DOS PELÍCULAS CLÁSICAS
El
lugar sin límites (1977, Arturo Ripstein) basada en una novela de José
Donoso es una cinta ya clásica del cine mexicano. Su principal cualidad es la
denuncia del machismo como disfraz de la homosexualidad latente. La Manuela (un
Roberto Cobo espléndido) muestra su vulnerabilidad y, al mismo tiempo, su
valentía. Con tal de salvar a su hija de las garras de un hombre viril y
prepotente, le llama la atención, le seduce, lo somete y lo expone como
homosexual. Al desenmascararlo desata la furia del macho y debe quedar como
carne de sacrificio.
La Japonesa (Lucha Villa) apuesta al cacique del pueblo
que puede seducir al homosexual La Manuela (Roberto Cobo)
para ganarse la propiedad de su burdel.
Todo sucede en un pueblo que ya ha caído
en la decadencia. La Manuela tuvo su tiempo y éxito como el maricón del burdel
de La Japonesa. La mujer lo sedujo como apuesta hacia el cacique del lugar con
tal de poderse quedar con la propiedad. Manuela embarazó a la mujer y tuvieron
una hija. Ahora, avejentada, con el deseo por el macho que a su vez quiere
poseer a su hija, no queda más que llegar al sometimiento.
La Manuela logra someter al macho Pancho (Gonzalo Vega)
para exponer su homosexualidad y salvar a su hija, aunque
sea a costa de su vida.
El personaje de La Manuela queda como
imagen del homosexual oprimido y amenazado pero, de pronto, los papeles se
invierten y es el poderoso, quien lleva las riendas y pone en su lugar al
farsante. Una imagen de la homofobia como autodefensa: se agrede al gay para
reforzar la masculinidad. El bullying usual
de los jovencitos que adquieren la pose machista del padre y se sigue la
corriente. Aquí La Manuela es un travesti que utiliza el recurso para mostrar
su talento. No es objeto de burla como los machos disfrazados de mujer en Muñecas de medianoche para que asuman su
lado femenino: es personaje trágico pero pleno de dignidad.
El médico Rodolfo (Marco Antonio Treviño) tiene como amante
al estudiante Ramón (Arturo Meza)...
Jaime Humberto Hermosillo siguió
adelante con el tratamiento del personaje homosexual en el cine y con Doña Herlinda y su hijo (1984) ya entró
de lleno a la imagen de la familia. La rica clasemediera Herlinda sabe que su
hijo Rodolfo es bisexual. Alienta la relación que tiene con Ramón, un joven
estudiante de música, al mismo tiempo que anhela su matrimonio con Olga. Sin
embargo, Rodolfo disimula y Ramón le sigue la corriente.
...pero con Olga (Leticia Lupercio) podrá formar
una familia, tener hijos y vivir lo mejor de dos mundos.
En esta cinta lo que destaca es la
felicidad y seguridad de Herlinda y su hijo. Ambos disfrutan de la dicha que
sienten al ir logrando sus propios fines. Herlinda será madre y abuela. Ramón
tendrá a sus dos satisfactores: la mujer y el amante. Finalmente quedará la
familia completa: Ramón vivirá en la misma mansión de Rodolfo para estar
cercano y consumar su amor. Todo ante el beneplácito de Herlinda. El interés temático, de todas maneras, viene a ser superior a las pésimas actuaciones de la cinta, sobre todo de Guadalupe del Toro quien interpreta a Herlinda.
La astuta Herlinda (Guadalupe del Toro, pésima actriz) alienta
la amistad de su hijo con Moncho, al mismo tiempo que prepara
la boda con Olga: Doña Herlinda y su hijo serán felices.
Con el paso de los años irán
incrementándose las cintas donde el personaje gay sea tratado sin morbo ni desprecio.
Se explorará el bisexualismo o las perversiones intrafamiliares, aunque no podrán
eliminarse atavismos ni prejuicios que ya son ancianos. Lo que es cierto es que
el homosexual ha dado lugar a cintas extraordinarias en la historia de nuestro
cine, contra todo obstáculo. Por lo pronto, aquí dejamos esta primera serie de notas.
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