BELLEZA
DESTROZADA: MONTGOMERY CLIFT
La belleza, como
el dolor, hace sufrir
Thomas Mann
Uno de los rostros masculinos más
hermosos del cine norteamericano perteneció a Montgomery Clift (1920 – 1966). Ese fue el atractivo principal para
llamar la atención y luego demostrar que esencialmente era un buen actor y no
una simple cara bonita más. Este 23 de julio se cumple el cincuentenario de su
fallecimiento y es importante recordarlo ya que paulatinamente se están
perdiendo diversas personalidades en la memoria colectiva. Así como las grandes
presencias del cine silente se tornaron polvo ante el advenimiento del sonoro,
ya estamos en el borde del precipicio ante el imperio digital. De nada sirve
que sus películas sean más fáciles de conseguir: a la mayoría de quienes
pertenecen a las nuevas generaciones no les importa. Solamente existe el tiempo
presente (algo que es muy cierto) pero éste se prefiere a revivir las
experiencias del pasado (al menos del lejano) y estar siempre a la expectativa
de lo que vendrá.
Montgomery Clift nació en Omaha,
Nebraska, cuatro años antes que Marlon Brando le siguiera en el mismo punto
geográfico del mundo. Es curiosa la coincidencia: dos actores talentosos,
simbólicos para cierta era del cine norteamericano (de donde se tornaron
universales), comparten lugar de origen. Cada uno en su estilo cimbró al cine
con su presencia, su actitud y su atractivo físico (Clift era esbelto, velludo;
Brando, musculoso, lampiño). Nació dentro de una familia con medios decorosos:
su madre, diletante, lo llevó junto con sus hermanos a Europa. Fue por esos
rumbos donde descubrió al teatro y surgieron los deseos por participar. Aparte
era un niño con rasgos delicados y perfectos por lo que inició esa carrera
pública como modelo.
En el teatro tuvo grandes ventajas:
actuar al lado de la pareja de los Lunts, leyendas de la escena, o con Fredric
March, entre otros. Aparte participó en obras de Wilder o Hellman. Hasta hizo
teatro musical en una comedia de Cole Porter. La oportunidad de viajar a
Hollywood le llegó temprano pero desistió. Pensó que era importante madurar y
adquirir mayor experiencia. Era uno de los galanes jóvenes, talentosos del
Broadway dorado en los años cuarenta. En 1946 aceptó la oferta de la MGM para
ir a la Meca del cine. Era un contrato de seis meses, algo que Clift deseaba
para no sentirse esclavizado y tener la libertad de retornar a su deseada
escena.
La primera oportunidad llegó bajo las
órdenes del legendario Howard Hawks en Río
rojo (Red River, 1948), cinta del oeste donde aparecía como hijo adoptivo
de Tom Dunson (John Wayne), en la época salvaje de asentamientos de tierra y
lucha contra los indios. Cuando Dunson lo encuentra solitario, desde niño,
luego que su familia ha sido muerta, lo toma bajo su cuidado. Con el paso de
los años ambos hombres se enfrentarán con la toma de decisiones en una travesía
extrema de traslado de ganado. La cinta impacta por sus personajes, pero la
presencia del debutante Clift no pasó desapercibida. Sin embargo, la siguiente
cinta del joven actor La búsqueda (The
Search, 1948, Fred Zinneman) donde interpreta a un soldado en la Alemania
destrozada que ayuda a un niño a localizar a su madre, se estrenó antes. Ambas
películas fueron la revelación de un actor sensible y carismático.
