sábado, 13 de febrero de 2016

EL DESENCANTO


EL OTRO SEÑOR HAMILTON
(Seconds)
1966. Dir. John Frankenheimer.

 


         A cincuenta años de su estreno (aquí a Monterrey nos llegó hasta 1967 al Cine Juárez), El otro Sr. Hamilton ha pasado la prueba del tiempo. Octavo largometraje del realizador John Frankenheimer (1930 – 2002) quien había salido de los teleteatros en vivo de los años cincuenta, para convertirse en interesante joven cineasta con propuestas diferentes: un lenguaje más atractivo que mezclaba la experiencia en la pantalla chica con la tecnología más práctica de las nuevas cámaras y películas de cine.

John Frankenheimer


         Los jóvenes salvajes (1961) producida y actuada por Burt Lancaster le permitió una continuidad con temas prestigiosos
 


y el apoyo del rudo actor que seguiría contratándolo para filmar sus películas: La celda olvidada (1962), Siete días de mayo (1964)

 


y El tren (1964, donde sustituyó a Arthur Penn, cuya forma de filmar no le gustó al productor Lancaster) aunque antes, la MGM le había dado la oportunidad de filmar un melodrama pasional A cada cual su propio infierno (1962)
 


 y una emocionante cinta de suspenso psicológico El embajador del miedo (1962). Todavía, como antecedente ya olvidado se encuentra su ópera prima El joven extraño (1957)



producción independiente que le debe mucho a la actividad de pantalla chica que entonces estaba en su apogeo.

 


         El otro Sr. Hamilton resultó ser su primera producción, basada en una novela de David Ely que mezclaba intriga con algo de ciencia ficción al narrar cómo el ejecutivo bancario Arthur Hamilton (John Randolph) se sometía al tratamiento que le proponía una extraña y oscura organización donde los clientes se sometían a una cirugía plástica y de renovación general para cambiar su físico, adquirir otra identidad y nueva vida.

John Randolph como Arthur Hamilton
 
El rígido y conformista Sr. Hamilton no era feliz: ya su esposa no le satisfacía y su hija se encontraba casada y lejos de casa. Se dedicaba solamente al trabajo, pensando que algo le faltaba a su existencia o que había perdido la oportunidad para conseguir otras metas. Cierto día recibe la llamada de un amigo que había fallecido, aparentemente, tiempo atrás.


Le daba los datos para llegar a la organización, algo que el hombre aceptaba. Se le haría pasar como muerto en un accidental incendio donde se colocaría a alguien semejante en físico y características en su lugar.

El Sr. Hamilton es intervenido y despierta como Antiochus Wilson (Rock Hudson) al cual trasladan a Malibú, en California, y le “asignan” la profesión de pintor (una de las aficiones que Hamilton tuvo parcialmente en alguna etapa de su vida previa).

 
No obstante, pasa el tiempo y Wilson no es feliz. Conoce a una mujer, Nora (Salome Jens), que intenta acostumbrarlo a su nueva realidad.

Rock Hudson como Antiochus "Tony" Wilson
 
Cierta noche, en una reunión para conocer a sus vecinos, Wilson se emborracha y comienza a hablar de más, recordar su pasado, a lo que sus invitados, todos ellos también clientes rejuvenecidos de la organización, intentan calmarlo.

 
Nora resulta ser una empleada cuyo interés romántico era simplemente mercantil. Wilson regresa a su antigua mansión, se da cuenta que su mujer lo recuerda sin mucho dolor y que ya ha ido borrando sus huellas.


Decide entonces, ir a la organización y solicitar una reasignación para volver a empezar. En realidad se ha tornado en problema y lo que se decide es eliminarlo y utilizarlo como víctima para que otra persona pueda adquirir una nueva identidad.

 
         En esos años sesenta, Hollywood comenzaba a permitirse ciertas libertades que con el tiempo se harían mayores. Este final trágico sería impensable anteriormente y mucho menos con el personaje interpretado por la estrella de una producción importante. Rock Hudson había cumplido cuarenta años y estaba en el inicio del cambio: atrás quedaban los melodramas románticos de los años cincuenta o las comedias amables de la primera mitad de los sesentas. En esta cinta se arriesgaba a interpretar un papel dramático y demostraba que tenía cualidades para realizarlo.


Rock Hudson y la efímera estrella Salome Jens,
quien seguiría su carrera pero sin papeles estelares
 
Si el Sr. Hamilton era serio y coherente con su edad, el Sr. Wilson permanecía melancólico e inconforme con su nueva identidad. La mujer que conocía le introducía a la sensibilidad de moda: la libertad que el movimiento hippie estaba contagiando a la sociedad y el hombre se veía forzado a aceptarla aunque sin estar plenamente convencido. Luego de dicha experiencia venía el alcohol y la reminiscencia: el peligro de revelar su secreto (por más increíble que pudiera parecerle a otras personas) aunque, coincidentemente, quienes estaban a su lado conocían su circunstancia.


         La cinta viene a ser un discurso sobre el desencanto en nuestras existencias. Desencanto que se traduce en la incapacidad por aceptar el paso del tiempo o en la conciencia de que ya no se podrá realizar algún sueño de etapas anteriores. Desencanto que se aprecia ante la indiferencia que producen otras personas en nosotros o ante la realidad de que si se alcanza casualmente otro nivel laboral o intelectual, las cosas a nuestro alrededor seguirán siendo idénticas.

 
En esta cinta se habla de un cambio físico que transforma a la persona por completo, sin que sea notorio para los demás: Hamilton es alto como Wilson, pero tiene cuerpo imperfecto. Wilson es atlético. Hamilton es banquero que, alguna vez soñó con pintar. Wilson es pintor falsamente publicitado con trayectoria y fama. A pesar de las ventajas de dichas transformaciones, la mente permanece: atavismos y costumbres.


         La película, en blanco y negro que permite claroscuros, contrastes y mayor sentido emocional, cae en el cine audaz de la década: cuando Nora lleva a Wilson a un rito simbólico que involucra la “pisada” de uvas para fabricar vino, los asistentes comienzan a desnudarse para entrar a la barrica que contiene la fruta. Wilson se angustia al ver que Nora lo deja para integrarse con los demás. Lo que ocurre en su entorno le es desconocido y brutal. Es obligado a entrar, le quitan la ropa y es el breve instante en que Hamilton se torna en Wilson para disfrutar de la libertad y el roce de otros cuerpos. Es un momento efímero que posteriormente, bajo la influencia del alcohol y la llegada del pasado emocional, lo lleven a extremo inconveniente. La cinta muestra desnudos integrales femeninos, en pocos instantes, que se tornaría más común en los años siguientes.

 
         La cinta ha sido homenajeada o adaptada con el paso de los años en otras producciones que hablan acerca de identidades conmutadas (Sutura, 1993, McGehee y Siegel; Días extraños, 1995, Bigelow, entre otras). La más reciente ha sido In/mortal (2015) del inventivo y visual realizador Tarsem Singh donde un millonario (Ben Kingsley) se sometía a un cambio de mente con un cuerpo, aparentemente creado genéticamente, del cual luego se enteraría que en realidad se debía al asesinato de alguien (Ryan Reynolds) para que ocupara su lugar: a diferencia de la cinta original, entraba el cuestionamiento moral y la solución adecuada para satisfacer a todo público.

Es la gran cualidad, y diferencia, de El otro Señor Hamilton ya que es el propio hombre quien sufre la transformación y viene a pagar con su mismo cuerpo la insatisfacción de su propia existencia cuando se da cuenta, demasiado tarde, que era la misma causa del desencanto.

 

        

 

        

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