domingo, 26 de junio de 2016

TRIBUTO CENTENARIO


OLIVIA DE HAVILLAND CUMPLE 1OO AÑOS

 


                Este próximo viernes 1° de julio, la actriz Olivia de Havilland, nacida en Tokio, llegará a su centenario, viva, en su casa de París. De una belleza extraña, poco convencional, además de poseer un gran talento, fue descubierta por el austriaco Max Reinhardt, gran innovador teatral, para que apareciera en su única cinta norteamericana (codirigida por William Dieterle) basada en Shakespeare Sueño de una noche de verano, en 1935. Por tal motivo, la Warner Bros. le extendió un contrato como exclusiva por siete años y comenzó a aparecer en cintas que se tornaron clásicas. Al lado de Errol Flynn llegó a filmar ocho películas siendo la primera Capitán Sangre (1935) pasando por Las aventuras de Robin Hood (1938). En 1939 apareció como Melanie Hamilton en Lo que el viento se llevó y logró un papel extraordinario. De hecho, es la única persona del reparto que permanece con vida cuando se escriben estas notas.




                Luego de este rol, donde fue “prestada” a la MGM, se tornó más exigente. Se negó a aparecer en algunos roles que le ofrecían por lo que fue suspendida de su contrato que terminaría en 1942. Cuando esto sucedió, la Warner le exigió que continuara hasta que “cubriera” los meses en que no había trabajado. De Havilland se enojó y llevó el caso a la corte donde tuvo un gran triunfo trascendente. A partir de ese instante, los estudios ya no podrían manejar a sus estrellas como desearan. Este caso la convirtió en ser todavía más querido por la comunidad artística de Hollywood. Libre, De Havilland pasó a la Paramount donde le ofrecieron Lágrimas de una madre (To Each His Own, Leisen, 1946) que la llevó a ganar el premio Óscar como mejor actriz. Luego, vuelta a “prestar” a la Fox interpretó otro rol memorable en Nido de víboras (The Snake Pit, Litvak, 1948) y retornar a su estudio original para aparecer en La heredera (The Heiress, Wyler, 1949) que le daría un segundo reconocimiento como mejor actriz y nuevamente en la Fox Mi prima Raquel (My Cousin Rachel, Koster, 1950).




                A partir de entonces su carrera se volvió intermitente. Casada con un francés se mudó a París para filmar ocasionalmente. Melodramas intensos como No serás un extraño (1955) o La luz en la plaza (1962). En 1964 entró al género de terror que explotaba a las bellezas de antaño como mujeres maduras en roles extremos: Diez horas de terror donde, atrapada en un elevador, debía soportar las torturas de un grupo de jóvenes ladrones o como sustituta de Joan Crawford en Cálmate dulce Carlota donde era la prima malvada de Bette Davis. Siguió actuando tanto en cine como televisión pero en roles mucho menores (papeles especiales) en cintas de desastres como Aeropuerto 1977 o superproducciones escandalosas Los aventureros.
 


                Olivia de Havilland volvió a Hollywood en 2003 para presentar a los ganadores sobrevivientes en la 75ª. Entrega Anual de los Óscares. Luego grabó un vídeo para la edición conmemorativa en DVD de Lo que el viento se llevó. Vive retirada ya sin dar entrevistas, pero su presencia fílmica quedará mientras existan este mundo y sus películas. Tributo merecido.

 

domingo, 19 de junio de 2016

EL AYER NO ES UNA GRIETA EN EL TIEMPO


DESPEDIDA DEL AYER
(La chica del ayer – Anita G.)
(Abschied von gestern)
1966. Dir. Alexander Kluge.



            A principios de los años setenta se exhibió en el Aula Magna de la todavía Universidad de Nuevo León (UNL), un ciclo de Nuevo Cine Alemán donde pudimos disfrutar de joyas como El joven Törless de Schlöndorff o Escenas de caza en la baja Baviera de Peter Fleischmann o Tiempo de veda para zorros de Peter Schamoni o De cabeza, madame de Christian Rischert. Sin embargo, la cinta inaugural fue, con toda razón, La chica del ayer de Alexander Kluge que había ganado el Premio Especial del Jurado en Venecia 1966, además de muchos otros premios que incluyeron a la protagonista Alexandra Kluge, hermana del director (quien solamente filmaría otra cinta más para retirarse por completo del espectáculo).




