EL OTRO
SEÑOR HAMILTON
(Seconds)1966. Dir. John Frankenheimer.
A cincuenta años de su estreno (aquí a
Monterrey nos llegó hasta 1967 al Cine Juárez), El otro Sr. Hamilton ha
pasado la prueba del tiempo. Octavo largometraje del realizador John Frankenheimer
(1930 – 2002) quien había salido de los teleteatros en vivo de los años
cincuenta, para convertirse en interesante joven cineasta con propuestas
diferentes: un lenguaje más atractivo que mezclaba la experiencia en la
pantalla chica con la tecnología más práctica de las nuevas cámaras y películas
de cine.
John Frankenheimer
Los
jóvenes salvajes (1961) producida y actuada por Burt Lancaster le permitió
una continuidad con temas prestigiosos
y el apoyo
del rudo actor que seguiría contratándolo para filmar sus películas: La celda olvidada (1962), Siete días de mayo (1964)
y El tren (1964, donde sustituyó a Arthur
Penn, cuya forma de filmar no le gustó al productor Lancaster) aunque antes, la MGM le había dado la
oportunidad de filmar un melodrama pasional A
cada cual su propio infierno (1962)
y una emocionante
cinta de suspenso psicológico El
embajador del miedo (1962). Todavía, como antecedente ya olvidado se
encuentra su ópera prima El joven extraño
(1957)
producción
independiente que le debe mucho a la actividad de pantalla chica que entonces
estaba en su apogeo.
El
otro Sr. Hamilton resultó ser su primera producción, basada en una novela de David Ely
que mezclaba intriga con algo de ciencia ficción al narrar cómo el ejecutivo
bancario Arthur Hamilton (John Randolph) se sometía al tratamiento que le proponía
una extraña y oscura organización donde los clientes se sometían a una cirugía
plástica y de renovación general para cambiar su físico, adquirir otra
identidad y nueva vida.
El rígido
y conformista Sr. Hamilton no era feliz: ya su esposa no le satisfacía y su
hija se encontraba casada y lejos de casa. Se dedicaba solamente al trabajo,
pensando que algo le faltaba a su existencia o que había perdido la oportunidad
para conseguir otras metas. Cierto día recibe la llamada de un amigo que había
fallecido, aparentemente, tiempo atrás.
Le daba
los datos para llegar a la organización, algo que el hombre aceptaba. Se le
haría pasar como muerto en un accidental incendio donde se colocaría a alguien
semejante en físico y características en su lugar.
El Sr.
Hamilton es intervenido y despierta como Antiochus Wilson (Rock Hudson) al cual
trasladan a Malibú, en California, y le “asignan” la profesión de pintor (una
de las aficiones que Hamilton tuvo parcialmente en alguna etapa de su vida
previa).
No
obstante, pasa el tiempo y Wilson no es feliz. Conoce a una mujer, Nora (Salome
Jens), que intenta acostumbrarlo a su nueva realidad.
Rock Hudson como Antiochus "Tony" Wilson
Cierta
noche, en una reunión para conocer a sus vecinos, Wilson se emborracha y
comienza a hablar de más, recordar su pasado, a lo que sus invitados, todos
ellos también clientes rejuvenecidos de la organización, intentan calmarlo.
Nora
resulta ser una empleada cuyo interés romántico era simplemente mercantil.
Wilson regresa a su antigua mansión, se da cuenta que su mujer lo recuerda sin
mucho dolor y que ya ha ido borrando sus huellas.
Decide
entonces, ir a la organización y solicitar una reasignación para volver a
empezar. En realidad se ha tornado en problema y lo que se decide es eliminarlo
y utilizarlo como víctima para que otra persona pueda adquirir una nueva
identidad.
En esos años sesenta, Hollywood
comenzaba a permitirse ciertas libertades que con el tiempo se harían mayores.
