lunes, 5 de abril de 2021

MEXICAN NOIR 1946

 

CRIMEN EN LA ALCOBA
1946. Dir. Emilio Gómez Muriel.

         Producida por Clasa Films en 1946, estamos ante otra de las cintas pertenecientes al género negro mexicano (o noir, como bautizaron los franceses al cine oscuro, perverso, de amor y muerte), bastante bien urdida, con una trama ingeniosa que sigue una de las constantes de Hitchcock: la transferencia de la culpa ya que en esta cinta el culpable es acusado de un crimen que no cometió como pago de otro, sí realizado, del cual había resultado inocente. El ambiente es urbano, dentro de una ciudad de México que se asomaba a la modernidad y que alcanzaría su mayor auge durante el sexenio de Miguel Alemán, inaugurado a finales de ese año. Hay tomas exteriores que muestran los edificios art decó construidos entre la década previa y los años recientes, cuyos departamentos son lujosos y modernos en cuanto a mobiliario y comodidad. Y la acción, el crimen, sucede en una casona dentro de una fábrica, alejada algunos minutos fuera de la urbe. Aparte está un aeropuerto abierto al público que esperaba la llegada de sus amigos o familiares: eran los tiempos de los aviones de hélices, sin el peligro de las turbinas posteriores, que dejaban paso para acercarse a las vallas que separaban simplemente a las pistas de aterrizaje.

 Un edificio moderno en una ciudad tranquila
La gente esperando sus aviones tras vallas simples

         Un letrero en la pantalla advierte, antes del inicio de la cinta, que la acción puede suceder en cualquier país que acepte la pena de muerte. Federico (Ernesto Alonso) recibe la llamada de su amiga Martha (Carmen Montejo) quien le pide que vaya a verla a su casa, situada dentro de una fábrica. Sin embargo, al llegar, Óscar (Rafael Baledón), su marido, impide que la vea. Martha aparece muerta y una mancha de su sangre se encuentra en la camisa de Óscar. Las evidencias lo llevan a ser condenado a muerte, y Federico, quien había recibido una visita de Óscar en el momento preciso de la muerte de Martha, no dice nada que le sirva como coartada. El abogado de Óscar, Marcos (Andrés Soler), platica con Federico insinuando que éste sabe algo y que ha callado. Federico le cuenta que la inseguridad de Óscar le había llevado a vivir, ya casado, en la casona de su protector, Trinidad (Carlos Orellana), provinciano que lo quería como a un hijo, pero del cual Óscar se avergonzaba ya que sufría insultos y burlas de sus compañeros. Un adeudo lleva al joven Óscar a tomar una cantidad de la gran caja fuerte de la fábrica. Al descubrirlo Trinidad, Óscar impulsivamente lo encerró en la caja. Al abrirse días después se encontraba el cadáver del protector junto con una carta donde aclaraba que se suicidaba y que dejaba todos sus bienes a Óscar, por lo que quedó impune. Martha estaba enterada de todo y al no soportar la situación le había escrito una carta a Federico donde también había tomado el camino del suicidio pero haciéndolo pasar como un crimen para condenar a Óscar. Al terminar la narración, tanto Marcos como Federico se dan cuenta de que ya ha pasado la hora de la ejecución y nada se puede hacer.

 Óscar, Federico y Martha

         Quinta producción del año de la importante empresa CLASA FILMS MUNDIALES que usualmente buscaba elencos prestigiosos, cuidaba mucho los valores de producción (escenografías, vestuarios, locaciones) y contrataba a los directores de oficio comprobado. Eran los tiempos de la industria que requería producción constante. Además, CLASA tenía a sus actores exclusivos (Baledón, Alonso, Montejo) y en otras producciones importaba estrellas de otros países de habla hispana (Hugo del Carril, Tita Merello, Alicia Barrié), ya que era un gancho de atracción en los mercados naturales del cine mexicano (España, Argentina, Chile). Por otro lado, iba “cultivando” a futuras estrellas: en esta película aparece en papel incidental Carlos Navarro, quien sería uno de los galanes exclusivos de la compañía en la década siguiente. Sin embargo, se alternaban cintas de menor costo con otras espectaculares. En ese año, por ejemplo, contra una Crimen en la alcoba que tenía pocos sets y un reparto pequeño, estaba una Cinco rostros de mujer (1946, Gilberto Martínez Solares) donde Arturo de Córdova era acompañado por estrellas femeninas internacionales, con un derroche de lujo, vestuario y escenografías diversas.

