EL ESQUELETO DE LA SEÑORA MORALES
1959. Dir. Rogelio A. González Jr.
El Dr. Pablo Morales (Arturo de Córdova), digno de lástima, solamente desea
estar en paz. Su neurótica, reprimida, frustrada, católica mocha (además de renga)
esposa Gloria (Amparo Rivelles, ) vive mintiendo sobre su relación haciéndose
exhibir como mártir a la cual el buenazo de su marido, ¡golpea! Pablo quiere comer y saborear a gusto el filete que le prepara Meche (Rosenda Monteros), la
sirvientita de quien siente celos Gloria, por su juventud; anhela tener una
cámara fotográfica para retratar al mundo que le rodea y que disfruta: niños,
perros callejeros, amigos de cantina; siente deseos carnales por Gloria, porque
al final de cuentas es su mujer. Sin embargo, al comer, Gloria hace muecas de
asco ante la carne podrida como la de los animales que Pablo diseca; hace
añicos la soñada cámara comprada con ahorros de dos años; pide que su marido se
lave las manos con alcohol antes de que la pueda tocar lúbricamente, provocando
que el deseo se evapore de inmediato.
Basada
en el relato corto “El misterio de Islington” de Arthur Machen, escrito en
1927, donde el autor se cuestionaba al crimen perfecto, poniendo como ejemplo
al personaje (ficticio) del taxidermista Boare, en la Inglaterra de principios
de siglo veinte, la película se adapta al México de finales de los años
cincuenta añadiendo el fanatismo religioso, que seguía siendo herencia de
tiempos pasados, en contraste con la modernidad de una cámara fotográfica,
importada, de 35mm, además de un televisor donde se exhibía, improbablemente,
un programa donde aparecía una desnudista con los pechos al aire. Pablo y Gloria
viven en una casona destartalada, cercana a una iglesia, al lado de dos vecinas
solteronas (Meche Pascual y Paz Villegas), ratas de sacristía, que siempre
están al pendiente de la sufriente Gloria, la cual lanza falsos gritos donde le
pide a su marido que ya no le pegue, para ser escuchada en el exterior de la
vivienda. En sus tertulias generales o en sus reuniones confesionales con el
sacerdote Artemio Familiar (Antonio Bravo, en el mejor papel de su carrera
fílmica), Gloria ha creado toda una ficción en contra del manso y sometido
hombre quien es el blanco de sus frustraciones.
La
adquisición de su cámara viene a darle un remanso de paz y felicidad. Todo va
bien hasta que Gloria, dentro de sus constantes reclamos e ira, la destruye
gratuitamente, como ha acabado con los sueños de Pablo. Toda paciencia tiene un
límite y el taxidermista decide envenenarla, pero con toda la inteligencia y
calma que su discusión sobre el crimen perfecto le ha permitido reflexionar.
Anuncia que Gloria se ha ido de casa y, a pesar de los reclamos de sacerdote,
vecinas y hasta la hermana de la mujer, él no se inmuta. Cierto día, aparece un
esqueleto con la artrosis de la rodilla, provocando gran escándalo y todo tipo
de acusación.
Ejemplo
de comedia con humor negro en el cine mexicano, El esqueleto de la señora
Morales es una delicia. Equívocos y guiños para el espectador: Pablo tiene
como dulce cómplice a la sirvienta Meche quien lo compadece y comprende porque
ella misma es víctima de Gloria. Crítica sutil hacia los santones de vecindad:
La mujer pertenece a una cofradía que incluye a un ridículo historiador, además
de las dos solteronas, y otra mujer, que trabajan para la restauración del
altar de Santa Rita. Retrato conmovedor del marido sometido: Pablo sufrirá
abuso verbal por el sacerdote y físico por su cuñado (Luis Aragón); su
felicidad es ajena al ser testigo de la vida familiar, normal, en la persona de
la dependienta (Elda Peralta) que le vende la cámara. Y, a pesar de un
conveniente final regido por la moral y las buenas costumbres de la época (no
hay crimen sin castigo), no deja de ilustrar las ironías del destino.
Algo que debe destacarse (y que es muy notorio en la copia de alta definición) es la extraordinaria fotografía de Víctor Herrera. Todavía se estaba en la etapa de cuidado técnico y filmaciones en estudio (aunque hay un par de secuencias en locaciones) que permitían calidad de imagen, además del contraste nítido del blanco y negro. Por otro lado, la escenografía de Edward Fitzgerald es impecable: las imágenes religiosas, los cuadros llenos de “milagros”, el taller de taxidermia con su buñueliano horno (que aquí crema: no hornea cerámica ni derrite maniquíes de cera) o los exteriores de la casona en una especie de callejón que tiene edificio en malas condiciones, al lado de la casa de las solteronas y otros comercios. Por su parte, tanto Arturo de Córdova como Amparo Rivelles están soberbios. De Córdova confirmaba su estatus como actor prestigioso, ya en galán otoñal (tenía 50 años al filmar esta cinta). La española Rivelles había iniciado su carrera muy joven, con gran éxito, en 1941, a los dieciséis años de edad, como Amparito Rivelles, haciendo pareja con los galanes de moda (Alfredo Mayo o Rafael Durán, entre otros). El esqueleto de la señora Morales fue su segunda cinta mexicana y, a partir de ella, inició una carrera estelarísima e importante tanto en la televisión como en el cine de México, porque en España ya había descendido en los roles que interpretaba.
Las solteronas y el sacerdote, escandalizados ante el esqueleto que afirman que debe ser de la Sra. Morales. Una extraordinaria composición fotográfica de Víctor Herrera, y usual en el director.
1959
fue el primer año del sexenio de Adolfo López Mateos, a quien la industria del
cine mexicano le rindió una bienvenida espectacular ya como candidato electo a
la presidencia. Su período tendría este tipo de intentos diferentes al grueso
de la producción usual (Macario o Días de otoño o El ángel
exterminador, entre otras) y cerraría con la convocatoria del Primer
Concurso de Cine Experimental. Luis Alcoriza fue el argumentista y adaptador de
esta película en el mismo año que crearía el guion de otra obra excepcional (El
toro negro), y un año antes de su debut como director (Los jóvenes).
Rogelio A. González tendría siempre una carrera fílmica de vaivenes en cuanto a
calidad, discurso, o por mera supervivencia. En esta cinta encontró el tono
preciso, exacto, con gran sentido de humor oscuro que le era querido y cercano:
la risa y el asombro surgían de situaciones que, en el fondo, eran terribles
porque ¿qué puede causar risa al mostrar a una pareja que se vive flagelando hasta llegar al crimen por parte de uno de ellos? Se requiere talento para lograrlo (basta con
revisar su filmografía), y esta película es un gran ejemplo. Una de las Opus Magnum del cine mexicano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario