jueves, 6 de julio de 2017

BASURA EXQUISITA


EL VALLE DE LAS MUÑECAS

(Valley of the Dolls)

1967. Dir. Mark Robson.





         En 1967 pasé otro verano inolvidable en la Ciudad de México. Dentro de muchas experiencias ya entrañables, y que viven en mi memoria, está una visita rápida y casual a un gran almacén donde me encontré una edición (importada) de bolsillo (paperback) de Valley of the Dolls que, según muchos reportajes, era una novela sensacional. Además, ya estaba en las noticias que se estaba produciendo su versión cinematográfica. La compré, empecé a leerla y ya no pude dejarla. Esa era la fama, como libro devorable, de una historia que ocurría en Broadway y Hollywood, cuyos personajes estaban inspirados en estrellas de la vida real: la talentosa Neely O’Hara cuya incipiente carrera en una comedia musical era cortada por los celos de la estrella principal Helen Lawson para luego convertirse en taquillera actriz de Hollywood. La hermosa Jennifer North, sin talento pero con un cuerpo de tentación, quien se casaba con un cantante popular para luego descubrir que tenía una enfermedad progresiva por lo que tenía que dedicarse al cine audaz, europeo, y ganar dinero con el cual mantener los costos del sanatorio de su esposo. Y Anne Welles, primero secretaria de un agente de artistas que tenía la oportunidad de convertirse en importante modelo sin alcanzar la felicidad. Las tres eran víctimas de las pastillas (las “muñecas” del título) para dormir, para tener energía, para escapar de sus problemas. Ethel Merman, Judy Garland, Betty Hutton, Marilyn Monroe, entre otras, fueron la inspiración para la autora Jacqueline Susann.


Mi ejemplar ahora está con las páginas
amarillentas y frágiles, pero permanece
como recuerdo de una era maravillosa.


         Al año siguiente se estrenó finalmente El valle de las muñecas en el Cine Montoya donde se pudo disfrutar de una versión más sobria y menos gráfica que los hechos descritos en el libro (que ya había publicado Grijalbo en español para incrementar su éxito mundial). No importaba tanto porque ese era el destino usual de los bestsellers audaces, en una época que estaba apenas empezando a ser más permisiva. De hecho, se cuenta que Susann salió enojada de la proyección en el estreno (en diciembre de 1967) gritando que esa no era su novela. Y claro que la cinta resultó ser un esquema básico para que el espectador – lector reconociera a las mujeres del libro.


Curiosamente, las tres actrices nunca aparecen
juntas en alguna secuencia de la película

         La película se tornó en objeto de culto. Es un producto de la sensibilidad camp ya que de tan mala resulta memorable y permite la reflexión o la parodia. Dio lugar a un espectáculo teatral más cercano al público gay porque sus elementos eran adecuados para el mundo de las Drag Queens. Al ser filmada en la plenitud de los años sesenta, las modas, los peinados, el maquillaje, la misma parafernalia alrededor de los diseños de muebles o automóviles alcanzaron niveles que fueron únicos y distintivos de una era. Hay una secuencia cuando se muestra el inicio y auge de Anne (Barbara Parkins) como modelo donde la exageración es el precedente: recuerda a las figurinas del fotógrafo de Blow Up (Antonioni, 1966).


Anne (Bárbara Parkins) como modelo famosa

         Los personajes (y sus circunstancias) son esquemáticos: Anne es una chica de posición clasemediera acomodada de los pueblos en Nueva Inglaterra. Llega a la gran ciudad para empezar desde abajo y, de pronto, resulta que es la persona ideal para tornarse en modelo de fama. Nellie es, al contrario, pobre, con todo el deseo de forjarse un nombre en el espectáculo artístico ya que es poseedora de gran talento. Jennifer, por su parte, sabe que su mejor inversión es su cuerpo por lo que lo explota, sale con hombres adinerados, tiene un abrigo de mink que intermitentemente pasa a las casas de empeño para enviar dinero a su demandante madre. Sin embargo, los otros personajes que las rodean son antológicos: Lyon es el agente conquistador, mujeriego, que llama la atención de Anne y es al cual se entrega. Mel es el novio sometido de Nellie quien al casarse se convierte en su criado. Tony Polar es el cantante italiano estereotipado, víctima de una enfermedad hereditaria, siempre bajo la mira de su hermana quien anticipaba su tragedia. Helen Lawson es la estrella popular, mimada por el público, hechizante, que no permite que alguien la opaque. Cómo no caer en las trampas de estas fantasías que alimentan los mitos de las fábricas de sueños, ya sea la escena o el cine. Sobre todo en un tiempo cuando no era común la apertura pública y las estrellas eran cuidadas exageradamente en sus intimidades. Los lectores se regocijaban buscando la identificación con los personajes de carne y hueso.

Nellie (Patty Duke) derrotada, víctima de las "muñecas"

         Hay escenas antológicas: el ascenso a la fama de Nellie o su propio descenso y caída final, las cintas audaces de Jennifer, los números musicales, pero se destaca aquella donde Nellie pelea con su eterna némesis Helen en el cuarto de baño del hotel donde se hace una rueda de prensa, le quita su peluca para mostrar a la estrella legendaria con el cabello completamente canoso y la tira dentro de la taza de un excusado. La diva busca la manera de salir del lugar sin que la vean otras personas pero, finalmente, con toda dignidad, simplemente se coloca una pañoleta sobre su cabeza. Susan Hayward fue la intérprete de este personaje con toda su fuerte personalidad: lo iba a interpretar Judy Garland pero la cantante se encontraba en una etapa difícil de su vida (de hecho, moriría dos años más tarde). Hubiera sido maravilloso verla en este rol donde el personaje de Nellie la confrontaba ya que las circunstancias de este personaje (pastillas para adelgazar, pastillas para dormir, pastillas para la energía) fueron sus propias experiencias durante su gran momento como estrella de la MGM.

Helen Lawson (Susan Hayward) sin peluca,
mostrando su edad

         El reparto fue ecléctico: Bárbara Parkins era estrella bajo contrato de la Fox, compañía productora de la cinta, que había saltado a la fama como parte del elenco de la adaptación televisiva de La caldera del diablo (cuya versión fílmica fue dirigida por el realizador de esta cinta). Patty Duke acababa de terminar otra serie de televisión que la colocó en el favor del público juvenil, además de haber ganado el Óscar como actriz secundaria en 1962 por La maestra milagrosa. Sharon Tate era una bellísima aspirante a actriz que tenía en su haber unas cuantas películas, entre ellas dos destacables: La danza de los vampiros (Polanski) y No hagan olas (Mackendrick), filmadas el mismo año que estas “muñecas”: sería víctima de un terrible asesinato grupal dos años más tarde. En papeles pequeñísimos puede verse al compositor Marvin Hamlisch y a quien sería muy popular en la década siguiente: Richard Dreyfuss. La propia autora, Jacqueline Susann, interpreta a una periodista.
Jennifer (Sharon Tate) escuchando a su
demandante madre al lado del abrigo de mink,
producto de su cuerpo

         El valle de las muñecas pertenece a la categoría de las malas películas que amamos sobre cualquier consideración estética o reflexiva. Cine basura, equivalente fílmico de novelas escritas con el único afán de explotar el morbo del lector y ganar mucho dinero. ¡Ah, pero qué recuerdos nos deja!

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