EL AÑO PRODIGIOSO…
…fue 1933 para el cine nacional: cuando en Hollywood y
algunos países europeos ya estaba avanzada la técnica fílmica y el sonido, en
nuestro país apenas se experimentaba y se iba adquiriendo experiencia, sobre
todo por realizadores que traían ciertos antecedentes por cintas filmadas en el
período silente o quienes habían estado en el extranjero. Nuestros cineastas
incipientes filmaban con pasión, no solamente por el hecho del negocio o el
deseo de “hacer una película”. Se exploraban temas y se ingresaba en la
audacia. No estaba presente la vieja (o nueva, si se piensa bien) moralidad
todavía. Hace 90 años se filmaron 21 películas, número excepcional, que contrastaba con una
sola cinta en 1931, “Santa”, y seis, de las cuales cinco se conservan, en 1932.
En ese año se filmaron cintas que ya son entrañables para
los cinéfilos apasionados, además de tornarse en piezas y testimonios para la
definición de la cultura mexicana. Sus imágenes nos enfatizan la realidad
social y la actividad urbana, el pensamiento político y la vida en el campo o
en el trópico. No obstante, el cine se veía como negocio de momento. Se
conformaban compañías que solamente filmaban una película para obtener
ganancias, con raras excepciones. Eran los inicios de la que se tornaría gran industria
mexicana, con productos envidiables, estrellas con personalidad, tramas
delirantes, románticas, trágicas o cómicas. Todavía estaba la posibilidad de
expresión libre (desnudos, sordidez, discursos políticos), aunque había más restricción
en los temas que tocaban al ejército que en mostrar cuerpos. 1933 fue mágico,
iniciático, sorprendente.
1) El padre del cine mexicano
sonoro, Fernando de Fuentes (1894 – 1958), ofreció
cuatro cintas con temas de pueblo, revolución, sabor de antaño, pero logró una
obra maestra con el cuento de Mauricio Magdaleno, El compadre Mendoza,
retrato del rico hacendado oportunista, rostro indirecto de la política
mexicana, de la hipocresía, de las veleidades del destino, de la ambición sin
escrúpulos que lo llevaba a traicionar a su compadre zapatista: es una de las
dos grandes cintas del año. El prisionero 13, por su parte, mostraba a
un coronel alcohólico quien, por situaciones políticas, ordenaba el fusilamiento
de su propio hijo: la censura impuso un final donde todo era un sueño, pero el
mensaje era brutal. Sus otras cintas fueron El tigre de Yautepec y La
calandria.
2) Juan Orol, de ascendencia
española, debutó como actor y productor en Sagrario (dirigida por Ramón Peón),
melodrama donde un médico jugaba con las pasiones amorosas de una madre y su
hija para que su romance se tornara trágico. La cinta fue taquillera y Orol
iniciaría, dos años más tarde, una carrera larga, audaz, ingenua, comercial e
inofensiva, como autor completo y actor, además de impulsar las carreras de
muchas damas exóticas.
3) José Bohr, chileno, también
debutó para el cine nacional. La sangre manda, otro melodrama, ahora con
raíces sociales y de empeño laboral, al mostrar a un joven frívolo cuyo padre
le obliga empezar desde el escalón más bajo de su empresa, como obrero. De esta
manera, se hablaba del esfuerzo personal. En esta cinta apareció Virginia
Fábregas, importante diva de la escena teatral, quien solamente volvería en
otra ocasión al cine.
4) Chano Urueta, perteneciente a una dinastía de intelectuales
(Margarita y Jesús), debutó y se tornó genio incomprendido, al fracasar sus dos
cintas del año, donde fue autor completo: guionista y director. Profanación mezclaba
fantasía y tragedia con antecedente indígena: un collar azteca que poseía una
maldición para sus usuarios. Enemigos fue otro melodrama con tema
revolucionario donde un coronel, recién casado, sufría el estigma de que su
esposa fuera desvirgada por un militar del bando contrario. Urueta tendría una
larga y prolífica carrera tanto como director y, en sus últimos años, como
actor.
5) Sara García debutó en el cine sonoro
con El pulpo humano, cinta del efímero Jorge Bell, además de aparecer en
otras dos cintas: El vuelo de la muerte y La sangre manda, ya
mencionada anteriormente. Se convertiría en figura icónica como madre y abuela
en el cine nacional.
6) Una de las películas más
raras, elementales, pocas veces exhibida, única obra de su autor Rubén C.
Navarro quien además era poeta (fue el autor de uno de los hitos
declamatorios de la historia “El Cristo de mi cabecera”), y luego participante
de la política en el cine mexicano Corazones en derrota mostraba
una trágica y extrema historia de amor (una hermana paralítica deseaba ocupar
el lugar de la otra en su lecho de bodas), aparte de la represión sexual (la
paralítica mataba a un canario como metáfora), culpas revolucionarias (esa
paralítica era producto de una violación), que llegaba al delirio (la
paralítica envenenaba a su hermana y ella misma se suicidaba antes que dejarla
saborear las mieles del matrimonio). Por su mala factura, quizás, no ha sido
tomada en cuenta al lado de las otras joyas soberbias de nuestro cine pionero,
pero es una cinta que requiere revalorización.
7) Domingo Soler y Andrea Palma
debutaron en la segunda gran película del año: La mujer del puerto.
Ambiente sórdido, naturalista, tono de tragedia griega, con la imagen de una
mujer a la cual le arrebatan su blusa para mostrar los pechos desnudos como
metáfora de los encuentros carnales que ocurrían en los cuartos de la cantina,
basada en un cuento de Guy de Mauppasant, se narraban las consecuencias de la
entrega amorosa de una muchacha de pueblo a un tipo sin escrúpulos quien la
abandonaba, manchada su reputación, para que sea lanzada, irremediablemente, a
la perdición. Como prostituta de puerto recibe a un marinero gordo y sudoroso
con el cual tiene relaciones sexuales para ir descubriendo, gracias a la
conversación, que es su propio hermano, quien había dejado la casa familiar
desde jovencito para irse por el mundo.
Estos son los 21
títulos del año: algunos permanecen, otros se han perdido. Pocos se exhiben con
frecuencia, muchos siguen en resguardo. Ojalá que estos noventa años de su
realización, nos den la oportunidad para volver a verlos.
Almas encontradas – Raphael J. Sevilla
Su última canción – John H. Auer y Fernando de
Fuentes
El prisionero trece – Fernando de Fuentes
La llorona – Ramón Peón
Juárez y Maximiliano – Miguel Contreras Torres
La noche del pecado – Miguel Contreras Torres
La calandria – Fernando de Fuentes
Sagrario – Ramón Peón
Profanación – Chano Urueta
El tigre de Yautepec – Fernando de Fuentes
El héroe de Nacozari – Guillermo Calles
Enemigos – Chano Urueta
El pulpo humano – Jorge Bell
Tiburón – Ramón Peón
Águilas de América – Manuel R. Ojeda
Corazones en derrota – Rubén C. Navarro
Pecados de amor – David Kirkland
El vuelo de la muerte – Guillermo Calles
La mujer del puerto – Arcady Boytler
La sangre manda – José Bohr
El compadre Mendoza – Fernando de Fuentes