            Al enfatizar “con toda razón” es que puede considerarse (junto con la cinta de Schlöndorff) como la iniciadora del movimiento de jóvenes alemanes que lograron un renacimiento de su cinematografía, dedicada hasta entonces en ligeras comedias musicales, convencionales dramas románticos o rutinarias cintas policiacas. Kluge (1932) fue uno de los firmantes del Manifiesto de Oberhausen que dio lugar a la renovación temática y a la alternativa innovadora de jóvenes realizadores. Impulsados por la Nueva Ola Francesa o el Nuevo Cine Británico, realizaron películas que se salían de los argumentos usuales y comenzaban a cuestionarse el pasado o la realidad presente de su sociedad. La herida nazi todavía estaba cercana (dos décadas) y había que diseccionar los hechos de la actualidad.




            El título literal traducido del alemán es Despedida del ayer y de esta manera ha sido anunciada por nuestra Cineteca Nuevo León que la exhibirá este próximo miércoles 22 de junio de 2016 dentro de un ciclo que revisará los cincuenta años de la presencia del Instituto Goethe en México. Seguramente llegarán otros títulos importantísimos, sobre todo para los jóvenes cineastas que aseguran amar al cine pero se extravían en las grandes producciones hollywoodienses. Insisto en que la curaduría fue inteligente al iniciar este ciclo con la película que comenzó un gran cambio fílmico y que nos dio más adelante a Fassbinder, Herzog, Sanders o Wenders.




            Despedida del ayer narra los problemas que vive la joven Anita G. quien ha dejado atrás a Leipzig, su ciudad natal, para llegar al lado occidental y poder seguir adelante. No obstante, encuentra problemas para conseguir trabajo ya que está entrenada como taquimecanógrafa y enfermera. La cinta inicia con un juez que acusa a Anita de haber cometido el robo de un sueter por lo que es condenada a una penitenciaría. Con estructura fragmentada, que se presenta a la manera de sueños, imágenes metafóricas, o situaciones específicas y reales como algunos robos, otros trabajos menores, además de un período como amante de un empleado de gobierno. Anita vive recorriendo las calles con una maleta donde guarda todas sus pertenencias.




            A lo largo de la cinta hay varios letreros sobre fondo negro (notoria influencia del cine de Godard): el primero expresa “lo que nos separa del ayer no es una grieta sino un cambio de posición”. Luego veremos otros como “ella quiere empezar una nueva vida” o “siempre hay la esperanza de un nuevo mañana”. Finalmente se expresa “todos somos culpables de algo; si nos diéramos cuenta tendríamos un paraíso en la tierra”. Y así, Kluge ofrece su ácida visión sobre la sociedad perfecta de la Alemania occidental que, en realidad, no realiza los sueños de bienestar anhelados por los orientales reprimidos y fuerza a las jóvenes a situaciones extremas e incómodas. En un momento ensoñado, Anita piensa que siguen las barbaridades de tiempos del ayer.




Una gran cualidad es la presencia de la actriz Alexandra Kluge, a la cual el director le dedica buen metraje a su rostro. Sin ser una mujer bellísima, posee un carisma y una ingenuidad debida a su pasividad. En realidad Anita miente para crearse una vida mejor y cuando hace algo para quedar bien con los demás, sufre una frustración. El director Alexander Kluge, además de una prolífica y prestigiosa carrera, es uno de los grandes escritores de la literatura alemana de la segunda mitad del siglo XX (y sigue activo).

Alexandra Kluge es la principal
intérprete quien solamente filmaría
esta cinta y otra también bajo las órdenes
de su hermano.


No pierdan este rescate de una cinta cincuentenaria en pantalla grande que tiene un valor histórico indiscutible. MIÉRCOLES 22 DE JUNIO DE 2016 A LAS 18:30 H

El realizador Alexander Kluge (1932)
en su juventud

domingo, 5 de junio de 2016

DE TAN MALA ES DISFRUTABLE: CAMP


CAMISA DE FUERZA
(Strait-Jacket)
1963. Dir. William Castle.

 
 


En 1964, la crítica y filósofa norteamericana Susan Sontag (1933 – 2004) estableció la definición de la sensibilidad camp que se centra en el artificio, en el estilo que descuida al contenido, en lo que es tan malo que resulta bueno y disfrutable. En 2013, el cineasta canadiense Bruce LaBruce complementó y puso al día ejemplos de representantes del camp. Su clasificación se dividió en varios apartados y en el que define como camp gay clásico entra la estrella Joan Crawford.
 
