sábado, 5 de mayo de 2018

EL CINCUENTENARIO DE "PETULIA"


PETULIA
1968. Dir. Richard Lester.



         Petulia (Julie Christie, extraordinaria) es la esposa de David (Richard Chamberlain) un joven de la mejor sociedad en San Francisco. Ha conocido al Dr. Archie Bollen (George C. Scott, imponente) cuando éste ha atendido a un niño mexicano que fue atropellado tiempo atrás. Se ha desarrollado un interés entre ambos. Archie está divorciado de su mujer Polo (Shirley Knight) quien no logra olvidarlo. Cierto día Archie encuentra a Petulia golpeada y ensangrentada en su departamento luego de que ella permaneciera ahí tras un encuentro amoroso. La lleva al hospital pero ella no quiere declarar contra David quien fue su atacador. Archie y Petulia se separan. Pasa el tiempo y se reencuentran cuando ella está cerca de dar a luz. A pesar de todo, Petulia nunca olvidará a Archie.


         La obra maestra del realizador Richard Lester llega a su quincuagésimo aniversario sin perder la esencia romántica ni su exploración de las contradicciones del ser humano, además de tornarse en documento de época. Al estar situada en el San Francisco de los tiempos de jipis, drogas y amor libre, se nota mayormente el momento peculiar en modas, comportamientos y lo que serían los primeros adelantos técnicos y científicos. Es una historia de amor sin mayores complicaciones: una mujer que se encuentra atrapada dentro de una relación insatisfactoria y se topa con el hombre al cual idealiza, a pesar de que también tiene sus propias inseguridades y compromisos. Lo interesante es que narración no ocurre de manera lineal. En su tiempo fue anunciada como una “película fuera de lo común”, quizás para que el público estuviera advertido que vería una cinta nada convencional. Lester, más conocido y popular por sus dos películas previas con The Beatles (Yeah, Yeah, Yeah, 1964 y Help, 1965) así como la cinta El Knack y cómo lograrlo, 1965, que le diera la Palma de Oro en Cannes, exigió y obtuvo el derecho a la edición final de la película por lo que el espectador experimenta avances y retrocesos en el tiempo, efectos visuales que conectan con la psicodelia de esos años, imágenes que refuerzan subrepticiamente lo que se está contando. Toda la publicidad sirvió, ya que la cinta se tornó en una de las más taquilleras en su año.


         Petulia necesita a alguien que la aparte de una familia prepotente que ha producido un hijo parásito quien se siente con el derecho de obtener todo lo que desea sin mayores consecuencias. La imagen de Archie es fuerte, viril, determinada. David, en cambio, llega al grado de la perversión. Se sugiere que abusó del niño mexicano que se les había unido en un cruce fronterizo entre Tijuana y San Diego. Al quererlo devolver a México, el niño se escapó del cuidado de Petulia y fue atropellado: este hecho la hizo conocer a Archie. Por su lado, Archie se ha separado de su mujer, a pesar de que eran la imagen de un matrimonio ideal: dos hijos y una existencia aparentemente feliz, porque simplemente se dio cuenta que necesitaba estar solo. Ambos personajes se sentían atrapados en sus vidas de pareja por lo que buscaron una salida. No es casual que Archie lleve a sus hijos a visitar la vieja prisión de Alcatraz, la que era imposible de violar sus muros: no hay mejor metáfora ni comentario lateral para reflejar a sus personajes.


         Luego está su calidad de documento de época. Julie Christie aparece con muchos cambios de vestuario cuyos diseños representan la moda presente, la que recorrió el mundo y que todas las mujeres convencionales de su tiempo vistieron. Archie y Petulia van a un motel automatizado: los atiende una persona por televisión, se paga insertando un billete y la llave sale por una ranura que se encenderá en cuanto lleguen al cuarto que les corresponda. Petulia ordena que se instale en el departamento de Archie un invernadero también automatizado. Hay una secuencia donde un matrimonio, amigo de Archie, muestra fotos de un viaje por medio de diapositivas; en otra hay un gran aparato médico para explorar cuerpos. Una secuencia interesante muestra a una paciente de hospital que pide que le enciendan una televisión que resulta ser falsa: mero prototipo para que, si la paciente lo desea, se le instale una verdadera; y en el mismo tono nostálgico está el uso de teléfonos públicos. Archie asiste con un amigo a un restaurante topless donde las meseras servían con los pechos al descubierto.


         Petulia es la cara de un Hollywood que estaba cambiando. Aunque seguía con las viejas fórmulas (Funny Girl, El león en invierno, Oliver) tenía que adaptarse a nuevas narrativas (2001: odisea del espacio, El estrangulador de Boston, Bullitt). Las audacias y los temas anteriormente prohibidos o limitados ya empezaban a quedar en el pasado. Pronto comenzarían los desnudos frontales y ya estaban siendo tratadas las sexualidades que se alejaban de la “normalidad”. Técnicamente, los efectos especiales y los adelantos visuales iban dando otra cara al complemento de la palabra. Petulia es ejemplo de ese cine que avanzaba, filmado con excelencia que ha permanecido con el paso del tiempo. Había que celebrarla.

El magistral realizador Richard Lester (1932),
ícono del cine de los años sesenta