GASTÓN SANTOS
O LA BUENA VIDA
En
sus memorias, Churubusco Babilonia, (El Milagro-Alameda Films, 2007), el
productor Alfredo Ripstein cuenta que, debido a su afición por las armas,
cierto día, en casa de una persona que le iba a mostrar algunas en venta, notó
el retrato de un joven rejoneador. Se enteró de que se llamaba Gastón Santos
y le llamó la atención porque era muy bien parecido, montaba a caballo, y
podría funcionar en el cine. Lo contactó y el muchacho aceptó su oferta, aunque
no tenía necesidad ya que era riquísimo. Así comenzó una carrera que se extendió
por una docena de años y a la cual abandonó porque estaba descuidando sus negocios
y ya no le interesaba. Esa riqueza se debía principalmente a la herencia
paterna, ya que Santos fue hijo del Gral. Gonzalo Natividad Santos, quien fuera
gobernador de San Luis Potosí de 1943 a 1949, además de cofundador del PNR, antecedente
del PRI, amigo del poder, de Obregón, Elías Calles, Maximino Ávila Camacho, y
cacique de su estado donde era quien decidía a los candidatos políticos. Todo
cambió con la llegada de López Portillo a la Presidencia, ya que no había sido
su “tapado” preferido. A pesar de los intentos del presidente por acercarlo a
su lado, Santos se negó, aduciendo enfermedad, por lo que, como reacción inesperada,
uno de sus vastísimos ranchos fue expropiado. El cacique murió en 1978.
Sin
embargo, regresando a 1956, en el cual Gastón Santos inició su carrera
fílmica, el joven de 25 años ya llevaba tiempo como rejoneador, además de
dedicarse a asuntos ganaderos y a la cría de caballos lusitanos. Tal vez, como
juguete de niño rico, pensó que entrar al cine le traería nuevas emociones,
además del acercamiento con muchas chicas guapas. Lo que demuestran las
películas son las limitaciones actorales de Santos, algo esperado, pero lo que
les ofrece un espacio y una dimensión singular, es que cumplieron los objetivos
del productor Ripstein quien deseaba cultivar el género del oeste, adaptado al
ambiente mexicano. En total fueron nueve películas bajo la venia de Alameda
Films, la compañía del productor: seis del oeste, una extraña incursión en el
cine de terror (Misterios de ultratumba) y dos dentro del ámbito juvenil, donde alterna con la nueva generación de jóvenes estrellas del cine mexicano (La edad de la tentación y Jóvenes y bellas), que cubren la etapa
1956 – 1961. Su retorno al cine fue cuatro años más tarde, otra vez en el oeste
a la mexicana, con El indomable, producción de Abel Salazar (sin
embargo, bajo distribución de Alameda Films) y ya la cinta final, El
silencioso (producción de Sotomayor), cinta alabada por el crítico Jorge
Ayala Blanco en su libro La aventura del cine mexicano (1968) que sirvió
para distinguir al realizador Alberto Mariscal como innovador del género en el
cine nacional, aunque en realidad, fue más bien artesano calificado que supo
adaptar las tendencias europeas del género a nuestra industria, luego de una
carrera discreta surgida desde los Estudios América, y que daría cintas eficientes,
sobre todo.
Del
joven héroe que llegaba a los pueblos para enfrentarse con seres fantásticos o
con bandoleros disfrazados, apoyando a rancheros amenazados o a jóvenes
indefensas, terminaría su carrera con dos personajes que emularían al
justiciero que prefería sacrificar su posible felicidad por razones morales y
éticas. En todos los casos, partía, sin quedar comprometido con ninguna dama,
tal vez porque la continuidad de su saga le llevaba a una vida libre y aventurera,
además de nómada. De hecho, en la última cinta se insinúa su muerte, que sería
metafórica para su carrera fílmica. Solamente en sus cintas alejadas de este
género del oeste, le permitirían parejas, aunque en condiciones muy diversas y
limitadas. En realidad, al productor Ripstein le llamó la atención un joven atractivo,
con ojos claros, que sabía montar a caballo (de hecho, fue quien bautizó al
caballo de Santos como “Rayo de plata”). Todas sus películas (con excepción de
la cinta de terror) fueron en color y ninguna perdió dinero, a pesar de que
Santos cobraba $125,000 por película, cantidad excesiva para esos tiempos que
solamente se pagaban a las estrellas consolidadas. Sin embargo, tuvo otra
aparición efímera, a los quince minutos previos del final de Bang, bang… y
al hoyo (1970), donde aparece momentáneamente frente a César Costa, para huir
desaforado, antes de un enfrentamiento que ocurrirá entre los personajes de la
película. Puede pensarse que fue un favor o un chiste personal hacia el
director de la película, René Cardona Jr.
Gastón
Santos se retiró a su rancho para seguir con sus negocios y su cría de
caballos, además de darse su buena vida. Tuvo un hijo que también se tornó
rejoneador y luego, político. Hace cinco años fue noticia cuando baleó a un
abogado, en un arranque de ira, mostrando su carácter tormentoso, heredado del
padre admirado, que debió haber sido su ejemplo. Al término de las memorias de
Gonzalo N. Santos, Gastón expresa en el epílogo: "Al tigre le
entraron por derecho, cuando ya estaba viejo y escopeteado. Papá vivió hasta
los 83; vestía como un dandy a la moda; se perfumaba, como Obregón; no fumaba, era
gran bebedor de whisky, y rendía homenaje a la cocina huasteca". Repito: la buena vida,
el poder, todo aquello que fue mejor que el efímero período de existencias
ficticias en el cine. Y ahí quedaron las películas. Gastón Santos cumple 90 años.
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