1991
En este año, a mitad del régimen salinista, comenzó la liquidación de la industria cinematográfica porque, de acuerdo con las prácticas neoliberales, ya no era redituable: se vendieron los Estudios América (producción), Películas Nacionales (distribución) y la Compañía Operadora de Teatros (exhibición), además de que el año anterior se habían disuelto las compañías productoras estatales CONACINE y CONACITE 2, dejando la responsabilidad mayor a IMCINE. En 1991 se propició la alianza entre cooperativas y el Estado para la producción de varias cintas que, de alguna manera, lograron atraer al público que ya no creía en el cine mexicano, y con todo, se filmaron 62 películas entre privadas o con dineros públicos. En 1991 había 1558 salas de cine en el país y se alcanzaron 170 millones de espectadores… que asistían sobre todo a ver cine norteamericano. Gracias a la aceptación masiva de los Videocentros instalados por Televisa (en 1991 entró Blockbuster a México), desde tiempo atrás habían proliferado los “videohomes” que se filmaron en cantidad infinita (sin que haya todavía un registro fidedigno de los mismos), o sea, películas con temáticas usuales del cine comercial mexicano, aunque de manera independiente y más libre en su censura, buscando sobre todo a un público de frontera. De ahí que haya una confusión entre las películas filmadas para salas de cine o para el consumo casero (algo que ahora, gracias a las plataformas, se ha vuelto lugar común).
Dentro de este caos, se lograron filmar películas que tuvieron éxito entre los espectadores de cine. Las producciones estatales dieron lugar a lo que se consideró, por enésima ocasión, “el nuevo cine mexicano”, ya que se ocupaban de temáticas alejadas de los temas ya comunes y ociosos del cine privado, comercial, como veremos. Entre estas producciones destacaron, sobre todo, Danzón de María Novaro, al mostrarnos a una mujer que buscaba a su compañero de baile en Veracruz, para finalmente encontrarse más segura y satisfecha en sí misma.
Sólo con tu pareja tuvo un éxito inesperado y permitió la entrada de Alfonso Cuarón con su primer largometraje, para luego iniciar una carrera internacional, ya brillante y confirmada. La historia de un irrefrenable conquistador de mujeres (Daniel Giménez Cacho, antes de volverse insoportable) que salta de mujer en mujer como nuevo Mauricio Garcés, para encontrar al posible amor de su vida en el momento que cree haberse contagiado de sida, gracias a la venganza de una enfermera despechada. Tal vez el recuerdo de aquellas comedias picarescas de los años sesenta, tuvo mucho que ver con su éxito.
La Mujer de Benjamín, primer largometraje de Carlos Carrera, tiene como protagonista a un flojonazo de pueblo (Eduardo López Rojas), mantenido por su hermana, que se obsesiona con una aparente virginal, pero cachonda, muchacha (Arcelia Ramírez, en su debut estelar), a la cual secuestra para convencerla de que sea suya. La posterior seducción hará que el bobo inicial se sienta conquistador y busque una nueva oportunidad de tener a otra muchacha, luego de que la primera se le escape.
Anoche soñé contigo, de Maryse Sistach, donde Toto (el carismático Martín Altomaro), adolescente de vacaciones previas a su ingreso a la preparatoria, en la mera edad de la punzada y los impulsos eróticos que dan lugar a los sueños húmedos, alcanzará su iniciación sexual gracias a la prima potable (Leticia Perdigón) para que alcancé su propio crecimiento personal. Una visión femenina sobre el deseo adolescente: una de las mejores directoras del cine nacional que luego, seguirá ofreciendo verdaderas joyas como “Perfume de violetas” o “El brassiére de Emma”.
Ángel de fuego, de Dana Rotberg, que utiliza al incesto como parábola de la ignorancia y de la inocencia. La cirquera Evangelina Sosa, embarazada por su padre, queda huérfana y huye a refugiarse con un santurrón para buscar el perdón de sus pecados, aunque en el trayecto solamente logre degradarse más. Cinta barroca, incomprendida, que merece una revaloración.
Los años de Greta, de Alberto Bojórquez, se ocupa de la tercera edad dentro de una cinematografía que solamente la tocaba de manera indirecta gracias a las abuelitas del cine nacional. Homenaje a las viejas glorias de nuestra época de oro, gracias al relato de la tía viuda que se vuelve pesada carga para sus sobrinos y quien podrá redimirse por el afecto de una vecina (Meche Barba) con pretendiente añejo (Luis Aguilar), además de confirmar la plenitud de la tercera edad. Reflexión acerca del paso del tiempo y el cambio de circunstancias de vida. Además, aparecen Esther Fernández y Sara Montes en actuaciones especiales.
Mi querido Tom Mix, primer largometraje de Carlos García Agraz, donde otra tía ya mayor en edad, ahora solterona, que vive con sus sobrinos en un pueblo zacatecano, en los albores de los años treinta, asiste a ver las cintas de episodios con Tom Mix que todavía exhibe el cine de la localidad. Enamorada perdida, le escribe cartas. Cierto día llega un hombre del norte que viste y actúa como su héroe y comprobará su valentía contra una banda de ladrones para luego consumar el deseo.