            Joan Crawford (1904 – 1977) es ejemplo distintivo de personalidad sin talento; de vulgaridad que accedió a un refinamiento artificial; de gran estrella cuya imagen se fue endureciendo con los años sin perder su estatus ante los admiradores. Sus orígenes fueron humildes y su carrera se inició como bailarina que llegó a los escenarios de Broadway para ser descubierta por un agente de la MGM a la cual entró en 1925. Sus roles como chica trabajadora, de clase baja o media, que llegaba a mejores circunstancias gracias a su tesón y honradez la popularizaron entre el público. Para 1942 sus bonos habían bajado y tuvo que abandonar ese estudio.  Warner Brothers la contrató para empezar una segunda etapa que le redituó al aparecer en El suplicio de una madre (Mildred Pierce, Michael Curtiz, 1945) que le valió el Óscar como mejor actriz. Luego de 1952 comenzó a filmar en producciones independientes. Una década después alcanzó su gran retorno gracias a ¿Qué pasó con Baby Jane? (Whatever Happened to Baby Jane?, Robert Aldrich, 1962), donde su papel al lado de Bette Davis como viejas glorias del cine que daban lugar a locura y crimen, tuvo gran aceptación comercial y propició el surgimiento del cine de horror interpretado por actrices ya entradas en años.
El hombre es Lee Majors quien luego sería "El hombre biónico"
y esposo de Farrah Fawcett, en su primera película
 
         Camisa de fuerza (Strait-Jacket, 1963) fue producción de William Castle (1914 – 1977) quien se distinguió por un ciclo de cine B, con bajos presupuestos, pero dedicados al género de horror, siempre realizados de manera truculenta, con efectos baratos, aunque con un gran sentido comercial que trascendió fronteras. Aquí en el Cine Monterrey se exhibió La casa de la colina embrujada (House on Haunted Hill, 1959) donde un esqueleto atravesaba la sala por los aires causando el terror en nuestros ojos infantiles; 13 fantasmas (13 Ghosts, 1960) pasó en el Cine Rodríguez donde a la entrada te daban un cartón con dos papeles celofán de colores y en la cinta te decían por cuál ver en ciertas secuencias para distinguir a los fantasmas, por medio de un truco óptico; Homicida (Homicidal, 1961) que aquí estuvo en el Cine Araceli,  te avisaba por medio de un anuncio en pantalla que una secuencia de horror estaba por suceder y que podrías salir de la sala para no morir de miedo. Todos estos trucos mercadotécnicos eran efectivos. Las películas eran malas pero los espectadores, ingenuos y con mucha capacidad de asombro, disfrutábamos esos momentos. Y al expresar que eran películas malas, en realidad ahora deben considerarse, películas camp: uno las vuelve a ver (sin esos trucos, claro), más de cincuenta años después, y reitera su baja calidad y pobre producción, pero disfruta de su estilización, de que el creador tomaba en serio su propuesta y sabía interactuar con los gustos o temores del público al cual se dirigía.
 
         Y es en Camisa de fuerza que una figura camp se enrola en otra película camp para dar lugar al delirio. Joan Crawford se entusiasma cuando William Castle le ofrece este guion escrito y pensado en ella (aunque en realidad, la primera estrella posible fue Joan Blondell quien no pudo participar debido a un accidente). Crawford acepta bajo la condición de tener porcentaje en las ganancias, además de poder aprobar reparto y tener un camerino a su gusto. Al explicarle Castle que la protagonista es una mujer cincuentona, Crawford le corrige diciendo “cuarentona”, cuando en la vida real estaba a punto de cumplir los sesenta años. Y es que en la película se nota la edad en la estrella: Crawford aparece por primera vez, veinte años antes de la época presente de la película (que es 1963), con una peluca estilizada que tiene fleco y cabello largo rizado en las puntas, además de un vestido llamativo que resulta ser totalmente camp: una mujer vieja pretendiendo tener menos de treinta años, con brazalete, en cada muñeca, de diversos motivos que tintinean con el movimiento. Al entrar en época actual, por instancias de su hija, vuelve a usar una peluca semejante (que oculta sus canas) y usa un vestido casi idéntico al que trajera dos décadas atrás.
 
