recuento rápido, e injusto, incompleto, de su carrera fílmica que merece un minucioso comentario de cada película. En 18 años filmó 17 películas. Trabajó para los directores más significativos de su era. Todas sus cintas son importantes por diversos motivos, principalmente por su presencia. El mejor ejemplo del antes y después de la belleza física, donde el talento siempre estuvo presente. Había que recordarlo. ¡Hay que recordarlo!

La belleza perece en la vida,
pero es inmortal en el arte
Leonardo Da Vinci