domingo, 21 de febrero de 2016

EL ARTE ES ILUSORIO


BLOW UP
(Deseo en una mañana de verano)
1966. Dir. Michelangelo Antonioni.


            Al mismo tiempo que se ve a un grupo de mimos que viaja ruidosamente en un automóvil por las calles londinenses, alternamos la visión de Thomas (David Hemmings) quien es un importante fotógrafo. Lo conocemos al salir, temprano por la mañana, de un albergue, vestido con ropa sucia y sin afeitar, con una bolsa de estraza. Camina unas cuadras y aborda un Rolls Royce convertible para dirigirse a su estudio, sacando una cámara de la bolsa. En su trayecto se topa con los mimos, que ahora andan caminando, pidiendo dinero a la población. En el estudio lo espera una modelo (Verushka) con la cual lleva a cabo una apasionada sesión fotográfica. Luego pasa a otra toma de fotos con unas modelos, pero se desespera y las deja. Visita a un vecino, pintor (John Castle) que tiene problemas de creación y otros maritales con su mujer (Sarah Miles). Luego va a una tienda de antigüedades que desea adquirir pero al no encontrar a la dueña, pasa a un parque cercano para tomar fotografías.


            Ahí encuentra a una pareja que se mueve amorosamente por el lugar, los sigue, la mujer abraza al hombre, y todo lo va fotografiando Thomas hasta que ella se da cuenta de su presencia al cual se dirige para exigirle que le entregue el rollo de la cámara. Thomas se niega y la mujer se va. El fotógrafo pasa entonces a un restaurante donde se encuentra con su agente Ron (Peter Bowles) al cual muestra su portafolio de imágenes con miserias humanas cuando se da cuenta, por un ventanal, que un hombre se acerca a su automóvil, intentando abrir la cajuela. Thomas sale y el tipo se aleja. Más tarde, al llegar a su casa, aparece la mujer del parque quien vuelve a pedirle las fotos del parque. Thomas le entrega un rollo distinto y luego tiene un escarceo amoroso con la mujer quien se va. Intrigado, revela las fotos y empieza a estudiarlas. Nota algunos detalles que lo llevan a ampliarlas y hasta a retomarlas para lograr mayores dimensiones. Entonces descubre que hay una pistola que apunta al hombre mientras abraza a la mujer.


            En ese momento llegan dos jovencitas que deseaban que Thomas les hiciera una sesión fotográfica y quienes se desnudan para seducirlo y tener relaciones sexuales. Al terminar, Thomas se dirige hacia su estudio y encuentra que se han robado todo: rollo y fotografías sin dejar huella alguna de su descubrimiento. Busca a sus vecinos para contarles la situación pero los encuentra haciendo el amor. Sale de casa para ir a casa de su agente, pero en el camino ve a la mujer del parque que se mete por un callejón. La sigue, entra a un espacio con jóvenes que escuchan a un grupo musical (The Yardbirds), pero no logra encontrarla. Thomas va al parque donde encuentra el cuerpo del hombre que acompañaba a la mujer de las fotografías. Más tarde va hacia la casa de Ron pero tiene una fiesta donde todos los asistentes están drogándose. El mismo agente no está en condiciones para escucharlo y Thomas mismo queda dormido. Por la mañana, va al parque. Ya no está el cuerpo. Llegan los mimos del prólogo que entran a una cancha de tenis donde representan un imaginario juego. De pronto, la inexistente pelota sale de la cancha y la mima jugadora le pide a Thomas que se la devuelva. El hombre recoge el objeto imaginario y lo lanza para que se retome el juego, ahora con sonido de raquetas y golpeteos. Thomas se queda mirando. De pronto desaparece de la pantalla.

            Blow Up fue la primera cinta en inglés del maestro Michelangelo Antonioni (1912 – 2007) luego de haber alcanzado premios y fama por festivales del mundo. Su cine, dirigido hacia los circuitos denominados “de arte”, tenían gran aceptación en muchos países. Gracias a ello, el productor Carlo Ponti le ofreció un contrato por tres películas que serían distribuidas por la poderosa MGM. Antonioni había leído el cuento Las babas del diablo de Julio Cortázar, incluido en el libro Las armas secretas (1959) y se interesó por lo que significaba el mecanismo de la fotografía y no en la trama final (un fotógrafo captaba – y evitaba – la seducción de que era víctima un jovencito por una mujer mayor por lo que se ufanaba de su victoria. Más tarde, al revelar las fotos, se daba cuenta que el muchachito seguía atrapado en ellas). Inspirado en este relato, Antonioni quiso hablar de la ilusión y la realidad en nuestras vidas, además de aprovechar los comentarios sobre la vigencia londinense al ser, por ese tiempo, líder en la música juvenil y la moda, (entre otras ventajas económicas), por lo que escribió su guion final al lado de su colaborador constante Tonino Guerra (1920 – 2012) con el cual había escrito sus cuadrilogía sobre la incomunicación (La aventura, La noche, El eclipse y El desierto rojo), con la traducción al inglés del dramaturgo Edward Bond (1934) quien así iniciaba una distinguida, aunque limitada, carrera de guionista al lado de realizadores de la talla de Tony Richardson, Nicolas Roeg, Volker Schlöendorff o Franklin Schaffner.




