1969: un año de erotismo y picardía…
En 1969 la
producción del cine mexicano llegó a 88 títulos y se distingue por los temas
eróticos que se tocaron gracias a que la censura se había relajado en cuanto a
desnudos y ciertas palabrotas. Tanto en melodramas como comedias, cine de
acción y aventuras, se recurrió a la audacia. En general, se dio lugar a que se
filmaran algunas películas con mayores intenciones expresivas, permitiéndose
además el debut de algunos nuevos realizadores.
Ofelia Medina, Francisco del Villar e Isela Vega
Hace cincuenta años Isela Vega se convirtió en el objeto
sexual por excelencia gracias a Las pirañas aman en cuaresma de Francisco del Villar, donde era madre de una joven Ofelia Medina que caían en los brazos
del mismo hombre, un sinvergüenza Julio Alemán, que las disfrutaba sin imaginar
que eran la versión humana de viudas negras… o las pirañas del título. Distribuida
por Columbia Pictures, la cinta mereció estreno en el exquisito, entonces,
Cinema Río 70, haciendo que los jóvenes nos volcáramos a ver los desnudos de la
terrenal Isela, como sucedió con La hora desnuda (José Díaz Morales), La buscona (Emilio
Gómez Muriel) y El sabor de la venganza (Alberto Mariscal).
Jorge Rivero y Ofelia Medina, amantes imposibles
Por su lado, Ofelia Medina pasó de ser la joven y mimada Patsy mi amor (Michel 1968) a prostituta,
también desnuda, tanto en Las figuras de arena (Gavaldón), donde afirmaba la masculinidad de
Valentín Trujillo, como en Paraíso (Alcoriza), donde la redención posible con
el fortachón Jorge Rivero se cancelaba por la muerte inesperada de éste. Este
tipo de melodrama audaz hizo que el incesto fuera una posibilidad en Los años vacíos
(Sergio Véjar), con Elsa Aguirre que no desea saber si su amante
Joaquín Cordero era también su hermano, así como el lesbianismo en Las bestias jóvenes
(José Ma. Fernández Unsaín) donde la
reprimida Jacqueline Andere besaba a su amada Alma Delia Fuentes antes de
suicidarse y La
amante perfecta (Abel Salazar).
Mauricio Garcés se hace pasar como homosexual
para acostarse con sus clientas como Zulma Faiad.
La comedia picaresca tenía a Mauricio Garcés como su
estrella principal y apareció en cuatro títulos dirigidos por su realizador de
cabecera René Cardona
Jr.: Modisto
de señoras (su grandísimo taquillazo
que aquí se exhibió hasta en el refinado Cinema del Valle sin quejas de la casta
divina), Departamento
de soltero, Fray don Juan y Espérame en Siberia,
vida mía. Todavía alcanzó a filmar
una quinta película, Tápame contigo, pero bajo las órdenes del
guatemalteco productor e improvisado director Manuel Zeceña Diéguez.
Una pareja atractiva y sensual:
Manuel López Ochoa y Lucha Villa
La mejor película mexicana de 1969
Sin embargo,
la gran comedia picaresca del año fue El quelite que
permitió el debut en el largometraje al director Jorge Fons
quien se volvería importantísimo nombre en el futuro. Basada en un
vodevil teatral, la versión cinematográfica adquirió gran dignidad con el simpático Manuel
López Ochoa como el macho que se vuelve impotente al escuchar la canción del
título: eso lo aprovecha Tin Tan quien es su rival por el amor de Lucha Villa
para cantársela antes de la consumación carnal. Una cinta deliciosa.
El melodrama por antonomasia se vio ilustrado por las
versiones de radionovelas o telenovelas exitosas: Cruz de amor (Federico Curiel), La mentira (Emilio
Gómez Muriel), Rubí
(Carlos
Enrique Taboada), Fallaste corazón (José María Fernández
Unsaín), Anita
de Montemar (Manuel Zeceña Diéguez).
Los directores o estrellas de antaño filmaron producciones
que alcanzaron buena respuesta del público. Roberto Gavaldón filmó
una nueva versión de La vida inútil de Pito Pérez con López Tarso en el rol principal quien no logró
opacar la actuación genial de Tin Tan en la versión dirigida por Bustillo Oro en
los años cincuenta. Cantinflas hizo su cinta anual: Un quijote sin mancha (Miguel M. Delgado). Libertad Lamarque, tan vigente como nunca a sus 60 años, participó
en un controvertido melodrama: Rosas blancas para mi hermana negra (Abel Salazar) que aprovechó el tema muy actual
por esos tiempos de los transplantes de corazón en una trama donde una chica
blanca se salvaba por la muerte de una joven negra. Rogelio A. González filmó La sangre enemiga,
sobre una sabrosa novela tremendista de Luis Spota, con Meche Carreño como
voluptuosa esposa de un jorobado David Reynoso, padre del fortachón retrasado
mental Juan Miranda con el cual ella se acostaba luego de verlo bañándose
desnudo y, por tal motivo, el marido la
mataba quemándola. Ismael Rodríguez realizó
un melodrama populachero Faltas a la moral donde quiso sustituir fallidamente
a Pedro Infante por ¡Alberto Vázquez!
El cine del oeste a la mexicana tuvo como logrados ejemplos
a El tunco
Maclovio (Alberto Mariscal), Juan el desalmado (Miguel Morayta)
o Su precio… unos
dólares (Raúl de Anda Jr.), pero la obra de
culto, como variante filosófica y pretenciosa (para nuestros ojos actuales) fue
El topo (Alejandro
Jodorowsky).
Otras variedades que deben mencionarse son la cinta en
episodios Siempre
hay una primera vez (Estrada, Murray, Walerstein) donde se
narraban las pérdidas de la virginidad de tres muchachas correspondientes
respectivamente a sendas clases sociales. Eulalio González Piporro
escribió, produjo y dirigió su ópera prima El pocho. Alfonso Arau debutó
como director con El águila descalza, comedia desparpajada y satírica basada en una
historieta.
Y así estaban las cosas, en general, del cine mexicano hace
cincuenta años aunque se han omitido pocos casos… Muchas de ellas todavía se exhiben y el mejor homenaje siempre será volver a verlas...
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