Hace
60 años se filmaron 138 películas, número récord para la historia, hasta
entonces, del cine nacional. A pesar de la alta producción se cerraron los
estudios Azteca. Se organizó y celebró, solamente en la Ciudad de México, la
Primera Reseña de Festivales Cinematográficos que después tendría su sede en
Acapulco, donde se exhibían algunas de las cintas premiadas en los festivales
internacionales de categoría (Cannes, Venecia, Berlín, entre otros). Algunas
cintas del año se enviaron, por su parte, a festivales distintos sin alcanzar
notoriedad con la honrosa excepción de la mejor película del año, o sea Nazarín, invitada directamente por el
Festival de Cannes donde obtendría el Premio Especial del Jurado. Fallecieron
personajes secundarios del cine nacional: el realizador pionero del cine
silente y actor Guillermo Calles, la actriz Josefina Segarra (cuya presencia
más notoria ocurre en ¡Así es mi tierra!
de Boytler-Cantinflas) y Alfredo Gómez de la Vega, importante actor teatral
cuya única actuación en cine fue en Barrio
de pasiones (1947, Adolfo Fernández Bustamante) y aparte co-dirigió Santa (1943, Norman Foster) en apoyo
actoral. Y fue el año en que El Santo
debutó en cine para convertirse en ícono innegable.
Algunas
de las películas destacadas del año. Ya muchas de ellas se distinguen por
detalles o cuestiones particulares fuera de sus imperfecciones. Varios
directores tuvieron más de una cinta en el año pero selecciono lo más notorio.
Una lista muy incompleta que espero ir incrementando durante el año.
*Nazarín
(Luis Buñuel). Indudablemente uno de los puntos altos del cine mexicano. Fuera
de serie, ejemplo de lo que hubiera sido nuestra industria con más productores
sensibles como Barbachano Ponce. Basada en la novela de Benito Pérez Galdós,
adaptada a suelo mexicano en tiempos porfiristas, tenemos la figura del
sacerdote idealista que desea imitar humildemente a Cristo sin imaginar las
consecuencias que esto conlleva. Buñuel logró su cinta más redonda desde Los olvidados.
*La cucaracha (Ismael
Rodríguez). Reunión insólita de los grandes mitos del cine nacional: María
Félix y Dolores del Río. Una trama melodramática que habla más de pasiones
amorosas de dos mujeres opuestas (la vulgar Cucaracha contra la aristocrática
Isabel) que de la mentada revolución, vehículo usual en nuestro cine
prestigioso para ofrecer una visión heroica y nacionalista. Aparte, añadan a Pedro Armendáriz, Emilio Fernández y otros futuros monstruos sagrados como Ignacio López Tarso o David Reynoso... ¡Ah, y la genial Lupe Carriles!
*El
hombre del alazán (Rogelio A. González). Un personaje usual del cine de
caballitos adquiere tonos picarescos: un estafador de feria que es dominado por
la pasión amorosa para luego cuestionarla ante la pérdida de su libertad. Un
guion inteligente de Luis Alcoriza en las manos de un director excepcional. Fernando Casanova y Martha Mijares.
*Misterios
de ultratumba (Fernando Méndez). Una cinta de terror que deja cabos sueltos,
busca la solución a lo que está más allá de la muerte para desviarse por otro
camino. No importa mientras se aprecia una atmósfera admirable con manejo del
suspenso. Espíritus, una loca furiosa interpretada por Carolina Barret, una casona oscura y amenazante.
*Quinceañera
(Alfredo B. Crevenna). Una película siempre vapuleada y con discurso bastante
clasista al mostrar a tres chicas que llegan a la edad de las ilusiones, cada
una perteneciente a estratos sociales diversos, pero que se ocupa de uno de los
eventos más esperados, tradicionales y significativos de la familia mexicana:
la entrada en sociedad y en la edad de merecer de las hijas. Entrañable por
reparto, por mostrar una urbe apacible, por sus personajes que representan a
valores simbólicos. Martha Mijares, en el rol de la quinceañera rica, se despedía del cine.
*Las
señoritas Vivanco (Mauricio de la Serna). Nueva reunión de las abuelas del cine
nacional, obviamente Sara García y Prudencia Griffel, como señoritas porfirianas que reciben el producto del pecado de su
donjuanesco hermano: una niña a la cual hay que criar y educar. La ruina
económica no deja más que los hurtos a personajes miserables o infieles por lo
que justifican los latrocinios para seguir sobreviviendo. Guion brillante de
Elena Garro y Juan de la Cabada con adaptación de Josefina Vicens.
*Miércoles
de ceniza (Roberto Gavaldón). Una mujer (María Félix) es violada por un sacerdote. Con el
paso del tiempo se vuelve dueña de un burdel durante tiempos cristeros apoyando
por completo al gobierno. Se enamora de un médico por su trato justo e
imparcial hasta que descubre que es, en realidad, un sacerdote. Imagen
indirecta de una lucha social que nuestro cine no trataba y que se pudo
realizar porque su objetivo era romántico más que impugnador.
*La
edad de la tentación (Alejandro Galindo). Un cuento moralizador donde los
personajes son cuatro jovencitos bajo diferentes circunstancias familiares: uno
tiene padre comprensivo y apoyador que lo aconseja y lleva a conferencias sobre
sexo, se ejercita y no cae en el deseo sexual. Los otros viven con familias más
bien disfuncionales y son atrapados en el torbellino carnal con diversas
consecuencias que sirven como advertencias para los espectadores adolescentes.