La
heredera (The Heiress, 1949, William Wyler) fue el tercer gran éxito
consecutivo. Como Morris Townsend, un vividor joven y atractivo, conquista a la
fea y desangelada Catherine Sloper (Olivia de Havilland, quien ganó su segundo
premio Óscar como mejor actriz), hija de un médico acaudalado. El padre,
consciente de la falta de gracia de Catherine, los confronta. Ella lo odia por
revelarle su desamor y Morris aparenta ser humillado al acusársele de
interesado. Cuando Catherine le pide que escapen juntos aunque sea desheredada,
Morris la abandona para volver años más tarde e intentar reconquistarla. La
cinta es apasionante. Uno acepta la ilusión de Catherine quien jamás imaginó
tener a un pretendiente con ese aspecto físico; a Morris no se le detesta
cuando se torna aparente villano. Se encuentra el subtexto de una compra venta:
Catherine está dispuesta a dejarse aplastar por momentos de felicidad; Morris
se torna en objeto sexual que sabe valorarse. Al padre de Catherine le interesa
la felicidad de su hija, sin importarle que ella aspira a cierto fuego en su apagada existencia. Clift
se torna en símbolo del deseo.
Posteriormente Montgomery filma Sucedió en Berlín (The Big Lift, 1950,
George Seaton), una historia acerca de dos militares en el Berlín destruido
de posguerra que llevan alimentos y requerimientos a la población cuando los
rusos bloquean ciertas entradas en el sector. Conocen a sendas mujeres que les dan
diversas perspectivas de vida. La cinta volvió a llevar a Monty (como se le
apodó) a la Europa devastada con otro tema edificante aunque sin gran éxito. Al
año siguiente tuvo una de sus grandes oportunidades: Ambiciones que matan (A Place in the Sun, 1951, George Stevens) interpretando
a George Eastman, un hombre pobre que llega a la ciudad para obtener el trabajo
en la fábrica de un rico tío lejano que lo trata como a cualquiera diciéndole
que deberá empezar desde abajo. Ahí conoce a la obrera Alice (Shelley Winters)
con la cual tiene relaciones sexuales y la embaraza. George conoce a la
millonaria Ángela (Elizabeth Taylor) de la cual se enamora y es correspondido.
Decide deshacerse de Alice, pero cuando planea asesinarla ahogándola en un
lago, desiste. Sin embargo, la misma Alice hace que el bote donde van se
tambalee, pierde pisada, cae al agua y muere. A pesar de su testimonio donde
confiesa sus planes iniciales y el subsiguiente accidente, es condenado a
muerte. Hay una secuencia bellísima donde George y Ángela se declaran su amor:
un gran acercamiento a sus rostros, con edición alterna entre ellos, ha quedado
como ejemplo de la buena narración fílmica. Ahí conoció a Taylor quien se tornó
en su gran amiga.
Dos años más tarde se estrenan tres
películas que filmó al hilo: Mi secreto
me condena (I Confess, 1953, Alfred Hitchcock) donde interpreta a un
sacerdote que es sospechoso de un crimen sin poder declarar la verdad ya que el
verdadero asesino le ha confesado bajo secreto su homicidio. Indiscreción de una esposa (Indiscretion of
an American Wife, 1953, Vittorio de Sica) donde interpreta al amante
italiano de una norteamericana cuya relación ya no puede continuar. Y
finalmente De aquí a la eternidad (From
Here to Eternity, 1953, Fred Zinneman) donde alcanzó otro de sus puntos
altos. Basada en una popular novela, audaz para su tiempo, se narraban varias
situaciones entre los miembros de una compañía militar: el joven Prewitt, o sea
Monty, quien había sido campeón de boxeo y al ser trasladado se espera que sea
su representante. El joven se niega debido a una mala experiencia, y comienza a
ser insultado y despreciado por sus colegas. Esto, entre otros personajes. La
cinta muestra a Clift con toda su vulnerabilidad. El joven oficial toca la
corneta y el actor aprendió a hacerlo en la vida real. Prewitt se enamora de
una prostituta y, a pesar de todo, desea hacerla su mujer. Todo se detiene ante
el ataque a Pearl Harbor. Clift ofreció una de sus mejores actuaciones.
