sábado, 31 de marzo de 2018

OTRA CINTA DE FERNANDO A. RIVERO


EL PRÍNCIPE DEL DESIERTO

1946. Dir. Fernando A. Rivero.





         Gracias a Fernando Gaona pude conocer esta cinta que me faltaba en la filmografía de mi admirado director Fernando A. Rivero, del cual les he compartido comentarios en otras ocasiones, por medio de artículos dispersos en este blog. Una historia de amor imposible entre un noble oriental y una joven mexicana que está ambientada tanto en nuestro país, un México que entraba en la modernidad, en contraste con escenarios de barbarie y arena que traen a la mente una Arabia exótica y pintoresca. Es de pensarse que así como en esos tiempos, México era considerado como tierra de indios, la imagen general de Arabia se encontraba ante el estereotipo heredado por Hollywood, sobre todo del cine silente, Rodolfo Valentino y El hijo del sheik.





         El argumento del desconocido Nasre M. Ganem, (del cual solamente tengo la referencia de que fue poeta y editor de la revista Líbano, en la Cd. de México, durante los años treinta), adaptado por el propio Rivero, se divide en un prólogo y dos partes. Todo lo que se verá en la película será narrado por el personaje del príncipe Ahmed (Abel Salazar) desde un diario que le ha heredado a Lucila y cuya primera frase es Nadie escapa a su destino... El prólogo lo ilustra mostrando al joven Ahmed despidiéndose de la niña mexicana Lucila, con la cual ha compartido juegos y un precoz e inocente romance en tierras árabes, antes de que ella regrese a su país y reciba una joya como regalo. Luego vendrán dos partes: Pasan los años y el ahora príncipe Ahmed llega a México de manera incógnita, junto con su ministro Giafar (Eduardo Casado), y mientras viajan por tren, conocen al matrimonio Monroy (Jorge Mondragón, Eugenia Galindo) y su hija Teresa (la efímera, posiblemente salvadoreña, Violeta Guirola) quien se ilusiona con el rico hombre.





         Ya en México, Ahmed reencuentra a la joven Lucila (la chilena Malú Gatica en su tercera cinta mexicana), quien es casualmente prima de Teresa, a la cual reconoce por la joya obsequiada, y renace su amor que, al principio, por pudor, esconde. Luego, enamorado le declara su pasión a la cual corresponde la muchacha. El padre de Lucila, el Sr. Albornoz (Arturo Soto Rangel) se opone porque teme que sea una más dentro del harem que tienen los árabes. A pesar de ello, siguen encontrándose, hasta que Ahmed recibe las noticias de que su rival Omar (René Cardona) está conspirando para arrebatarle el trono, por lo que debe regresar a Arabia.





         Aquí inicia la segunda parte donde se muestran los enfrentamientos entre Omar y Ahmed. La joven Salna (la chiapaneca Esperanza Issa quien era de ascendencia libanesa) ha sido prometida de Ahmed por su padre Abdalah (Luis Mussot). Al enterarse por Omar de los amores de Ahmed con Lucila, quien viaja hasta Arabia para estar al lado de su amado, forma alianza con el villano para que capture a Ahmed al cual manda azotar. Sin embargo, al enterarse Salna que Omar ha mandado asesinar a su padre, lo enfrenta y es herida. Antes de morir libera a Ahmed quien pelea contra Omar con sus espadas orientales. El villano muere, lo mismo que Ahmed aunque éste expira en los brazos de su amada Lucila.





         Fue producida, con lujo de detalles, por José Luis Calderón, de la dinastía que propició la floración de algunos géneros que serían significativos para el cine nacional (el cine de rumberas y los melodramas de perdición juvenil, entre otros), con mucho cuidado en su parte urbana y más primitiva en las secuencias árabes, aunque el buen gusto de Rivero, quien fuera escenógrafo y diseñador, se nota en la cinta. No hay crédito de vestuario pero es impactante el que presenta Malú Gatica ya que en cada escena aparece con un ajuar distinto que se siente exclusivo, acorde con la alta costura que las familias adineradas vestían en esos años de modernidad. Igualmente, los trajes de Abel Salazar son diferentes e impecables.





         Una gran curiosidad de la cinta es que utiliza locaciones externas y, de esta manera, podemos visitar el anterior Museo de Antropología e Historia, además de secuencias que ocurren en la Plaza de Toros México, el Hipódromo de las Américas y el Aeropuerto que en esos años de motores y hélices, permitía que los visitantes o quienes esperaban pasajeros podían estar prácticamente cercanos a las pistas de aterrizaje, en pleno aire libre. Es el gran mundo mexicano que recibe al personaje árabe del cual los empresarios esperan que venga a hacer negocios al país ya que le vendría muy bien.





