FAHRENHEIT 451
1966. Dir. Francois Truffaut.
Fue
una novela escrita por Ray Bradbury en 1951 que hablaba de la mala influencia
de la televisión y cómo evitaba el discernimiento y la conversación. El medio
electrónico apenas llevaba un lustro de comercialización y el autor no
imaginaba lo que pasaría seis décadas después cuando estamos inundados de
pantallas por todos lados desde el teléfono celular hasta el cuadrángulo enorme
sobre alguna de las paredes en casa, sin mencionar la enajenación, en ciertos
casos, y la proliferación de opciones de programación que nos brinda la
televisión. De hecho, es curioso cuando se revisa esta película, ver la
pantalla delgada y enorme a la cual Linda, la esposa del protagonista, dedica
prácticamente todo su tiempo mirando.
Montag "lee" el periódico que viene sin textos
Montag lee "David Copperfield" para iniciar un proceso humanizante
En
un futuro distópico y tiempo indefinido, Montag (Oskar Werner) es un bombero
cuya misión es quemar libros. Estos han sido prohibidos porque incitan a la
imaginación, a la inquietud y a la infelicidad. La gente denuncia a quienes los
poseen para que estos bomberos asistan a destruirlos. Cierto día Montag conoce
a su vecina Clarisse (Julie Christie) en el monorriel que lo lleva a su
suburbio. Ella le pregunta si no ha leído alguno de los libros que ha incautado
despertando la curiosidad del hombre. Montag toma un libro primero y luego va
coleccionando otros. A partir de ese momento se siente intranquilo en su
trabajo. Su esposa Linda (Julie Christie, en doble papel) lo descubre leyendo
por las noches y lo reporta. Clarisse también ha sido despedida de su trabajo y
su casa ha sido clausurada. Cuando los bomberos van a casa de Montag, éste desvía
el fuego hacia sus compañeros. Junto con Clarisse escapan hacia los bosques
donde se ha conformado una cofradía de personas donde cada una se ha tornado en
la versión viviente y memorizada de algún título clásico para preservar su
existencia y pasarle de generación en generación.
Montag con su vecina Clarisse
Fue
la primera película de Francois Truffaut (1932 – 1984) en el idioma inglés y a
color. La filmó tanto en los Estudios Pinewood y locaciones reales en
Inglaterra como en una población de Francia donde el monorriel era un medio de
transporte reciente y futurista. Tuvo problemas con su actor Werner (quien
había sido el Jules en su aclamada Jules
et Jim) en el enfoque del personaje y se desesperaba porque no entendía muy
bien el inglés. En su momento estableció un rechazo hacia esta cinta: el
tiempo, sabio juez, le ha dado otros matices. Al lado de la visión de Bradbury,
la visualización de Truffaut (junto con su coguionista Jean Louis Richard)
hacen que esta cincuentenaria producción sea una de las más coherentes y
conmovedoras películas de ciencia-ficción.
Montag con su esposa Linda
Una sala futurista filmada en 1966 que parece contemporánea
Antes
que todo, se nota el amor por los libros del finado realizador, objetos
omnipresentes en sus películas ( por ejemplo: Antoine Doinel lee una novela de
Balzac en Besos robados; luego lo
hace en Domicilio conyugal, ya que
era el alter ego de Truffaut, entre otros). Es casual junto con la revisión de
esta cinta en este año conmemorativo que el primer libro que incauta uno de los
bomberos en la cinta es el cervantino Don
Quijote. El primer libro que lee Montag es David Copperfield. Uno de los libros que roba en la casa de una
mujer que tenía prácticamente una biblioteca es Kaspar Hauser. Y es esta mujer, precisamente, quien se para en
medio de sus libros tirados sobre el suelo ya remojados con líquido inflamable,
la que prende ella misma el cerillo que los consumirá junto con ella: razón de
vivir, ¿para qué sirve la existencia sin ellos? Para quienes amamos a los
libros resulta ser la secuencia más cruel (ver quemarse a ediciones
espléndidas) y conmovedora (dar la vida por los libros).
Morir con sus libros: ¿para qué sirve vivir sin ellos?
El primer libro de la película es "Don Quijote"
Y
la sociedad enajenada de estos tiempos terribles vive mecánicamente. No
conversa. Mira la televisión a solas o en conjunto. Por la televisión se dan
consejos, se muestran lecciones de autodefensa o cómo se rapa a jovencitos que
traen el cabello largo, pero sobre todo, se le dice a la gente que es perfecta
y fantástica, haciéndola creer que se dirigen directamente a cada espectador.
Montag toma conciencia de todo ello al conmoverse por la narración de
sociedades humanizadas donde había pasiones y emociones. Un día lee el
fragmento de una novela a su esposa con tres amigas haciendo llorar a una de
ellas pero causando la ira de Linda quien, convencida de hacer lo correcto, va
a denunciar a su marido.
Las "personas-libro" que preservan el conocimiento en la memoria
La
cinta termina con una secuencia poética en el bosque donde Montag conoce a las “personas-libro”.
Cada una ha asumido el nombre del libro que preservan en su memoria. Un hombre
le dice al ex bombero que es El príncipe
de Maquiavelo (“y como puede darse cuenta no puede juzgar a un libro por su
portada”). Un par de gemelos se presentan como Orgullo y prejuicio de Jane Austen, pero uno es el volumen primero
y el otro, el segundo. Montag muestra un ejemplar de Cuentos de Edgar Allan Poe al líder de esta cofradía quien le
comenta que deberán quemarlo porque los libros deberán estar dentro de uno.
Linda le muestra a un anciano que se encuentra agónico y es Weir de Hermiston de Robert Louis
Stevenson, pero está transmitiéndole a su nieto el texto que expresa que su
personaje no tenía miedo a morir y se fue cuando llegó la nieve invernal. Eso
mismo sucede. Finalmente todos se pasean mientras repiten sus propios textos
creando una biblioteca oral infinita.
El maravilloso genio Truffaut
durante la filmación de esta cinta ya cincuentenaria
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