sábado, 17 de octubre de 2015

UN BELLO OCTOGENARIO


A PLENO SOL
(Plein soleil)
1960. Dir. René Clément.

 


         Tom Ripley (Alain Delon) ha sido comisionado por el padre de Philippe Greenleaf (Maurice Ronet) para hacerlo retornar a San Francisco. A cambio de ello, recibirá 5000 dólares. Philippe vive humillando a Tom y negándose a volver. Tiene una relación con la escritora Marge (Marie Laforêt). En un viaje que realizan los tres en el barco de Philippe, éste le juega una broma pesada, dejándolo en un bote atado al barco. No obstante, la cuerda se rompe y Tom queda a la deriva. Lo rescatan y Tom cobra su venganza colocando unos aretes de mujer en el bolsillo de Philippe. Marge los encuentra, le reclama, y Philippe, enojado, lanza al mar el manuscrito en el cual trabajaba Marge. Furiosa, pide ser devuelta a tierra. Quedan solos los hombres y Philippe enfrenta a Tom diciéndole que desearía suplantarlo y hasta quizás matarlo. Tom le clava un cuchillo en el corazón y luego tira el cuerpo al mar con un ancla encima. Al volver a tierra, Tom inicia todo un calculado plan para tomar el rol de Philippe, obtener dinero, hacerlo pasar por criminal de un amigo que lo descubre, escribir una carta suicida, dejar el dinero como testamento a Marge y luego seducirla. No obstante, al venderse el barco y sacarlo del mar, se encuentra el cuerpo de Philippe cuya cuerda se había enredado en los motores de la nave. Tom queda en evidencia.

 
 


         Basada en la primera de cinco novelas que Patricia Highsmith escribiera con el personaje de Tom Ripley, criminal amoral y sin escrúpulos, todo un sociópata sin emociones, pero mucha ambición. En este caso, la película está inteligentemente adaptada para mostrar a Ripley pero sin dejar de lado el castigo ya que por esos tiempos los códigos morales fílmicos eran otros. Hay una escena donde Tom mata al amigo de Philippe que ha descubierto su farsa. Tom toma las llaves del auto y lo acerca al edificio donde vive para usarlo por la noche y deshacerse del cuerpo. Vuelve a su departamento y pasa a su cocina para comer el pollo que se estaba cocinando, sin importar que se encuentra un muerto tirado en el cuarto contiguo.

 

 
 
         La relación entre Philippe y Tom es ambigua. Al inicio de la cinta ambos conviven en Roma y se deja claro que el joven sabe que Tom desea su retorno a Estados Unidos para cobrar su dinero. Siempre insiste en que no lo hará y humilla a Tom de diversas maneras: criticando su forma de vestir, ordenándole que le compre cosas, o la broma que le juega en el barco dejándolo en el bote con el miedo que Tom le tiene al agua. Tom toma la ropa de Philippe, se la pone, va al espejo donde habla como el amigo y le da un beso a su imagen reflejada: Philippe lo descubre y le exige que se quite su vestimenta. Igual que en la novela hay un tono homoerótico que no queda expresado, simplemente sugerido. Tom observa al amigo mientras hace el amor y la traición del arete para provocar los celos de la novia es una forma indirecta para demostrar su pasión.

 
 


         Los cuerpos: no hay que olvidar que es 1960 y las temáticas estaban limitadas (aunque el cine francés fuera más permisivo). Aquí es verano, a pleno sol. De pronto vemos las gotas de sudor real sobre la frente o el pecho de los personajes. Es el mar. Están latentes las promesas de placeres inexpugnables. Hay una insolación que deja la espalda roja, luego pellejos de piel, en el amoral Tom. Los cuerpos: los trajes de baño, líneas, volúmenes.

 
 


         Patricia Highsmith también había escrito Extraños en un tren que Hitchcock transformó en película en 1951. Igual que en esa cinta está la atracción de un hombre, el psicópata, el criminal, hacia el otro que mantiene relación con una mujer. De la misma manera, está el deseo de suplantación para la realización de un crimen. La transferencia de la culpa, tema hitchcockiano por excelencia, se hace presente. Aunque en este caso, Ripley no la siente, la dirige hacia un ser inocente como el ya asesinado Philippe.

 


         René Clément (1913 – 1996) apenas filmó 18 largometrajes en tres décadas. No obstante, se hizo muy famoso con el primero La batalla del riel (1946) donde se narraba una historia de ferrocarrileros en la resistencia durante la segunda guerra mundial. Seis años más tarde filmó Juegos prohibidos (1952) acerca de la fascinación morbosa por dos niños hacia la muerte. Otros títulos previos a A pleno sol le dieron mayor prestigio y nominaciones a premios diversos. En los años sesenta filmaría cine de altos vuelos que, no obstante, ya no alcanzaron las cumbres de las cintas previas (La jaula del amor, ¿Arde París? o El pasajero de la lluvia).

 
 


         Marie Laforêt (1939) estaba en su segunda película y luego seguiría una carrera constante y discreta como actriz y otra como popular cantante en los años sesenta (Y volvamos al amor). Maurice Ronet (1927 – 1983) hizo más de cien cintas a pesar de morir prematuramente (a los 55 años) y fue dirigido por Louis Malle (Ascensor para el cadalso, Fuego fatuo), Jules Dassin (El que debe morir), Claude Chabrol (La mujer infiel) o Michel Deville (Rafael, el libertino), además de ser galán de Sara Montiel en tres de sus películas (Carmen, la de Ronda, Mi último tango y Bésame).

 
 
 


         Alain Delon cumplirá 80 años este 8 de noviembre de 2015. Inició su carrera a los 22 años y se tornaría en gran estrella del cine francés; en esta cinta tenía apenas 25 años y luego filmaría Rocco y sus hermanos que ya les he comentado en otra sección de este mismo blog. Aparte de hacer filmes en Hollywood, Delon fue productor, director y guionista. Uno de los rostros más bellos y perfectos del cine mundial (que supo envejecer notablemente), lo que le permitía cierta frialidad aunada a la sensualidad. Vaya esta reseña de A pleno sol como un homenaje al bello octogenario.

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