ANIVERSARIOS DEL CINE
MEXICANO
1956
Hace sesenta años se filmaron 47
películas en Eastmancolor de las 101 producidas. Fue el año en que Alfonso
Corona Blake inició una discreta e irregular carrera con la conmovedora El camino de la vida que tuvo
distribución internacional al narrar la historia de unos huérfanos y sus
tribulaciones. La segunda de sus cintas en el año fue Felicidad sobre la obra de Emilio Carballido donde un maduro Carlos
López Moctezuma engañaba, e ilusionaba, a la empleada Gloria Lozano haciéndole
creer que era viudo. Un retrato fresco y melodramático de la clase media
nacional.
También fue el año en que se filmaron las dos últimas producciones con
desnudos artísticos (o sea inmóviles). Una de las cintas fue La Diana cazadora de Tito Davison, en
color, con Ana Luisa Peluffo como señora casada que tiene amante y posa para la
famosa estatua. La otra fue Juventud
desenfrenada en blanco y negro, con una joven Aída Araceli que mostraba sus
pequeños pechos al aire.
Juan Bustillo Oro filmó la mejor actuación de
Tin Tan en papel serio y picaresco en Las
aventuras de Pito Pérez, conmovedora lectura de la novela que antes
interpretara Manuel Medel y luego López Tarso. Tin Tan mostró su versatilidad e
histrionismo evitando caer en sus usuales chistes y juegos corporales. Por su
lado Cantinflas apareció en El bolero de
Raquel, comedia taquillera como era usual en su cine, aunque ya mostrando
su repetición y su alejamiento del personaje original del peladito para caer en
sentimentalismos baratos.
Emilio
Fernández filmó Una cita de amor
sobre la misma novela que había dado pie a “Historia de un gran amor” de Bracho
(quien este año no hizo ninguna cinta) donde Silvia Pinal con cabello negro era
impedida por su padre para vivir con el ranchero Jaime Fernández. Ismael Rodríguez realizó Tizoc que le daría a Pedro Infante el
premio como ¿mejor actor? en el Festival de Berlín (hay festivales que fueron
evolucionando en buen gusto: puede pensarse que gustó lo autóctono de su indio
sumiso y ridículo), además de empatarlo con María Félix, a colores y en
Cinemascope (que se perdió aún en el vídeo, con todo y que ahora tenemos la
Alta Definición).
Tulio
Demicheli filmó una obra maestra bastante subvalorada llamada Dios no lo quiera, utilizando la misma
base argumental con la cual había debutado en el cine argentino en 1950 bajo el
nombre de “Arrabalera” y con Tita Merello en el rol que ahora interpretaba
Silvia Pinal, nuevamente morena con vestido entallado (para leer esta
comparación les invito a visitar esta dirección en uno de mis blogs http://robervil.blogspot.mx/2010/04/tita-merello-y-silvia-pinal.html). Una cinta de bajas
pasiones y hombre bueno que salva a una víctima de las circunstancias. Otra
cinta con Silvia Pinal, bastante rescatable, es La adúltera. Además filmó la desconocidísima Bambalinas con Libertad Lamarque y La herida luminosa (producción mexicana filmada en España).
El rocanrol hizo que se filmaran tres
películas incluyendo su nombre en este año: Al compás del rock’n’roll, Los chiflados del rock’n’roll,
(ambas del vulgar José Díaz Morales) y La
locura del rock’n’roll, del maestro Fernando Méndez que resultó ser la más
graciosa y la mejor de las tres al presentar la rivalidad entre dos orquestas:
una masculina y otra femenina, donde las atracciones principales son Juan
García Esquivel y la pionera Gloria Ríos.
El maestro Juan Orol nos brindó dos de
sus delirios ahora con su nueva musa Mary Esquivel: Plazos traicioneros donde Orol cuenta a una mesera cómo lanzó al
estrellato a una mujer (Sonia Furió) que le pagó con traición. Luego hacía que
la mesera también triunfara para que le volviera a engañar. Te odio y te quiero hace que Mary
Esquivel se ponga a vengar el suicidio de su hermanita seducida por un mal
hombre. Todo dentro de una atmósfera irreal con el estilo ingenuo de Orol quien
creía en lo que hacía y de ahí la respuesta exitosa de su público.
