LANA SUBE, LANA BAJA… LANA TURNER
por Roberto Villarreal Sepúlveda.
En una entrevista de 1983, David Hartman comenta: “Lana Turner, uno de esos nombres mágicos que, en verdad, conjuran todo el glamour de Hollywood. Se le llamó la chica del suéter, la chica dorada, la diosa del sexo, y lo comprobó a través de más de 50 películas, donde también demostró que era una buena actriz en títulos como Cautivos del mal, Imitación de la vida, su nominación al Óscar por La caldera del diablo, pero su papel más dramático fue en la vida real: ha sido tocada por la tragedia, un intento de suicidio, ocho matrimonios fallidos, siete esposos…”. El motivo de esa entrevista fue la aparición de su autobiografía el año previo (Lana Turner: The Lady, The Legend, The Truth, Dutton, 1982) donde Lana había escrito como motivación: “Me rehúso a dejar esta tierra con ese montón de basura de las revistas de cine, escándalos y calumnias, como epitafio”.
Nacida como Judy el 8 de febrero de 1920 en Wallace, Idaho, su padre fue minero inicialmente pero la vida lo llevó por otros rumbos. Arruinado, junto con su esposa y su hija, emprendió el rumbo por diversos estados hasta llegar a California donde, por cuestiones de malas compañías, fue asesinado. Su viuda Mildred, tomó a la pequeña Judy y luego de otras escalas, llegaron a Los Ángeles. Adolescente, a los 15 años, cierto día se escapó de la secundaria y fue a una fuente de sodas a la cual llegó Billy Wilkerson, editor del periódico The Hollywood Reporter quien la recomendó con un astuto agente artístico, Henry Willson. Luego de ser rechazada por Selznick, RKO y la Fox, la vio uno de los directores de reparto en la Warner Brothers. Ahí, el productor-director Mervyn LeRoy, quien tenía poder y fama (había sido el creador de El pequeño César, Soy un fugitivo y Adversidad) estaba preparando Jamás olvidarán (They Won’t Forget, 1937) y necesitaba a una jovencita que derrochara inocencia y sensualidad. Ahí entra Judy Turner.
Lana a los casi 17 años
(el rodaje ocurrió en enero de 1937)
Mervyn
LeRoy, en su autobiografía, narra que “traía un vestido azul, barato, de
algodón. Estaba asustada. Su timidez hacía que dirigiera la mirada a sus manos.
Le pedí que caminara y que leyera unas líneas. Tenía esa cualidad de sexualidad
inocente, además de una magnífica figura…”. LeRoy le preguntó su nombre y pensó
que Judy Turner no tenía fuerza. Se acordó de una chica que le había gustado
llamada Donna: empezó a jugar con varias letras, Bonna, Fonna, Gonna y al
llegar a Lonna se detuvo. Prefirió que se pronunciara Lana, y así nació Lana
Turner. Le hizo que firmara un contrato personal y la incorporó a su
película.
Sexualidad e inocencia
Jamás olvidarán estaba basada en
una novela de Ward Greene llamada Asesinato en el profundo sur que recordaba
hechos ocurridos en Atlanta en 1915 donde un hombre, del cual nunca se aclaró
su culpabilidad, era acusado de violación y crimen de una chica de 13 años que
había sido su alumna. El hombre era un tipo originario del norte de Estados Unidos
que se había mudado junto con su esposa hacia el sur para encontrar otros horizontes.
Cuando la sentencia fue conmutada de pena de muerte a cadena perpetua, la turba
azuzada por los hermanos de la chica asesinada, tomaba la ley en sus manos, lograba
sacar al reo de prisión y lo linchaba. En la película, la acción ocurre en años
más recientes a la filmación, en un día celebratorio de la confederación estadounidense,
donde la chica tenía 15 años. Quien buscaba culpar al maestro era un ambicioso
fiscal con fines políticos: obligaba a personas que podrían haber dado
testimonios a favor del acusado a que atestiguaran en contra. La cinta deja en
suspenso la verdad.
Los pechos turgentes
que se balanceaban
al caminar...
Lana Turner interpretó a esa muchacha,
Mary Clay, en la película. Algo regordeta, con un suéter ajustado, que hacía balancear
sus bien delineados senos y cuyo andar era sensual, reflejaba esa mezcla
voluptuosa, que resultaba natural sin intención del personaje, que tanto
buscaba el realizador LeRoy. Aparte de fotografiar perfectamente para la
cámara, fue lo que atrapó sobre todo al público masculino. Con apenas unos
minutos en pantalla, Lana Turner produjo lo que Hollywood siempre anhelaba encontrar
entre los seres humanos: ese algo que los diferencia, ese glamour que no todos
poseen, esa magia que provoca el deseo.
Las aventuras de Marco Polo,
con Gary Cooper.
Luego de ese inicio que la colocó en
boca de la gente, la subida fue lenta, pero segura: un papelito en La vida
de David Garrick (Whale, 1937) y otro en Las aventuras de Marco Polo
(Mayo, 1938) le sucedieron hasta que tuvo la suerte de que Mervyn LeRoy,
poseedor de su contrato, pasara a la MGM llevándosela consigo, que sería el
estudio que la transformaría y cuidaría en un ascenso que inició en roles de
películas con bajo presupuesto que la fueron colocando paulatinamente en el
gusto del público: Andy Hardy se enamora (Seitz, 1938) o bailando en Adorable
impostora (Sylvan Simon, 1939) o como la bella Beatrix en El hombre y la
bestia (Fleming, 1941) con el amenazador Spencer Tracy.
Spencer Tracy y Lana Turner (1941)
Grandes momentos en su carrera están en
El cartero llama dos veces (Garnett, 1946) basada en la novela negra de
James M. Cain donde la esposa sensual y aburrida de un restaurantero feo y
bonachón seduce a un aventurero que llega a trabajar al lugar para que lo mate
y ellos vivan felices. Lana aparece toda de blanco, obviamente voluptuosa, con voz
delgada y retadora, provocando el deseo en el vagabundo John Garfield.
Sensualidad en el más
estricto sentido
(Garfield y Turner)
Y sobre
todo su gran actuación en Cautivos del mal (Minnelli, 1952) como la hija
de un gran ídolo del cine de antaño que es transformada por los intereses de un
hombre ambicioso, egocéntrico, productor que solamente vive para sus propios fines,
usando a los demás, aunque jamás dejándolos sin fortuna.
El gran papel de Lana Turner
en "Cautivos del mal"
con Kirk Douglas.
Y vendrán otros roles inmortales, entre sus
tragedias y dramas, el crimen de uno de sus amantes a manos de su propia hija, su
intento de suicidio, sus muchos maridos, en una carrera que tuvo altibajos pero
que nunca disminuyeron su leyenda de gran dama, los vestuarios, las joyas, el
glamour, la magia… ¡Feliz centenario!
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