BLOW
UP
(Deseo
en una mañana de verano)1966. Dir. Michelangelo Antonioni.
Al mismo tiempo que se ve a un grupo
de mimos que viaja ruidosamente en un automóvil por las calles londinenses,
alternamos la visión de Thomas (David Hemmings) quien es un importante
fotógrafo. Lo conocemos al salir, temprano por la mañana, de un albergue,
vestido con ropa sucia y sin afeitar, con una bolsa de estraza. Camina unas
cuadras y aborda un Rolls Royce convertible para dirigirse a su estudio,
sacando una cámara de la bolsa. En su trayecto se topa con los mimos, que ahora
andan caminando, pidiendo dinero a la población. En el estudio lo espera una
modelo (Verushka) con la cual lleva a cabo una apasionada sesión fotográfica.
Luego pasa a otra toma de fotos con unas modelos, pero se desespera y las deja.
Visita a un vecino, pintor (John Castle) que tiene problemas de creación y
otros maritales con su mujer (Sarah Miles). Luego va a una tienda de
antigüedades que desea adquirir pero al no encontrar a la dueña, pasa a un parque
cercano para tomar fotografías.
Ahí encuentra a una pareja que se
mueve amorosamente por el lugar, los sigue, la mujer abraza al hombre, y todo
lo va fotografiando Thomas hasta que ella se da cuenta de su presencia al cual
se dirige para exigirle que le entregue el rollo de la cámara. Thomas se niega
y la mujer se va. El fotógrafo pasa entonces a un restaurante donde se
encuentra con su agente Ron (Peter Bowles) al cual muestra su portafolio de
imágenes con miserias humanas cuando se da cuenta, por un ventanal, que un
hombre se acerca a su automóvil, intentando abrir la cajuela. Thomas sale y el
tipo se aleja. Más tarde, al llegar a su casa, aparece la mujer del parque
quien vuelve a pedirle las fotos del parque. Thomas le entrega un rollo distinto
y luego tiene un escarceo amoroso con la mujer quien se va. Intrigado, revela
las fotos y empieza a estudiarlas. Nota algunos detalles que lo llevan a
ampliarlas y hasta a retomarlas para lograr mayores dimensiones. Entonces
descubre que hay una pistola que apunta al hombre mientras abraza a la mujer.
En ese momento llegan dos jovencitas
que deseaban que Thomas les hiciera una sesión fotográfica y quienes se
desnudan para seducirlo y tener relaciones sexuales. Al terminar, Thomas se
dirige hacia su estudio y encuentra que se han robado todo: rollo y fotografías
sin dejar huella alguna de su descubrimiento. Busca a sus vecinos para
contarles la situación pero los encuentra haciendo el amor. Sale de casa para
ir a casa de su agente, pero en el camino ve a la mujer del parque que se mete
por un callejón. La sigue, entra a un espacio con jóvenes que escuchan a un
grupo musical (The Yardbirds), pero no logra encontrarla. Thomas va al parque
donde encuentra el cuerpo del hombre que acompañaba a la mujer de las fotografías.
Más tarde va hacia la casa de Ron pero tiene una fiesta donde todos los
asistentes están drogándose. El mismo agente no está en condiciones para
escucharlo y Thomas mismo queda dormido. Por la mañana, va al parque. Ya no
está el cuerpo. Llegan los mimos del prólogo que entran a una cancha de tenis donde
representan un imaginario juego. De pronto, la inexistente pelota sale de la
cancha y la mima jugadora le pide a Thomas que se la devuelva. El hombre recoge
el objeto imaginario y lo lanza para que se retome el juego, ahora con sonido
de raquetas y golpeteos. Thomas se queda mirando. De pronto desaparece de la
pantalla.
Blow
Up fue la primera cinta en inglés del maestro Michelangelo Antonioni (1912 –
2007) luego de haber alcanzado premios y fama por festivales del mundo. Su
cine, dirigido hacia los circuitos denominados “de arte”, tenían gran
aceptación en muchos países. Gracias a ello, el productor Carlo Ponti le
ofreció un contrato por tres películas que serían distribuidas por la poderosa
MGM. Antonioni había leído el cuento Las
babas del diablo de Julio Cortázar, incluido en el libro Las armas secretas (1959) y se interesó
por lo que significaba el mecanismo de la fotografía y no en la trama final (un
fotógrafo captaba – y evitaba – la seducción de que era víctima un jovencito
por una mujer mayor por lo que se ufanaba de su victoria. Más tarde, al revelar
las fotos, se daba cuenta que el muchachito seguía atrapado en ellas).