Rogelio
A. González filmó la que sería la última película de Pedro Infante, Escuela de rateros, donde el ídolo
nacional interpretaba doble papel. Aparte dirigió una comedia picaresca con
Mary Esquivel, alejándola de su marido Orol como mujer despechada y de cascos
ligeros en Mujer en condominio.
También realizó una crítica a la hipocresía de la clase alta en su versión de
una obra teatral de Salvador Novo, La
culta dama. Sin embargo, su obra soberbia del año fue Vainilla, bronce y morir, basada en una novela premiada, donde
mostraba a Elsa Aguirre como víctima de las maquinaciones de su dipsómano novio
José Gálvez que la forzaba a casarse con él por mero capricho, evitando su
romance con el modesto escultor López Tarso. González muestra una escena espectacular
de delirium tremens como relectura de
la mostrada por Billy Wilder en “Días sin huella”.
Alejandro
Galindo, en plena etapa moralizante, filmó dos buenos melodramas: uno
aleccionador acerca del amor entre esposos Esposa
te doy donde un maduro David Silva debía luchar contra una suegra terrible
y la inmadurez de su joven mujer; el otro, Tu
hijo debe nacer, es un excesivo discurso contra el aborto cuyas cualidades
caen en la recreación de los años veinte y treinta. No obstante, filmó dos
cintas graciosas con el cómico Resortes resaltando el espíritu rural (Hora y media de balazos) y urbano (Policías y ladrones).
Benito
Alazraki pudo debutar en el cine industrial, luego de la independiente Raíces (1953) con Los amantes, melodrama inspirado en un argumento de Francisco Rojas
González (el autor de “El diosero”) acerca de un joven (Carlos Baena) que se
infatuaba por una prostituta (Yolanda Varela) y se alejaba de su condición de
buen estudiante con futuro promisorio para vivir una relación de altibajos
emocionales. Su segunda cinta en el año fue ¿A
dónde van nuestros hijos?, en colores, basada en una obra teatral de
Rodolfo Usigli, para mostrar cómo la corrupción citadina se comía a una familia
clasemediera, aunque daba esperanzas de redención. El reparto prestigioso
incluía a Dolores del Río como la madre sufriente de una familia con 5 hijos y
otro fallecido.
Chano
Urueta filmó El Ratón como
homenaje al boxeador que fue campeón mundial de peso gallo en una trama de
personaje de barriada que se descubría bueno para los golpes y, por lo tanto,
su entrada a dicho mundo. Miguel Morayta filmó
una deliciosa película basada en “Los hermanos corsos” de Alejandro Dumas
llamada Alma de acero donde Luis
Aguilar hace doble papel como gemelo idéntico para que uno sea de campo y el
otro urbano en una intriga de hampones y venganzas. Tito Davison filmó La dulce
enemiga con Silvia Pinal como mujer frívola y coqueta que produce la muerte
de sus maridos quienes como fantasmas narran sus historias en una relectura de
la misma obra que sirvió como base argumental para una cinta del maestro Ophüls
en Francia, en los años treinta.
Y las cintas más prestigiosas del año
fueron la independiente Torero donde
Carlos Velo repetía la acción cometida por Alazraki: filmar fuera de la
industria una película que ofrecía sustancia a bajo costo: mezcla de documental
y ficción donde el torero Luis Procuna recordaba su vida y su constante miedo
ante el toro;
y La muerte en este jardín,
coproducción francomexicana donde Luis Buñuel muestra la represión en un país
latinoamericano donde los mineros son explotados.
Al causarse una revuelta
varios personajes huyen pero la tensión entre ellos resultará trágica. Actuaron
Simone Signoret, Charles Vanel, Georges Marchal y Michel Piccoli junto con Tito
Junco, Jorge Martínez de Hoyos y Luis Aceves Castañeda.
Hubo otras grandes
curiosidades pero aquí ponemos punto final a las películas sexagenarias.
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