domingo, 26 de diciembre de 2021

2022: ANIVERSARIOS DEL CINE MEXICANO (3)

 

HACE 70 AÑOS…

Ninón Sevilla en "Aventura en Río"

         Se filmaron 101 películas mexicanas contra menos de 50 españolas y argentinas. Todavía México poseía mercados internacionales gracias al cultivo de melodramas interesantes, cintas folklóricas y comedias ligeras. Sin embargo, ya iban cambiando los gustos del público. En este año el cine cabaretil ya no tuvo el éxito de antaño. Toda la producción se consideraba igual, y solamente se destacaba a una cinta como la gran excepción del cine de “aliento” (El rebozo de Soledad) que no alcanzó a brillar internacionalmente.

 Stella Inda y Pedro Armendáriz en "El rebozo de Soledad"

         No obstante, el tiempo es el mejor juez: al revisar la producción de 1952 nos encontramos verdaderas joyas de los géneros establecidos y, en algunos casos, varias de las mejores cintas de sus realizadores, revalorados con el paso de los años como excelentes artesanos, y en muchas ocasiones, realmente inspirados para narrar una historia y darle sentido, significado y trasfondo. Testimonios en imágenes de toda una época (sería el año final del alemanismo e inicio de otra etapa con Ruiz Cortinez): metáforas indirectas de realidades que se vivían. Veamos ejemplos.

 Arturo de Córdova y Delia Garcés en la mejor película de 1952: 
"Él" de Luis Buñuel

         La gran película del año es Él donde Luis Buñuel adapta, junto con Luis Alcoriza, la novela corta de Mercedes Pinto (publicada en 1926), donde una mujer narra el infierno vivido al lado de un marido paranoico al cual simplemente nombra como él. La cinta le da cuerpo e identidad como Francisco (Arturo de Córdova), católico, fetichista, celoso, enfermo mental. Al casarse con Gloria (la argentina Delia Garcés), su estado alcanza extremos insólitos, crueles, desgarradores. Es el retrato de un esquizofrénico paranoide que, según se cuenta, era utilizada para ilustrar el caso clínico en escuelas de psiquiatría (dicen que hasta Lacan la ponía como ejemplo). Para Buñuel era una de sus cintas favoritas (“Quizá es la película donde más he puesto yo. Hay algo de mí en el protagonista”) y técnicamente es impecable en cuanto a fotografía, ritmo, edición. El propio Arturo de Córdova, tan igual a sí mismo (como toda estrella prestigiosa del cine mexicano –y universal, finalmente- que se respete) se siente distinto y sus poses, la voz engolada, las utiliza para apoyarle en su actuación: se le nota prepotente para luego cambiar a la vulnerabilidad, la imagen de niño desamparado.  “Él” pertenece a un grupo de películas insólitas en el cine mexicano de ciertos tiempos. Producto neto y sugerente de los años cincuenta.

 Pedro Armendáriz y Katy Jurado en "El bruto"

Buñuel también filmaría en ese año otras dos importantes películas: El bruto, donde habla acerca de la diferencia de clases, la explotación de los ricos terratenientes contra la población miserable, bajo la ironía de una infidelidad de la esposa del acaudalado con el macho deseable (Pedro Armendáriz, sin bigote) que le sirve como verdugo. Aparte, filmaría una coproducción con Estados Unidos, sobre el clásico de Daniel Defoe Robinson Crusoe, en colores y locaciones tropicales.

 Laura Hidalgo, Miroslava y Consuelo Frank 
en "Las tres perfectas casadas" de Roberto Gavaldón

         Roberto Gavaldón, otro de los grandes nombres del cine mexicano, ofreció, aparte de la mencionada El rebozo de Soledad que es una diatriba contra la insensibilidad producida por la explotación de la medicina como medio de lucro, en lugar de buscar el bien común, Las tres perfectas casadas, melodrama ejemplar acerca del matrimonio contra la indiferencia e infidelidad. Por otro lado, Acuérdate de vivir muestra otra variación sobre el mismo tema: la solterona Yolanda sublima el amor por un hombre casado atendiendo a sus hijos. Las tres películas están filmadas con el cuidado técnico que distinguía a su realizador. Aparte, le apoyaron en los guiones tanto José Revueltas como Mauricio Magdaleno.

 Columba Domínguez, Rosita Quintana y Andrea Palma 
en "Mujeres que trabajan" de Julio Bracho

         Julio Bracho filmó tres melodramas intensos, como era su gusto y tendencia: Rostros olvidados, La cobarde y Mujeres que trabajan. Los tres presentan retratos femeninos acosados por sus circunstancias amorosas: En el primero, una cantante retorna para reencontrarse con el hombre que fue su amante y dio lugar al nacimiento de una hija que no reconoce entre las tres que tiene. El segundo se muestra a una niña de origen desconocido quien, al crecer, se convierte en objeto del deseo de un hombre maduro y sus dos sobrinos. Finalmente, Mujeres que trabajan es el más redondo y sólido al presentar a personajes que desean sobresalir del mundo de hombres que les rodean y limitan: no es un discurso feminista, pero sí es emancipativo hasta cierto punto. Bracho prefería introducirse en los aspectos psicológicos de sus heroínas.