         Camisa de fuerza narra el retorno de Lucy Harbin (Joan Crawford) a la vida normal, luego de haber pasado veinte años encerrada en un sanatorio para enfermos mentales debido a que una noche que volvió a su casa, encontró a su marido (Lee Majors, sin crédito, en su primera película) en la cama con su amante y los decapitó con un hacha, siendo testiga su niña pequeña. Ahora, la hija Carol (Diane Baker, muy buena actriz que nunca alcanzó el estrellato definitivo), quien fuera adoptada por sus tíos granjeros, es novia de un joven rico, al cual le cuenta su pasado, la cual recibe primero temerosa, pero luego amorosa, a su madre. Lucy tiene pesadillas (dos cabezas en su cama) o escucha voces (una ronda infantil que habla de su crimen pasional). Cuando llega su médico de visita, Lucy piensa que la quiere volver a recluir y se rebela. El médico es decapitado. Cuando el mozo de la granja donde vive se entera del crimen, es decapitado. Al ser rechazada Carol por sus futuros suegros, primero es muerto el hombre y luego, amenazada la mujer, aunque en ese momento entra Lucy para darse cuenta que la asesina es su propia hija, quien se ha disfrazado con una máscara, vestido, peluca y brazaletes, como ella misma, a la cual siempre ha odiado.
Lucy madre lucha contra la falsa Lucy

         El guion original fue escrito por Robert Bloch, el autor de Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960), a quien Castle admiraba (y deseaba emular) ya que en los avances de sus películas, aparecía de perfil, en sombra, sentado sobre la silla de director. Las explicaciones de los hechos que ocurrían resultaban inverosímiles y la resolución visual era evidente en las cabezas o cuerpos falsos aparecidos. No obstante, el estilo de Bloch se repetía al terminar la película con Crawford mostrando las evidencias de la locura de la nueva asesina, como Anthony Perkins lo hacía en la cinta de Hitchcock, pero ¡qué diferencia!. Sin embargo, el truco y la presencia estelar dejaban de lado todos los absurdos.
Lucy seduce inexplicablemente a su futuro yerno
 
         Hay una secuencia donde Carol presenta a su madre, por primera vez, a su novio Michael (John Anthony Hayes). Lucy, repentinamente, sin motivo alguno, comienza a seducirlo. Lo abraza, le pasa los dedos sobre sus labios, pone cubos de hielo con la mano en un vaso que llena con whisky para acercárselo al joven, mira a su hija y le guiña un ojo, ante la turbación del muchacho. La única explicación posible está en Joan Crawford quien debía de mostrar sus artes de mujer. Si consideramos que la estrella, entonces miembro del Consejo de Administración de la Pepsi Cola (puesto heredado por su difunto marido quien era ejecutivo de la empresa), impuso la presencia del refresco en una escena de cocina, además de darle el papel del médico a quien era, en ese momento, el vicepresidente de la empresa (Mitchell Cox), todo podía ocurrir en esta cinta donde el sello de su productor-director está presente, de todas maneras.
Crawford vieja ante su escultura joven
Una belleza camp
Diane Baker, gran actriz que nunca
alcanzó el estrellato total
 
         Otra escena da idea de esa sensibilidad camp: Carol muestra a su madre el estudio donde trabaja escultura y objetos de arcilla. Tiene cubierta una de sus obras. Al quitar la tela aparece en bronce un busto de su madre que, según cuenta, lo ha realizado y es su obra preferida. En realidad, esta escultura había sido creada en los años treinta, por órdenes de la MGM, y presenta el rostro magnífico, cincelado, joven, de una Joan Crawford cuyas facciones eran peculiares y de gran belleza que ahora, por contraste, ya se encontraba ante el efecto devastador de la edad. Uno nota ese rostro inclinado, de bronce, que es reflejo de quien fuera un objeto efímero de adoración pero que, con el paso del tiempo, se tornó referencia icónica: más estilo que contenido. Mucho exceso contra sutileza. Crawford era presencia: en la última escena, Carol enloquece y Diane Baker ofrece una excelente actuación. Crawford no podía permitirlo y se añade otra toma que la muestra a ella, sufriendo, afuera de la habitación donde su hija se ha trastornado.  
William Castle, realizador camp por excelencia,
émulo de Hitchcock que en esta foto
muestra su deseo irrealizado: habérselo comido...
Un chiste visual: al término de la película,
aparece decapitada la dama de Columbia Pictures.