PSICOSIS
(Psycho)1960. Dir. Alfred Hitchcock.
Marion Crane (Janet Leigh) se apodera
de los cuarenta mil dólares en efectivo que su jefe le había pedido que llevara
al banco. Es viernes por la tarde. Marion piensa que será la solución para
vivir feliz con su amante Sam (John Gavin) pero cuando platica con Norman Bates
(Anthony Perkins), el dueño del motel al cual llega a pasar la noche, se da
cuenta de su error y decide retornarlo. No lo logra. La madre de Norman,
celosa, la asesina en la bañera. Norman debe limpiar la escena del crimen para
salvar a su madre. Luego llega un detective, la hermana de Marion y Sam.
Psicosis
es una de las obras clásicas entre muchas que nos heredó su creador y
realizador Hitchcock. Durante su estreno provocó mucha histeria entre las
jóvenes impresionables y se utilizó el truco de “no se dejará entrar a nadie
luego de iniciada la película” y se pedía que no se contara la trama. Fue un
taquillazo que provocó filas inmensas en las grandes ciudades y muchos
comentarios en pueblos menores. Hitchcock se había atrevido a mostrar un
inodoro por primera vez en el cine norteamericano aparte de otras cuestiones.
Al ver la cinta con ojos de siglo XXI ya no es tan impactante ni provoca sustos
pero no deja de demostrar su calidad, el extraordinario sentido de narración
fílmica y la imponente personalidad de Anthony Perkins, joven, delgado, con esa
engañosa vulnerabilidad.
Pude ver la película a los 9 años en el
Cine Elizondo, contra la negativa de mi madre y la aprobación de mi padre. Eran
los tiempos cuando no se prohibía el acceso a niños con estas películas norteamericanas,
excepto en las atrevidas cintas europeas, sobre todo aquellas que mostraban
desnudos. “¡Quiero ver Psicosis!” fue
una frase que expresé muchas veces hasta que se dio la oportunidad y mi gran
susto que le permitió sonreír a mi madre con su triunfalista “te lo dije”. Tuvo
que curarme con buches de tequila, remedio increíble que de inmediato te
borraba el miedo. Pero yo había visto Psicosis.
Eran otros tiempos más ingenuos y menos escabrosos a los que ahora vivimos,
sin que sean dulcificados por la memoria.
Quedó como una leyenda fílmica entre
las colecciones que los cinéfilos, sobre todo pequeños, guardan en la memoria
con el celo que la Sra. Bates protegía a su hijo. Lo mismo sucedió con Los pájaros del mismo gordo maestro,
entre otras. Luego se pudo ver en VHS, DVD, Blu-ray, y hasta se ha exhibido por
la televisión. Ya no causa sorpresa, pero tiene el magnetismo de llevarnos a
repetirla cuando se puede.
Ahora comprendemos que la ropa interior
de Marion que era blanca cuando la conocemos por primera vez al lado de su
bello fortachón, se torne negra antes de escapar con el dinero prohibido. La
escena de la regadera la sabemos de memoria en esos planos inteligentes y
engañosos que parecen dar mucho sin que en realidad pase algo. El asesinato del
detective impone al notarse el truco óptico que muestra su caída por las
escaleras. Y, sobre todo, la secuencia final con Norman ya convertido
mentalmente en su madre, con esa mirada macabra.
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