            Blow Up es una cinta que se anticipó a nuestros tiempos. Un comentario sobre esta película es que parte de su temática es la incertidumbre que crea la tecnología. El artista piensa que ha captado la verdad a través de su cámara pero al desaparecer todo indicio de sus registros, nada es comprobable. Si lo extrapolamos a nuestros tiempos con la hegemonía de la imagen, la realidad virtual y el Photoshop, podemos establecer a Antonioni (y por ende, a Cortázar) como gran visionario (en su cuento, Cortázar escribe:Entre las muchas maneras de combatir la nada, una de las mejores es sacar fotografías, actividad que debería enseñarse tempranamente a los niños pues exige disciplina, educación estética, buen ojo y dedos seguros”: en nuestros días todo mundo toma fotos con el celular, el Ipad, la propia computadora). Esta película nos habla de un crimen que queda en el misterio: la idea inicial del fotógrafo es que logró evitarlo al pensar que llegó en el momento apropiado, sobre todo al descubrir la pistola entre arbustos, apuntando al hombre. Luego, al encontrar el cuerpo (que posteriormente desaparecerá) todo cae por tierra. Entonces, al involucrarse en el imaginario juego de tenis donde participa devolviendo una pelota que no existe, Thomas comienza a dudar de la realidad, de la verdad. La última escena lo desaparece antes de la palabra Fin para que el espectador reflexione: el arte, como la vida misma, es ilusorio. En la secuencia donde Thomas visita a su vecino pintor, le ofrece comprarle un cuadro. Mira uno de ellos que tiene elementos puntillistas. Más tarde, cuando amplifica la fotografía donde descubre a la pistola se tiene una semejanza: mientras más se hace grande una imagen, menos definida se vuelve (algo semejante a las fotos pixeleadas de nuestros tiempos actuales que producen confusión).




            El personaje de Thomas es muy interesante y redondo: un hombre joven que ha alcanzado una posición económica desahogada que lo ha llevado a una existencia superficial donde una sesión fotográfica adquiere el valor de una relación sexual (la secuencia de tomas de fotos con su modelo lo hace tomar posiciones sugestivas y al terminar, yace al lado de la mujer como si hubieran terminado de hacer el amor); donde tiene el dinero suficiente para desear la compra de una tienda de antigüedades en la cual encuentra una hélice de avioneta que adquiere por consumismo; donde la posesión de un objeto no tiene mayor relevancia que captar la atención momentánea (en el antro juvenil, uno de los miembros del grupo musical destroza su guitarra cuando ésta falla. La avienta al aire y cae en manos de Thomas quien no la suelta y debe huir de la multitud que la anhela. Al salir a la calle, libre de la gente, simplemente la tira al suelo). Y por otro lado, está el mundo artificial placentero: la droga que prolifera en el ámbito social. Así, Antonioni retrata las características de una era: dinero, música, sexo y drogas.


Y quiero reproducir, como homenaje a nuestras deliciosas experiencias del pasado, algunas de las palabras que escribió el crítico Roberto Escamilla Molina, en el suplemento cultural del periódico El Porvenir al ser estrenada en Monterrey: “…nos permitimos insistir que el protagonista no es un hippie ni mucho menos. Recórtesele el cabello y póngasele corbata y saco, y tendremos un joven y próspero hombre de negocios. Tan floreciente que posee un Rolls con teléfono privado. Es tan convencional como cualquier otro patrón que le grita a sus empleadas. Y ahí radica el eje del conflicto central del film. Es tan moderno, que se abstiene de participar. Denunciar el crimen es tomar conciencia de las cosas… La secuencia final tampoco es gratuita. Los enharinados (mimos) no son ficción. El problema consiste otra vez en aceptar una situación. Cuando el protagonista recoge y lanza nuevamente la imaginaria pelota, se oyen sus golpes en las supuestas raquetas. Antes de finalizar la película, él mismo desaparece. ¿O se participa? ¿O se aísla? El famoso compromiso…”



            Blow Up ganó el premio en Cannes, fue seleccionada entre las mejores películas de su año y la única cinta que recaudaría muchísimo dinero entre las realizadas por Antonioni. Aquí, a México, nos llegó en 1968, luego de haber estado en la reseña de cine. Otra de las maravillosas aportaciones que el cine mundial, hace cincuenta años, legó a la humanidad en su afán por comprender al ser humano y el mundo que lo rodeaba.





 

             

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