martes, 30 de marzo de 2021

FEMINISMO PIONERO

 

LA CHICA
(Eltávozott nap / The Sun is Gone / The Girl)
1968. Dir. Márta Mészáros.

SENTIMIENTOS QUE UNEN
(Holdudvar / Binding Sentiments / Binding Ties)
1969. Dir. Márta Mészáros.

         Luego de más de una década de filmar cortos documentales, Márta Mészáros se convirtió en la primera mujer realizadora de Hungría. Desde pequeña, nacida en Budapest, hija de pintora y escultor, sufrió el exilio hacia la Unión Soviética. Su padre fue ejecutado por no seguir los mandatos nacionales. Su madre murió pocos años más tarde y Márta fue adoptada por un político húngaro. Ante la negativa de poder efectuar sus estudios cinematográficos en Hungría, partió hacia la URSS donde cursó la carrera de dirección en la Escuela Estatal de donde saldrían otros talentos como Sergéi Paradjanov, Kira Murátova, Larisa Shepitkó o el afamado Tarkovski. Su filmografía será abundante y pleno de referencias autobiográficas, o situaciones que fueron sublimadas para integrarlas en sus narraciones. Márta filmará películas donde rechazará el sentimentalismo y mostrará a mujeres de piel dura, defensoras de su libertad, que sacrificarán el amor al hombre o a la familia con tal de no perderla. En este sentido, Mészáros será una pionera feminista, sin caer en lugares comunes, simplemente mostrando las consecuencias de los actos de sus protagonistas.

La familia de su madre en un contexto que no aceptará

         Su primer largometraje de ficción es LA CHICA (1968), filmada en blanco y negro, con formato estándar, donde la joven Szónyi (Kati Kovács), quien vivió desde pequeña en un orfanato, decide buscar a su madre hasta que recibe una carta desde un pueblo. Asiste al lugar para encontrarse sola, sin que nadie la reciba. Al hallar la casa de su madre, ésta le dice que le había escrito otra carta para pedirle que no la visitara. Sin embargo, la recibe y le ordena que diga que es su sobrina. Szónyi pasa una noche y un día con la familia de su madre para darse cuenta de que no tiene cabida dentro de ella. Los ambientes de crecimiento han sido distintos y no hay sentimiento amoroso, ni deseo de reunión. Toma el tren de vuelta y reencuentra a un joven que había intentado platicar con ella previamente. Ahora acepta que el muchacho la invite a pasar la noche con él y así sucede. Szónyi hace el amor mecánicamente, por mera atracción. Al retornar a la ciudad, un hombre la busca para contarle que conoció a sus padres y que le tiene noticias. La reacción de la muchacha será indiferente, sin ningún deseo de enterarse de cualquier cosa que le pueda compartir.

La novia de un hijo que se ha convertido en réplica del padre

         El segundo largometraje es SENTIMIENTOS QUE UNEN (1969), nuevamente en un contrastante y bello blanco y negro, pero con formato panorámico. La reciente viuda Edit (Mari Töröcsik, la amorosa nuera de la genial cinta de Karoly Makk, Amor, 1971) se siente libre del yugo de su marido, recientemente muerto en un accidente, figura que era muy respetada, pero que ella debió soportar por muchos años de matrimonio. Ante su deseo de deshacerse de posesiones y dinero que ha heredado, encuentra el rechazo de su hijo mayor, István (Lajos Balázsovits), quien le pide que se calme y que no le permitirá dichas acciones, por lo que queda claro que tiene un carácter semejante al de su padre. Esto abrirá los ojos de la novia del muchacho, deseosa de desposarlo, ante el maltrato que muestra a su madre.

Szónyi besa al amante con los ojos abiertos: es su dominio

         Estas dos películas vinieron a establecer las inquietudes y las formas de narrar de la Mészáros. Sus temas femeninos, acompañados de algún pasaje con música, canciones que sirven para comentar las realidades de los personajes, además de mostrarlas seguras en sus acciones, deseosas de vivir existencias que no sean ceñidas por los yugos de hombres controladores, fueron los que la distinguieron en su carrera posterior que le darían premios y reconocimientos en los principales festivales del mundo (Cannes, Berlín, Venecia, San Sebastián, entre otros). En el caso de Szónyi, ella es quien decide hacer el amor y luego abandonar al amante de ocasión. El final de la película es abrupto pero congruente con el personaje. Szónyi deja claro que ella es la única que manda en su vida y en sus deseos. Ella es quien prefiere dejar una forma de vida rural e imposible para su circunstancia porque el destino la ha llevado por un camino urbano, distinto.

La burguesía acomodada en la Hungría de los años sesenta

Edit, por su parte, está decidida a vivir de su trabajo, dejando de lado lujos y dinero, heredados por el hombre que la subyugó y cuya aceptación y continuidad serían el símbolo de una resignación ya no soportable. Llama la atención que se refleja la liberación del estado hacia el acceso a bienes de consumo: Edit es viuda de un economista destacado por lo que posee un departamento de lujo, vestuario con diseños de Dior, una inmensa casa de campo: situaciones que parecen improbables detrás de la cortina de hierro, pero que eran reales: de hecho, la censura fílmica se ablandó y de ahí que se pudieron filmar cintas impensables en otros tiempos, como las de Miklós Jancsó (quien fue esposo y padre de los hijos de Mészáros), Istvaan Gaal, István Szabo o Peter Bacsó, entre otros. Márta Mészáros filmaría cintas excepcionales: Adopción, Nueve meses, para hablar de la maternidad adquirida contra la biológica. Sus cintas más personales fueron sus cuatro Diarios donde plasmó su memoria para dejar experiencia: para sus amores, para sus hijos, para sus padres y finalmente uno para su propia infancia.

La realizadora Márta Mészáros 
cumplirá 90 años en septiembre


 

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