LA
TIERNA ENEMIGA
(La
tendré ennemie)
1936.
Dir. Max Ophüls.
La película inicia con una introducción
que hace el vicepresidente del sindicato de cinematografistas en el París de
los años treinta para pedirle al espectador que
acepte la fantasía sobre la cual se basa el argumento: dos fantasmas asisten a
la fiesta de compromiso de una joven. Uno de ellos es el padre de ella. El otro
fue el amante de su madre. Ambos recordarán sus experiencias con la mujer que
vino a ser la causante indirecta de sus fallecimientos. Así se narra cómo
Annette, la madre (Simone Berriau), tuvo que sacrificar (por instancias de su
propia madre) a su verdadero amor por guardar las apariencias sociales y
casarse con quien sería el padre (Georges Vitray) de su hija ya que el hombre
al cual amaba era pobre. La frustración hizo que Annette se entregara a los
brazos del amante (Marc Valbel), un domador de tigres, al cual confundió como
su profunda razón de amar. Más tarde en el relato aparece el fantasma de ese
primer novio (¡otra víctima del amor no correspondido!) para comprender que ahora la historia se está repitiendo en la
hija.
Annette con su marido
El maestro Ophüls, bastante desconocido en nuestro país (más que nada por el tiempo transcurrido y el olvido de las nuevas generaciones) y sumamente importante en la cinematografía mundial, utiliza el recurso del flashback
o analepsis o retroceso en el tiempo para que el espectador pueda
comprender cómo el pasado tiene efectos en el presente. Esta forma narrativa
será común en varias de sus películas (sobre todo en Cartas de una
desconocida, 1948) y en esta cinta llega al grado de introducir un flashback
dentro de otro para mostrar de manera sinóptica los pasos del deterioro de una relación emocional de manera inversa con la acumulación de bienes materiales, cada día mayor del esposo. La
forma en que lo utiliza recuerda mucho a la secuencia que Orson Welles
utilizará años después en El ciudadano Kane (1941) para mostrar
precisamente el mismo proceso de la rutina que se va asentando en la relación
entre Kane y su esposa.
Annette con su amante
Ophüls insiste mucho en la tristeza y
la melancolía que producen las relaciones románticas: es como si dijera que el
amor siempre será la causa de los quiebres existenciales. De hecho, en los
créditos iniciales de la película, presenta a los personajes, pero indica como “el
culpable” de todo lo que veremos a la existencia. Sus cintas tendrán finales ambiguos o
frustrantes pero en esta película no sucede así. En sus escasos 70 minutos,
estamos ante una fábula amorosa con antecedente, consecuencia, moraleja y solución:
sigue tu pasión y serás feliz.
Los tres fantasmas recordando
sus experiencias amorosas.
La doble exposición fotográfica
fue el truco utilizado como efecto especial
Ophüls se basó en una obra teatral de
1928 llamada La enemiga y la adaptó al cine junto con el autor,
André-Paul Antoine para lograr una cinta cuya sencillez aparente no oculta las
intenciones y el genio del realizador (quien más adelante nos dará otras obras maestras: El placer o Codicia, por mencionar solamente dos títulos). No se estrenó en México pero en 1956 se filmó una
versión nacional con Silvia Pinal en el rol principal (La dulce enemiga)
dirigida por Tito Davison, con guion de Julio Alejandro, quienes se llevaron sendos Arieles por actriz y
director en la que sería la última entrega de estos premios en su primera etapa
(volverían a instalarse en los tiempos echeverristas) dando una comedia amable
y efectiva, con números musicales, pero diferente a las intenciones del realizador alemán.
El maestro Max Ophüls (1902 - 1957)
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