         Sin embargo, no es una trama de comedia con líos financieros. El antecedente que se tenía en nuestro cine sobre el tema fue cultivado por Joaquín Pardavé con las archiconocidas El baisano Jalil (1942) y El barchante Neguib  (1944) para reconocer por su capacidad de trabajo y homenajear a la población libanesa en México. Aquí, el príncipe es acaudalado (viene de país petrolero), paga con dos billetes de cincuenta pesos (los azules, los de entonces, que eran una fortuna) la cena de cinco personas dejando aparte una sustanciosa propina. Viene con ánimo conquistador ya que califica de “estupenda” a la mexicanita que conoció en el tren. Y, por supuesto, de incógnito porque prefiere que no lo traten de manera distinta ni por el lujo que, contradictoriamente, derrocha por todas partes.





         Es un melodrama amoroso con secuencias de acción. Es, como en casi todo el cine del maestro Rivero, la historia de amores imposibles o amores frustrados. Ya en 1944 nos había brindado su obra maestra (Nosotros con Emilia Guiú y Ricardo Montalbán, donde se había atrevido a mostrar en pantalla a una pareja de amantes que no se casaba pero vivía en unión libre) como ejemplo de gran película sobre el más puro y absoluto amor; más adelante nos ofrecerá casos semejantes de amores con barreras que impone la moral, la sociedad, o el destino (Burlada que es su segunda obra maestra, Perdida, Coqueta,  Los amantes, entre otras).





         En este caso hay mucho pudor: cuando Ahmed debe volver a su país, se despide de Lucila dándole un anillo y prometiéndole que será su esposa, su única esposa. Ella desea besarle, pero el príncipe le responde que no estaría bien. Sin embargo, ella hace un movimiento para alejarse aunque finalmente se devuelve para besarlo apasionadamente, tomando la iniciativa. Y es este amor prohibido, porque Lucila es extranjera, que Omar lo utiliza para poner en contra a los conocidos y a los súbditos de Ahmed: hay un momento en que un fabulador callejero narra ante la muchedumbre la historia de un árabe musulmán que se enamoró de una griega por sus encantos y al sucumbir ante ella, renegando de sus creencias, la mujer se transformó en ente monstruoso: Omar se acerca y le pregunta si está hablando de su regente.





         Hay otro amor imposible en la cinta: la joven Salna era la prometida de Ahmed antes de su reencuentro con Lucila. Fue un compromiso de honor, matrimonio pactado, desde la niñez. Al sentirse traicionada, Salna toma el bando de Omar contra su amado. Ella propicia que el príncipe sea emboscado para recibir azotes, hasta que se da cuenta de la villanía de Omar, asesino de su padre. La joven morirá pero bajo la redención, al ayudarlo a escapar para que enfrente a Omar.





         La cinta resulta ser toda una curiosidad por el tiempo en que fue filmada y el momento histórico que vivimos: Abel Salazar jura y comenta “por Alá”. En el caso de las escenas árabes, hay unas escenas donde se muestra a los fieles en sus rituales de oración. Lo que en aquellos tiempos era común, gran curiosidad, porque el mundo era pequeño, sin tanta comunicación ni convivencia, ahora se ha vuelto “políticamente incorrecto” cuando vemos las consecuencias del fundamentalismo islámico y las intolerancias basadas en cuestiones de fe. Aquí se presenta, simplemente, como un símbolo para luchar y ser buen ciudadano.





         Finalmente vienen las escenas de acción: hay dos secuencias donde se enfrentan los fieles súbditos contra los rebeldes. Son escenas de a caballo en locaciones arenosas. Son las imágenes más débiles de la película porque resultan cortas y poco descriptivas. El regodeo entre los azotes que Omar ordena contra Ahmed y luego la lucha con sus sables que propiciará la muerte de ambos es bastante elemental y mal dirigida, pero todo se perdona con una escena final donde Ahmed expira en los brazos de su amada Lucila.







         Hay todo un cine mexicano por descubrir o redescubrir. Por desgracia, mientras más pasan los años es obvia la mayor distancia entre el pasado fílmico primitivo y la actualidad. La cinefilia selectiva y frívola que ahora envuelve a las nuevas generaciones, en general, hace menos posible el rescate, o el interés, o el encuentro de un público que ya no quiere “blanco y negro” ni “lentitud” ni “cosas del siglo pasado”. Sin embargo, uno no deja de seguir adelante con sus pasiones. Estoy seguro que habrá alguien o algunos que deberán tomar la estafeta y verán todo ese arsenal de imágenes como documentos que son el sustento del presente. Fue una gran experiencia descubrir esta curiosidad (muchas gracias al apasionado por el cine nacional Fernando Gaona).



        

2 comentarios:

  1. Justo estoy digitalizando algunas imágenes de esta cinta para el Archivo Permanencia Voluntaria y tratando de identificar a los personajes di con tu reseña. Súper interesante ver el orientalismo en el cine mexicano, que continúa hasta hoy. Saludos

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  2. tendras la pelicula completa, me ustaria obtenerla, si gustas podemos intercambiar peliculas, te dejo mi coreo brunishrodriguez@gmail.com por si le interesa. muy buena la reseña gracias por compartir

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