Es terriblemente
triste eso de que
el talento dure
más que la belleza
Oscar Wilde
En 1956 comienza a filmar El árbol de la vida (Raintree Country, 1957,
Edward Dmytryk) basada en otra novela exitosa acerca del romance entre un
joven profesor/poeta norteño que se enamora de la joven sureña equivocada,
justo antes de la Guerra Civil. Durante la filmación de la cinta, Monty sufre
un accidente automovilístico, debido a su alcoholismo, que le deja media cara
paralizada, además de ciertas cicatrices. A pesar del tratamiento médico, Monty
ya no quedará igual. Volverá a la filmación que había quedado trunca y ahora la
película es un objeto morboso: ¿en cuáles secuencias aparece el Montgomery de
antes?, ¿en cuáles el de después? Son claramente notorias. El bello rostro de
Montgomery Clift es cosa del pasado: ahora tiene diferencias notables y ya no
es el Adonis que todavía habría durado varios años antes de que el mismo tiempo
se la hubiera quitado naturalmente. Fue una terrible jugarreta del Destino. Uno
de sus profesores comentó que a partir de ahí Monty inició lo que sería un
largo suicidio.
Cuando pensaba que ya no volvería a
filmar, Montgomery Clift continuará siendo requerido para filmar otras ocho
películas entre 1958 hasta el año de su muerte. Ya había entrado a cierta
madurez (38 años de edad) y ahora era el galán mayor, pero sin el atractivo
inicial de su hermoso rostro, endurecido por la rigidez, las cicatrices,
los labios marcados. Las películas que filma son, en el orden cronológico:
Corazones sin destino (Lonelyhearts, 1958,
Vincent J. Donehue)
Los dioses vencidos (The Young Lions, 1958,
Edward Dmytryk)
De repente en el verano (Suddenly Last Summer,
1959, Joseph L. Mankiewicz)
Río salvaje (Wild River, 1960, Elia Kazan)
Los inadaptados (The Misfits, 1961, John
Huston)
Juicio en Nuremberg (Judgment at Nuremberg,
1961, Stanley Kramer)
Pasiones secretas (Freud), 1962, John Huston)
El desertor (L’espion, 1966, Raoul Levy)
Entre ellas, todas destacan por la
presencia de Monty y son cintas en proceso permanente de revaloración. Las
cintas de Huston presentan dos aspectos radicales: el vaquero sumiso y el gran
profesional de la psicología. La cinta de Mankiewicz es una inquietante
traducción fílmica, espléndidamente visual, de una pieza corta perversa y
extrema de Tennessee Williams. La cinta de Donehue es otro traspaso a la escena
de una novela de Nathanael West acerca de los excesos indirectos de los medios
impresos. La cinta de Kazan habla de tradición contra progreso: una imagen
sobre la Norteamerica que iba quedando atrás. La cinta de Dmytryk era otra
versión de novela popular que trataba el tema del antisemitismo propiciado por
la guerra, tal como era explicado en los crímenes terribles sacados a la luz en el juicio de
Nuremberg, acorde con la cinta de Kramer. Al final he dejado la cinta de Levy:
bastante accidentada, realizada más como tributo al actor por los jóvenes
franceses, donde Monty interpreta a un médico norteamericano presionado por la
CIA para que apoye en la deserción de un científico ruso desde la Alemania del
Este. La cinta es elemental y carece de cualidades que encontramos en otras películas. No obstante, fue su testamento, y simplemente por eso hay que considerarla.
Monty murió dos meses después de terminarla.
Montgomery Clift falleció de un ataque
cardíaco hace cincuenta años. Tenía 45 años. Su sirviente le encontró desnudo y solitario
en su cama. Este ha sido un recuento rápido, e injusto, incompleto, de su
carrera fílmica que merece un minucioso comentario de cada película. En 18 años filmó 17 películas. Trabajó para los directores más
significativos de su era. Todas sus cintas son importantes por diversos
motivos, principalmente por su presencia. El mejor ejemplo del antes y después
de la belleza física, donde el talento siempre estuvo presente. Había que
recordarlo. ¡Hay que recordarlo!
La belleza
perece en la vida,
pero es inmortal
en el arte
Leonardo Da
Vinci
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