CRIMEN EN LA ALCOBA
1946. Dir. Emilio Gómez Muriel.
Producida
por Clasa Films en 1946, estamos ante otra de las cintas pertenecientes al
género negro mexicano (o noir, como bautizaron los franceses al cine
oscuro, perverso, de amor y muerte), bastante bien urdida, con una trama
ingeniosa que sigue una de las constantes de Hitchcock: la transferencia de la
culpa ya que en esta cinta el culpable es acusado de un crimen que no cometió
como pago de otro, sí realizado, del cual había resultado inocente. El ambiente
es urbano, dentro de una ciudad de México que se asomaba a la modernidad y que
alcanzaría su mayor auge durante el sexenio de Miguel Alemán, inaugurado a
finales de ese año. Hay tomas exteriores que muestran los edificios art decó
construidos entre la década previa y los años recientes, cuyos departamentos
son lujosos y modernos en cuanto a mobiliario y comodidad. Y la acción, el
crimen, sucede en una casona dentro de una fábrica, alejada algunos minutos
fuera de la urbe. Aparte está un aeropuerto abierto al público que esperaba la
llegada de sus amigos o familiares: eran los tiempos de los aviones de hélices,
sin el peligro de las turbinas posteriores, que dejaban paso para acercarse a
las vallas que separaban simplemente a las pistas de aterrizaje.
Un
letrero en la pantalla advierte, antes del inicio de la cinta, que la acción
puede suceder en cualquier país que acepte la pena de muerte. Federico (Ernesto
Alonso) recibe la llamada de su amiga Martha (Carmen Montejo) quien le pide que
vaya a verla a su casa, situada dentro de una fábrica. Sin embargo, al llegar,
Óscar (Rafael Baledón), su marido, impide que la vea. Martha aparece muerta y
una mancha de su sangre se encuentra en la camisa de Óscar. Las evidencias lo
llevan a ser condenado a muerte, y Federico, quien había recibido una visita de
Óscar en el momento preciso de la muerte de Martha, no dice nada que le sirva
como coartada. El abogado de Óscar, Marcos (Andrés Soler), platica con Federico
insinuando que éste sabe algo y que ha callado. Federico le cuenta que la
inseguridad de Óscar le había llevado a vivir, ya casado, en la casona de su
protector, Trinidad (Carlos Orellana), provinciano que lo quería como a un hijo,
pero del cual Óscar se avergonzaba ya que sufría insultos y burlas de sus compañeros.
Un adeudo lleva al joven Óscar a tomar una cantidad de la gran caja fuerte de
la fábrica. Al descubrirlo Trinidad, Óscar impulsivamente lo encerró en la caja.
Al abrirse días después se encontraba el cadáver del protector junto con una
carta donde aclaraba que se suicidaba y que dejaba todos sus bienes a Óscar,
por lo que quedó impune. Martha estaba enterada de todo y al no soportar la
situación le había escrito una carta a Federico donde también había tomado el
camino del suicidio pero haciéndolo pasar como un crimen para condenar a Óscar.
Al terminar la narración, tanto Marcos como Federico se dan cuenta de que ya ha
pasado la hora de la ejecución y nada se puede hacer.
Quinta
producción del año de la importante empresa CLASA FILMS MUNDIALES que
usualmente buscaba elencos prestigiosos, cuidaba mucho los valores de
producción (escenografías, vestuarios, locaciones) y contrataba a los
directores de oficio comprobado. Eran los tiempos de la industria que requería
producción constante. Además, CLASA tenía a sus actores exclusivos (Baledón, Alonso,
Montejo) y en otras producciones importaba estrellas de otros países de habla
hispana (Hugo del Carril, Tita Merello, Alicia Barrié), ya que era un gancho de
atracción en los mercados naturales del cine mexicano (España, Argentina, Chile).