Modelo antiguo, de Raúl Araiza, marcó el retorno al cine de Silvia Pinal luego de casi una década de ausencia en la pantalla grande. El relato de una mujer ya sexagenaria, conductora de un programa radiofónico, con recuerdos adolescentes de un casi incesto con su hermano, quien enferma de un cáncer y vive sus últimos días de felicidad gracias a un chofer (Alonso Echánove) que la lleva a vivir experiencias desconocidas, entre ellas, el sexo. Melodrama rosa sin mayor trascendencia. Se filmó parte en Tlaxcala, donde Silvia había sido primera dama.
Otras producciones estatales van desde la sobrevaloración taquillera, debida a la popular novela en que se basaba (Como agua para chocolate de Alfonso Arau) donde se demuestra que el realismo mágico copiado no logra trasladarse al cine sin caer en el ridículo, hasta el fallido retorno al cine, luego de cuarenta años, de la directora Matilde Landeta (Nocturno a Rosario) que cuenta de manera insustancial episodios en la vida del joven Manuel Acuña, o la aburridísima y plana Playa azul de Alfredo Joskowicz que hizo trizas el texto dramático de Víctor Hugo Rascón Banda donde un político acusado de fraude se esconde frente al mar, para vivir además el escarnio de su familia.
La producción privada también permitió la filmación de varias cintas valiosas, que a pesar de sus objetivos y convenciones, daban pie a tramas coherentes, con propuestas interesantes. Clasa Films produjo Encuentro inesperado de Jaime Humberto Hermosillo, donde quiso desenredar el misterio alrededor de una María Rojo que llega a reclamarle a la estrella retirada Lucha Villa que la haya abandonado a ella y su padre, ante la sorprendente indiferencia de quien pudiera ser su madre.
Cristian González, surgido del 3er. Concurso de Cine Experimental en 1985, luego creador de videohomes delirantes como “La cumbia asesina”, filmó en 1991 Imperio de malditos para crear una cinta de pasiones desbordantes y extremas, en la historia de Güero (Humberto Zurita), un guardaespaldas sin escrúpulos ni limitaciones morales, que crea un vínculo filial con su patrón (Salvador Sánchez), líder corrupto de la Central de Abastos, y ofrecer una trama de traiciones plena de perversiones.
Televicine produjo varias películas. Entre ellas destacan El secuestro de un periodista, escrita, dirigida y actuada por Valentín Trujillo (ya mostrando sus cuarenta años y a quien todo le perdonamos gracias a su excelente "Ratas de la ciudad"), que sucede en un “imaginario país latinoamericano” donde el periodista Willy es secuestrado por la guerrilla para que tome conciencia de las atrocidades cometidas por el presidente reelecto Manuel Ojeda. Además, nombremos (por el escándalo posterior que adquiriría su protagonista) a Pelo suelto, Pedro Galindo III, donde debutó la cantante Gloria Trevi, en la historia de una chica que quiere triunfar como cantante y que debe escapar de un villano. La cinta es tan intrascendente como otras de las producciones con sello Televisa: Más que alcanzar una estrella, ¡Soy libre!, o la intención fallida de revivir al cine de luchadores con Octagón y Atlantis, la revancha.
Una excelente cinta de producción privada fue Justicia de nadie, de Rafael Montero, antes de que cayera en la detestable “Cilantro y perejil” o en las insulsas producciones de Televicine, En esta cinta, Carmen Salinas, en uno de los grandes roles de su vida, es la humilde fritanguera que debe caer en un acto criminal para obtener el dinero que liberará a su hijo delincuente de las manos de corruptos individuos. Una impactante narración que refleja la tragedia maternal provocada por la ignorancia sin culpa y la perversión humana.
Bronco, de José Luis Urquieta, explotó la gran popularidad que en ese momento tenía el epónimo grupo norteño, para narrar sus aventuras debidas a la muerte del padre de Lupe y el secuestro de la esposa de José Luis, dos de sus integrantes, por la banda que asaltaba un banco. Junto con el padre de Ramiro (Julio Alemán), se dedicaban a atrapar a los criminales. Un taquillazo esperado
Y
para cerrar este ya largo, pero todavía incompleto, recorrido de un año, tenemos una
comedia picaresca, procaz, donde un nacogalán ardiente (Miguel Ángel Rodríguez)
vive aventuras debidas a sus afanes por poseerlas sexualmente, a tres Ignacias,
cada una distinta en su ser y haber, en Las Nachas,
de Alfredo Zacarías, donde el juego de palabras ante la forma cariñosa de
llamar a las tres muchachas, provoca doble sentido al ser también una forma de
mencionar a las nalgas. Con toda la carga del cine alburero de años anteriores,
la película viene a resumir un género y dar fe, y casi cierre, del mismo.
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