Inspirado en este relato, Antonioni quiso hablar de la ilusión y la realidad en
nuestras vidas, además de aprovechar los comentarios sobre la vigencia
londinense al ser, por ese tiempo, líder en la música juvenil y la moda, (entre
otras ventajas económicas), por lo que escribió su guion final al lado de su
colaborador constante Tonino Guerra (1920
– 2012) con el cual había escrito sus cuadrilogía sobre la incomunicación (La aventura, La noche, El eclipse y El
desierto rojo), con la traducción al inglés del dramaturgo Edward Bond (1934) quien así iniciaba
una distinguida, aunque limitada, carrera de guionista al lado de realizadores
de la talla de Tony Richardson, Nicolas
Roeg, Volker Schlöendorff o Franklin
Schaffner.
Blow
Up es una cinta que se anticipó a nuestros tiempos. Un comentario sobre
esta película es que parte de su temática es la incertidumbre que
crea la tecnología. El artista piensa que ha captado la verdad a través de
su cámara pero al desaparecer todo indicio de sus registros, nada es comprobable.
Si lo extrapolamos a nuestros tiempos con la hegemonía de la imagen, la
realidad virtual y el Photoshop,
podemos establecer a Antonioni (y por ende, a Cortázar) como gran visionario
(en su cuento, Cortázar escribe: “Entre las muchas
maneras de combatir la nada, una de las mejores es sacar fotografías, actividad
que debería enseñarse tempranamente a los niños pues exige disciplina,
educación estética, buen ojo y dedos seguros”: en nuestros días todo mundo toma fotos con el celular, el Ipad, la
propia computadora). Esta
película nos habla de un crimen que queda en el misterio: la idea inicial del
fotógrafo es que logró evitarlo al pensar que llegó en el momento apropiado,
sobre todo al descubrir la pistola entre arbustos, apuntando al hombre. Luego,
al encontrar el cuerpo (que posteriormente desaparecerá) todo cae por tierra.
Entonces, al involucrarse en el imaginario juego de tenis donde participa
devolviendo una pelota que no existe, Thomas comienza a dudar de la realidad,
de la verdad. La última escena lo desaparece antes de la palabra Fin para que el espectador reflexione:
el arte, como la vida misma, es ilusorio. En la secuencia donde Thomas visita a
su vecino pintor, le ofrece comprarle un cuadro. Mira uno de ellos que tiene
elementos puntillistas. Más tarde, cuando amplifica la fotografía donde
descubre a la pistola se tiene una semejanza: mientras más se hace grande una
imagen, menos definida se vuelve (algo semejante a las fotos pixeleadas de nuestros tiempos actuales
que producen confusión).
El personaje de Thomas es muy
interesante y redondo: un hombre joven que ha alcanzado una posición económica
desahogada que lo ha llevado a una existencia superficial donde una sesión
fotográfica adquiere el valor de una relación sexual (la secuencia de tomas de
fotos con su modelo lo hace tomar posiciones sugestivas y al terminar, yace al
lado de la mujer como si hubieran terminado de hacer el amor); donde tiene el
dinero suficiente para desear la compra de una tienda de antigüedades en la
cual encuentra una hélice de avioneta que adquiere por consumismo; donde la
posesión de un objeto no tiene mayor relevancia que captar la atención
momentánea (en el antro juvenil, uno de los miembros del grupo musical destroza
su guitarra cuando ésta falla. La avienta al aire y cae en manos de Thomas
quien no la suelta y debe huir de la multitud que la anhela. Al salir a la
calle, libre de la gente, simplemente la tira al suelo). Y por otro lado, está
el mundo artificial placentero: la droga que prolifera en el ámbito social.
Así, Antonioni retrata las características de una era: dinero, música, sexo y
drogas.
Y quiero reproducir, como homenaje a nuestras
deliciosas experiencias del pasado, algunas de las palabras que escribió el
crítico Roberto Escamilla Molina, en el suplemento cultural del periódico El Porvenir al ser estrenada en
Monterrey: “…nos permitimos insistir que
el protagonista no es un hippie ni mucho menos. Recórtesele el cabello y
póngasele corbata y saco, y tendremos un joven y próspero hombre de negocios.
Tan floreciente que posee un Rolls con teléfono privado. Es tan convencional
como cualquier otro patrón que le grita a sus empleadas. Y ahí radica el eje
del conflicto central del film. Es tan moderno, que se abstiene de participar.
Denunciar el crimen es tomar conciencia de las cosas… La secuencia final
tampoco es gratuita. Los enharinados (mimos) no son ficción. El problema
consiste otra vez en aceptar una situación. Cuando el protagonista recoge y
lanza nuevamente la imaginaria pelota, se oyen sus golpes en las supuestas
raquetas. Antes de finalizar la película, él mismo desaparece. ¿O se participa?
¿O se aísla? El famoso compromiso…”
Blow
Up ganó el premio en Cannes, fue seleccionada entre las mejores películas
de su año y la única cinta que recaudaría muchísimo dinero entre las realizadas
por Antonioni. Aquí, a México, nos llegó en 1968, luego de haber estado en la
reseña de cine. Otra de las maravillosas aportaciones que el cine mundial, hace
cincuenta años, legó a la humanidad en su afán por comprender al ser humano y
el mundo que lo rodeaba.
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