Por otro lado, iba “cultivando” a futuras estrellas: en esta película aparece
en papel incidental Carlos Navarro, quien sería uno de los galanes exclusivos
de la compañía en la década siguiente. Sin embargo, se alternaban cintas de
menor costo con otras espectaculares. En ese año, por ejemplo, contra una Crimen
en la alcoba que tenía pocos sets y un reparto pequeño, estaba una Cinco
rostros de mujer (1946, Gilberto Martínez Solares) donde Arturo de Córdova era
acompañado por estrellas femeninas internacionales, con un derroche de lujo,
vestuario y escenografías diversas.
El impulso de Óscar contra un insulto (en el suelo, Carlos Navarro)
Los
elementos que le dan sustancia a la película: primero, el personaje de Óscar quien
es un hombre atribulado por su inseguridad: fue protegido desde pequeño por el
rústico Trinidad quien lo quiere como a un hijo. Lo trata de manera autoritaria,
pero le demuestra su afecto públicamente. Todo viene a acrecentar la vergüenza
del joven quien resulta acosado por sus compañeros al considerarlo un niño
mimado (y en un impulso, les enfrenta y casi ahorca a uno de ellos). Y es tanta
la confianza y el afecto de Trinidad hacia Óscar que le da la libertad absoluta
de uso de la caja fuerte de la empresa. Óscar, en una compleja reacción de su
personalidad, dispone de dinero sin avisarle a su padrino para el pago de una
deuda. Todo habría sido tan fácil con una explicación de frente, pero ahí es
donde entran diversas motivaciones: el niño que no desea un regaño, ni mostrar
su debilidad, su fracaso. Y surge nuevamente el impulso destructivo de encerrar
al hombre en la caja fuerte. Es el retrato de un joven que se rebela ante la
autoridad de alguien que le ama sin límites: en otra edad y otra circunstancia,
sería el típico adolescente que desea liberarse de lo que siente que sea un
yugo. Rafael Baledón ofrece una buena interpretación, con unos ojos casi
desorbitados siempre en sus momentos críticos.
Y
segundo elemento, la trama que se resuelve por dos cartas suicidas. Ambas
describen falsedades, pero otorgan perdón y castigo simultáneamente. El buen Trinidad
miente sobre su salud y se mata al encontrarse encerrado, echarse la culpa,
aunque sin detrimento de su joven protegido al heredarle todos sus bienes. Es
el amor paternal llevado al extremo y que siempre perdona, a pesar de que
abiertamente su amado le ha atacado al encerrarlo, con su única salida mortal.
Por el contrario, Martha ha propiciado su propia muerte, ya que su conciencia
no le permite continuar viviendo, pero debe provocar el castigo: su sacrificio
servirá para que se cumpla la justicia, aunque sea por transferencia de culpa. Esa
gota de sangre, un arma punzante, nadie como testigo, pero siempre una
constancia. La carta enviada a Federico podría haber salvado a Óscar, pero estamos
ante otro ser que desea respetar la voluntad de la mujer a la cual amaba y que,
por principio moral, también busca que ese mundo se equilibre.
Emilio
Gómez Muriel (1910 – 1985) es otro de nuestros realizadores menospreciados por
la tradición crítica. Su revaloración llegará tarde o temprano, ya que tiene en
su haber varias obras maestras del melodrama nacional: Las puertas del presidio
(1949), Cuando acaba la noche (1950), Anillo de compromiso (1951) y Eugenia
Grandet (1952), por mencionar unos cuantos títulos (hay más, pero simplemente por Anillo de compromiso alcanza su nivel magistral), aparte de
haber iniciado su carrera con una cinta inclasificable, de crítica social,
pionera en su tiempo, Redes (1934, en codirección con Fred Zinneman). Su
comprensión de los elementos narrativos y su eficacia forjaron su prestigio.
Crimen en la alcoba puede verse en YouTube, con una buena copia que, por desgracia, tiene algunos cortes, tal vez porque sea la única disponible. Por fortuna no afecta a la continuidad ni a la comprensión de la trama.
https://www.youtube.com/watch?v=qwOnY0dKwRE
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