María Elena Marqués y Arturo de Córdova 
en "Cuando levanta la niebla"

         Emilio Fernández se dedicó a escudriñar la mente de un psicópata, Pablo (Arturo de Córdova), quien mataba a un compañero suyo en la clínica donde estaba internado, tomando su identidad, presentándose ante un tío acaudalado y la hermana menor (María Elena Marqués) que no lo recordaba. La muchacha se horroriza al enamorarse de quien creía su propio hermano. Todo esto ocurre en Cuando levanta la niebla, cinta que tuvo cierto éxito luego de varios fracasos comerciales de quien fuera realizador importantísimo en la década anterior.

 Carlos Valadez, excelente compositor y bailarín, 
de efímera presencia en el cine nacional

         Alejandro Galindo se dedicó a un cine urbano en las cuatro películas que filmó en ese año. Tanto Los dineros del diablo como Por el mismo camino eran cintas con tema policiaco: En la primera, un humilde trabajador (Roberto Cañedo) era llevado por la ambición y la necesidad a caer en la delincuencia, enamorarse de una rumbera (Amalia Aguilar), a su vez amante de un hampón (Víctor Parra, genial). La otra mostraba a un delincuente criminal (Carlos Navarro) en su intento por huir a la frontera, aunque conocía a una desahuciada joven (Celia D’Alarcón) de la cual se enamoraba y era el motivo de su caída. Sucedió en Acapulco es un divertimento sin mayor trascendencia. Su gran película del año es la subestimada El último round nueva incursión en el mundo del boxeo, pero a la altura de los años cincuenta: ahora el protagonista no era personaje de barrio, humilde, sino un cantante y bailarín (Carlos Valadez, usualmente villano en cintas de arrabal, en su debut y despedida estelar, en la que también sería extrañamente, su última película) que mostraba cualidades para usar los puños. Luego de varias desgracias, podía reintegrarse a la sociedad: ya no era comentario social ni radiografía del “jodido”, sino muestra de una etapa que se sentía próspera.

 Niní Marshall y Antonio Aguilar en "Amor de locura"
del debutante director Rafael Baledón

         En 1952 debutaron tres nuevos directores: Rafael Baledón, actor que tendría una nutrida filmografía en este puesto, al dirigir Amor de locura, graciosa paráfrasis de la pasión que enloqueció a Juana debido al amor hacia Fernando. Niní Marshall resultaba sublime ante un Óscar Pulido fenomenal, quien del presente, como potencial asesino de su amante esposa, se enteraba de su pasado. Rafael Portillo filmó una comedia artesanal acerca del amor entre un ser del otro mundo y una rica humana en El fantasma se enamora. Y el escritor, periodista y versátil Luis Spota, debutó con un guion propio Nadie muere dos veces, cinta de intriga policiaca acerca de un hombre que suplantaba a otro en el afecto de su esposa, supuestamente asesina, para que todo se complicara y luego resolviera de la manera más fortuita.

 Ninón Sevilla y Luis Aldás en la delirante "Aventura en Río"

         Alberto Gout filmó un melodrama delirante, única cinta del año para Ninón Sevilla quien así se despedía del género que la convirtió en reina desde 1946: Aventura en Río. Alicia, la esposa de un médico mexicano sufría un accidente en Río de Janeiro que la dejaba amnésica. Una confusión de identidades hacía que la policía pensara que el cadáver de otra mujer era Alicia, quien a su vez, era rescatada por un hampón que la metía a trabajar a un cabaret como Nelly, la hacía su amante y la mujer se tornaba en apasionada defensora de su hombre, al grado de llegar a la saña contra quien se interpusiera en su camino. Claro que Alicia recuperaría su memoria y se reintegraría a su vida familiar, sin que el moralismo de la época ni la justicia del melodrama, la condenaran por haber disfrutado de las mieles de la infidelidad y del crimen. Caso semejante a su inmortal Aventurera (1949) donde la protagonista se redimía de su pecado carnal por haber sido víctima. La cinta tiene varios números musicales de antología (“Moreno, moreninho, meu amor”).

 Marga López, Julio Villarreal y Andrea Palma 
en "Eugenia Grandet"

         Emilio Gómez Muriel filmó cinco películas, pero deben de destacarse dos de ellas: Eugenia Grandet, correcta adaptación de la novela de Balzac al medio rural de las primeras décadas del siglo veinte para mostrar el retrato del avaro miserable (Julio Villarreal, en una de sus mejores interpretaciones) que condenaba a su hija (Marga López) a la soltería y el dolor. Un divorcio es la adaptación de otra novela, ahora de Paul Bourget, escritor católico, que narraba la crisis existencial (y religiosa) de una mujer (nuevamente Marga López), divorciada, casada en segundas nupcias con un ateo, cuyos conflictos de madre se interponían con su situación marital.

         Y quedan otros títulos destacables de los cuales podremos ir platicando en el transcurso del año en que se tornarán septuagenarios: René Cardona y la cinta que introduce a El Enmascarado de Plata; Rogelio A. González con Un rincón cerca del cielo; Gilberto Martínez Solares con Me traes de un ala; Carlos Toussaint con Marejada; Adolfo Fernández Bustamante y la deliciosa Cuarto de hotel; Alfredo B. Crevenna y la última película de Leticia Palma para el cine, en Apasionada; Ismael Rodríguez con Del rancho a la televisión, Pepe el Toro, o la ingeniosa Dos tipos de cuidado: Roberto Rodríguez con la juvenil Una calle entre tú y yo, hasta llegar al infinito de delirios fílmicos nacionales como Canción de cuna, del padre del cine mexicano, Fernando de Fuentes.

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