NOSOTROS
LOS POBRES
1947.
Dir. Ismael Rodríguez.
En sus memorias*, el director Ismael
Rodríguez menciona que se fijó en Pedro Infante cuando éste hizo un papel menor
en Arriba las mujeres (Carlos Orellana, 1943), luego en Viva mi
desgracia (Roberto Rodríguez, 1943) y Mexicanos al grito de guerra (Gálvez
y Fuentes e Ismael Rodríguez, 1943). Al año siguiente le dio el estelar en Escándalo
de estrellas, I.Rodríguez, 1944) y pudo darse cuenta que era un actor
dúctil, listo para amoldarlo. Mucho le sirvieron los siguientes títulos (Cuando
lloran los valientes, 1945, el díptico de Los tres García, 1946)
para que Pedro fuera adquiriendo un estilo: le pidió que actuara las canciones,
que no quisiera imitar a Negrete, aparte de que evitara sonsonetes inútiles en
su discurso.
El propio Rodríguez afirma que Campeón
sin corona (Alejandro Galindo, 1945) fue la película que estableció al
cine urbano de barriada. Aprovechó los conocimientos populacheros de Pedro de Urdimalas, su
coguionista, con el cual fue estableciendo primero a los personajes que
habitarían el universo de Pepe el Toro, ejemplo de nobleza y hombría, al estilo
mexicano. Al haber nacido en una vecindad, ayudaba a la visión del joven Rodríguez,
apenas con 30 años encima y ya veterano de varias películas. Conjuntó a un reparto
espléndido que supo ajustarse a los requerimientos de la producción y así nació
Nosotros los pobres.
Al ver la película, un
espectador del siglo XXI se encuentra con un mundo irreconocible. Así ya no son
los barrios, ni los personajes, ni el lenguaje, ni las formas de actuar o
comportarse, que ahora nos muestran cintas como Ya no estoy aquí (Frías,
2019), o en su tiempo, la impactante Los olvidados (Buñuel, 1950). En su momento, la película fue un taquillazo que se estuvo exhibiendo
en salas por muchos años, siempre con gran público. El impacto fue mucho mayor
porque colocaba al público en un ámbito que le era desconocido pero que poseía
la gracia de sus personajes y el inmenso carisma de Pedro Infante (quien
empataba en edad al director además de tener un físico muy atractivo). La
película ha envejecido porque sus coordenadas han quedado destruidas con el
tiempo y por la tecnología. No por eso es aburrida ni despreciable.
La trama básica es acerca de Pepe
(Infante), un carpintero que vive con su hija preadolescente (Evita Muñoz) y su
madre paralítica y muda (María Gentil Arcos). A Pepe le gusta, y le corresponde,
su vecina Celia (Blanca Estela Pavón), quien vive enfrente de su taller. Un día que le cae un buen
trabajo, Pepe deja sola a su madre quien es atacada por el padrastro de Celia (Miguel Inclán) cuando éste, un viejo drogadicto, llega a robar un dinero de Pepe. Para poder
cumplir con su compromiso, Pepe pide una cantidad prestada a una usurera quien
luego es asesinada, por lo que Pepe es llevado a la cárcel como sospechoso.
Alrededor de este punto central ocurren
muchos momentos de comicidad o sacrificio gracias a los otros personajes que
viven en dicha vecindad. Desde la casquivana que se le ofrece a Pepe (Katy
Jurado) hasta la hermana repudiada por Pepe por haber tomado el mal camino
(Carmen Montejo). Hay un par de teporochas y otro par de pepenadores, entre
toda una gama de seres entrañables. Un par de niños encuentra un libro en un
basurero. Así se van mostrando los créditos del reparto que inmediatamente van
tomando cuerpo entre los actores. Rodríguez nos recuerda que estamos ante una
ficción y que todo lo que aparecerá en pantalla será una alegoría de una clase
social a la cual se pudiera redimir, dentro de sus buenas intenciones, pero es mejor dejarla así para la memoria colectiva. Hay aforismos
divertidos en las defensas de los camiones que vienen a ser el equivalente por
escrito de un coro griego: el más conocido es “se sufre pero se aprende”.
Nosotros los pobres es ejemplo
del melodrama nacional. Exagerado, llevado a sus últimas consecuencias,
artificioso y truculento porque recurre a estremecer sentimientos. El público es
manipulado por relaciones románticas siempre obstaculizadas, equívocos entre lo
que se plantea de manera inocente pero que toma un rumbo diferente. Finalmente,
es una historia de amor entre una pareja, entre parientes, entre amigos, entre
compañeros de los mismos dolores. El comediante Teo González, en alguno de sus
divertidos sketches comenta que esta película (y sobre todo, su secuela,
Ustedes los ricos, 1948) la vemos cuarenta veces para verificar, en el
siguiente visionado, si las cosas ya no son tan terribles o porque nos gusta “lo
bonito que sufre Pepe el Toro”, ya que de por sí parece que los mexicanos
traemos un “chip de jodedencia” (sic). En realidad, la podemos ver infinidad de
veces porque es gozosa y su ligereza se convierte en cualidad.
Ismael Rodríguez (1917 - 2004)
También sirve para corroborar algo que resulta
muy importante: el talento y la gran creatividad de Ismael Rodríguez. Si
revisamos la historia del cine mexicano, podemos darnos cuenta de que los
hermanos de Ismael inventaron un práctico sistema de sonido que permitió el
debut del cine hablado en nuestro país (Santa, 1931). Esa imaginación
técnica, de abolengo, hizo que el benjamín de la familia tuviera “ocurrencias”
que beneficiaron a la narrativa nacional: los trucos fotográficos, las
composiciones de imágenes, el sentir popular, la inclusión de personajes que no
eran comunes en nuestra pantalla y adquirirían otras dimensiones en otras de sus
tantas (maravillosas) películas (los motociclistas de tránsito, las sirvientas, los malvados
capitalinos contra los inocentes provincianos, la exploración del mundo de la
televisión cuando ésta andaba en pañales, entre otros muchos ejemplos).
Y si tenemos que destacar alguna
canción que el cine mexicano inmortalizó, aquí se escucha como muestra, la
hermosa Amorcito corazón (música de Manuel Esperón, letra de Pedro de
Urdimalas) que se volvió popularísima y nunca ha pasado de moda, y se sigue
cantando, porque, en general, nos gustan las historias de amor:
Amorcito corazón,
yo tengo tentación de un beso,
que se prenda en el calor
de nuestro gran amor, mi amor…
yo tengo tentación de un beso,
que se prenda en el calor
de nuestro gran amor, mi amor…
v Rodríguez, Ismael,
Memorias, CONACULTA, 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario