¡ESQUINA…
BAJAN!
1948. Dir.
Alejandro Galindo.
Los conflictos que se derivan de la rivalidad entre dos empresas camioneras para ganar una nueva ruta dan lugar a una serie de problemas en los que se meten tanto el chofer Gregorio del Prado (David Silva, excelente) como el cobrador Constantino, apodado Regalito (Fernando Soto “Mantequilla”). En una asamblea sindical, el dueño de la empresa Zócalo-Xochicalco y Anexas, así como el líder, solicitan a los choferes no causar ningún problema en el lapso de 30 días que las autoridades han concedido a cada línea para demostrar su calidad y eficiencia, por lo que deben de tratar a los pasajeros con cortesía. El carácter volátil de Gregorio debe de ser contenido ante este requisito, pero en uno de los viajes, por quedar bien con la pasajera Cholita (Olga Jiménez), quien le ha conquistado a primera vista, se desvía de la ruta para llevarla a su casa. En realidad, la muchacha y otros pasajeros han sido contratados por el dueño de la línea contraria Virreyes-Doctores y anexas, Manuel Largo Langarica (Víctor Parra, magnético como siempre) para servir como provocadores. Así se irán desarrollando situaciones donde Gregorio tendrá caída laboral, decepciones amorosas, confusiones en su lealtad, hasta llegar a una solución que mejore su existencia.
Marco Antonio Campos, Viruta,
antes de su etapa capulinesca
Luego del gran éxito de Campeón sin corona (1945) donde se había
introducido al ambiente populachero, del habla de barriada y el anhelo del
triunfo por parte de los desposeídos, para que su propia condición los anulara;
y después de filmar otros títulos en géneros variados, Alejandro Galindo pudo
retornar al ámbito de la clase trabajadora, sindicalizada, clase media baja,
que no vivía en cuchitriles y se ganaba el pan de cada día, gracias a su
esfuerzo. En esta ocasión, el chofer Gregorio es un hombre enérgico, quien
siempre está a punto de desatar su enojo que lo mete en problemas. Su
compañero, el cobrador de boletos, es quien sirve como elemento de calma, neutralizador
de un temperamento explosivo. De ahí que cuando se solicita la mayor cortesía para
el cliente, Gregorio se sienta amarrado: está bien que haya que respetarlos,
pero todo tiene su límite cuando los mismos pasajeros se pasan de la raya. Este
carácter apasionado también le servirá para enamorarse de inmediato, además de
cometer una gran equivocación. Gregorio, contra la imagen del Roberto o Kid
Terranova de Campeón sin corona,
tiene su orgullo y no se arredra ante la fatalidad. Si el otro se menospreciaba
ante un rival norteamericano, éste va a enfrentarse con el dueño de la línea
camionera para pedirle ayuda o trabajo. Ya eran otros tiempos: el triunfalismo
alemanista de la época permitía hablar de una solidaridad sindical, siempre y
cuando no se violentaran las formas, ni se excedieran las reglas no escritas,
pero intuidas, de la política mexicana en el cine.
La cinta es muy rápida en sus diálogos
y en el ritmo de su acción. Por medio de la edición, se juega con los pasajeros
incómodos en un camión atiborrado, como si fueran sardinas en lata, para
ofrecer una visión del mundo en el que se mueven personajes y su entorno:
quienes cargan bultos voluminosos o el trío de cantantes (donde la voz
principal es Marco
Antonio Campos, quien luego será el popular Viruta) que se meten para recibir alguna moneda o los que van de
pie, moviéndose de un lado para el otro, acorde con la velocidad o los frenados
del camión. Igualmente, una persecución de Cholita por Gregorio, cuando éste la
reencuentra, se realiza vertiginosamente, mientras la muchacha huye y el hombre
la sigue, por una calle atiborrada de puestos y de vendedores informales. Y
también están las asambleas sindicales donde cada uno de los numerosos
participantes reacciona acorde con el discurso. El maestro Galindo, en su afán
por ofrecer una visión de la clase popular, evita caer en los estereotipos y
toma los elementos más representativos, en ese tiempo, bajo esas
circunstancias.