Despegue como nuevas estrellas de sus protagonistas juveniles: el versátil Fernando Luján, el apasionado Alejandro Ciangherotti Jr., el guapito sin experiencia Gastón Santos y el atlético, centrado Alfonso Mejía.
*La
estrella vacía (Emilio Gómez Muriel). La versión fílmica de una popular novela
de Luis Spota utilizó a María Félix para que el público pensara que la
protagonista, una mujer cuya ambición de triunfar como estrella de cine la
llevaba a dejar sus escrúpulos de lado, era imagen de su propia vida. Aunque
algunos elementos empataban románticamente con la realidad eran en realidad
cuestiones usuales en diversos casos. Lo que queda es un reparto maravilloso,
vestuarios lujosos, una Félix bellísima y unos diálogos de antología: ¡y todo
en colores!
*Impaciencia
del corazón (Tito Davison). La adaptación a ambiente mexicano de la espléndida novela
de Stefan Zweig traslada el período previo de la Primera Guerra Mundial a los
tiempos de la Intervención Francesa, además de agregar otros personajes. Una joven
paralítica, hija de un hombre acaudalado, conoce a un capitán del cual se
enamora perdidamente. Sin embargo, el joven oficial está más interesado en una
prima de la muchacha por lo que continua viéndola para acercarse a la otra. El
joven siente compasión por la incapacitada y le hace creer que la ama. Visión
romántica de los deseos frustrados en ambos sentidos: amante y amado que lleva a resultados trágicos.
*Nacida
para amar (Rogelio A. González). La comedia musical excesiva, redonda, plena de
fantasía, divertida. Versión frívola de La
estrella vacía sin melodrama ni perversión, solamente con la falta de todo
escrúpulo para alcanzar la fama. Loló (Ana Luisa Peluffo, magnífica) es una
vedette legendaria (literalmente) que pasa por amantes, cambios sociales,
maridos, giras internacionales, para demostrar que posee un vacío moral que la
hace ¡feliz! Maravillosa y excepcional.
*Sábado
negro (Miguel M. Delgado). Cuando no era director a destajo de Cantinflas,
Delgado realizaba cintas aceptables. En este caso, una incursión en el film noir a la mexicana con un inopinado
buen guion (del churrero, ahora centenario, José María
Fernández Unsaín) acerca del marido manso, oficinista, que aprovecha las
vacaciones de su familia para asistir con un compañero oficinista al cabaret.
Conoce a una mujer que lo seduce pero luego lo involucra en un crimen del cual
es inocente. Jorge Martínez de Hoyos ofrece una excelente actuación. Aceptable
atmósfera. La cinta volvería a filmarse veinte años después como Noche de juerga por el mismo realizador.
*El
brazo fuerte (Giovanni Korporaal). Cinta independiente que tardó 16 años para
estrenarse. Visión del cacique mexicano alimentado por los intereses de los
poderosos y la impotencia de los humillados. Agileo llega a un pueblo y gracias
a una carta federal se le toma como amigo del Presidente. De esta manera inicia
una existencia de abusos y descontroles hasta que muere y se descubre la verdad
detrás de esta misiva. Irónica, desparpajada, con un reparto de desconocidos y
una factura impecable.
*La
familia Ruffino (Julio Porter)
*El
fistol del diablo (Fernando Fernández). Dos series filmadas en los Estudios
América que marcaron el debut de sus realizadores. Cada una contaba con cuatro
títulos divididos en tres episodios. La
familia Ruffino es una divertidísima relación de situaciones que vive este
cuarteto musical, originario de Cuba, popularísimo por esos años, donde
interpretan bellas canciones. El fistol
del diablo parte de la esencia de la novela de Payno en tiempos actuales
donde el diablo ofrece un fistol a sus posibles víctimas a cambio de su alma y
consecuencias fatales. Es muy entretenida, con repartos secundarios y
producción barata.
Aquí
hay otros títulos de interés y quedan todavía varios por rescatar:
Acapulqueña – Ramón Pereda
Ama a tu prójimo – Tulio Demicheli
Las aventuras de Carlos Lacroix – Zacarías Gómez
Urquiza
Bolero inmortal – Rafael Portillo
Café Colón – Benito Alazraki
La cigüeña dijo sí – Rafael Baledón
Cuentan de una mujer – Juan J. Ortega
Los desarraigados – Gilberto Gazcón
Escuela de verano – Gilberto Martínez Solares
Estampida – Raúl de Anda
El grito de la muerte – Fernando Méndez
El hombre que me gusta – Tulio Demicheli
Isla para dos – Tito Davison
Lágrimas de amor – Alfonso Corona Blake
México nunca duerme – Alejandro Galindo
Mientras el cuerpo aguante – Gilberto Martínez
Solares
La mujer y la bestia – Alfonso Corona Blake
Los pequeños gigantes – Hugo Butler
Raffles – Alejandro Galindo
Santo contra el cerebro del mal – Joselito
Rodríguez
Santo contra los hombres infernales – Joselito
Rodríguez
Sed de amor – Alfonso Corona Blake
Una señora movida – René Cardona
Señoritas (Fernando Méndez)
Thaimí, la hija del pescador – Juan Orol
La vida de Agustín Lara – Alejandro Galindo
El vestido de novia – Benito Alazraki
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