 El impulso de Óscar contra un insulto 
(en el suelo, Carlos Navarro)

         Los elementos que le dan sustancia a la película: primero, el personaje de Óscar quien es un hombre atribulado por su inseguridad: fue protegido desde pequeño por el rústico Trinidad quien lo quiere como a un hijo. Lo trata de manera autoritaria, pero le demuestra su afecto públicamente. Todo viene a acrecentar la vergüenza del joven quien resulta acosado por sus compañeros al considerarlo un niño mimado (y en un impulso, les enfrenta y casi ahorca a uno de ellos). Y es tanta la confianza y el afecto de Trinidad hacia Óscar que le da la libertad absoluta de uso de la caja fuerte de la empresa. Óscar, en una compleja reacción de su personalidad, dispone de dinero sin avisarle a su padrino para el pago de una deuda. Todo habría sido tan fácil con una explicación de frente, pero ahí es donde entran diversas motivaciones: el niño que no desea un regaño, ni mostrar su debilidad, su fracaso. Y surge nuevamente el impulso destructivo de encerrar al hombre en la caja fuerte. Es el retrato de un joven que se rebela ante la autoridad de alguien que le ama sin límites: en otra edad y otra circunstancia, sería el típico adolescente que desea liberarse de lo que siente que sea un yugo. Rafael Baledón ofrece una buena interpretación, con unos ojos casi desorbitados siempre en sus momentos críticos.

 El impulso criminal, los ojos desorbitados, la caja fuerte

         Y segundo elemento, la trama que se resuelve por dos cartas suicidas. Ambas describen falsedades, pero otorgan perdón y castigo simultáneamente. El buen Trinidad miente sobre su salud y se mata al encontrarse encerrado, echarse la culpa, aunque sin detrimento de su joven protegido al heredarle todos sus bienes. Es el amor paternal llevado al extremo y que siempre perdona, a pesar de que abiertamente su amado le ha atacado al encerrarlo, con su única salida mortal. Por el contrario, Martha ha propiciado su propia muerte, ya que su conciencia no le permite continuar viviendo, pero debe provocar el castigo: su sacrificio servirá para que se cumpla la justicia, aunque sea por transferencia de culpa. Esa gota de sangre, un arma punzante, nadie como testigo, pero siempre una constancia. La carta enviada a Federico podría haber salvado a Óscar, pero estamos ante otro ser que desea respetar la voluntad de la mujer a la cual amaba y que, por principio moral, también busca que ese mundo se equilibre.

 El maestro Emilio Gómez Muriel

         Emilio Gómez Muriel (1910 – 1985) es otro de nuestros realizadores menospreciados por la tradición crítica. Su revaloración llegará tarde o temprano, ya que tiene en su haber varias obras maestras del melodrama nacional: Las puertas del presidio (1949), Cuando acaba la noche (1950), Anillo de compromiso (1951) y Eugenia Grandet (1952), por mencionar unos cuantos títulos (hay más, pero simplemente por Anillo de compromiso alcanza su nivel magistral), aparte de haber iniciado su carrera con una cinta inclasificable, de crítica social, pionera en su tiempo, Redes (1934, en codirección con Fred Zinneman). Su comprensión de los elementos narrativos y su eficacia forjaron su prestigio.

 

         Crimen en la alcoba puede verse en YouTube, con una buena copia que, por desgracia, tiene algunos cortes, tal vez porque sea la única disponible. Por fortuna no afecta a la continuidad ni a la comprensión de la trama.

https://www.youtube.com/watch?v=qwOnY0dKwRE

 

        

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