GREGORIO WALERSTEIN Y EL CINE:
HISTORIA DE UNA PASIÓN
Francisco Peredo Castro
UNAM – Primera edición, 2015
476 pp. $400
Luego de que el Fondo de Cultura
Económica publicara en 2013 Gregorio
Walerstein, hombre de cine por Eugenia Meyer, dos años más tarde apareció Gregorio Walerstein y el cine: Historia de
una pasión de Francisco Peredo. El primer volumen tuvo mayor contenido
autobiográfico y anecdótico, considerando que la autora era hija del personaje
mencionado. El siguiente viene a ser un libro riguroso, centrado más que nada
en la obra del inquieto, audaz e implacable productor del cine mexicano que
cumple con el interés de su autor, importante historiador, en ofrecer un marco
sociopolítico a la obra cinematográfica y, por ende, una descripción indirecta
de las tendencias y objetivos personales de Walerstein (1913- 2002).
En una industria irregular que fue
conformándose por intentos aislados y
limitados de películas nacionales desde la segunda mitad de la década de los
dieces hasta seguir con mayor intensidad en la desconocida década siguiente
para que el sonido cambiara por completo la influencia del cine entre los
espectadores y, como resultado, la búsqueda de temas y tramas que pudieran
interesar a una sociedad semianalfabeta latinoamericana, el cine mexicano se
consolidó durante los años treinta. De ahí que se fundaran compañías que
tendrían continuidad, esplendor (y luego la decadencia, claro): Grovas, Producciones Raúl de
Anda, Hispano-Continental Films, España Sono Films, entre otros.
Elvia Salcedo y Jesús Martínez "Palillo"
en "Lo que el viento trajo" (Benavides, 1941)
Walerstein inició su compañía Filmex en
1941 con una cinta que fracasaría en taquilla (Lo que el viento trajo de José Benavides, donde la estrella era el
cómico Palillo quien nunca alcanzaría en cine su triunfo en las carpas
teatrales), pero lo que llama la atención es que a pesar de su inicio, el joven
de 28 años se arriesgó a filmar cinco películas en ese año, sin saber cuáles
serían los resultados económicos. Entre ellas, sus éxitos fueron Alejandra y El conde de Montecristo para que posteriormente viniera un
grandísimo taquillazo (El baisano Jalil,
actuada y dirigida por quien sería su estrella exclusiva, Joaquín Pardavé).
El libro, riquísimo en detalles
alrededor de cada película, va narrando su sistema estelar (María Félix, Arturo
de Córdova, Pardavé), el descubrimiento de nuevos ídolos con el paso del tiempo
(Hilda Aguirre, Jorge Rivero, Vicente Fernández), la realización de
coproducciones para recuperar sus inversiones en otros países (España,
Argentina, Venezuela), el apoyo a su propio hijo Mauricio para la creación de
Cinematográfica Marte y la producción de Los
caifanes como inicio de una serie de cintas que permitirían el ingreso de
nuevos realizadores para el hasta entonces hermético cine mexicano.
Dr. Francisco Peredo Castro
Francisco Peredo nos ha ofrecido libros
magníficos y esenciales para la historiografía del cine mexicano: la llamada Época
de Oro que fue producto de las circunstancias socioeconómicas derivadas de la
Segunda Guerra Mundial entre los países de habla hispana (Cine y propaganda para Latinoamérica); la filmobiografía de
Alejandro Galindo, representante del mejor cine popular nacional (Alejandro Galindo, un alma rebelde en el
cine mexicano). O ha coordinado otras obras que van desde la extraordinaria
reproducción facsimilar de crónicas de
José María Sánchez García que ofrecen luz sobre la producción fílmica de los
años dieces y veintes (Historia del cine
mexicano (1896 – 1929) o la compilación de ensayos por diversos
especialistas (Fernando Mino, Raúl Miranda, entre otros) sobre el trabajo
fílmico del escritor José Revueltas (José
Revueltas: obra cinematográfica 1943 – 1976) donde el Dr. Peredo descubrió
su autoría del argumento original (sin crédito) de Río Escondido de Emilio Fernández (1947).
Gregorio
Walerstein y el cine: Historia de una pasión ofrece otra perspectiva sobre
lo que fuera la aventura de producir cine en México. La investigación erudita y
la visión en conjunto de una obra total permite conocer las motivaciones y las
intenciones de quien fuera llamado el zar del cine mexicano, además de las
condiciones y limitaciones alrededor del mismo (cuestiones de censura,
problemas de recuperación económica, la situación de la exhibición, las
políticas sindicales, las relaciones internacionales, los objetivos de las
estrellas). Ya no es posible en estos tiempos mantener la crítica tradicional
que, en su momento, negaba las cualidades de la mayoría de las películas
mexicanas. Los villanos de la trama eran los productores cinematográficos sin
considerar el aspecto de negocio que, en cualquier cinematografía, propiciaron
diversos tipos de películas.
En el caso de Gregorio Walerstein se
nota su audacia y continuidad productora. Más de 300 películas entre las cuales
destaca el producto llamado comercial (¿que no toda película es comercial?) y
otro con aspiraciones “artísticas” (desde su inicio con la ostentosa producción
de El conde de Montecristo, el apoyo
a nuevos realizadores como Rogelio A. González y Luis Alcoriza además de los
debutantes por Cinematográfica Marte, el riesgo de producciones con alcances
distintos como Un extraño en la escalera,
Los hermanos Del Hierro o Amor y sexo). El libro ofrece una
justificación absoluta de su título: productor apasionado, persistente,
visionario. Walerstein tuvo al historiador que se merecía para colocarlo en su punto justo.
Nota- Agradezco al Dr. Peredo Castro por su amabilidad al obsequiarme y hacerme llegar el ejemplar del libro.
Nota- Agradezco al Dr. Peredo Castro por su amabilidad al obsequiarme y hacerme llegar el ejemplar del libro.
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