martes, 9 de octubre de 2018

GRAN CLÁSICO DE UN CENTENARIO


EL BESO MORTAL
(Kiss Me Deadly)
1955. Dir. Robert Aldrich.



         Una mujer desnuda, descalza, cubierta solamente con una gabardina, corre por la carretera buscando alguien que se detenga para que la ayude. No le queda más que colocarse frente a un auto que alcanza a frenar antes de atropellarla. El conductor es el investigador privado Mike Hammer (Ralph Meeker), primero enojado, quien a regañadientes le permite subir para llevarla. Por la radio se escucha la noticia sobre una mujer que se ha escapado de una institución para enfermos mentales, aunque esto no impide que Hammer la ayude, haciéndola pasar como su esposa, al ser detenidos por la policía. Más adelante, un carro se interpone, los saca fuera de la carretera y sus ocupantes se llevan a la mujer para torturarla y finalmente matarla. Hammer ha sobrevivido al accidente y despierta en un hospital donde lo espera su asistente (y amante) Velda (Maxine Cooper). Ante la amenaza de su amigo, el teniente Pat, que le prohíbe meterse en este caso porque Hammer ha demostrado curiosidad por saber lo que sucedió, hace que el investigador se mezcle en una compleja telaraña de personajes sospechosos y secretos terribles que lo llevarán a un descubrimiento tétrico, que no puede revelarse para que Ud. se sorprenda.
La mujer que corre por la carretera
y desata una compleja trama criminal
         Basada en una popular novela de Mickey Spillane, autor famoso por su personaje de Mike Hammer al cual tuvo como protagonista en seis novelas (entre 1947 y 1952; luego volvería a retomarlo hasta los años setenta), la película fue adaptada con un cambio bastante radical: en lugar de narcóticos como objeto deseado en libro, se puso al día para los temas preferidos de la guerra fría y el motivo de paranoia principal para la sociedad. La novela fue muy exitosa, sobre todo porque la carga de sexo y crimen, vulgar y descriptiva, aunque inteligente, le atrajo muchos seguidores: en aquellos años cincuenta, aquí en Monterrey, se encontraban las traducciones hasta en las farmacias donde había carruseles con libros baratos (Colección Caimán a $4.50; Populibros La Prensa a $5) en ediciones rústicas, de bolsillo. En este caso se tradujo y vendía como Bésame moribunda.

Ralph Meeker, en su mejor momento,
como el cínico y astuto Mike Hammer
En cambio, la película no tuvo tanto éxito en su estreno pero fue adquiriendo valor como cinta de culto gracias a la crítica francesa y el reconocimiento, al correr de los años, de la carrera de su realizador Robert Aldrich (1918 – 1983) del cual estamos celebrando su centenario y conmemorando en diciembre próximo  su 35 aniversario luctuoso. Aparte, el guion es del eminente escritor de ascendencia turca A. I, Bezzerides (1908 – 2007), quien inicialmente renegó de la tonta trama que estaba adaptando, sin darse cuenta de que fue el ejecutor literario para que se transformara en ejemplo insigne del llamado film noir por los franceses. (Bezzerides fue adaptador de otras joyas del cine clásico norteamericano: Mercado de ladrones, 1949, Jules Dassin; Odio en el alma, 1951, Nicholas Ray; Intriga en Damasco, 1951, Curtis Bernhardt; y uno de los dramas familiares más secos y extremos sobre la familia disfuncional que haya salido de Hollywood en esa época: La huella del gato, 1954, William A. Wellman que merecerá su propio artículo).

La mujer amenazante
El beso mortal sigue los cánones del género: la atmósfera oscura y el objeto de perdición; el gran estilo narrativo que conforma vericuetos y laberintos argumentales para alcanzar el final; el personaje femenino que aparenta dulzura pero puede llegar a límites impensados; el final feliz indirecto porque la trama principal no permitirá que las cosas lleguen a un nivel optimista: habrá tristeza o decepción. La película sufrió un corte que dejaba confusión al final y así fue conocida hasta que en 1997 se restauró y añadió a las versiones en vídeo que le dan mayor coherencia y se adecuan a las costumbres narrativas del Hollywood de esos tiempos. Una gran curiosidad: fíjense en la primitiva "contestadora telefónica" que tiene Mike Hammer en su oficina.
Robert Aldrich dirige a Gaby Rodgers
Ralph Meeker en el set de la película
Por celebrar al maestro Aldrich que nos dejó grandes y memorables cintas en su carrera extraordinaria (Tal como somos, 1956; El último atardecer, 1961; ¿Qué pasó con Baby Jane?, 1962; Doce del patíbulo, 1967, por mencionar unas cuantas) y por conocer un extraordinario clásico del cine negro, no deje de acercarse a esta película que se exhibirá en la Cineteca Nuevo León el martes 23 de octubre: están avisados y advertidos.

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