No hay una crítica feroz hacia la
sociedad que recrea: la pinta, con las licencias naturales del cine, para que
ocurra la identificación del espectador: el cortejo amoroso, el problema laboral,
la pérdida del empleo, el pleito con el compañero de trabajo, los enjuagues de
los poderosos. Y así como en Campeón sin
corona, Roberto iba al centro nocturno con Lupita para disfrutar juntos de
un danzón, ahora Gregorio invita a
Soledad (Cholita) a un centro social, como lo llama, para darse vuelo con un swing, en una brillante (y enérgica) secuencia,
donde ambos bailan, luego pasan a su mesa para ordenar algo de beber, pero en
cuanto suena otra melodía rítmica, van nuevamente a la pista. Ahora sí, al
terminar, ambos vuelven a la mesa, para que la orquesta inicie un bolero
romántico: Cholita coloca su cabeza sobre el hombre de Gregorio y ambos
escuchan embelesados. Ahí es donde Gregorio comentará su desgracia y Cholita
escapará por remordimiento.
Por otro lado, están las relaciones
empleado-patronales, en sus dos vertientes: Gregorio pertenece al bando donde
hay comprensión, el líder es abusivo, pero el contubernio es positivo porque
ambos concuerdan en sus fines. En cambio, la empresa rival tiene como cabeza a
un tipo ladino, chapucero, que busca la manera de ganar al otro por medio de
sucias maniobras. Sus empleados cercanos son prácticamente hampones, aunque la
cinta no se introduce en las relaciones laborales más allá de estas imágenes. Víctor Parra,
con sus ojos claros y su aspecto cínico, es la perfecta contraparte hacia la
bonhomía y prudencia reflejada por Salvador Quiroz. Entre personajes bonachones e
íntegros como Rabanito (Jorge Martínez de
Hoyos, actor universitario, en su debut fílmico) o Menchaca (Ángel
Infante), compañeros de Gregorio, está la gran diferencia con el
principal compinche de Largo Langarica, o sea el tenebroso Robles (Jorge Arriaga, cuya participación en Nosotros los pobres y Ustedes los ricos, le darían una
presencia perenne, además de ser otro de los grandes y subestimados villanos
del cine nacional). Todas las posibilidades para el contraste absoluto entre
buenos y malos, sin enfatizar la obviedad.
Rabanito (Jorge Martínez de Hoyos) y Regalito (Mantequilla)
La película tiene otras presencias extraordinarias: Delia Magaña, como la novia de Regalito, aunque en una participación pequeña. La española Pin Crespo (quien haría pocas películas, pero la mitad con Alejandro Galindo, quien fuera su segundo marido) en un rol mínimo, como chica que Cholita salva de suicidarse y quien luego será la que la reúna con Gregorio. Olga Jiménez, la hermosa dama joven, quien también filmaría once películas, para dejar el cine, casarse, tener ocho hijos, radicar en Torreón, donde moriría en marzo de 2016, a los noventa años. ¡Ah, y por supuesto David Silva!, actor y productor de muchas películas, con una personalidad arrolladora, al cual la vida le traería muchas tragedias por el descuido de su salud. Desde sus inicios, fue el galán joven, pero los años engrosaron su cuerpo, produjeron la caída del cabello (más tarde, la amputación de sus piernas por la diabetes) y finalmente, aunque nunca dejó el cine, a partir de 1969, con El topo (Alejandro Jodorowsky), adquirió un estatus de culto e interés por parte de los jóvenes directores del momento. Su presencia es clave para muchas de las cintas que interpretó: en cada etapa, por diferentes motivos. En su juventud, por razones obvias que se perciben a través de sus imágenes, aparte de su atractivo físico estaba, sobre todo, su calidad actoral que no podía disminuir ni por los años ni por enfermedad.
Olga Jiménez
¡Esquina… bajan! tuvo una
secuela, al año siguiente, debido a su gran éxito (Hay lugar para… dos).
Ambas cintas fueron producidas por “Hermanos Rodríguez” que, de vez en cuando,
daban oportunidad a que otros realizadores (Emilio Fernández con Islas
Marías o Fernando Méndez con el díptico de Los tres Villalobos, por
ejemplo) filmaran tramas que se intuían taquilleras, sobre todo dirigidas a un
público popular. El cine mexicano ofrecía títulos y estrellas que, en su
momento, se sentían banales y sin importancia. El tiempo, mejor juez, ha
demostrado que había sustancia y sustento. Aquí he hablado de uno de esos
grandes ejemplos que lo comprueban.
El incomparable David Silva
No hay comentarios:
Publicar un comentario