1968
Hace
50 años se filmaron 103 películas en un año marcado por dos eventos
completamente opuestos en sus resultados: la modernidad y optimismo de las
Olimpiadas en México contra la represión y muerte en Tlatelolco. Los dos hechos
fueron filmados: Tlatelolco de manera clandestina e independiente (El grito. Leobardo Lópoez Aretche) y los
Juegos Olímpicos con derroche presupuestal y tecnológico (Olimpiada en México, Alberto Isaac). Debutaron los realizadores Manuel
Michel, Tito Novaro y Jorge Fons (quien será octogenario en 2018). Fallecieron
actrices secundarias que tuvieron una carrera abundante y expresiva en el cine
nacional: Maruja Grifell (puede identificarla como la “llorona” loca en Del can can al mambo), Paz Villegas
(viuda de Carlos Orellana y, por ejemplo, mamá de Marga López en Nazarín), Enriqueta Reza (la sirvienta
en Una familia de tantas), María
Valdealde (la anfitriona de la fiesta donde llega Tin Tan como cantante
flamenco, “El niño de pecho” en El rey del
barrio), además del cómico José Jasso (Chema, el tendero rival de Piporro
en El rey del tomate) y el actor,
luego popular director en telenovelas, Jesús Valero (Carlos V en La virgen que forjó una patria).
Y
aquí va una selección mínima de varias películas que deben destacarse:
*¿Por qué nací mujer?
(Rogelio A. González). Un melodrama soberbio donde se presenta una tipología de
los personajes femeninos en el cine mexicano: desde la madre abusiva que se
finge enferma para no ocuparse de la casa hasta la hija solterona que se
convierte en la responsable de familia pasando por la tía soltera que tuvo hijo
fuera de matrimonio o la hija mimada e insoportable. El epítome es la abuela
esclavizada por un marido opresivo y tacaño o la otra abuela que ya de tan
mayor se ha vuelto incontrolable.
*El oficio más antiguo del
mundo (Luis Alcoriza). Una cinta que intentó darle otro rostro al típico burdel
del cine mexicano. Al encontrar a un cura asaltado y acuchillado en la puerta
del lugar, dos de las pupilas lo meten a la casa. Ahí, la dueña (Gloria Marín) les
permite que se quede hasta que se recupere. Mientras tanto, las mujeres
empiezan a confesarse y sentir que tienen redención hasta que se descubre que
el tipo no era sacerdote. Alcoriza jugó con las motivaciones y los traumas de
las mujeres para llegar a un común denominador. Además, puso a una intelectual
(Maricruz Olivier) y a su vulgar contraparte (Isela Vega). Queda como una
curiosidad con reparto significativo de la época.
*Santa
(Emilio Gómez Muriel). Cincuenta años después de la primera versión de la popular novela de Federico Gamboa (todavía éxito de ventas) se llegó a
la cuarta, en colores, con otra narración bajo retrocesos en el tiempo y una
Santa más cínica por su propia circunstancia que desprecia. Julissa vino a ser
la heredera contemporánea con su fiel Hipólito (Enrique Rocha), su seductor, su
torero y otro personaje no considerado previamente en el cine, otro cliente que
la saca del burdel para que ella no soporte los celos y provoque su enojo.
*Trampa
para un cadáver (Francisco del Villar). Ingenioso melodrama de intriga y
suspenso acerca de un empresario (Guillermo Murray) que hereda la fortuna de su
difunta mujer ante el enojo de sus hijastros que no podrán tocarla hasta que
cumplan la mayoría de edad o se casen. Contratan a una mujer (Rosa María
Vázquez) que es la amante del padrastro sin que éste lo sepa. A partir de esta
premisa inicia un juego de gato y ratón donde empieza a haber giros
interesantes. Tiene guión de Luis Alcoriza.