Este final trágico sería impensable anteriormente y mucho menos con el
personaje interpretado por la estrella de una producción importante. Rock Hudson
había cumplido cuarenta años y estaba en el inicio del cambio: atrás quedaban
los melodramas románticos de los años cincuenta o las comedias amables de la
primera mitad de los sesentas. En esta cinta se arriesgaba a interpretar un
papel dramático y demostraba que tenía cualidades para realizarlo.
Rock Hudson y la efímera estrella Salome Jens,
quien seguiría su carrera pero sin papeles estelares
Si el Sr.
Hamilton era serio y coherente con su edad, el Sr. Wilson permanecía
melancólico e inconforme con su nueva identidad. La mujer que conocía le
introducía a la sensibilidad de moda: la libertad que el movimiento hippie estaba contagiando a la sociedad
y el hombre se veía forzado a aceptarla aunque sin estar plenamente convencido.
Luego de dicha experiencia venía el alcohol y la reminiscencia: el peligro de
revelar su secreto (por más increíble que pudiera parecerle a otras personas)
aunque, coincidentemente, quienes estaban a su lado conocían su circunstancia.
La cinta viene a ser un discurso sobre
el desencanto en nuestras existencias. Desencanto que se traduce en la
incapacidad por aceptar el paso del tiempo o en la conciencia de que ya no se
podrá realizar algún sueño de etapas anteriores. Desencanto que se aprecia ante
la indiferencia que producen otras personas en nosotros o ante la realidad de
que si se alcanza casualmente otro nivel laboral o intelectual, las cosas a
nuestro alrededor seguirán siendo idénticas.
En esta
cinta se habla de un cambio físico que transforma a la persona por completo,
sin que sea notorio para los demás: Hamilton es alto como Wilson, pero tiene
cuerpo imperfecto. Wilson es atlético. Hamilton es banquero que, alguna vez
soñó con pintar. Wilson es pintor falsamente publicitado con trayectoria y
fama. A pesar de las ventajas de dichas transformaciones, la mente permanece:
atavismos y costumbres.
La película, en blanco y negro que
permite claroscuros, contrastes y mayor sentido emocional, cae en el cine audaz
de la década: cuando Nora lleva a Wilson a un rito simbólico que involucra la
“pisada” de uvas para fabricar vino, los asistentes comienzan a desnudarse para
entrar a la barrica que contiene la fruta. Wilson se angustia al ver que Nora
lo deja para integrarse con los demás. Lo que
ocurre en su entorno le es desconocido y brutal. Es obligado a entrar, le
quitan la ropa y es el breve instante en que Hamilton se torna en Wilson para
disfrutar de la libertad y el roce de otros cuerpos. Es un momento efímero que
posteriormente, bajo la influencia del alcohol y la llegada del pasado
emocional, lo lleven a extremo inconveniente. La cinta muestra desnudos integrales
femeninos, en pocos instantes, que se tornaría más común en los años
siguientes.
La cinta ha sido homenajeada o adaptada
con el paso de los años en otras producciones que hablan acerca de identidades
conmutadas (Sutura, 1993, McGehee y
Siegel; Días extraños, 1995, Bigelow, entre otras). La más reciente ha sido
In/mortal (2015) del inventivo y visual realizador
Tarsem Singh donde un millonario (Ben Kingsley) se sometía a un cambio de mente
con un cuerpo, aparentemente creado genéticamente, del cual luego se enteraría que en
realidad se debía al asesinato de alguien (Ryan Reynolds) para que ocupara su lugar: a
diferencia de la cinta original, entraba el cuestionamiento moral y la solución
adecuada para satisfacer a todo público.
Es la gran
cualidad, y diferencia, de El otro Señor
Hamilton ya que es el propio hombre quien sufre la transformación y viene a
pagar con su mismo cuerpo la insatisfacción de su propia existencia cuando se
da cuenta, demasiado tarde, que era la misma causa del desencanto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario