LA RISA DE LA CIUDAD
1962. Dir. Gilberto Gazcón.
Las andanzas de un grupo de artistas ambulantes que incluye al payaso Beto (Joaquín Cordero, excelente), al tragafuegos alcohólico Ronson (Resortes) y sus hijos: el cantante carterista Polo (Julio Alemán) y el niño Pipirín (Valentín Trujillo), el ciego y hombre orquesta Ruperto (Aarón Hernán) con su madre Berta (Fanny Schiller), además del hombre fuerte Rosco (David Silva) con su hijita contorsionista Rosita (Rosa Lilia Murillo) dan lugar al melodrama familiar cuando don Tencho (José Elías Moreno), busca la manera de reconectar con su nieto largamente perdido y encontrado, sin que conozca la relación familiar, o sea Beto; además, el melodrama romántico por la relación de Leticia (Alma Delia Fuentes), empleada del rastro de la ciudad, con Beto. El melodrama social, al tratar el problema de los paracaidistas en terrenos privados y dejar constancia de que todo se debe a la falta de educación. Alrededor de todas estas problemáticas se encuentra una visión que ahora resulta testimonio documental de la Ciudad de México a mitad del sexenio de Adolfo López Mateos.
La cinta inicia con un montaje alterno de personas riendo en las atracciones de un parque de diversiones y la gente que llora en algún entierro de cementerio. Es día de muertos, según se indica en la pantalla, y el grupo está presentando su espectáculo rodeado de mucha gente. En otro momento, Beto va a una mezcla de restaurante y centro de diversiones donde hay mesas de futbolito, así como de juegos precursores de los que ahora se sirven de la electrónica. Ocurre una redada policiaca, algo que era común en este tipo de lugares ya que eran frecuentados por “vagos” (eran los tiempos del regente Uruchurtu y así eran considerados por la policía), aunque previamente ha pedido a Toroncho (Pancho Córdova) que le dé unos “toques eléctricos”, otra de las atracciones usuales que servían para medir la hombría y el aguante de quienes iban soportando el incremento de voltaje al tomar en cada mano dos electrodos, que también servían, en otro aspecto, para calmar los nervios. En otra secuencia se muestra a Beto en el “Rastro y frigoríficos del Distrito Federal” que se encontraba en Azcapotzalco para ver a su amante Leticia, que era el rastro que sustituyó al que Buñuel presentaría lateralmente en La ilusión viaja en tranvía. Y más adelante, cuando muere el borracho Ronson, sus hijos se van a cantar a un camión urbano para sacar dinero, además de que Polo va a robar carteras, algo que Pipirín descubre y hace que le imite, sin éxito, más adelante.
El realizador Gilberto Gazcón (1929 – 2013), perteneciente a una poderosa y tradicional dinastía cinematográfica (Raúl de Anda, Valentín Gazcón), comenzó como guionista desde su juventud. Luego de ser asistente de dirección, por fin alcanzó la posibilidad de ingresar como realizador a la industria. En 1957 filmó El boxeador que le traería premios, llamaría la atención, e hizo que se pensara que había un nuevo director de aliento, pero era simplemente un melodrama estilizado, grandilocuente y efectista: estas fueron las constantes en la carrera del director (Cielo rojo, La cárcel de Cananea, Remolino, Los desarraigados) entre sus 27 títulos. Era un director efectista más que propositivo; técnico eficiente en lugar de reflexivo; tenía muy buen olfato comercial para encontrar los elementos adecuados para sus películas (El mal, Ya somos hombres, Perro callejero). Esto se demuestra en La risa de la ciudad: un elenco estelarísimo (Cordero y Alemán eran actores muy populares), un discurso moralista (arreglar amasiatos, llevar al ladrón por el buen camino, unir a la familia dispersa), un problema social (el caso de los paracaidistas y el problema de la vivienda) eran los grandes temas que permitían utilizar a la ciudad para ilustrar lo que quedaría en melodramas personales.
No habrá mayores consecuencias, ni situaciones para reflexionar, solamente el deseo de llegar al final feliz: el carterista, que sabe fabricar excelentes nieves, se irá a venderlas en su carrito. Beto reencontrará a su abuelo y hará que su amante se torne en madre decente. No se sabe qué sucederá con los demás miembros del grupo. Sin embargo, como documento resulta importante y como melodrama, uno que se distingue dentro del género. Lo que debe destacarse de su director es el deseo de hacer un cine diferente en cuanto al cuidado de su manufactura (encuadres correctos, música instrumental como fondo, edición de impacto), una narración impecable y, ya en el camino, dejar constancia de momentos espléndidos, cálidos, imborrables.
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