*Remolino de pasiones (Alejandro Galindo). Una radionovela de Manuel Canseco Noriega (el mismo autor de Corona de lágrimas que Galindo filmara con éxito el año previo, sirvió para que este melodrama narrase la obsesión erótica de una mujer casada por el hombre que le recordaba a su fallecido amor de juventud. Al consumar su pasión provocaba el derrumbe familiar por lo que la pasión amorosa se tornaba en vengativa. Amparo Rivelles en gran dama a quien el sexo doblega.
*Todo por nada (Alberto
Mariscal). En estos años se pusieron de moda las cintas europeas que replanteaban
el género del oeste. Una buena muestra mexicana, copiando el estilo extranjero,
resultó ser esta saga, bastante popular y taquillera, que le dio mayor
presencia a los hermanos Mario y Fernando Almada, guionistas, productores y
actores, al presentarlos como justicieros contra una banda de asesinos salvajes
que habían exterminado a su familia.
*Trampas de amor (Jorge Fons,
Manuel Michel y Tito Novaro). Cinta ómnibus que permitió el debut de dos de sus
tres realizadores: Michel ya había filmado el largometraje, ese mismo año,
Patsy mi amor. Tres cuentos eróticos donde lo pícaro y sorpresivo se deja como
revelación final. Un par de chicas que agotan sexualmente a un conquistador;
una pueblerina que quiere ser estrella y maneja al vividor que desea abusar de
ella; un mecánico que sirve como objeto sexual de una dama rica recibe una sopa
de su propio chocolate.
*Vagabundo en la lluvia
(Carlos Enrique Taboada). El mismo año en que filmó su icónica El libro de
piedra, para continuar el éxito de Hasta el viento tiene miedo y La trinchera, otro
giro de tuerca sobre el tema revolucionario, Taboada filmó este inquietante
ejercicio de suspenso y erotismo donde un tipo acosaba a damas ricas, ociosas y
adúlteras como una especie de venganza natural.
*La manzana de la discordia
(Felipe Cazals). Distinguido por sus cortometrajes previos (que extrañamente se
exhibieron en las salas de cine como complemento cuando había programas
dobles), Cazals filmó su primer largometraje de manera independiente, torpe por
la falta de oficio, pero con mucho brío. Fue una cinta mítica e icónica para
quienes éramos jóvenes y solamente sabíamos de ella por reportajes. Pasaron
muchos años para que finalmente apareciera por televisión esta saga acerca de
tres machos crueles, bebedores y violentos, como imágenes simbólicas de lo que
estaba viviendo la sociedad en su momento. Uno de ellos era el extraordinario Jorge Martínez de Hoyos.
*Santo en el tesoro de
Drácula (René Cardona, 1968). Una divertida y absurda aventura del luchador que
inventa una máquina que permite el viaje al pasado. De esta manera se descubre
al malvado vampiro y entre el ayer y el hoy se intenta buscar su tesoro.
Restaurada hace un par de años (como El vampiro y el sexo) con secuencias que eran para exportación con
chicas que mostraban pechos y nalgas viene a ser otro ejemplo de los recursos
para que los productores recuperaran sus inversiones en el extranjero. Gran
curiosidad. En esta cinta debutó el actor regiomontano Alberto Rojas quien
tendría una exitosa carrera dentro del cine pícaro.
En
otros casos están cintas de las cuales ya he platicado en otras ocasiones y
pueden encontrar en mis blogs como Patsy mi amor o El terrón de azúcar. Ya se
ha hablado mucho de El libro de piedra o Al rojo vivo, filmada en Monterrey.
Los veteranos Emilio Fernández, Ismael Rodríguez o Miguel Zacarías realizaron
cintas no muy afortunadas: El crepúsculo de un dios, Los cuernos debajo de la
cama y Estafa de amor, respectivamente. Una disímbola cinta formada por dos
cuentos de Alcoriza y Chano Urueta: La puerta y la mujer del carnicero. Quedan
algunas cintas por discutir que fueron populares y ya eran realizadas por los
hijos de las viejas dinastías como Raúl de Anda Jr. y René Cardona Jr. con
Vuelo 701 y El despertar del lobo. Siempre queda la intención de tratarlas con
mayor extensión en el futuro, como otras no mencionadas.
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