jueves, 25 de junio de 2020

AMORCITO CORAZÓN


NOSOTROS LOS POBRES
1947. Dir. Ismael Rodríguez.
         En sus memorias*, el director Ismael Rodríguez menciona que se fijó en Pedro Infante cuando éste hizo un papel menor en Arriba las mujeres (Carlos Orellana, 1943), luego en Viva mi desgracia (Roberto Rodríguez, 1943) y Mexicanos al grito de guerra (Gálvez y Fuentes e Ismael Rodríguez, 1943). Al año siguiente le dio el estelar en Escándalo de estrellas, I.Rodríguez, 1944) y pudo darse cuenta que era un actor dúctil, listo para amoldarlo. Mucho le sirvieron los siguientes títulos (Cuando lloran los valientes, 1945, el díptico de Los tres García, 1946) para que Pedro fuera adquiriendo un estilo: le pidió que actuara las canciones, que no quisiera imitar a Negrete, aparte de que evitara sonsonetes inútiles en su discurso.
         El propio Rodríguez afirma que Campeón sin corona (Alejandro Galindo, 1945) fue la película que estableció al cine urbano de barriada. Aprovechó los conocimientos populacheros de Pedro de Urdimalas, su coguionista, con el cual fue estableciendo primero a los personajes que habitarían el universo de Pepe el Toro, ejemplo de nobleza y hombría, al estilo mexicano. Al haber nacido en una vecindad, ayudaba a la visión del joven Rodríguez, apenas con 30 años encima y ya veterano de varias películas. Conjuntó a un reparto espléndido que supo ajustarse a los requerimientos de la producción y así nació Nosotros los pobres.
         Al ver la película, un espectador del siglo XXI se encuentra con un mundo irreconocible. Así ya no son los barrios, ni los personajes, ni el lenguaje, ni las formas de actuar o comportarse, que ahora nos muestran cintas como Ya no estoy aquí (Frías, 2019), o en su tiempo, la impactante Los olvidados (Buñuel, 1950). En su momento, la película fue un taquillazo que se estuvo exhibiendo en salas por muchos años, siempre con gran público. El impacto fue mucho mayor porque colocaba al público en un ámbito que le era desconocido pero que poseía la gracia de sus personajes y el inmenso carisma de Pedro Infante (quien empataba en edad al director además de tener un físico muy atractivo). La película ha envejecido porque sus coordenadas han quedado destruidas con el tiempo y por la tecnología. No por eso es aburrida ni despreciable.
         La trama básica es acerca de Pepe (Infante), un carpintero que vive con su hija preadolescente (Evita Muñoz) y su madre paralítica y muda (María Gentil Arcos). A Pepe le gusta, y le corresponde, su vecina Celia (Blanca Estela Pavón), quien vive enfrente de su taller. Un día que le cae un buen trabajo, Pepe deja sola a su madre quien es atacada por el padrastro de Celia (Miguel Inclán) cuando éste, un viejo drogadicto, llega a robar un dinero de Pepe. Para poder cumplir con su compromiso, Pepe pide una cantidad prestada a una usurera quien luego es asesinada, por lo que Pepe es llevado a la cárcel como sospechoso.
         Alrededor de este punto central ocurren muchos momentos de comicidad o sacrificio gracias a los otros personajes que viven en dicha vecindad. Desde la casquivana que se le ofrece a Pepe (Katy Jurado) hasta la hermana repudiada por Pepe por haber tomado el mal camino (Carmen Montejo). Hay un par de teporochas y otro par de pepenadores, entre toda una gama de seres entrañables. Un par de niños encuentra un libro en un basurero. Así se van mostrando los créditos del reparto que inmediatamente van tomando cuerpo entre los actores. Rodríguez nos recuerda que estamos ante una ficción y que todo lo que aparecerá en pantalla será una alegoría de una clase social a la cual se pudiera redimir, dentro de sus buenas intenciones, pero es mejor dejarla así para la memoria colectiva. Hay aforismos divertidos en las defensas de los camiones que vienen a ser el equivalente por escrito de un coro griego: el más conocido es “se sufre pero se aprende”.
         Nosotros los pobres es ejemplo del melodrama nacional. Exagerado, llevado a sus últimas consecuencias, artificioso y truculento porque recurre a estremecer sentimientos. El público es manipulado por relaciones románticas siempre obstaculizadas, equívocos entre lo que se plantea de manera inocente pero que toma un rumbo diferente. Finalmente, es una historia de amor entre una pareja, entre parientes, entre amigos, entre compañeros de los mismos dolores. El comediante Teo González, en alguno de sus divertidos sketches comenta que esta película (y sobre todo, su secuela, Ustedes los ricos, 1948) la vemos cuarenta veces para verificar, en el siguiente visionado, si las cosas ya no son tan terribles o porque nos gusta “lo bonito que sufre Pepe el Toro”, ya que de por sí parece que los mexicanos traemos un “chip de jodedencia” (sic). En realidad, la podemos ver infinidad de veces porque es gozosa y su ligereza se convierte en cualidad.
Ismael Rodríguez (1917 - 2004)
         También sirve para corroborar algo que resulta muy importante: el talento y la gran creatividad de Ismael Rodríguez. Si revisamos la historia del cine mexicano, podemos darnos cuenta de que los hermanos de Ismael inventaron un práctico sistema de sonido que permitió el debut del cine hablado en nuestro país (Santa, 1931). Esa imaginación técnica, de abolengo, hizo que el benjamín de la familia tuviera “ocurrencias” que beneficiaron a la narrativa nacional: los trucos fotográficos, las composiciones de imágenes, el sentir popular, la inclusión de personajes que no eran comunes en nuestra pantalla y adquirirían otras dimensiones en otras de sus tantas (maravillosas) películas (los motociclistas de tránsito, las sirvientas, los malvados capitalinos contra los inocentes provincianos, la exploración del mundo de la televisión cuando ésta andaba en pañales, entre otros muchos ejemplos).
         Y si tenemos que destacar alguna canción que el cine mexicano inmortalizó, aquí se escucha como muestra, la hermosa Amorcito corazón (música de Manuel Esperón, letra de Pedro de Urdimalas) que se volvió popularísima y nunca ha pasado de moda, y se sigue cantando, porque, en general, nos gustan las historias de amor:

Amorcito corazón,
yo tengo tentación de un beso,
que se prenda en el calor
de nuestro gran amor, mi amor…

v  Rodríguez, Ismael, Memorias, CONACULTA, 2014.


No hay comentarios:

Publicar un comentario